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¿Qué hacer después de
hacer Los Simpsons? La Fox estuvo años tratando de convencerlo para que hiciera algo, hasta que finalmente aceptó. Primero pensó en el payaso Krusty. Pero después optó por el siglo XXX.
Y ahora, en medio de un furor inusitado y a punto de estrenarla en marzo en Estados Unidos, Matt Groening tiene lista Futurama, su nueva serie. En la que el mundo del futuro es igual al de ahora. Pero mucho peor.
Por Martín Pérez
A Matt Groening le gusta contar
la anécdota. Dice que cuando en Fox le preguntaron
cómo sería su nueva serie, él los calmó
rápidamente: “Va a ser igual que Los Simpsons”,
les adelantó, y los ejecutivos quedaron encantados. Un par de
meses después, cuando llegó el momento de ver el
primer piloto, los muchachos de traje se dieron cuenta de que no
había ninguna familia del futuro al estilo
Supersónicos, ningún Bart, ningún Homero,
ninguna Marge. “Esto no es igual a Los Simpsons”,
protestaron. Con una sonrisa satisfecha, el buen Matt les
lanzó su frase ganadora: “Sí que lo es. Es algo
nuevo y original, tal como lo fueron Los Simpsons”. Y
ahí se terminaron los reproches. Los avisos que
anticiparon el nuevo programa de Fox, estrenados el fin de semana
pasado durante los intermedios del Super Bowl, son una buena muestra
de todo lo nuevo y original que es la tan esperada Futurama.
Arrancan de manera contundente: con un logo de Fox en el que se
puede leer claramente 30th Century Fox entre los reflectores.
Situada mil años más allá de ese futuro del
2000 tan a la vuelta de la esquina, los protagonistas de la nueva
serie firmada por Groening son tres: un joven llamado Fry, una
jovencita encantadora y mutante de un sólo ojo de nombre
Leela, y un bizarro robot bautizado Bender. Aunque la culpa de todo
recae sobre Fry: él es quien, como un nuevo Rip Van Winkle,
duerme un sueño de mil años, sólo para
despertar en una Nueva York –y un mundo– aún
más enloquecido que el actual. Y donde él apenas si
puede aspirar a dejar de ser un repartidor de pizzas común y
corriente para convertirse en un delivery boy espacial. “Ese
es uno de los temas de la serie”, le ha dicho Groening a la
revista norteamericana Wired. “Si sos un perdedor,
¿podés reinventarte a vos mismo mil años
después?”. Con extraterrestres tentaculares y
babosos, y una visión del futuro inspirada en los
clásicos de ciencia ficción de la década del
cincuenta, Futurama no es demasiado novedoso para los
fanáticos de Los Simpsons. El característico trazo de
Groening es reconocible en cada personaje, y sus visiones del futuro
están en sincronía con las que ya han aparecido
más de una vez en algún que otro capítulo de la
serie que lo hizo famoso. Y, en lo que respecta a la visión
familiar, el propio Groening tiene algo que decir: “Futurama,
al fin y al cabo, está protagonizada por gente que no tiene
familia, pero que quiere crear una”.
LOS 70 Uno de los comentarios
más comunes cuando se habla del envidiable megaéxito
obtenido por Matt Groening es recordar sus comienzos como
historietista underground. Algo que, a pesar de todos los millones
ganados en esta década de éxito Simpson, Groening
sigue siendo: su ácida tira Life in Hell –literalmente:
“Vida en el Infierno”– es editada semanalmente y
desde hace ya quince años en más de doscientas
revistas de todo el mundo (se la puede leer tanto en el muy
neoyorquino Village Voice así como en la revista uruguaya
Posdata). En ella suelen aparecer una familia de conejos un tanto
apáticos, angustiados y con problemas para relacionarse con
el mundo, el propio Groening con orejas de conejo dibujando la tira
mientras escucha los comentarios de sus hijos, y una pareja de
asiáticos llamados Jeff y Akbar que bien pueden ser
“hermanos o amantes o las dos cosas”, según ha
dicho su autor. “Me gusta seguir haciendo mi historieta porque
en ella me muestro realmente como soy, a diferencia de Los Simpsons,
que es el resultado de un trabajo en equipo”. Un slacker
de Portland (Oregon) –la capital del grunge– mucho antes
de que existiera el término, Groening siempre se ha descripto
como un hippie tardío que se mudó a Los Angeles para
tratar de hacerse conocido en el mundillo underground. Su
currículum antes de comenzar con Life in Hell, sin embargo,
merecería figurar en un capítulo de sus Simpsons: fue
operario en una planta de tratamiento de residuos, chofer de un
viejo director de cine retirado e incluso ghost-writer de sus
memorias. “Cuando pienso en mi pasado, lo único que
lamento es que no me hayan dejado empezar antes con Los
Simpsons”, dice Groening. “James L. Brooks me
convocó a mediados de los ochenta con la idea de hacer una
comedia de dibujos animados, pero mi idea le pareció
demasiado atrevida. Así que hicimos una serie de cortos para
El Show de Tracy Ullman. Recién a comienzos de los noventa me
dieron mi media hora en horario central, pero fue todo demasiado
lento”. A partir de entonces, claro, las cosas fueron mucho
más rápido.
LOS 90 De todas las ideas
subversivas que Matt Groening ha logrado filtrar a través de
Los Simpsons a un mundo ansioso por nuevas historias de Bart, Homero
y compañía, la principal es una que ha marcado a fuego
la década del noventa norteamericana: “Las autoridades
no siempre tienen las mejores intenciones”. Más
allá de los malos ejemplos de Bart, o la increíble
desidia de Homero, lo más revolucionario de Los Simpsons son
sus cínicos retratos del alcalde, el jefe de policía y
el millonario de Springfield –y ni hablar de las demás
autoridades de los Estados Unidos–, siempre pensando antes en
su propio bienestar que en el de la comunidad. “Es algo que
nunca ha dejado de sorprender a los críticos del
programa”, señala Groening. “Lo confieso:
aún soy ese hippie de mi adolescencia”. Lo que
también lo delata como un hippie de otros tiempos son sus
contundentes opiniones en contra de la televisión.
“Cuando alguien se me acerca en alguna fiesta y me esnobea
diciendo que no mira televisión, yo les digo que no lo hagan.
De hecho, a mis hijos se lo tengo prohibido”, dice Groening.
“Claro que apenas vuelvo a mi casa termino viendo cualquier
talk show. Es muy difícil criticar el agua del acuario en el
que uno nada”. En una tira de Life in hell, la pregunta
“¿Por qué la televisión es tan
cool?” tiene una respuesta simple: “Porque permite que
la gente que se odia hasta morir comparta pacíficamente el
mismo cuarto durante años sin matarse entre sí”.
Groening insiste: “El mensaje actual de los medios es que nada
importa realmente. Y si en algún momento pensás lo
contrario es sólo porque la persona que está en la
pantalla está tratando de que no cambies de canal así
no te perdés los avisos que llegarán con el corte. No
importa cuán importante sea algo, siempre va a ser
interrumpida por alguna otra si esperás lo suficiente. Y eso
es algo que ha infectado nuestro discurso racional y la forma en que
pensamos”. Más allá del Apocalipsis
planteado por el integrado Groening, con nueve temporadas de vida,
el increíble éxito de Los Simpsons ha cambiado la cara
de la televisión. Y también la de Groening. “Es
un fenómeno que ha ido más allá de mis
sueños más atrevidos. Y de mis pesadillas”,
asegura Matt, y cuenta que la mayor de sus rebeldías
sucedió en la época de la Guerra del Golfo, cuando
recibió todo tipo de presiones para que Bart apoyara a los
combatientes. “Hubo un pueblo del medioeste norteamericano que
incluso me propuso hacer una estatua con Bart poniéndole un
pie sobre la cabeza a Saddam Hussein. Querían que donase
dinero. Yo no podía creerlo”. Con diez premios Emmy en
su haber, 500 millones de dólares de ganancia sólo en
merchandising, y contratos para por lo menos dos temporadas
más, Los Simpsons ya es la serie animada récord de la
televisión mundial. Y eso no se termina ahí:
“Una de las cosas que más me gustan del futuro
imaginado en Futurama es que Los Simpsons aún están en
el aire”, ha dicho Groening. “Y con capítulos
estreno”.
EL 3000 En el
futuro imaginado por Groening para su Futurama, los gobernantes no
son más sanos que los actuales. Hay, por ejemplo, una suerte
de mega conglomeración de galaxias que hace las veces de
gobierno universal, llamada Orden Democrático de Planetas.
Claro que su denominación en inglés –Democratic
Order of Planets– da lugar a la sigla DOPE, traducible como
Droga. “Igual que ahora”, se justifica el buen hippie
Matt. En el mundo en que despierta Fry todo es posible, pero nada
funciona demasiado bien. El ser más poderoso sobre la Tierra
es una insaciable capitalista que responde al nombre de Mom
(“Mamá”), y dirige una empresa llamada Mom Corp.
La amenaza extraterrestre del siglo XXX no es que los marcianos
quieran invadir el planeta, sino que sólo quieren conquistar
nuevos mercados para su gaseosa Slurm. “Nada demasiado
nuevo”, se explica Groening. “Es un futuro que ya se ha
visto antes, y viene de las novelas y películas de ciencia
ficción entre los años cuarenta y sesenta. Ese es mi
futuro preferido”. Dedicado durante estos últimos
años casi por completo al merchandising de Los Simpsons y
apenas supervisando la producción de la serie que actualmente
le da trabajo a más de cuatrocientas personas, Groening
ansía particularmente el éxito de Futurama.
“Así podría concretar mi mayor sueño de
la infancia, que es el de tener mi propio parque de
diversiones”, dice el dibujante, fanático confeso de
Frank Zappa, así como de Hugh Hefner y Walt Disney.
“Pero no por el Ratón Mickey, sino porque fue el
creador de Disneylandia. No estoy bromeando: si Futurama tiene
éxito, voy a hacer un parque de diversiones”, le
anticipó a la revista online Salon. Habrá que irse
preparando, entonces. Por lo pronto, Internet ya está llena
de sites creados por devotos de una serie que aún no se ha
estrenado. Es que todos quieren enterarse antes del nuevo paso de
Groening. Que alguna vez proyectó, antes de Futurama, centrar
su nuevo proyecto en el payaso Krusty. Pero ahora su visión
está puesta en el futuro. Y en la rebeldía de siempre,
como confesó en Wired: “Uno de mis personajes
preferidos es el robot Bender, cuyo sueño es ser un chef aun
cuando no haya sido diseñado para eso. Como no lo han
construido con papilas gustativas, todo su esfuerzo se transforma en
algo absurdo. Pero él sigue intentando. Creo que ése
es el secreto: hacer lo que uno quiere en vez de lo que a uno le han
dicho”.
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