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La segunda casa del creador de Maigret

Hotel Simenon

 
 
En la ciudad natal de George Simenon, una excéntrica Madame Hendrix fundó hace unos años un hotel de 32 habitaciones. Nada raro si no fuera porque la decoración de cada una de las habitaciones está inspirada, hasta en sus más mínimos detalles, en una novela de Simenon. Devotos confesos del autor belga, aprendices de detective, turistas desprevenidos y hasta quizás alguno que viene huyendo de la policía se hospedan en el Hotel Simenon de Lieja. Donde ya se vio de todo, excepto un animal literario devorándose la obra completa del escritor.

 
 

Por Eduardo Febbro, desde Lieja

Madame Hendrix está acostumbrada a ver pasar muchos locos. Artistas, bo-hemios, delirantes, escritores y admira-dores que vienen a su hotel en busca de un mito que hace mucho cobró forma en Lieja (Bélgica). Los barrios viejos de esta ciudad están impregnados con la memoria de quien es su más ilustre ciudadano: el escritor Georges Simenon. Cruzando el puente Saint Nicolas se ingresa en el mundo de Simenon, en el mundo de antes y en el mundo de la memoria. En la Rue Puits-en-Sock estaba el negocio de sombreros del abuelo de Simenon. En la Rue de Maraichers vivió el escritor con su familia entre 1917 y 1919, para luego mudarse a la Rue de L’enseignement, donde residió hasta 1922. Simenon iba de chico a jugar a la Place L’Yser, justo en el mismo lugar donde Madame Hendrix y su marido fundaron en los 90 el Hotel Simenon. Apenas 32 habitaciones y un clima que parece una síntesis de todas las novelas del creador del comisario Maigret.

Madame Hendrix sonríe con inocencia y da muestras sinceras de no entender de qué le están hablando cuando alguien le dice que su hotel “alberga a toda la galería de personajes de Georges Simenon”. Aunque no entienda, están ahí, deambulando en las estrechas escaleras de un hotel cuyas habitaciones escapan a toda clasificación. El Hotel Simenon funciona como una galería de nombres, lugares, y decorados de las novelas de Simenon. Todas las habitaciones tienen la doble denominación de un número y el título de las grandes novelas de Georges Simenon: la 11 se llama La habitación Azul, la 21 Tres habitaciones en Manhattan, la 22 El tiempo de Anaïs, la 31 Las sombras chinas, la número 32 se llama Maigret en Vichy. Así, se suman novelas como La línea del desierto, Tres barcos en la cala, recorriendo las distintas etapas de un escritor increíblemente prolífico. Pero el nombre de los cuartos no es la única originalidad del hotel. En su interior, las habitaciones evocan, a través de una cuidada decoración, el ambiente y el clima de las novelas que se bautizaron.

Las sombras chinas es una de las novelas más extrañas de la serie Maigret. Como en las sombras chinas del título, todo sucede detrás de un telón. Y el comisario Maigret no aparece en este relato en el que se resuelve un crimen a través de la evocación. La suite es inmensa, decorada de rojo, con elementos que recrean hasta en los más mínimos detalles el espíritu de la novela.

Georges Simenon decía que toda novela se organiza en torno de un personaje al que el autor logra “capturar” en un momento dado. Maigret en Vichy fue uno de los primeros resultados de esa visión que probaría ser uno de los sellos más personales que estampó en sus creaciones literarias. Paseándose por las calles de Vichy, Simenon se preguntó qué haría Maigret si estuviese allí. Su respuesta fue el asesinato de una millonaria mientras el comisario Maigret realizaba una cura de aguas termales. La habitación es parecida a Las sombras chinas, pero con la evocación de los tonos azules de esta ciudad termal de Francia y la inesperada presencia de una bañadera con potentes chorros de agua “como en Vichy”.

La suite La florista de Deauville recuerda las flores de la joven, el gran living florido y el detalle de la cama, con aquellas paredes pintadas en extraños colores pastel. Tres habitaciones en Manhattan es una de la novelas más célebres de Simenon y la que marca profundamente su obra. Los relatos densos y rítmicos del escritor cambian en esta novela donde aborda por primera vez el tema de la pasión y del amor loco que puede llevar hasta el crimen. Ya no es más un personaje anónimo y resignado el que domina la novela sino alguien dispuesto a todo para no perder lo que ama. Françoise Combe y Kay Miller se encuentran en un bar de Nueva York y consuman ese encuentro en varias ocasiones: primero en la habitación de un hotel cualquiera, luego en la habitación de Combe y por último en la de ella. La soledad y la miseria moral de ambos llevará a los protagonistas por caminos extraños,por encuentros errantes y poco recomendables. “Es una de las pocas novelas que escribí en caliente”, diría más tarde Simenon. Y la habitación le hace honores.

El hombre de Londres está tan bien ambientada como la novela del mismo nombre. Todo es lejano, luminoso y angustiante, como esa visión extraña que el personaje central del relato tiene desde lo más alto de la grúa en la que trabaja, en el puerto de Le Havre.

El gato es una de sus obras más concisas y mejor escritas. En su trayectoria como escritor, El gato lo condujo a la cumbre de la fama, no sólo por la calidad y el denso suspenso del libro sino también porque es una de las grandes novelas de Simenon que fueron adaptadas al cine con un éxito de público inmenso. La adaptación cinematográfica más conocida la protagonizaron Simone Signoret y Jean Gabin. El contexto del relato cita sin mencionarla explícitamente la vida personal del autor a través del retrato cruel de los dos protagonistas de El gato, Emile y Marguerite, quienes sólo pueden vivir desgarrándose mutuamente. La pareja se comunica únicamente por medio de notas -característica recalcada por la proliferación de papelería en el escritorio de la suite- y el fondo del suspenso es la sospecha de Emile, quien está convencido de que su compañera le mató al gato. La pareja de la novela, su crueldad y soledad constantes, recuerdan en mucho los retratos posteriores que Simenon haría de su madre y de la relación con su compañero. Emile, en la novela, termina por matar el loro de Marguerite, como una forma de venganza. Pero en esta novela Simenon realizó lo más esencial de su ambición estética: el despojo, la ausencia de toda técnica narrativa visible, el retrato sin máscaras, absoluto, con los personajes moviéndose en la desnudez más absoluta.

La novela El golpe de la luna, de 1933, refleja de manera veraz el viaje que Simenon realizó por Africa. Más aún, en el curso de ese viaje, el escritor, que había ido como periodista, cambió su “destino”. Cuando regresó era un novelista que empezó a firmar los textos con su nombre y no con seudónimos como antes. Este relato transcurre en Libreville y su principal protagonista es Adèle Renaud, una sensual propietaria de hotel -cuyas habitaciones sirven de inspiración a ésta- que seduce a un joven solterón con el cual, tras la muerte de su marido, piensa huir. Pero como la insolación, la excesiva luz de la luna provoca alucinaciones asesinas. Con treinta y dos nombres de novelas, el Hotel Simenon crea un clima muy particular. Como si el mundo de Simenon, en cuanto se lo nombra, se apoderara enseguida de quien se anima a darle forma real a lo que el autor de La escalera de hierro sacó de su vida y su cabeza. Madame Hendrix y la clientela contribuyen a darle a este lugar un corte particular. Como dice Madame Hendrix, “acá lo único que todavía no vimos es a un lector que se haya encerrado en una habitación para leerse la obra completa de Simenon”.