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LOS SISTEMAS POLITICOS
CONSIDERADOS A PARTIR DEL DESCUBRIMIENTO DEL INCONSCIENTE
Por Sergio Rodríguez * Lo más llamativo de los últimos resultados electorales fue el alto porcentaje de boletas cortadas, de votaciones cruzadas. No creamos que este síntoma es particularmente argentino. Acá tomó esta forma; en otros lugares, la de la volatilidad del electorado. Mayorías que votaron izquierdas, hoy votarán derechas y mañana centro. Dentro de un corrimiento general hacia el conservadurismo, la volatilidad expresa escasa credibilidad en las propuestas y en los líderes que las sostienen. Finalizando el siglo, es el rasgo sintomático más importante de su vida política.Los últimos siglos dieron nuevos argumentos a la antiquísima competencia entre demo y autocracia. Mientras el imaginario francés de la segunda mitad del siglo XVIII proclamaba libertad, igualdad, fraternidad, las calles de París se teñían primero con la sangre de reyes y nobles y después de los jefes plebeyos, para terminar coronando al autócrata Napoleón. En tanto, la naciente clase obrera les daba razón de ser a intelectuales provenientes de la burguesía y la pequeña burguesía para pergeñar ensueños utópicos, o científicos y precisos análisis del nuevo modo de producción y de su causa: la sustracción de plusvalía a los trabajadores. Metodología científica que no le impidió a Marx, identificado a sus deseos, creer posible una sociedad de productores libres que, según mostraría la experiencia, no fue más que otra utopía. La moda romántica de reivindicar el valor de las utopías responde a aquella tendencia de los sujetos que, por identificación pura a los deseos, quedan excluidos de los actos y del goce creador, reduciendo el goce a grandes insatisfacciones por terminar cediendo en aquéllos (como histerias, obsesiones y fobias, son etiquetados sus tributarios en los tratados de psicopatología). Marx supo analizar que el carácter democrático de los gobiernos no significaba ninguna garantía de que fuera a mejorar la distribución de la renta socialmente acumulada. Es más, captó que los interesados en impedirla utilizaban dicho carácter para lograrlo. Creyó entonces que la dictadura de las clases explotadas permitiría arribar a las condiciones necesarias para establecer una democracia en todos los terrenos. La experiencia demostró que quienes se arrogan el papel de representantes rápidamente se identifican al goce de la dominación. Otras variantes totalitarias denunciaron (no sin un atisbo de verdad) el debilitamiento de los estados nacionales en razón de las libertades que permite el juego democrático. Promovieron autocracias como las fascistas y catástrofes como la Segunda Guerra Mundial. Ahora, algunos sectores religiosos fundamentalistas promueven algo similar, en pendant con los "demócratas" de la OTAN y/o de Rusia. En este punto acude a nuestra memoria la sabiduría de los presocráticos con su conocida sentencia: gobernar y educar son tareas imposibles. La política, si, como suelen definirla los diccionarios, es la ciencia y el arte de gobernar, queda también como un imposible, a diferencia del planteo de Machiavello, para el cual es el arte de lo posible. Pero Machiavello no era tonto y se planteaba la política en función de la acción práctica. El amo y sus subordinados necesitan que las cosas funcionen, y los ideales no las hacen funcionar. En ese punto la sentencia maquiavélica encuentra su razón de ser. Pero al costo de dejar a la política bajo esos límites, por sostener la creencia de que, en un acto a producir, se puede saber cuáles van a ser sus consecuencias. Se pierde de vista que eso nunca es más que aproximativo, y que, muchas veces, hechos absolutamente inesperados presentan un producto del acto totalmente distinto del que el mismo se proponía. Tomando en cuenta lo que la práctica del psicoanálisis nos ha enseñado como resultado del trabajo con el inconsciente, que soporta la acción política como cualquier otro accionar humano, podríamos reformular la sentencia presocrática articulándola con la visión pragmática de Machiavello y plantear: gobierno y política son el arte de lo imposible a través de la práctica sobre lo contingente. De lo que cause el deseo y de los significantes que marquen el goce de los que operen sobre la contingencia, dependerá el sentido que tomará dicha operación. Gobierno y política, como arte, intentan embellecer, velar, lo real imposible de dominar en todas sus variantes, aunque contingentemente abordable en algunas. Gobierno y política, como praxis, no pueden hacer otra cosa que operar sobre las contingencias que el devenir económico-social les va presentando. Y operarán según las posiciones de goce a las que se hallen fijados sus operadores y según los límites que le impongan, o no, sus receptores. Planteadas así las cuestiones de la política, se pueden reformular el sentido y los límites de la democracia, incluyendo en el análisis sus paradojas de constitución y desarrollo. El descubrimiento del inconsciente y de lo ineludible de su función, dependiente de la estructura del lenguaje, indica que a todo sujeto le resulta imposible representarse acertadamente a sí mismo. Lo más que logra es la representación de desconocimiento a la que accede su yo, y que por lo mismo funciona represiva, renegatoria o forclusivamente sobre los significantes (representantes) que verdaderamente podrían representar a sus deseos. Por esa misma razón, generalmente goza alejado de éstos. Si el sujeto es incapaz de representarse a sí mismo, mucho más lo es de representar a los otros, de los que no puede conocer más que sus apariencias. De estas razones surge que la democracia (representativa, o directa), como pretendido gobierno del pueblo, también es imposible, en el sentido de representar a los gobernados. Contingentemente, logra gobernarlos (sabemos que no siempre). Cuando lo logra, resulta ser el régimen político menos malo, ya que suele tramitar las inevitables tensiones sociales con menos sangre y violencia que las dictaduras. Lo preocupante de la situación actual está en que, como consecuencia de la falencia de los políticos, se devela muy abruptamente la imposibilidad de la democracia, facilitando la reaparición del fantasma autoritario. En consecuencia, tanto la democracia como la autocracia no son más que síntomas del tipo de crisis o de estabilizaciones transitorias que atraviesan las sociedades. Son representantes, a veces de deseos, otras de posiciones de goce, que animan a sus mayorías. En una dimensión, o en otra, sostenidas por lo imposible del lazo social, funcionan con la modalidad lógica de lo necesario. De lo que no cesa de escribirse como representante de deseos y/o de posiciones de goce de dirigentes y dirigidos. * Psicoanalista. Director de la revista Psyché.
PSICOLOGOS BONAERENSES El Colegio de Psicólogos de la provincia de Buenos Aires exigió el cumplimiento de las normas que permiten a psicólogos acceder a jefaturas y denunció como "falaz" el planteo del Colegio de Médicos, que había requerido ejercer con exclusividad las jefaturas hospitalarias. "Nuestra formación nos legitima para ejercer las jefaturas de los servicios, de las salas y de las unidades de salud mental", destaca. El comunicado lleva las firmas de Juan Marecos y María Alejandra Oliden, presidente y secretaria general del Colegio de Psicólogos bonaerense. Reseña que la Ley provincial 10.306, de Ejercicio Profesional de la Psicología, "nos habilita y legitima para ejercer las jefaturas de los servicios, de las salas y de las unidades de salud mental". La carrera profesional hospitalaria está regulada por la Ley 10.471, "que no incluye perfiles para ocupar los puestos de conducción, precisamente porque contempla igualdad de oportunidades para todas las profesiones". El decreto reglamentario de la ley describe qué actividades corresponden a quienes ocupan cargos de conducción. Por ejemplo, un jefe de servicio debe cumplir un 75 por ciento de actividades de organización y gerenciamiento de los profesionales a su cargo, y un 25 por ciento de actividad asistencial. El jefe de sala debe tener un 50 por ciento de actividad administrativa y un 50 por ciento de tarea asistencial: "Estas descripciones son suficientes para definir que la función es la actividad de conducción, organización, implementación y evaluación de un proyecto de trabajo", destaca el Colegio de Psicólogos. Agrega que "la ley no exige que el profesional que cubre una jefatura deba tener el cuerpo teórico de conocimientos de la totalidad de las profesiones que se incluyen dentro del servicio: el trabajo cotidiano del equipo de salud en los hospitales es interdisciplinario". Por el contrario, "la conducción del Colegio de Médicos hace un planteo en el sentido de que son los únicos en condiciones de ejercer las jefaturas hospitalarias en el área de la salud mental. Esto es falaz, ya que en dicha área, a nivel mundial, los hospitales monovalentes están conducidos por otras profesiones y cada profesional ocupa un lugar de acuerdo a su saber", subrayan los psicólogos, y advierten que "esto está definido por los organismos internacionales, tales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS)". Según el Colegio de Psicólogos, todos estos hechos "nos habilitan y legitiman para ejercer las jefaturas de los servicios, de las salas y de las unidades de salud mental".
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