Por RODRIGO FRESAN, desde San Sebastián ¿Mis enfermedades? No entiendo, ¿lo decís
en un sentido freudiano o lacaniano?, pregunta Andrés Calamaro
a mi pregunta. Ahora es la noche de tormenta y frío en San Sebastián.
Andrés Calamaro (AC, a partir de este punto) se derrumba sobre
una silla cinco estrellas de hotel festivalero. AC acaba de cortarle la
oreja a su segunda fecha en gira unplugged española como telonero
de Bob Dylan (BD, a partir de ahora). AC no pagó para tocar antes
que BD, pero tampoco cobra. Honor y privilegio y forma de calentar motores
diez canciones que incluyen temas de él, de BD, de Elvis,
de Sabina ante el inminente lanzamiento de Honestidad brutal: doble-compact,
treinta y siete canciones desesperadas, ciento cuarenta minutos de letra
y música y más letra. Es un disco vocal, resume
AC, quien visitó hace dos años estas páginas para
anunciar la salida del exitoso Alta suciedad y dibujar el plano de su
torre de la canción. Veinticuatro meses más tarde, la cosa
se puso peligrosa y el autor de Mi enfermedad acabó
erigiendo el Empire State para treparse como King Kong: Pero pongamos
ciertas reglas básicas antes de empezar a conversar. No se puede
mencionar el nombre de BD más de tres veces en toda la nota. Y
no vale decir cosas como El trovador de Minnesota o cosas por el estilo.
Antes de eso nos pegamos un tiro. EL PACIENTE ANDRÉS Las habitaciones de hotel tienen algo demasiado parecido a las habitaciones de hospital y las salas de espera de los aeropuertos. Cierta peligrosa fugacidad. La habitación de AC tiene dos carteles que anuncian la salida y la minigira de Honestidad brutal. Una foto de AC solarizada en rojo y negro y dos inscripciones a posteriori y en vivo, de puño y letra y marcador donde se lee (AC las lee para este grabador) en letras agudas como la voz de BD: Quisiera olvidarlo todo y despertarme frente a la luz anterior a los instantes y Fuera de la música todo es mentira, incluso la soledad y el éxtasis. Ella es ambos, pero mejorada. AC me dice que la segunda es un poco Cioran. Cioran es el autor de cabecera actual de AC, el nombre en la tapa del libro que aparece leyendo en el video de Flaca. Adiós a Bukowski y a la inocencia. AC dice que se ríe mucho con Cioran pero que cuesta llegar a encontrarle la gracia: Los que se ríen con Cioran se delatan porque equivale a admitir que estuvieron muy pero muy bajo. ¡Qué bajo estuviste, chichipío!, se ríe AC mientras se abraza como si fuera un salvavidas a una valijita de plástico negro donde se lee: Miedo y asco en... Madrid, Buenos Aires, Miami, Nueva York, las ciudades en las que transcurrió Honestidad brutal, cuyo título original (Aterrizaje forzoso) era demasiado explicativo tal vez, según AC. Cuando yo le propuse a la compañía sacar una caja con cinco compacts es cierto que estaba loco. Pero atención: era un loco trabajando, sonríe como espantando un excelente mal recuerdo. Y pensar que yo pensé que lo había terminado durante el fin de semana en que completé las primeras diecinueve canciones en Buenos Aires. ¡Ja! Faltaban un año y dieciocho canciones. Según Joe Blaney, el productor, de salir en vinilo sería el disco de rock más largo de toda la historia. Tres longplays y medio. ¡Ja! LA FIEBRE 1998
fue el año en que AC descubrió los alcances de la teoría
de la relatividad de la peor manera posible. El año en que AC vivió
en peligro y a solas: Una cosa es ser solitario y otra es estar
solo. Solitarios somos todos. Yo estaba orgulloso de ser un solitario.
Pero estar solo... fue tremendo. Me quedé solo en Madrid en un
mes que no me acuerdo del año pasado. Adentro de una esfera a miles
de metros de profundidad. Y cuando uno se queda solo de noche, llega un
momento en que dice no duermo más. Y pasa un día, y pasan
dos días, tres.... Honestidad brutal es eso. Más allá
de las diferentes épocas de las canciones y la manera de grabarlas,
es la hoja de diagnóstico de un tipo bien acompañado pero
cantando a solas, variando y desvariando sobre un mismo tema: el descubrimiento
o la invención de la soledad como socio del silencio, con la autoridad
del dolor y el ambiguo orgullo que da sentirse el primero en contraer
el virus. La enfermedad soy yo y Yo vengo a ofrecer mi corazón,
pero más para la disección que para el transplante. Una
crisis de los cuarenta antes de los cuarenta. Vos viste que los hombres
creen que tienen dieciocho años hasta que tienen veintiocho. Y
un día se miran al espejo y se dan cuenta... El otro día
filmé un video con una chica de veinte y yo la llamaba todo el
tiempo ¡Marte ataca!, hasta que se ofendió y me preguntó
por qué le decía así. Le contesté que, por
su edad, no había nacido en el mismo planeta que yo. No quedó
muy convencida. EL DIAGNOSTICO AC se refiere a la caída para arriba de Honestidad brutal de varias maneras, siempre ominosas más allá de la sonrisa torcida. Por ejemplo: Saigón (Yo estaba como Martin Sheen: mirando en la cama cómo giraba el ventilador y con ganas de volver al frente). O bien: El fin de semana perdido (Hubo un momento muy eufórico y muy terrible en que estuvimos seguros de que alguien no iba a llegar al final de la grabación. Era como jugar a la ruleta rusa. Hacíamos apuestas. Primero perdimos un ingeniero de sonido; después me perdí yo. A ver si me encuentro un día de estos, ¡ja! Mucha gente se asustó. Es cierto: fabricaba armas para defensa urbana y se me dio por filmar ciertos videos y clavar clavos en las paredes a las cuatro de la mañana. Pero el rock and roll existe y, qué querés que te diga, a mí me parece una etapa ideal para vivirla en un año terminado con tres nueves. Además, no conozco a nadie que haya vivido un año con tres nueves antes). EL CONTAGIO
Sombra terrible de BD: Menos mal que me agarró ahora El Síndrome
BD... en los 70 me hubiera arruinado la carrera, ¡ja!,
dice AC. Pero una cosa es ser comparado con BD (lo que no está
mal) y otra cosa es buscar ser comparado con BD (lo que no está
tan bien). AC mira a los costados y se hace el distraído: Yo
soy un músico y él es el más grande. ¿Y a
quién no le gusta parecerse al más grande? En el rock, hoy,
hay nada más que dos personas en las que se puede confiar: una
es Keith Richards; la otra es BD. Pero hay que tener bien claro lo que
le dijo BD a Richards: que él podría haber compuesto Satisfaction,
pero los Stones nunca Desolation Row. ¡Ja! Yo escribí
una canción de quince minutos y la canté nada más
que una vez y casi me vuelvo loco del terror... Pero qué culpa
tengo de que mi nariz se haya decidido de golpe a aceptar su herencia
judía y yo pase a formar parte de los judíos importantes,
¡joder! De un tiempo a esta parte pienso en la grandeza de los futbolistas:
son como tenistas pero con dos alemanes persiguiéndolos todo el
tiempo para pegarles patadas... Después los conocés y te
das cuenta de que, además, no son estúpidos. Digo esto porque
en la Argentina se dice la palabra maestro con irresponsable ligereza.
No sé, a mí no me gusta que me digan maestro en la Argentina.
En Argentina se dice boludo y divina con la misma liviandad. No me interesa
ser un maestro a la argentina. Y BD es el mejor ejemplo de un maestro
sin fronteras. Sale al escenario con la misma intensidad con que Mike
Tyson sale al ring. A matar. Y si yo me parezco mínimamente a eso,
bueno, no tengo ningún problema. EL ANTIDOTO Tal vez seguro la mejor vacuna sean las canciones. Treinta y siete. Una por cada año de vida de AC. Partes del virus que se inyecta en dosis mínimas pero contundentes, definitivas. Veneno en pequeñas dosis para acabar volviéndose inmune al veneno. Cintas que viajaron durante doce meses en una valija legendaria que, me dicen, fue quemada por los ejecutivos de la Warner a modo de exorcismo una vez que se terminó la grabación. Alguien sugirió ponerla en un museo, pero les dio miedo que yo la agarrara de nuevo para seguir grabando. Tenían razón. La gente se asustaba y yo seguía escribiendo, mientras confeccionaba mis cada vez más sofisticadas armas para defensa urbana. Canciones escritas todas en el estudio y la mayoría terminadas a medida que se grababan, en sesiones de cincuenta horas con la sensación de un revólver frío en la nuca. Todos los músicos involucrados en profundas crisis sentimentales o a punto de. Si no estabas divorciado o divorciándote no tocabas en Honestidad brutal. La clásica inmediatez de ciertos clásicos se pone de evidencia al oírlas en el compact y en el escenario, donde el estreno de Te quiero igual (reescritura consciente o inconsciente del I Want You de BD) es coreada por el público ya a la segunda estrofa, como un virtual greatest-hit antes de llegar a las bateas y a las radios. Tal vez ése sea el gran mérito de Honestidad brutal: hacerle los honores a su nombre (del mismo modo en que el manipulador Alta suciedad le hacía honor al suyo) presentando canciones que se dispersan como esquirlas de una misma gran canción. Ecos que ya estaban en Con los Dientes Apretados o Pasemos a otro tema, en Me olvidé de los demás o No me pidas que no sea un inconsciente. No es fácil escuchar Honestidad brutal de un saque. Por momentos recuerda a Lawrence de Arabia, en la duración y en la intensidad de su impacto. Es mi Apocalypse Now y mi Martín Fierro, define el gaucho-marine AC. El intervalo entre compact y compact no puede estar mejor ubicado, porque escuchar sin una pausa y seguidas Con Abuelo y No Tan Buenos Aires puede ser demasiado para demasiadas personas. Pero ya se sabe que el Síndrome del Poeta Fértil es altamente infeccioso. Después de todo, qué era Mil Horas: ¿una canción sobre un soldado en Malvinas o sobre un junkie esperando a su dealer? Lo mismo podría preguntarse sobre Honestidad brutal: ¿es un disco sobre una crisis privada o una catástrofe universal? ¿Su Vietnam o nuestro Vietnam? Da igual. Pero se sabe que las verdaderas buenas canciones son aquellas que, al oírlas por primera vez, uno siente que pudo haberlas escrito, por más que uno sea veterinario o arquitecto. Multiplicar ese terrible efecto por treinta y siete y sentarse a esperar la onda expansiva frente al equipo de sonido con un vaso vacío en la mano. Por momentos, Honestidad brutal agobia, por momentos provoca carcajadas histéricas. Porque, se sabe: AC es uno de los pocos rockeros argentinos con sentido del humor y sin anestesia a la hora de ponerse y explicarse por escrito. No alcanzan los dedos de las manos y los pies para contar hasta treinta y siete. Hagan la prueba. LAS DOSIS 1)
El Día de la Mujer Mundial: Escrito en la carretera camino
a Tandil. Un poco misógina pero no tanto: rencor, sí, pero
con baba. Lo grabamos el primer fin de semana. Ese fin de semana en que
vi que la canilla estaba abierta y pensé que había empezado
y que terminaba el disco. O los primeros diecinueve temas. Después
no encontré ningún motivo válido para no seguir huyendo
hacia adelante. Así que seguimos un año. LA CURA AC
dice que, cuando uno despacha de una vez por todas una canción,
se cierra la herida. Yo tengo la suerte o la desgracia de que muchas
veces mis canciones se dan cuenta de lo que me pasa o me va a pasar antes
que yo. En ese sentido, Honestidad brutal es un disco terriblemente futurista
en lo que a mí concierne. Una chica en Buenos Aires me miró
a los ojos y me dijo que estaba viviendo mi última encarnación.
Le pregunté qué tenía de bueno eso. Me contestó:
Que adivinás las cosas. Hmmmmm... Yo siempre me preocupo por sentir
verdaderamente algo, a la hora de sentarme a escribir. Aunque no sea algo
que me esté pasando. Me preocupa hacer mío ese sentimiento
durante el tiempo que tarde en escribir la canción. Aunque a veces
el método se convierta en un búmeran. Ya lo dijo BD: Para
vivir fuera de la ley tenés que ser honesto. Pero, bueno, la cosa
es que Honestidad brutal está terminado, va a salir y es el momento
en que empiezan a sufrir los demás. Para mí es el adiós
a Saigón y el lunes después del Fin de semana perdido. No
sé... Hace poco leí en El País que el talento musical
no existe, que es una de las tantas formas de la inteligencia. Simple
cosa de neuronas. Leer eso fue un gran alivio. Supe entonces que el talento
es una farsa y que es legítimo pulirse y mejorar todo el tiempo.
A mí me preocupaba sentirme dotado, privilegiado, y que todo se
fuera volviendo raro progresivamente... CALAMARO EN ESCENA COMO TELONERO DE DYLAN EN SAN SEBASTIÁN: ACOMPAñADO POR DOS GUITARRISTAS, OFRECIÓ UN IMPECABLE SET ACÚSTICO DE DIEZ CANCIONES. |