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Cuarenta años después de su estreno, Gus Van Sant decidió filmar, en colores y copiándola cuadro por cuadro, la Psicosis de Alfred Hitchcock. El experimento puede verse desde el jueves pasado en los cines de Buenos Aires y sirve como excusa perfecta para volver a ver y admirar la versión original. En un flagrante arranque retro, Radar cede la palabra a Hitchcock, el autor de la novela, el guionista y los actores de la Psicosis original para que cuenten cómo se filmó aquella “versión” y expliquen por qué, por primera vez en la historia del cine, la protagonista moría a la media hora.

Por Simon Braund

En 1959, uno de los colaboradores de Alfred Hitchcock le acercó una novela casi desconocida del escritor de terror pulp Robert Bloch, sabiendo que el director buscaba un libro en el que basar su próxima película. Psicosis, basada vagamente en el caso del necrofílico asesino serial Ed Gein, consiguió la atención de Hitchcock inmediatamente. El autor de Para atrapar a un ladrón imaginó enseguida el shock que provocaría en una audiencia de cine el hecho de que la protagonista muriese antes de la mitad de la novela, sobre todo si conseguía a una estrella para el protagónico. Pero en la Paramount no compartieron su entusiasmo: odiaron el título, odiaron la historia y se negaron rotundamente a financiar lo que supusieron sería un desastre financiero. Entonces Hitchcock decidió producir la película él mismo y, para abaratar costos, filmarla con el mismo equipo que usaba para realizar sus programas de televisión (Psicosis terminó costando algo menos de 800 mil dólares). Sin presupuesto para contratar a alguien como Cary Grant para el protagónico (el rol femenino fue más sencillo, porque tenía menos días de rodaje, y Janet Leigh aceptó enseguida), Hitchcock eligió a un joven llamado Anthony Perkins, quien captó magistralmente la timidez y la psicosis edípica y asesina de Norman Bates, al punto que el papel lo perseguiría durante el resto de su vida (aparecería en cada una de las secuelas, dirigiría él mismo Psicosis III, y mantendría durante años un publicitado idilio con el psicoanálisis).

Apenas se estrenó en 1960, sin funciones privadas para la prensa, Psicosis desató las críticas más salvajes. La mayoría de los críticos se quedaron helados con la película y la tildaron de vulgar y enfermizamente violenta. Pero fue éxito rotundo de público: recaudó catorce millones durante el primer año, y más de cuarenta desde entonces, convirtiendo en un fenómeno de masas el cine de horror. Robert Bloch: La novela estaba inspirada en los crímenes de Ed Gein, pero de hecho sabía poco y nada del caso, excepto que Gein tenía 42 años, había sido un ciudadano respetable durante toda su vida (cuidaba bebés, le hacía regalos a sus vecinos) mientras asesinaba mujeres. Y eso fue lo que me llamó la atención: que nadie sospechara siquiera su doble vida. Ahí hay un libro, pensé. Mi agente en Nueva York le vendió a la MCA los derechos de Psicosis, incluidas las secuelas, por nueve mil quinientos dólares. La editorial Simon & Schuster se quedó con el 15 por ciento; mi agente con el 25 y yo con seis mil dólares menos impuestos. Con los años Herb Coleman, el productor asociado de Hitchcock, me contó que Hitch había preguntado en MCA si yo podía escribir el guión. El agente de MCA quería colocar a uno de sus clientes como guionista, así que dijo que yo no estaba disponible. Por eso me perdí de escribir el guión de Psicosis.

Alfred Hitchcock: Creo que fue la brusquedad imprevista del libro de Bloch lo que me llevó a querer filmar la película a toda costa. Joseph Stefano, el guionista, escribía para la radio y llegó recomendado por la MCA. Aportó algo en los diálogos, pero ninguna idea argumental.

Joseph Stefano (guionista): El señor Hitchcock no estaba contento con su primer borrador del guión. La historia le parecía empantanada, más parecida a una serie de televisión que al clásico que él pretendía. Básicamente no le gustaba trabajar con gente que no conocía, pero los de MCA y mi agente en Nueva York le insistieron tanto que al final aceptó recibirme con tal de sacárselos de encima. Cuando nos reunimos le dije que me imaginaba la película como la historia de dos personas atractivas en su propio infierno personal, cogiendo en una habitación de hotel durante el horario de almuerzo de ella. Cuando dije eso los ojos de Hitchcock se iluminaron. Me preguntó por qué no me gustaba el Norman Bates de la novela. Le contesté que no me parecía simpático ni atractivo. Entonces Hitchcock me preguntó qué me parecía Tony Perkins.

Anthony Perkins: Hitchcock pensaba que el secreto de la película se develaría demasiado rápido si usaba un actor de carácter, como RodSteiger. A mí realmente no me importó dejar mi terreno. Para cualquier actor, ser elegido por Hitchcock era lo más alto a lo que se podía aspirar.

Janet Leigh: Estaba fascinada por la historia y por trabajar con Hitchcock. El personaje de Marion me dejó obsesionada. Me inventé toda su vida: sabía a qué colegio e iglesia había ido, conocía sus colores favoritos, los libros que le gustaban. Cuando empezamos a filmar, la conocía más que a nadie. Hitchcock: Repasamos los horarios de la pareja protagónica mil veces, pero llegábamos siempre a la misma conclusión: las 2.43 de la tarde era el único momento del día en que la pobre chica podía meterse en la cama con su amante. Por eso abrí la película con esa escena: el espectador se convierte inmediatamente en un voyeur.

Leigh: Esa escena después fue superada por la de la ducha, pero por aquel entonces el comienzo de la película fue muy popular. Que la pareja no estuviera casada era muy arriesgado. Incluso sé que hubo problemas con los censores. Hitchcock los tuvo que convencer de que necesitaba mostrar así su pasión obsesiva. Y aunque yo aparecía siempre en corpiño, revisaron una y otra vez la escena. No se les escapaba nada.

Hitchcock: En rigor de verdad, Janet Leigh no debería haber usado corpiño en esa escena. Pero tampoco sé cuánto le hubiese agregado a la escena que la chica se frotara completamente desnuda contra el pecho del hombre. No era el punto.

Leigh: Al principio, Hitchcock no estaba convencido de que la escena tuviera suficiente pasión. Le parecía que John (Gavin) no estaba lo suficientemente excitado. Tuvimos que filmarla varias veces. Un día se me acercó y me preguntó si podía hacer algo. Le dije que iba a hacer lo que pudiera. Y pude: no hizo falta mucho esfuerzo para que John se calentara.

John Gavin: Hitchcock se sentó al lado durante toda la escena y tuve problemas para concentrarme. Al rato me di cuenta de que era por el cigarro de Hitch. Pero todos sabíamos que estábamos trabajando con un genio, y qué le íbamos a decir.

Leigh: En la primera escena, la bombacha y el corpiño son blancos. Pero después, cuando ella ya robó el dinero y se está cambiando para ir a ver a Sam (John Gavin), la bombacha y el corpiño son negros. Hitchcock quería que hasta el vestuario reflejara el bien y el mal que luchaban dentro de Marion.

Hitchcock: El principio de la película es tan moroso, con eso del robo y la fuga, para tener al público tenso y especulando si atraparían a Marion o no. Al público siempre le gusta estar un paso adelantado, entonces uno usa deliberadamente eso para controlar sus pensamientos. Cuantos más detalles dábamos sobre el viaje, más pensaba la gente si la policía atraparía a Marion. Y llevábamos la atención en una dirección opuesta a lo que realmente iba a suceder. Por eso maté a la estrella: para que fuera completamente inesperado. De hecho, por eso pedí que no se le permitiera entrar a los que llegaban al cine cuando la película ya había empezado. El juego con el público era fascinante. Los estaba dirigiendo casi como a los actores.

Leigh: ¿Si fue Saul Bass (el legendario autor de las secuencias de títulos de ese filme y muchísimos otros) quien dirigió la escena de la ducha? Decididamente no. Y no entiendo por qué Bass dijo eso. Yo estuve metida en esa ducha durante siete días y, créanme, Alfred Hitchcock estuvo al lado de la cámara en cada una de las setenta tomas.

Hitchcock: Nos llevó siete días filmar esa escena: setenta tomas distintas para cuarenta y cinco segundos de película. Mandamos a hacer especialmente un torso de goma para acuchillar y que salpicara sangre, pero al final no lo usamos. Sólo mostramos las manos, los hombros y la cabeza de Janet Leigh. Naturalmente, el cuchillo nunca la tocó. Eso se hizo en la sala de montaje.

Leigh: La pregunta era cómo taparme en la ducha. Con Rita Riggs, la encargada de vestuario, hojeábamos revistas que vendían vestuario para strippers, pero no encontrábamos nada que nos sirviera. Hasta que Rita apareció con esa tela color carne para taparme. Hitchcock consiguió una doble de cuerpo llamada Marli Renfro, que estaba acostumbrada a posar desnuda delante de una cámara. Cobró cuatrocientos dólares la semana y Hitchcock la usó para probar cuánta luz se necesitaba para delinear la silueta en la pantalla y cuánta agua se podía usar sin tapar a Marion, pero nunca la usó verdaderamente, en ninguna de las setenta tomas de la escena.

Hitchcock: La verdad es que sí usé una chica desnuda. La filmé en cámara lenta, y bajé la velocidad de la cámara para que ella pudiera ocultar en el momento exacto su pecho desnudo tras el brazo que la ataca. Y después proyecté eso a una velocidad normal.

Leigh: Creo que Hitchcock contrató a la modelo para que creyeran que sí había desnudos en la película. Estaba manipulando a los espectadores incluso antes de que la película se estrenara. Para mí, una de las escenas más difíciles fue la última, después de las cuchilladas. Mientras me dejaba caer por la pared de azulejos, los implantes de tela color carne se corrieron y me di cuenta de que los técnicos me podían ver todo. Pero nadie estaba para filmar la escena de nuevo, así que dejé que miraran todo lo que quisieran.

Hitchcock: Ésa es la escena más violenta de la película. A medida que el film avanza hay cada vez menos violencia, porque el recuerdo de ese asesinato inicial se cuela en todas las escenas de suspenso que vienen después.

Stefano: El asesinato del detective no era tan violento como el de la ducha, y le sugerí a Hitchcock hacerlo completamente diferente, para manejar otras opciones con la cámara. Al final, nos decidimos por la escalera.

Hitchcock: El detective tenía que subir las escaleras de la casa. Todo lo que el público sabía era que había un monstruo escondido y que el monstruo era una mujer. La primera toma, mientras sube la escalera, es bastante convencional, pero cuando llega arriba yo cuelgo la cámara del techo. Ahí es cuando aparece el asesino: precipitadamente, en una toma larga y franca. Después, paso a un primer plano del detective, cuando el cuchillo le tajea la cara. Usé un ese ángulo para que nadie sospechara que estaba tratando por todos los medios no mostrar a la madre.

Peggy Robertson (asistente de Hitchcock): Cuando vimos la primera versión de la película con la música de Bernard Herrmann, Hitchcock le dijo: “Benny, todo muy bueno, pero te olvidaste de algo fundamental”. Benny, de pésimo humor, le contestó: “¿De qué?”. Hitchcock le explicó: “Cuando Tony baja corriendo la escalera, deberías repetir el maravilloso tema de cuerdas que usamos en la escena de la ducha. Tendría que escucharse esa música de nuevo”. A Benny se le pasó el mal humor y dijo que le parecía una idea brillante.

Bloch: La verdad es que quedé satisfecho con la película. Aunque, si yo hubiera escrito el guión, probablemente hubiese acortado ese epílogo explicativo a la mitad.

Hitchcock: Mi satisfacción principal es que la película tuvo un efecto en el público. Eso es lo más importante. No el enfoque dado a la historia o las actuaciones: lo único que me interesa son los momentos, la música, la fotografía. Los ingredientes técnicos que hacen gritar a la gente.

Perkins: Me acuerdo que me encontré con John Cassavetes y él me preguntó en qué andaba. Le dije que estaba trabajando con Hitchcock y la verdad es que me miró con un poco de desprecio: después de haber hecho tantas películas, le parecía una derrota que yo terminara trabajando en un episodio de televisión. Cuando le dije que era una película, se tranquilizó un poco. Pero en definitiva tenía razón: Psicosis fue un episodio de televisión glorificado.

Bloch: El único problema que tengo con la película es la parva de ingleses y franceses que se ponen efusivos cuando hablan de Psicosis: “¿No es maravilloso cómo mata Hitchcock a esa chica tan vulnerable en la ducha?”. Si hablan de mí es sólo para decir: “¿No es genial que haya filmado esa película basándose en una historia berreta que salió en una revista?”. Desde hace treinta años, cada vez que voy a Francia me dicen: “Hitchcock escribió Psicosis y después usted la adaptó para publicarla como novela, ¿no?”.

Leigh: Recibimos muchísimas cartas de los fans. Pero algunas realmente me asustaron. Se ve que la película despertó a más de un psicópata. Incluso hubo algunas cartas que se las quedó el FBI.

Hitchcock: Poco después del estreno, recibí una carta de un hombre furioso. Al parecer, después de ver Las diabólicas, su mujer se negaba a meterse en la bañadera. Y Psicosis había despertado en ella el mismo pavor, sólo que ahora por las duchas. Le contesté con una misiva muy breve: “Mándela a la tintorería”.

Traducción: Juan Ignacio Boido

Psycho-análisis

En 1960 Joseph Stefano adaptó la novela de Robert Bloch y la convirtió en el guión de Psicosis. Treinta y ocho años después, Gus Van Sant le pagó una fortuna para apenas retocar aquel guión. En esta entrevista cuenta qué le dijo Hitchcock cuando él le confesó que se sentía capaz de matar a su madre y por qué no le gusta la nueva versión de Psicosis.

Por S.B.

“En el libro casi no se habla de Marion Crane. El desafío que teníamos al adaptar la novela era convertirla en el personaje principal”, dice Josef Stefano, el guionista que trabajó con Hitchcock adaptando la novela de Robert Bloch y que volvió a hacer el mismo trabajo -literalmente- treinta y ocho años después, para Gus Van Sant. “En nuestra primera reunión, le conté a Hitchcock la idea que tenía: una chica que entra a la ducha para lavar sus pecados y es asesinada. Después de un minuto o dos, Hitchcock me dijo: Si lo hacemos así, podríamos conseguir una estrella. Lo primero que pensé fue que nadie hasta ese momento había matado a la protagonista a la media hora de película. Por eso decidimos envolver el cadáver y meterlo en el baúl de un auto que Bates hundía en el pantano. Si algún espectador sospechaba que Marion no había muerto en la ducha, con eso le quedaba claro”.

¿Creían que habría gente a la que no le quedaría claro?
-Durante años me crucé con gente que pensaba que, después de acuchillarla y antes de rematarla, Bates iba a violar a Marion. Ahí está lo genial de la escena: nadie sabe lo que va a pasar después.

Si hubiesen pensado en una violación, ¿la habrían ambientado en la ducha?
-No creo que Norman Bates sea del tipo que viola en la ducha. Creo que hubiese esperado a que ella saliera de la ducha, aunque la hubiera violado mientras todavía estaba mojada.

Se supone que Norman se siente atraído por Marion...
-No creo que espiarla sea algo exclusivamente sexual, si bien la nueva versión lo hace explícito, con la masturbación de Vince Vaughn (el nuevo Norman Bates). Él se quiere coger a Marion, pero hay algo más, porque en su cabeza él es amante de su madre, y sabe que ella va a querer matarla por meterse entre ellos.

¿Toda esa interpretación psicológica es suya?
-No, lo habíamos hablado con Hitchcock. Pero ni siquiera está en las anotaciones que hicimos en el guión. La ducha era el secreto mejor guardado. Hitchcock apenas me hizo anotar un par de ideas, ambas muy distintas de lo que planeaba hacer. Decía que si alguien se robaba el guión, lo único que iba a saber era que la chica moría en la ducha en una escena cualunque.

¿Y a usted le sigue pareciendo espectacular?
-Cuando yo tenía 13 o 14 años pensaba que lo mejor que me podía pasar era que se muriera mi madre. Pero ella estaba más saludable que nunca. No me acordaba de eso hasta que empecé a ir al psicoanalista, por la misma época en que filmamos Psicosis. Un día descubrí que tranquilamente podía llegar a asesinar a mi madre, y se lo conté a Hitchcock. Me miró completamente fascinado: creo que hasta entonces él nunca había hablado con alguien que se psicoanalizaba.

¿Alguna vez pensó que harían una remake?
-No. Apenas empezaron a colorear films, lo primero que pensé fue que El ciudadano y Psicosis estaban a salvo. Por eso la idea de Gus Van Sant de rehacer la película cuadro por cuadro al principio me pareció muy buena. Por lo menos era mejor que colorearla. En la primera reunión con él, Van Sant me pidió que actualizara los detalles de época, pero la verdad es que apenas retoqué el guión: cambié los 40 mil dólares robados por 400 mil.

¿Le gustó la nueva versión?
-Puede que el color sea una desventaja: la sangre es demasiado roja. Además, la primera sensación que tuve cuando la vi fue la de estar viendo en la pantalla caras equivocadas.