Con sólo dos discos
editados, Erica García goza de un prestigio legítimo: es una de las pocas mujeres dentro del aletargado pop alternativo local que no se limita a ser una “chica que canta”, sino que además es autora de la letra y música de las canciones de su repertorio y es la líder de su propio proyecto. Como si eso fuera poco, y además de ser muy buena, está convencida de que es la mejor. De todas.
Por SANTIAGO RIAL UNGARO Fotos: Nora Lezano Hacia 1996 Erica García tuvo un sueño. En ese entonces Matavioleta (violento y promisorio trío de rock femenino en donde Erica tocaba la guitarra y cantaba) se acababa de separar. El sueño era simple y, como todo sueño, enigmático: en él aparecía su abuelo, ya fallecido, y le decía que “tenía que hacer todo lo que había querido hacer en su vida durante los cuatro meses siguientes”. Erica le hizo caso: durante ese afiebrado período debutó como solista en un bar de Barracas y se dio el gusto de repartir La Oja (un fanzine de una sola hoja que ella misma repartía en sus frecuentes salidas nocturnas, y en el que convivían desde citas de Friederich Nietzsche hasta sugerencias eróticas). Y también hizo muchas cosas más. “No era yo. Me sentía una enviada que sólo estaba cumpliendo la misión que me habían encomendado”, recuerda una Erica radiante en un bar de Plaza Serrano. “Yo me nutrí mucho de los sueños: el nombre Matavioleta me vino en un sueño, y muchas de las canciones de mi primer disco también”. Como decían Calderón de la Barca y Berugo Carámbula, los sueños sueños son. Pero Erica convierte los suyos en discos. NIÑA AUTISTA Tanto desde lo musical como desde las letras elaboradas, los discos de Erica reinvidican y exhiben una actitud juguetona y desinhibida. “La palabra juego tiene muchos significados. El sentido que yo le doy es el de utilizar todos los elementos que tenés en tu vida para exprimirla al máximo. Tiene que ver con una filosofía de vida: la de tratar de divertirte con lo que estás haciendo y con lo que vas generando. Yo realmente vivo de esa manera: creando situaciones y estímulos todo el tiempo para poder seguir jugando”. Pero, contrariamente a lo que podría suponerse, esta actitud es relativamente nueva en ella, ya que de pequeña nuestra heroína no jugaba: “Era una molestia para mi familia. Vivía enfrente de una plaza y no me animaba a cruzar porque no quería que me vieran los otros chicos. Me llevaban a la noche, para que jugara sola y tampoco. Mi mamá invitaba a otras chicas a jugar a casa y yo no les daba bolilla, o les pegaba. No había caso”. De esta época quedan anécdotas que muestran a Erica como a una autista redimida que ni siquiera jugaba a la muñecas: “Yo jamás jugué a las muñecas. Veía a las chicas jugando a la mamá y me parecía una idiotez total. Prefería hacer mis propios juegos”. Entre esos juegos, afortunadamente, estaba la música: “A los siete años empecé a tocar. Fue algo natural, porque mi papá tocaba guitarra, piano y clarinete, así que la música fue siempre algo normal para mí. El me enseño tres acordes: la, re y mi, y los demás los fui buscando sola en la guitarra. Ese era mi juego”. ENERGIA LUDICA Como si durante todo ese período hubiese estado almacenando energía lúdica, Erica García parece ahora dispuesta a desquitarse de toda esa introspección infantil a través de la música. “Yo creo que el haber sido tan retraída y tímida influyó mucho en mí, y que eso me permitió explotar en mis discos”. De hecho, lo más destacable de sus dos CD (El Cerebro y La Bestia) es esa energía vital que invita y desafía a aceptar una propuesta fuerte, casi chocante: la de escuchar a una mujer cantando y exhibiendo sus vivencias más profundas. Concebidos como radiografías musicales y personales que atestiguan un momento, los discos de Erica García se consumen junto con el personaje o no se consumen. “Sé que uno crea un personaje, pero a la corta o a la larga uno se va convirtiendo en su propio personaje. Y yo fui llegando a esto que soy ahora”, dice La Bestia. Disco revelación del ‘97, El Cerebro sorprendió y sorprende no sólo por su desenfado musical, que le permite pasar de la bossa-nova al bolero, sino también por el atrevimiento de algunas de sus canciones, como “Tu ala”, tal vez la única canción dedicada a describir el onanismo masculino visto desde una óptica femenina. Menos sexual y más social, La Bestia es una arenga que continúa con las aventuras del personaje musical de Erica: una mujer que proclama que sus pasiones “no las cambia por nada”, una bestia tierna y tranquila, pero esclava de sus instintos. “El último día de la grabación llegué a mi casa, me tiré al piso y me puse a llorar. Había sido mucho lo que había tenido que controlar, y tenerlo terminado fue una descarga muy fuerte. Para mí, un disco no es una recopilación de canciones; es un pedazo de tu vida. Lo bueno es que, aunque uno haya estado muy involucrado, una vez que se termina ya está, tiene vida propia. Una ya puede entregarse a nuevas canciones”. LA MUJER DE TU PROJIMO Aunque salga sola bastante a menudo, Erica García es, desde hace casi una década, la pareja de Ricardo Mollo. La tentación de adjudicarle a esta relación una influencia en la trayectoria de Erica es inevitable. Ahora bien, Erica García no sólo no se siente cómoda con el mote de la mujer de, sino que además niega cualquier participación de Ricardo en su carrera. “Yo jamás me presenté de esa forma. A todos los músicos los conocí por otras vías, y ninguno lo conocía a él. Y en cuanto a las discográficas, al momento de firmar yo tenía tres ofertas. Mi música no depende de nadie que no sea yo. Me podría pelear con él y sería exactamente lo mismo”. Sea como sea, algo queda claro: Erica hace lo que quiere y se divierte, incluso durante las entrevistas. “A mí me gusta hacer notas. Me gusta hablar. En cada nota voy descubriendo cosas del disco que yo misma no sabía. Y como ahora se me juntaron todas las notas por el lanzamiento del disco, a la mañana hablo, a la tarde hablo... Y pienso un montón en lo que voy a decir, porque, aunque nadie lee todas mis notas, trato de no decir siempre lo mismo. Yo encaro una nota como que me voy a encontrar con una persona: no voy pensando en decir con quién grabé o quién es el productor”. A diferencia de muchos músicos que sufren las entrevistas y que miden cada una de sus palabras, Erica García habla sobre ella misma y sobre sus gustos sin miedo de expresar sus opiniones. “Decir que algo no te gusta no implica estar hablando con malicia. Si algo no te gusta, no te gusta y chau. Hay hombres que hacen cosas que no me gustan, hay mujeres que hacen cosas que no me gustan y hay niños que hacen cosas que no me gustan. Y no tengo vergüenza de decirlo. Me expongo al máximo y sé que a mí me pasa lo mismo. Si alguien viene y me dice No me gustó tu disco, yo me cago de risa. Hasta ahora no me pasó nunca, pero siempre estoy esperando que pase. Creo que una de las causas de la chatura actual del rock es esa actitud de no querer arriesgar nada: nadie se expone con lo que hace. A mí me gusta ver que cuando un artista está en el escenario se está quemando. Si no ¿para qué se sube? Esa onda de copiar algo que pasó hace tres meses en Londres me parece muy triste”. UNA CHICA COMPLETA Cuando a Erica se le comenta que esta nota puede llegar a publicarse junto con otras entrevistas a “mujeres del rock” se le nota un leve sobresalto: “¡Ah, eso no lo sabía! ¿Qué chicas? Decímelo o rompo el grabador. No importa, voy a decir que soy la mejor de todas”. Más allá del buen humor con que toma la situación, a Erica no le hace mucha gracia que la embolsen junto a las patricias rockeras argentinas. “No me gusta que nos agrupen simplemente por ser todas mujeres. Yo hago absolutamente todo, no soy sólo interprete. Si me quitan todo lo que me apoya (la compañía, los músicos, el productor), yo sigo haciendo discos sola. Las letras los hago yo, la música la hago yo. Puedo conectarme con músicos, con ingenieros, puedo mezclar. Sé que toda esta gente con la que trabajo puede hacer las cosas mejor que yo, pero si me llego a quedar sola me las arreglaría perfectamente. Siempre se tomó al rock de chicas como género menor, como un rock menor. Yo compito con todos, con los hombres y con las mujeres. No compito con las mujeres nada más, porque seguramente ganaría. Pero no me daría ninguna satisfacción ganar en ese rubro. Somos pocas y, al ser autora, tengo una ventaja kilométrica. Prefiero salir quinta entre los hombres que primera entre las mujeres. No es por desprestigiar el trabajo de las otras, pero yo sé lo que hago. Toco varios instrumentos, dirijo una banda, tengo un muy buen show en vivo”. Claro que el orgullo y el riesgo se pagan: por su reticencia a ser identificada como “otra chica rockera”, Erica García se pierde de la posibilidad de tocar en, por ejemplo, Buenos Aires Vivo. “Me ofrecieron tocar con Fabi (Cantilo) y con Celeste (Carballo) y me negué, pero no porque sean mujeres: si me hubieran ofrecido tocar con PJ Harvey hubiera aceptado. Hacemos cosas muy diferentes, y tenemos públicos diferentes: los chicos que me vienen a ver ni a palos van a verlas a ellas”. Por último, Erica hace una distinción que parece tener bastante de promesa promocional: “Creo que mis shows son mejores que mis discos. Y eso es porque tengo la experiencia de tocar en un lugar donde los hombres son mayoría hombres. Y los tipos se copan: la otra vez vino un chico a decirme Yo te sigo a vos, a Attaque 77 y 2 Minutos. Y eso a las otras seguro que no les pasa”. |