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REPORTAJE A TOBIE NATHAN, DIRECTOR DE UN CENTRO UNIVERSITARIO DE “ETNOPSICOANALISIS” EN FRANCIA
Los espíritus de la tierra en el “hospital de los blancos”

El diálogo con uno de los principales expertos del mundo en atención de minorías étnicas lleva en su trasfondo una pregunta: en qué medida son realmente escuchados los pacientes de instituciones públicas cuando no se resuelve la “escisión” entre su cultura y la del profesional que los recibe.

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Tobie Nathan, titular del Centro de Ayuda Psicológica “Georges Devereaux”, de la Universidad París 8.
“Los pacientes me enseñaron muchas cosas, y yo me vi obligado a cambiar mi teoría.”

Por Pedro Lipcovich

Un chico se hacía pis, pero no era enurético sino que “un espíritu le oprimía la vejiga”, y ésa era la verdad de su cultura y de su historia familiar; una mujer, cuyos síntomas habían recibido el diagnóstico de psicosis puerperal, pudo mejorar cuando a la labor de los médicos y los psicólogos se sumaron los amuletos y el incienso de un terapeuta de su tradición. En estos extremos opera el etnopsicoanálisis, que, en más de 20 centros asistenciales públicos de Francia, atiende los problemas específicos de las minorías culturales. El profesor Tobie Nathan lo impulsa desde hace dos décadas, como titular del Centro Universitario de Ayuda Psicológica de la Universidad París 8. Hace pocos días visitó Buenos Aires, donde presentó su libro La influencia que cura (Fondo de Cultura Económica), y dictó conferencias en la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA) y en la Asociación Latinoamericana de Historia del Psicoanálisis. Este es su diálogo con Página/12.–Nuestros pacientes son personas de bajo nivel económico: no tienen acceso a tratamientos privados, y en las instituciones públicas que los reciben hay una brecha, una escisión entre su cultura y la de los profesionales que los atienden. En esa brecha se ubica nuestro trabajo. –¿Cómo trabaja su equipo?–Siempre que nos es posible, recibimos a toda la familia. Y procuramos que en las sesiones estén también todos los profesionales involucrados: médicos, educadores, asistentes sociales. En nuestro propio equipo tenemos psicólogos, psicoanalistas, antropólogos, una filósofa. En las sesiones suele haber diez, hasta veinte personas, que durante unas tres horas, escuchan, opinan, proponen. La intervención habitualmente requiere unas tres sesiones, pero en oportunidades llegó a durar muchos meses. –¿En qué situaciones suelen intervenir?–En problemas que se vinculan con cuestiones culturales o que simplemente les resultan extraños a los otros profesionales. Por ejemplo, un chico de origen marroquí que desde hacía varios años se orinaba en la escuela, en plena aula. Enuresis, decían los psicólogos, pero el padre decía otra cosa: había un espíritu que hacía presión en la vejiga del chico para hacerlo orinar. Los psicólogos insistían; el padre sostenía su idea y llegó a quejarse al juez, ante quien aportó otros hechos: la hermanita del chico había empezado a manifestar el mismo trastorno; una parte de la casa se había incendiado, había vecinos que lo perseguían. El juez nos consultó, suponiendo que podía haber una cuestión cultural de por medio. Es frecuente que recibamos consultas a partir de los jueces. –¿Cómo operaron en ese caso?–Como siempre que nos es posible, empezamos por utilizar la lengua materna de los consultantes. Cuando algo se expresa en la lengua materna, aparecen otros objetos: por ejemplo, los que llamamos “espíritus” o “genios”, diables, en francés, son entidades distintas, que en árabe tienen nombres diversos y muy precisos. Contamos con psicólogos que vinieron a estudiar a Francia desde Argelia, Senegal, Marruecos: conocen el idioma y la cultura de esos países. Ellos traducían y empezamos a discutir con la familia sobre la naturaleza de esos espíritus que existen en Marruecos y a averiguar cómo hacen allá para defenderse de sus ataques. Al mismo tiempo, tratábamos de trasmitir a la familia la representación que los psicólogos y maestros tenían sobre la situación de sus hijos. Nuestra posición es la del traductor o el mediador. Esto se nos plantea también en muchos casos de mujeres que sufren lo que la psiquiatría denominaría psicosis puerperal. –Cuéntenos los síntomas.–Luego de dar a luz, ella no quiere acercarse al hijo, no lo mira, no quiere darle de comer y empieza a decir que en el momento del parto su hijo fue cambiado por un hijo de los espíritus. Pero esto no es un delirio personal sino una teoría cultural de su entorno, que incluye además losrecursos para ir a buscar al chico sustraído por los espíritus y devolverlo al ámbito humano, y eso es lo que ella quiere que hagamos. Los médicos occidentales, por su parte, y estoy pensando en un caso concreto, le daban neurolépticos, medicamentos para que dejara de “delirar”; con los psicólogos, ella se negaba a hablar. –¿Qué hicieron ustedes?–Discutimos el asunto con ella, planteamos cuestiones: ¿qué son esos espíritus, cómo son? ¿Son realmente espíritus, es una manera de hablar? Lo que hacemos es validar su pensamiento, ubicando su teoría en el mismo rango que la nuestra: no consideramos que su teoría sea “primitiva” o delirante, y esta manera de proceder es un acto que tiene efectos considerables. En este caso, el resultado fue que ella consultó a un terapeuta de su cultura tradicional, que efectuó acciones específicas como la utilización de amuletos o encender incienso en la casa afectada. –¿Por qué la mujer no había ido por sí misma a ver a un terapeuta de su cultura tradicional?–Probablemente ella depositaba esperanzas en la medicina occidental, creía que en el “hospital de los blancos” iba a ser mejor tratada. En otros casos, al contrario, la persona decide que no cree en esas cosas, aunque las haya recibido de su cultura, y toma otro camino. La paciente a la que ahora me refiero mejoró muy rápido, y quizá no por una sola cosa: los medicamentos pueden haber hecho algún efecto, también nuestra intervención y también, sin duda, los recursos del terapeuta de su tradición. Lo seguro es que ella tuvo efectos sobre mí, porque me enseñó muchas cosas: me enseñó qué son los espíritus, los del agua, los de la tierra, y por qué aparecen en el momento de un nacimiento; yo me vi obligado a cambiar mi teoría. –En otros casos, luego de las primeras entrevistas, ¿cómo sigue la intervención? –Esa primera fase hace que la persona esté dispuesta a hablar de cosas muy privadas. Siempre vuelve a sorprendernos que, ante veinte personas, se ponen a hablar de cuestiones muy íntimas, mientras que si los atendiéramos individualmente y les pidiéramos que contaran su vida, no dirían nada. A menudo nuestra intervención abre el camino para continuar en forma individual. En todo caso, pensamos que operar de esta manera es respetar el espíritu del psicoanálisis. –¿Cómo entiende el espíritu del psicoanálisis?–Entiendo el psicoanálisis como un esfuerzo para reapropiarse de aquello que nos ha constituido, para que la persona haga suyas influencias del exterior: el psicoanálisis ha hablado mucho de influencias transgeneracionales, la madre, el padre, pero no tanto de la influencia de la lengua de origen, de las prácticas en el entorno cultural que el sujeto experimentó en su infancia. Nuestro dispositivo permite entrar en posesión de los acontecimientos, pero también apropiarse de las influencias de los sistemas. –¿Cómo siguió el caso del chico que se hacía pis en la escuela?–Después de la tercera sesión, hicimos un informe para el juez diciendo que los padres tenían razón en pensar así. Le explicamos detalladamente que no era que estuviesen locos o fueran perversos, sino que tenían por detrás una historia cultural muy complicada: habíamos restituido la historia de la familia del padre, que descendía de una especie de santo marroquí, y le hicimos saber al juez que ese hombre no podía comportarse de otra manera a riesgo de ser excluido de su propia familia. El solo hecho de haber presentado este informe, y de que sobre esa base el juez recibiera después a la familia, modificó el comportamiento del niño. –En este caso operaron básicamente sobre el juez.–Nuestras intervenciones son muy variables: sobre las personas, sobre las familias, sobre el entorno institucional: en este caso, el reconocimiento de una autoridad que justificaba su manera de pensar cambiólo que llamaríamos la economía interna de la familia. El chico fue reincorporado a la escuela y continuó sus estudios con normalidad. –¿Qué recepción encuentra su trabajo entre otros profesionales?–En los últimos tres o cuatro años, nuestro trabajo vino a estar en el centro del debate social en Francia, pero porque fue mezclado con discusiones políticas. Allí el tema de las comunidades es muy discutido y la posición oficial, tanto en los gobiernos de izquierda como de derecha, tiende a rechazar la existencia de minorías culturales. Entonces, todo recurso a la cultura anterior de las familias llega a percibirse como un intento de impedir la integración, y hubo discusiones muy fuertes en este plano. Pero el debate teórico de base todavía no se dio. Mientras tanto, se desarrollaron en Francia unos 20 centros de consulta en etnopsiquiatría, no todos los cuales están relacionados con nosotros. Y muchos médicos y psicólogos se han habituado a preguntarse si los problemas de quien los consulta pueden ser de índole cultural: su respuesta puede no ser la misma que la nuestra, pero se plantean la pregunta.

 


 

DEL EROTISMO SAGRADO A LA SEXUALIDAD CIENTIFICA
Hacer de la (propia) esposa una amante

Por Laura Klein *

Hacer de la (propia) esposa una amante es cometer adulterio. Esto significa: prostituirla. Y en el sentido más bajo del término. Porque no se trata de pagar, sino de gozar. Realizado con pasión, el sexo marital es pecado. Tratar a la cónyuge como a una amante es, sensu strictu, convertirla en una perra.Estamos muy lejos de esta dura versión del lazo conyugal elaborada por San Jerónimo en el siglo IV. Hoy, quien ama a su esposa como a una amante es un buen marido, es un gran marido. La contraposición parece absoluta: el pasado, in fraganti. La alegría del despertar a un cuerpo sin cadenas religiosas o morales, superada ya la Edad Oscura. Una alegría intelectual, oscurecida por una infelicidad solapada. Foucault penetró esa maraña: la represión no es nuestra, pero duele. Aunque sea tema de crítica y sobremesa, nos genera una culpa incomprensible. Lo que dijo Foucault –que los discursos contra la represión forman parte de la misma– pocos “foucaultantes” lo soportan. Aunque lo entiendan. Más aún, si lo entienden. La condena que hizo nido dos mil años en el lecho consagrado por las instituciones está sepultada en el pasado. Hoy es válido hacer la bestia de dos espaldas como se debe –sin culpa ni pecado–.Y sin embargo... la frase de San Jerónimo que hace del cónyuge que ama con pasión un adúltero nos da alegría: ¿es que hemos superado pruritos de la vieja moral sexual, o es el cosquilleo de un pecado que persiste como experiencia íntima –aunque nadie ya lo condene– lo que nos provoca contento en el corazón? ¿Se trata del orgullo del progreso o de la picardía del deseo? ¿Nos viene el júbilo de la velada sensación de cometer una estafa que nadie prohíbe ni censura al sentir que pecamos o que algo sucio hacemos cuando hacemos el amor con algo más que amor o algo menos que cariño? Un diamante largamente facetado y aún en bruto. ¿Qué es lo que nos hace sonreír: que la yunta sexo-amor ya no sea un pecado, o que lo siga siendo?Sea como fuere –y esta pregunta tiene tajo–, la modernidad parece marcar un quiebre fundamental. Matrimonios por amor, amor sexual, pasión conyugal trufan la moderna puesta en discurso de la sexualidad arrancada por Foucault de su científica ingenuidad. Inspirada en Séneca, la frase de Jerónimo invita a la reflexión a todos nosotros, hijos o nietos de la generación que instituyó el matrimonio por amor, protagonistas o congéneres de la liberación sexual, más o menos imbuidos de la devaluación de la fidelidad y el yugo maritales. La contraposición entre la moral sexual cristiana y la actual está a ojos vista. Intento aquí ubicar un quiebre anterior a esta oposición, y a partir de él situar aquellas como dos momentos de inflexión. Me refiero a un acontecimiento puntual, hace tres mil años, en el devenir de las ideas religiosas: la condena al Erotismo Sagrado.Hay un quiebre que no dejó de hacer historia y hay una intriga: los senderos bifurcados que llevaron del repudio del erotismo sagrado a la actual fetichización de la sexualidad. Se trata de pensar cómo algunas revoluciones religiosas construyen como un mundo ateo y desacralizado, y de comprender este proceso como estrategias de simbolización que Occidente se dio para interpretar algo insoportable, pero básico: que no hay saber sobre el sexo. Esta novela –¿drama, comedia o tragedia?– podría titularse “Del erotismo sagrado a la sexualidad científica”.

* Fragmento del trabajo “Del erotismo sagrado a la sexualidad científica”, publicado en la revista Acontecimiento.

 

POSDATA

Arte. "Arte, literatura y psicoanálisis": "Homenaje a Velázquez", "El enigma de la femineidad", "El enigma de la creación artística", desde el 17 al 19. Discurso freudiano, 4772-8997.
Revistas. Topía, con "Memorias para el futuro"; Parte de guerra, con Armando Bauleo sobre desmanicomialización; Temas de psicología social, con Ana Quiroga y otros; Psyché, con Hillert y otros. Extensión, del Grupo Cero, con "El sexo del amor".
Malestar. Jornadas sobre "Clínica psicoanalítica y malestar en la cultura en vísperas del 2000", de la revista Psyché, 10 y 11 desde las 9. 4803-3334.
Ludotecas. Jornada de creatividad organizada por la Federación de Ludotecas y el Taller de Teatro para Alumnos con Capacidades Diferentes, en la Biblioteca del Congreso, el 13 de 14 a 17.30. 4371-7072.


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