No todos los días uno se encuentra con alguien que encarna una sabiduría milenaria. Al hacerle una entrevista a un maestro zen se plantea una disyuntiva: ¿debe uno ir a cara de perro con preguntas punzantes o con la curiosidad de un potencial discípulo? Una vez encendido el grabador, las dudas se disipan solas: el monje Kosen, el ciudadano francés que responde civilmente al nombre Stéphane Thibaut, no necesita de preguntas para hablar sobre la esencia revolucionaria del zen, la efervescencia química de los años sesenta o sobre la ambigua tapa de su libro La revolución interior. Al fin y al cabo se trata de un maestro cuya tradición y transmisión es oral. En cuanto a la tapa del libro, se ve al maestro Kodo Sawaki en la posición en que se practica zazen. Y de fondo, como acechando y fusionándose con la imagen del monje aparece el rostro emblemático de Ernesto Guevara: Hace poco una publicidad cristiana en Alemania (que no sé si finalmente fue aceptada) también utilizaba la imagen del Che para anunciar la próxima llegada de Cristo. Yo no sabría decir si el Che hizo más cosas buenas que malas en su vida. Pero simbólicamente es alguien que hace soñar con la libertad. Para Kosen, hacer marketing del zen con la imagen del Che Guevara es algo menos preocupante que la imagen excéntrica y un poco new age que se tiene del budismo: El verdadero zen está hecho para integrarse al mundo real; no debe ser una especie de folklore al margen de todo. El zen es el verdadero budismo transmitido, no el aspecto folklórico de la religión budista. Es la religión antes que la religión. Por eso no hay nada de malo en mezclar el zen con algo que no es específicamente religioso. Además, uno de los hijos del Che en Cuba es discípulo mío.
LOS SONIDOS DEL SILENCIO
Hay algo en apariencia incongruente en este monje: ¿cómo puede un maestro zen ser francés? El zen tiene su origen en la mítica figura de Buda y, más que una filosofía o una religión, es una práctica y un modo de vida que se transmite en forma oral, de discípulo a discípulo, desde hace dos mil quinientos años. Hacia el siglo V, Bodhidharma llevó el budismo (raíz del zen) de la India a la China. A su vez, Dogen, quincuagésimo primer sucesor de Buda, llevó el zen a Japón. Ya en este siglo, en la década del 30, en el mismo lugar, el maestro Kodo Sawaki le transmitió a su discípulo, Taisen Deshimaru, su último deseo: difundir el zen a Europa. Cumpliendo los deseos de su maestro, Deshimaru llegó a París en 1967. Dos años más tarde, un joven parisino de diecinueve años tomó contacto con él y, poco después, se convirtió en su discípulo. Antes de morir, Deshimaru le transmitió a Kosen su último deseo: transmitir los secretos del zen a los laicos de todo el mundo. Para dicha tarea, el monje francés contaba con un antecesor: D.T. Suzuki, el catedrático japonés que hizo un fabuloso trabajo de divulgación en Occidente. Pero no fue un maestro zen en absoluto, tal como él mismo lo reconocía. El propósito de Deshimaru era transmitir la esencia a través del método, de la cosa viva. No sólo a través de libros. A partir del zazen (que consiste básicamente en meditación en la postura clásica del loto), Kosen aspira a contagiar a los aspirantes a discípulos la práctica de abandonar el ego a través del silencio. El silencio no significa exclusivamente que no haya ruido. El silencio interior es poder apagar ese conflicto interno que tenemos en el alma. Se puede hacer zazen aunque haya ruido, y encontrar en medio de esa agitación el silencio. Es más una armonía que un silencio.
AUNQUE NO LO VEAMOS
Según Kosen, el zen siempre está, siempre estuvo y siempre estará. El zen existe aunque no lo practiquemos. Y es revolucionario porque la misma naturaleza de las cosas es revolucionaria. En las religiones en general, uno tiene que partir de un acto de fe: creer en Dios; creer que Jesús es el Mesías o Mahoma el profeta, etcétera. Y vivimos en un mundo en el que todas las cosas misteriosas y maravillosas están atestadas de explicaciones que vienen de la ciencia. Pero no setrata de creer. De lo que se trata es de integrarse a la realidad del cosmos, de armonizarse, de no estar separado de las cosas. La gente está cada vez más dispuesta a creer que las ilusiones son la realidad y que la realidad cósmica es una ilusión. Pero se pueden dar vuelta las cosas. En el zen se trata justamente de eso. Uno tiene el derecho a hacer eso. Tenemos derecho a dar vuelta la página y ver que no hay diferencia entre un lado y el otro: es la misma hoja. Y al respecto agrega: Yo creo que todos los hombres tienen la intuición del zen. Cuanto más se acerca uno a su verdadera naturaleza, cuanto más profunda y honesta sea la búsqueda y la capacidad de cuestionamiento, aunque no se practique el zazen uno se acerca a una intuición del zen. Porque el zen no es un invento humano.
ARGENTINA MON AMOUR
Mal que les pese a los porteños que practican o simpatizan con el orientalismo en general, el lugar elegido por el heredero de Deshimaru para construir su templo (que será el primero de América latina) es Córdoba, más precisamente en Capilla del Monte, un lugar que suele ser relacionado con ovnis y experiencias extrasensoriales, donde acaban de terminar de construir con trabajo comunitario el templo Fu Kyu Ji, un domo que cuenta con capacidad para más de doscientas personas. Nosotros llegamos de una manera absolutamente azarosa: no fui yo el que decidió en principio ir allá, hasta que una chica colombiana nos recomendó el lugar. Es muy difícil expresar concretamente lo que nosotros llamamos el azar cósmico. Por empezar, el azar no puede explicarse. Y es duro conocer esa curva divina que está en todo. Mi maestro siempre decía: Siga el orden cósmico. Si lo hace, estará en el momento correcto en el sitio correcto. Obtendrá los beneficios de un azar positivo. Y aquí estoy. Ese azar cósmico quiere entonces que el monje Kosen esté en un país del que no conoce su lengua. Sobre los problemas con el idioma, Kosen señala: No hablo muy bien la lengua, pero la gente me entiende. Mi maestro no hablaba japonés con nosotros, sino que apelaba a una mezcla de inglés con japonés y francés que nosotros llamábamos zenglish. Deshimaru decía que no quería hablar muy bien el francés para que la relación con sus discípulos no se volviese demasiado intelectual. Y que esta trasposición les permitía desarrollar más la intuición.
TENGO UN SUEÑO
Dice el monje: Desde joven vivo en una cultura que estuvo soñando con la revolución. En Francia hubo muchas, y es algo que está instalado en el inconsciente colectivo del país. Ese es un punto de contacto muy importante entre Francia y América latina: en ambas existe una idea muy fuerte de lo revolucionario. Y estoy convencido de que el mundo precisa una revolución profunda. Al momento de conocer a Deshimaru, Kosen confiesa que lucía una enrulada cabellera al estilo Bob Dylan y comulgaba de un espíritu que se manifestaría poco después en los alzamientos universitarios y obreros en distintas partes del mundo: El Dylan de esa época era muy importante para nosotros, porque fuimos muchos los que creímos realmente en algo. Desde el fin de la guerra, la educación era todavía muy militarista, y de repente explotó todo. Empezó como algo muy pequeño, pero llegó un momento en que la burguesía comenzó realmente a tener miedo, parecía que todo se iba a venir abajo. Visto desde hoy, simplemente era la expresión colectiva de un sector de la sociedad que decía Queremos vivir de otra manera. El fracaso del Mayo Francés derivó a muchos hacia el LSD o los primeros gurúes. Había aún una idea de cambiar el mundo, pero era una idea solamente mágica. Se creía que todo era posible. Uno se tomaba un ácido y creía que todo era posible. Kosen ríe al decir esto, tal vez recordando viejas anécdotas de sus épocas Flower Power. Pero, al mismo tiempo, era como cuando un chico grita y llora. Sólo es una expresión de anhelo. No pasaba de eso. No se pensaba en ningún sistema para reemplazar el viejo. Si le preguntas a un parisino qué cambió antes y después del 68, te dirá que después de mayo las chicas iban a la escuela en minifalda y antes no.
NADA DE TIBIEZA
La revolución interior que propone el maestro no implica una postura política. Al contrario: el zen es la vía del medio no porque contemporiza con los extremos sino porque supone una independencia irreductible. El zen siempre debe ser independiente del poder vigente, aun cuando pueda armonizarse con el poder. El maestro zen no está para hacer política ni para tomar partido, pero puede inspirar una dirección, una acción para expresar una verdad revolucionaria. En la historia, los maestros zen se vieron a menudo involucrados en conflictos porque se negaron a obedecer al Emperador. Pero Kosen reacciona previsiblemente cuando se le pide su opinión sobre la ola de espiritualidad que recorre el mundo: ¿De qué sirve? Aparte de satisfacer el afán de burguesas y burgueses que quieren elevarse, es algo egoísta. El principal problema con el zen en el mundo es que la gente comete el error de considerarlo una técnica. De relax u otra cosa. A menudo me dicen: Ah, ustedes hacen zen. Nosotros hacemos tai chi. El peor de los errores es tomar al zen como un objeto más de consumo. Yo prefiero a la gente que busca un refugio. Por lo menos, esa actitud delata una búsqueda más profunda. De hecho, en el budismo, a la entrada a la práctica se le dice tomar refugio. La vida es, básicamente, una búsqueda de algo que nos permita ir más allá de la angustia, la violencia, el sufrimiento, la idea de la muerte y la muerte en sí. Y, en ese sentido, el zen puede ser, inicialmente, un refugio para superar el sufrimiento.
UN KOAN ARGENTINO
Desde su particular visión, lo deplorable del mundo moderno es, para Kosen, que carece de esperanza. Lo que yo llamo esperanza es creer que el cambio es posible. Quizás ahora tengamos más madurez para crear algo que sea revolucionario. Lo cierto es que así no se puede seguir. En realidad todo el mundo sabe que así no se puede seguir. Justamente el problema es que la gente no quiere verlo. Todos sabemos que nos vamos a morir. Pero es algo difícil de aceptar, y vivimos dándole la espalda. Todos sabemos que el planeta está cada vez más arruinado, pero nos negamos a aceptarlo. Lo terrible es que se vende una información que es mentirosa, pero todo el mundo se aferra a eso, porque les permite seguir mintiéndose. Nosotros, a escala pequeña, tratamos de practicar zazen y de informar. Pero, ¿no es un poco anti-zen eso de informar, teniendo en cuenta los célebres koan, esos enigmas que no pueden explicarse por la lógica? Kosen no lo cree en absoluto: Intentamos informar a la gente que no practica; si le damos información con un koan no comprenderían nunca. Pero la información común y corriente también podría ser un koan. Todo en la vida puede serlo. El koan no es un folklore propio del zen, no es un jueguito para intelectuales o para snobs. ¿Cómo puede ser que el zen exista y esté vivo en Occidente cuando se cree que sólo puede ser practicado cabalmente por orientales? Eso es un koan. ¿Pueden los argentinos ser budas aunque no tengan los ojos achinados? Eso es un koan.
EL MONASTERIO GLOBAL
La idea de Kosen es ir con el zen a todas partes. En este momento en que todos hablan de la globalización de las artes, de la economía, de las tradiciones, pasa lo mismo en este terreno: las soluciones espirituales también deben ser globales. Porque el problema de la Tierra es justamente un problema global, no es un problema de Occidente o de Oriente. Entonces hay que encontrar un punto a partir del cual aportarle algo a la humanidad. No es el mismo problema que se planteaba en tiempos antiguos. Yo creo que el zen tiene mucho que aportar al mundo actual, porque no tiene un color particular, ni un sabor particular, y es adaptable a cualquier situación. La espiritualidad del zen toca al hombre en su estado espiritual más concreto y práctico. Como lo que practicaban los indios en América antes de que llegaran los españoles. Yo tomo este ejemplo porque me parece eficaz. En Africa y Oceanía pasaba lo mismo. Laespiritualidad que tenían estaba completamente integrada a la vida de la comunidad. Por ejemplo, a través de la absorción de ciertas plantas alucinógenas y de rituales podían saber cuándo una planta era comestible o cuándo tenía poderes curativos o venenosos. A partir de una práctica religiosa y totalmente espiritual, llegaron a descubrimientos decisivos para nuestra sociedad. Y, si se les pregunta cómo lo hicieron, ellos dicen que fue la planta la que les habló. Ese es un buen ejemplo de práctica espiritual integrada con la sociedad, con lo más concreto y práctico de la vida cotidiana.
EL ZEN ES UNA PAPA
Vivir significa evolucionar. A partir del momento en que cesamos de evolucionar, morimos, nos pudrimos. El zen siempre evoluciona, pero, al mismo tiempo, siempre permaneció igual. Es como una papa. Antes existían sólo en América. Cuando los colonizadores la probaron, la llevaron a Europa. Y ahora, si uno pregunta cuáles son los platos tradicionales en Alemania o en Francia o en Hungría, siempre hay papa. Lo que digo es que es la misma papa, pero evolucionó. Y los que comieron esas papas también evolucionaron, porque la alimentación que tienen no es la misma que antes. El zen evolucionó a través del tiempo y del espacio, y se adaptó al suelo y a la tierra. Pero al mismo tiempo la raíz sigue siendo la misma.