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Vale decir


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Cincuenta años de soledad

Como demostración de que la vida da revancha, Soledad Silveyra remontó su desliz televisivo de hace un año (preferir la conducción de Utilísima al rol protagónico en Gasoleros) con su papel en la flamante tira de Pol-Ka y Adrián Suar. En Campeones de la vida, hace de madre y mujer argentina, los fines de semana viaja a La Feliz a encarnar a Eva Perón en el teatro y, entre medio, viaja en taxi: una aventura sin respiro para la chica que fue Mónica Helguera Paz, el gran amor de Rolando Rivas.



Por CLAUDIO ZEIGER

Si una bruja o una tarotista le hubiera advertido lo que iba a pasar con Gasoleros, la fiebre nacional que se iba a desatar en los cien barrios porteños; si le hubieran avisado que no le convenía rechazar ese papel, ni más ni menos que el de Roxy, la novia del gran héroe popular Panigassi, con quien viviría por siempre feliz... Pero nadie le avisó y Soledad Silveyra optó por Utilísima. Momento: no se apresuren a sacar conclusiones. No fue un rapto de locura. Soledad Silveyra, indudablemente una de las actrices más experimentadas de la televisión argentina, lo explica del siguiente modo: “Elegí así porque eran diez meses de contrato en Utilísima contra tres meses en el otro. Y qué querés que te diga: me sentí una tarada después, sí. A veces me preguntan: ¿pero vos no mirás Gasoleros? ¡No, no miro Gasoleros! Pero bueno, es así. En este país tenés que ser Francella para que te contraten por un año. En el fondo me lo perdono, porque elegí la mayor seguridad. El problema es que elegí como la mona, porque al final estuve tres meses en Utilísima y acá hubiera estado dos años por lo menos”.

“Acá” es Gasoleros pero también es Pol-Ka. En estos días Soledad Silveyra es uno de los créditos de Campeones de la vida, la tira archipromocionada con kilos de publicidad que reemplaza a Gasoleros durante este verano pero que seguramente seguirá en otro horario a lo largo del año. Arrancó con 25 puntos de rating y, por lo que se vio esta semana, tiene todos los ingredientes de la cocina Suar: se basa principalmente en el carisma de los actores, un muy buen nivel de filmación (que se puede calificar de “cinematográfico en TV”) y una visión del barrio que roza lo meloso, lo excesivamente ingenuo, pero que hasta ahora termina enganchando al gran público. Suar viene probando duro y parejo con los deportes (el fútbol con RR DT, el automovilismo con Carola Cassini), y con Campeones le llegó el turno al boxeo. La metáfora es que hay que pelearla adentro y afuera del ring y la idea básica es hacer una telenovela social, que hace hincapié en la desocupación, la falta de plata y en cómo se hizo pelota la industria nacional (quizá para demostrarlo eligió a Alejandro Lerner para que hiciera el tema musical de la tira). Un terreno insólitamente acorde con la realidad de Soledad Silveyra, que con la levantada de Utilísima tuvo, según sus palabras, un año duro. “Las únicas vacaciones que tuve en bastante tiempo fueron diez días en Londres y Nueva York, adonde fui a ver unas obras de teatro que me habían ofrecido. Es que estoy pagando un crédito que tuve que pedir y creo que con Campeones lo voy a cancelar.”

TRABAJANDO DURAMENTE Soledad Silveyra trabaja desde chica y esto no es una manera de decir: debutó a los 12 años en Los chicos crecen (de la mano de Darío Vittori) y ya no paró. Nunca trabajó en otra cosa que no fuera actuar, y nunca ocultó que el mundo del espectáculo es, primero, principal y antes que glamour, trabajo. “El trabajo dignifica”, opina Solita, como el personaje que está interpretando en Mar del Plata, Eva Perón. Y amplía: “Te da independencia. Yo creo que la verdadera independencia es la económica. Pero, además, el trabajo de actor te permite cultivarte mucho. No te digo que esté más allá del éxito y el fracaso, pero a esta altura del partido esos términos no me perturban. Sé que soy una laburanta y que estoy para trabajar”.

Claro que haber estado en el candelero desde tan chiquita la convirtió en un personaje inmensamente popular, y la gente no suele identificar a los actores de la tele con la necesidad de trabajar y ganar plata. “La gente cree que esto es mucho más fácil de lo que parece, es cierto, y no se imaginan que actuar puede llegar a ser muy cruel. Por esta profesión mis hijos han pasado por todos los estados económicos que te imagines. Hoy se nota la crisis. Hay muchísimos compañeros desocupados, y lo que se nota es la falta de proyecto: ¿hago lo que quiero o hago lo que la gente quiere? Esa es la pregunta casi cotidiana del actor. Cuando yo era chica existían los actores serios y los actores populares. Yo me acuerdo de que iba a una clase de Augusto Fernandes y todos me miraban como a un bicho raro, porque yo primero fui popular y después intenté cultivarme. Ahora está todo más mezclado”.

¿QUÉ DICE MI NOVIA? No hay dudas de que la marca máxima de esa popularidad fue la telenovela Rolando Rivas, taxista, año 1972, Argentina. Y si se le pregunta cuál es su novela favorita de todos los tiempos, Soledad Silveyra afirma que “no podría dejar de decir Rolando Rivas. Primero por lo que produjo, que se paralizara el país para verla. Después por lo que significó en el público y en mi carrera, que me identificó totalmente con lo popular. Todavía hoy, cuando me subo a un tacho, si el tachero es joven me dice Mi viejo te adora, y si es el viejo, me larga ¿Qué dice mi novia?, aquella frase que me decía Claudio García Satur. Y pasaron 27 años”.

A propósito: Soledad Silveyra toma muchos taxis y siempre, gracias a Rolando Rivas, el viaje es una fuente de conversaciones y recuerdos, a punto tal que se le ocurrió la idea de hacer un libro con tacheros. “Serían relatos de los tacheros, yo simplemente los grabaría y haría una recopilación. David Viñas siempre me hincha para que lo haga, pero nunca hay tiempo. Aunque un día lo voy a hacer.”

Soledad cinco cero

Los taxis, los colectivos, los talleres mecánicos y hasta el camión de basura que aparece en los cierres de bloque de Campeones de la vida son grandes hitos de los géneros populares que reaparecen una y otra vez, después de una época en la que las telenovelas, al calor de la producción internacional, se hicieron hiperlujuriosas. Soledad Silveyra cree que mucha gente (y también ella) compara a Gasoleros con Rolando Rivas.

“Pol-Ka es una televisión diferente. Hay un punto de vista cinematográfico y al mismo tiempo se trabaja con una simpleza impresionante. Improvisamos mucho, y eso crea un vínculo muy importante con tus compañeros. A veces no es fácil tanta libertad. Pero hay trabajo en equipo. Se apuesta a que las cosas no sean duras. Si te pisás, te pisás. Creo que Suar recuperó en parte lo que pasaba con los teleteatros que yo hacía hace 25 años: son nacionales”.

BOXEO ES URE En Campeones hay actores que transpiran más que otros porque están subidos a un ring: Sergio Víctor Palma entrena a los actores que tienen que pelear y hay boxeadores profesionales mezclados con los actores en el estudio de grabación. Y ya se sabe lo que suelen opinar las mujeres del boxeo: que no entienden cómo puede gustarle a alguien ver a dos tipos pegándose, que no es un deporte, etcétera, etcétera. Sin embargo, Soledad Silveyra sorprende otra vez cuando habla de box: “Desde que vi la película Nosotros los monos de Edmund Valladares, el boxeo es algo que me impresiona mucho. Pero por otro lado me acuerdo cuando Alberto Ure me llevaba a ver boxeo y me decía: Dos pasos para adelante y uno para atrás, porque lo miraba desde la perspectiva de cómo venía el ataque, cómo tomar la distancia y volver a pegar. Me llevaba al Luna Park los miércoles. Para mí el boxeo es Alberto Ure”.

LA CHINA ES DISNEY Aunque se puede dar por descontado que Soledad podrá pagar su crédito trabajando duramente y codo a codo con los boxeadores, ella no deja de ir a Mar del Plata los fines de semana de este verano para cumplir con un verdadero clásico: hacer teatro en la costa. Hacia allá va entonces, despojándose de la sufrida maestra que interpreta en la TV para meterse en la piel de Evita, en Eva y Victoria, junto a China Zorrilla. Dice que no hay conflicto en pasar de un personaje a otro. “Simplemente me tomo el avión a Mar del Plata. Es un placer, porque la Zorrilla es mi Disneylandia. Me divierto como loca con ella y me encanta hacer la Perona. La emoción brota fácil. Hay frases como Mis grasitas queridos ¿quién me los va a cuidar ahora?, que siento que no sólo las dice Eva. Esas cosas ya las tengo adentro yo”.

DEL SET A LA VILLA Su preocupación por el trabajo no implica que tenga muy resuelta su relación con el dinero que le genera el trabajo. Primera confesión: “Económicamente soy muy desbolada”. Segunda confesión: trabajar y ganar plata está muy bien, pero “la acumulación no es algo que me vuelva loca. Me alcanza para ahorrar unos manguitos en la vejez y que no me metan en la Casa del Teatro. Yo me voy a casa con el vale diario, nunca llevo plata encima. Con mi viático soy feliz. Y no me importa demasiado la guita. Yo jodo a mis compañeros actores por los autos que tienen”.

Se puede imaginar la escena perfectamente: una de las actrices “comprometidas” -como su ex pareja Miguel Angel Solá, como Darío Grandinetti- que integró la Comisión de Derechos Humanos de Artistas, que se comprometió políticamente, a dos aguas entre el fashion y la militancia, la inteligencia y el glamour, amonestando a aquellos que usan la plata para acumular signos de ostentación. “Es que necesito meter la nariz y los ojos en todos lados. El actor tiene que tener un compromiso social: si se queda en una cajita de cristal, se congela. Yo necesito meterme en el barrio, y también conectarme con la gente más allá de mis pares, porque es algo que también hace a lo creativo. En este momento colaboro con la Villa 15, tratando de que el Ministerio de Educación reconozca el comedor que funciona ahí para que lo tomen como una escuela, con subsidios y, sobre todo, con maestros. No me quiero alejar del campo social porque me hace mucho bien”.

LAS UNAS Y LAS OTRAS Una vez dijo que quería ser -al mismo tiempo- Xuxa y Alfredo Alcón (“A Alcón yo le digo el Mariscal”, acota ahora) y que si bien era difícil lograr semejante equilibrio, no dejaba de intentarlo. Ahora cree que en parte ya lo consiguió. “En cierto modo creo que arrimé el bochín. Hice una enorme gama: de Palito Ortega a Griselda Gambaro. Pero no se puede jugar con Dios y con el diablo al mismo tiempo. En un momento tenés que tomar la decisión de Sofía. Lo que sí trato de mantener como norma es que, cuando tengo un buen año de televisión, trato de organizarme una temporada de teatro, y no obsesionarme por si va a ser comercial o no.”

MADRE Y ARGENTINA Entre un ambiente y otro, entre la popularidad y el teatro serio están, claro, los medios. Al acecho. Y Soledad Silveyra, que ha aparecido muchísimo en los medios en calidad de entrevistada, siempre habló sin tapujos de su vida personal. Amores, separaciones, desdichas familiares y cirugías estéticas pasaron por las páginas de las revistas del espectáculo y de los diarios. Fotos con sus parejas y sus hijos, sonriente y feliz o, por el contrario, con cara de no venir de una buena racha. “Es que yo no puedo guardar ningún secreto. Mis amigas dicen: si querés que algo se sepa, contáselo a Solita. Pero no me hago demasiado problema con eso. Hay, sí, cosas que me pueden molestar: si salgo por primera vez con un señor y me sacan una foto me molesta. Pero si voy a un lugar público con ese señor, sé que puede llegar a pasar algo así. Cuando me operé los ojos, mis hijos me reprocharon. Dijiste toda la vida que te ibas a morir con las arrugas de Annie Girardot ¿y ahora qué?. Pero el tema es que me aumentó el laburo.” A propósito de los hijos: los veinteañeros Facundo y Baltasar suelen aparecer en las fotos de las revistas junto a mamá. Ella habla maravillas de los nenes pero también les manda algún palito. Por ejemplo, dice que son muy machistas, para su gusto. Pero reconoce que no es fácil ser hijo de ella. “A fin de cuentas, lo que quise es darles todo lo que no tuve yo, no desde lo material sino desde lo afectivo, porque mi mundo afectivo fue una pálida. Pero sí, soy bastante idishe mame: tejo, tejo, lo sé todo, me entero de todo. Lo bueno es que hablamos mucho y entonces no hay secretos, aunque acepto que por ser mujer hay cosas que no me contarán, con lo machistas que son. Para ellos, la contra es el hecho de ser el hijo de... Si les pido llamá a Aerolíneas a ver si hay un pasaje y decí que sos hijo mío, jamás lo van a hacer. Mi chico menor tiene una empresa de motos de correo y, si yo le paso un mailing, lo va a agarrar a regañadientes. Pero hay un poco de prejuicio en eso. Si un hijo tiene el padre arquitecto que lo ayuda en el trabajo, ¿por qué yo no puedo hacerlo?”.

MADRE Y SEDUCTORA En Campeones de la vida Soledad Silveyra vuelve a jugar el doble juego que la ubica frente al público como una sex-symbol muy particular: es una madre muy preocupada porque su hijo tiene, digamos, problemas de sustancias ilícitas, pero al mismo tiempo es una de las mujeres que disputará el corazón del galán. Si bien decreta, tajante: “No soy un símbolo sexual”, enseguida matiza: “Por lo menos eso es lo que me dice el mercado... No los hombres. Una cosa que sí me llama la atención es que la gente antes se me acercaba para decirme: Sole, qué buen trabajo que hiciste, y ahora se me acercan para decirme ¿qué yuyo tomás para mantenerte así?. La otra vez tomé un taxi con mi hijo mayor y el tachero me dice: Sole, la empardás a la Legrand. ¿En qué, maestro?, le pregunto yo. En los años, ¿en qué va a ser? me contesta, y Balta (Baltasar, el hijo) le dice: No exagere, si tiene cinco cero. ¡Cómo se nota que sos el hijo!, remató el tachero. Hablando más en serio, me preocupa un poco porque veo que la gente pone mucho énfasis en lo físico, en la edad. No te voy a decir que el tema me pasa por encima porque hago gimnasia y me cuido, pero creo que es algo un poco excesivo”.

CAMPEONA DE LA VIDA Es cierto: los hombres no son el público, y en este tema Soledad Silveyra es contundente: dice que nunca tuvo mucho éxito porque ella siempre fue “tipo laucha”, pero que ahora ha mejorado notablemente su performance. “Obviamente me decían piropos por la calle, pero en realidad se los dicen a cualquiera. Estos últimos años me va mejor, y creo que es porque, en el fondo, no quiero apresar a ninguno. Siempre tuve un hombre al lado y ahora puedo no tenerlo sin angustiarme. Quizá porque sé que salgo y lo tengo. Bueno, eso me causa gracia. Y me aprovecho.”