El 31 de diciembre del recién extinto 1998, desde más o menos las diez de la noche, se emitía un concierto de ópera ligera, de ésos con canciones que intentan salvaguardar el ánimo del público frente al inminente fin de año. No eran los Tres Tenores, sino una simpática señorita que -en mute- parecía estar sufriendo una muerte extremadamente dolorosa. Así que, en la mejor tradición anglosajona de que it aint over until the fat lady sings (nada termina hasta que cante la señora gorda), en el primer minuto del último año del siglo -aunque, dicen, todo empieza, o termina, en el 2001- HBO Olé se despidió sin parsimonia de las pantallas argentinas. Se esperaba una señal de ajuste, un barrido electrónico y una carcajada demoníaca en off, o un cartelito escrito a mano que dijera ¡Ja!, o las trompetas que anuncian el juicio final mientras Argentinísima entra en cadena. Pero ni siquiera dieron el gusto. No hubo tiempo de derramar una lágrima, ni de regodearse en la absoluta miseria que será el cable desde ahora en adelante. Como para restarle toda importancia, una manito (detrás de la cual seguramente puede adivinarse la silueta de Chucky, el muñeco maldito) bajó el interruptor y mágicamente, Cinecanal apareció en la pantalla de su televisor, señora. Y no debe ser coincidencia que lo que inauguró el principio del fin fue Días extraños de Kathryn Bigelow, una crónica apocalíptica situada en la última semana de 1999, en donde todo el mundo parece estar obsesionado con la experiencia mediática. ¿Hay que recordar cuál es el slogan del canal? Viva la experiencia. Saquen sus propias conclusiones, pero esto es, sin duda, un auténtico flash informativo de lo que vendrá.
Quién se hubiera imaginado un par de años atrás que la pérdida de un canal de cable sería un apropiado tema de conversación, uno para el cual la consternación y la furia son las intenciones apropiadas para la declamación sentida. Quién hubiera pensado que a alguien se le iba a mover un pelo porque se fueran del país dos señales que forman parte de otras sesenta y cinco señales. Pero así es. A lo largo de la capital (porque en el interior del país las cosas son diferentes), miles y miles de otrora satisfechos abonados claman con furia por la desaparición de dos de las razones principales por las cuales pagaban el cable: HBO Olé y Cinemax. Lo peor de todo es que el contrato vencía definitivamente el 1-o de diciembre (según la siempre enigmática revista del cable, la misma que define a Ricardo III como una película biográfica). Así que era lógico pensar que todo era una jugarreta entre las partes para crear más suspenso, generar más angustia y, lo que seguramente es lo importante, mucho más dinero en danza. Mientras tanto, los televidentes prendían velitas para que el tema se resolviera lo antes posible, porque ya podían verse los avances de enero prometiendo aquello que acaso no podría verse.
El problema, si se lo puede llamar así, enfrenta a HBO Latin America y los MSO (alias Multiple System Operators, alias su amigo cableoperador). Pero no. Nada pudo hacerse, según el presidente de HBO, José Manuel Pagani quien -aunque en un idioma bastante confuso que permitía palabras como descomfort- fue muy claro sobre los alcances de la reyerta: Nuestra gran odisea, nuestra gran tragedia (sic) es que no podemos trabajar con pérdidas. Esperamos hasta último momento para intentar llegar a un acuerdo, pero los MSO no aceptaron pagarnos por la cantidad real de abonados que nos ven. Así que, como puede verse, todo es una cuestión de dinero. Es cierto, nadie espera filantropía de una compañía comercial y mucho menos de dos, pero es sólo eso: HBO quiere que le paguen una cifra X -que su presidente declinó revelar- por cada abonado, porque está seguro de que las empresas de cable argentinas estiman una cifra mucho menor a la real -que también prefirió no comentar- y así se pierde dinero. Es tan simple como eso. ¿Cómo sigue esto? Argentina es el mercado más importante para HBO. Anunciaremos medidas en los próximos 30 días. Lo que quiero que quede claro es que HBO Olé está, sigue y seguirá en el país. Hasta ahora, bla-bla-bla.
Las misteriosas medidas a las que aludió Pagani parecen ser un híbrido entre las señales llamadas premium y el abono básico: existe la posibilidad de que HBO pase a emitirse de la misma manera que las señales codificadas de fútbol, previo pago, por supuesto, de un arancel mensual y decodificador ad hoc. El panorama, como puede observarse, dista de ser alentador.
El caso de Cinemax es más o menos el mismo, con la diferencia de que era un canal con buenas películas, con días en los que sólo pasaban clásicos y films independientes (quizás por no estar demasiado preocupados por tener la última novedad que, por supuesto, corría por cuenta de HBO). Según sus responsables, esta señal estaba diseñada para los cinéfilos, pero siempre existirá la duda: ¿si estaba pensada para gente que le gusta ver cine, por qué todas las películas eran editadas (censuradas, bah) para convertirlas en aptas para todo público? En fin, ahora nunca lo sabremos.
Lo que más llama la atención, sin embargo, es una frasecita que no dejó de repetir el presidente de HBO durante la conferencia de prensa en la que se anunció la decisión final, como si allí residiera, cual galleta china de la fortuna, aforismo de salón o cover inimaginable de Sarmiento, que la culpa es toda nuestra. Hay que educar al abonado, sentenció, y los presentes no pudieron menos que sentirse apesadumbrados, como si todo fuera consecuencia de un mal hábito, como si el Altísimo castigara a todos esos niños que no hicieron su tarea porque estaban demasiado ocupados viendo -por enésima vez y con la boca abierta- cómo los marcianitos freían a todo el que se cruzara en ¡Marte Ataca!. Ahora, el nuevo espectador -el abonado educado- será feliz observando decenas de catárticas historias de vida y superproducciones de medio pelo, dormirá tranquilo, y el lunes llegará totalmente despejado a su medio ambiente laboral, gracias a las virtudes del canal Hallmark. Sí, los mismos de las tarjetas de cumpleaños. ¿Qué fue lo que hicimos mal? Miramos HBO Olé y Cinemax todo el tiempo que pudimos (generalmente sinónimo de mucho más del aconsejable). Pero no fue suficiente.
Quizás estemos mal acostumbrados (en casi ningún país del mundo HBO forma parte del abono básico), pero el cable es parte de nuestra vida. Nosotros no tenemos la culpa. Además, siempre hay un ingenuo (o fundamentalista de Adelco) que piensa que la tarifa se reducirá por la falta de los dos mejores canales del cable.
Que la inocencia les valga.
Feliz año nuevo.