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Vale decir


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Parafraseando a aquella canción clásica: “Fue hoy hace treinta años, cuando el Sargento Alan Aldridge le enseñó a una banda de ilustradores y fotógrafos a tocar”. A tocar canciones de los Beatles, se entiende. Fue en 1969, cuando apareció por primera vez Canciones Ilustradas de los Beatles, un libro que reunió a los artistas pop más talentosos de la época y que no demoró en alcanzar, también, la categoría de clásico. Su reciente reedición permite “escuchar” dibujos de David Hockney, Peter Max, Heinz Hedelman, Milton Glaser, Roland Topor, Ralph Steadman, David Bailey (y siguen las firmas) que cada día suenan mejor.

Por RODRIGO FRESAN

Pregunta: ¿Tiene sentido ilustrar una canción? Respuesta: No debería tenerlo. Una canción debería poder ilustrarse por sí misma, crecer a formas y colores. Una canción -una buena canción- debería poder ser vista sin ayuda de nada o de nadie. Lo mismo que un cuento o una novela y -si no se le pide a un cuadro que suene- por qué pedirle a una canción que se convierta en imagen. Las canciones de los Beatles, por ejemplo. Si se las escucha -el efecto es más logrado con los ojos cerrados- se comprende y se experimenta que son canciones eminentemente visuales, que se pueden mirar sin problemas. Dentro del pop, pensar en las canciones de Pink Floyd como auditivas, las de los Rolling Stones son táctiles, las del Roxy Music de Brian Ferry son olfativas y las de los Bee Gees son extremadamente gustativas. Las de Bob Dylan son todo eso junto, pero ésa es otra nota.

Desde el principio -de sus primeras fotos incluso- los Beatles se la pasan mirando primero para poder poner por escrito después. Alcanza y sobra con mirarles las pupilas siempre dilatadas de asombro y de risa. Los Beatle sorprendían porque vivían en un estado de constante sorpresa. No es casual que una de sus primeras canciones se llame, sí, “La vi parada ahí”.

“Across the Universe”, “Lucy in the Sky with Diamonds”, “Being for the Benefit of Mr. Kite”, “Eleanor Rigby”, “Happiness is a Warm Gun”, “Day Tripper”, “I Am the Walrus”... con el correr de los discos, las canciones de los Beatles se fueron volviendo más y más visuales hasta alcanzar el éxtasis de “A Day in the Life” y la tapa y presentación del álbum que la contenía: Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. A partir de ahí ya no hubo retorno. Ya no se podían cerrar los ojos y los Beatles -que, sin proponérselo, inventaron el concepto MTV y videoclip- con las películas A Hard Day’s Night y Help! se tuvieron que resignar a que cada uno de los versos de sus canciones universales, hasta el verso más pedestre, diera lugar a una imagen privada.

Fue entonces que al ilustrador Alan Aldridge se le ocurrió la buena idea para este buen libro. Aldridge dixit 1969: “Me di cuenta por primera vez de la profundidad de las canciones de los Beatles en una fiesta a la que asistí en 1967, la época de Sgt. Pepper’s. Alguien me susurró al oído que `Lucy in the Sky with Diamonds’ era una canción sobre el ácido lisérgico. Si bien la ambigüedad en las letras de la música popular no era cosa nueva, la escala de las diversas interpretaciones que aparecen en el álbum Sgt. Pepper’s me intrigó tanto que empecé a leer todas las letras de los Beatles, encontrando o imaginando, todo tipo de significados ocultos. Una frase particularmente me desconcertó: `conserva su cara en un jarro junto a la puerta’ perteneciente a la canción `Eleanor Rigby’. Me pareció puro surrealismo. Y como éste era un campo en el que yo estaba trabajando en mis ilustraciones, decidí, en mi absoluta ingenuidad, que tenía que entrevistarme con el autor de la frase, Paul McCartney. El resultado fue un artículo que, cuando apareció con mis propias ilustraciones, provocó un diluvio de correspondencia por parte de los admiradores. Esto me llevó directamente a concebir este libro de las mejores canciones de los Beatles.

“En total han sido publicadas unas 180 canciones de los Beatles, pero como muchas de las primeras tienen temas muy reiterativos y no ofrecían suficiente variedad a las ilustraciones, pudimos eliminarlas. Una vez hecha esta selección, mandamos listas a los 43 colaboradores, y les pedimos que marcaran las que ellos querían hacer. Irónicamente llegamos enseguida al punto en que casi todas las que yo quería ilustrar habían sido elegidas por otra persona. ¡Paciencia! “Lo que he intentado aquí es presentar un libro que sea tan entretenido a la vista y a la imaginación como un disco de los Beatles lo es al oído. Para un artista es una especie de desafío tomar una poesía e ilustrarla. Y, naturalmente, existe una larga tradición al respecto. Los artistas siempre han ilustrado pasajes de la Biblia o de poemas, y nosotros hemos intentado hacer lo mismo aquí. En cierto sentido, los Beatles son una religión: inician a la gente por lo que ellos dicen y por lo que representan.”

Treinta años después de su publicación original (en dos tomos), la reedición de Emecé Editores sigue siendo un libro entretenido a la vista y a la imaginación a la vez que un revelador libro/monumento/testimonio de una época, de un estado de ánimo, de una estética, de una manera de ver las cosas y también -a partir de los reveladores testimonios al costado de Paul, John, George y Ringo sobre la historia detrás de cada canción- de un método de trabajo y de una ciencia de la diversión. Por momentos indignante del mismo modo en que uno se indigna con la adaptación cinematográfica de alguna novela-fetiche (la representación de “Yellow Submarine” convertida en un submarino amarillo con cabeza de Ringo no es de lo más feliz); por momentos iluminador (la foto de un cigarrillo apagado sobre un huevo frito para “Yesterday” acaso termina de escribir y perfecciona a una canción perfecta donde en ningún momento se menciona a un cigarrillo y mucho menos a un huevo frito; el dibujo despiadado de una pareja aterrorizada en un abrazo simbiótico resignifica para siempre a “Oh! Darling”); Canciones ilustradas de los Beatles es un libro siempre interesante. Uno de esos objetos que se los puede abrir por cualquier lado y leer un poco. Y escuchar. Y mirar. Una forma feliz y nada ominosa del test de Rorschach donde los que se arriesgaron fueron los otros. Y uno pasa las páginas. Y -pulgar para arriba o pulgar para abajo- se dice “exactamente igual a como la oí yo” o “pero cómo pudo verla de esa manera”. Porque, se sabe, la canción nunca es la misma.

Me dicen que hay personas ciegas que lo único que hacen es escuchar canciones de los Beatles.
Por algo será.