







|

Por
RODRIGO FRESAN, desde San Sebastián
“¿Mis enfermedades? No entiendo, ¿lo decís
en un sentido freudiano o lacaniano?”, pregunta Andrés Calamaro
a mi pregunta. Ahora es la noche de tormenta y frío en San Sebastián.
Andrés Calamaro (AC, a partir de este punto) se derrumba sobre
una silla cinco estrellas de hotel festivalero. AC acaba de cortarle la
oreja a su segunda fecha en gira unplugged española como telonero
de Bob Dylan (BD, a partir de ahora). AC no pagó para tocar antes
que BD, pero tampoco cobra. Honor y privilegio y forma de calentar motores
–diez canciones que incluyen temas de él, de BD, de Elvis,
de Sabina– ante el inminente lanzamiento de Honestidad brutal: doble-compact,
treinta y siete canciones desesperadas, ciento cuarenta minutos de letra
y música y más letra. “Es un disco vocal”, resume
AC, quien visitó hace dos años estas páginas para
anunciar la salida del exitoso Alta suciedad y dibujar el plano de su
torre de la canción. Veinticuatro meses más tarde, la cosa
se puso peligrosa y el autor de “Mi enfermedad” acabó
erigiendo el Empire State para treparse como King Kong: “Pero pongamos
ciertas reglas básicas antes de empezar a conversar. No se puede
mencionar el nombre de BD más de tres veces en toda la nota. Y
no vale decir cosas como El trovador de Minnesota o cosas por el estilo.
Antes de eso nos pegamos un tiro”.
Vale.
EL PACIENTE ANDRÉS
Las habitaciones de hotel tienen algo demasiado parecido a las habitaciones
de hospital y las salas de espera de los aeropuertos. Cierta peligrosa
fugacidad. La habitación de AC tiene dos carteles que anuncian
la salida y la minigira de Honestidad brutal. Una foto de AC solarizada
en rojo y negro y dos inscripciones a posteriori y en vivo, de puño
y letra y marcador donde se lee (AC las lee para este grabador) en letras
agudas como la voz de BD: “Quisiera olvidarlo todo y despertarme
frente a la luz anterior a los instantes” y “Fuera de la música
todo es mentira, incluso la soledad y el éxtasis. Ella es ambos,
pero mejorada”. AC me dice que la segunda es un poco Cioran. Cioran
es el autor de cabecera actual de AC, el nombre en la tapa del libro que
aparece leyendo en el video de “Flaca”. Adiós a Bukowski
y a la inocencia. AC dice que se ríe mucho con Cioran pero que
cuesta llegar a encontrarle la gracia: “Los que se ríen con
Cioran se delatan porque equivale a admitir que estuvieron muy pero muy
bajo. ¡Qué bajo estuviste, chichipío!”, se ríe
AC mientras se abraza –como si fuera un salvavidas– a una valijita
de plástico negro donde se lee: Miedo y asco en... Madrid, Buenos
Aires, Miami, Nueva York, las ciudades en las que transcurrió Honestidad
brutal, cuyo título original (Aterrizaje forzoso) era “demasiado
explicativo tal vez”, según AC. “Cuando yo le propuse
a la compañía sacar una caja con cinco compacts es cierto
que estaba loco. Pero atención: era un loco trabajando”, sonríe
como espantando un excelente mal recuerdo. “Y pensar que yo pensé
que lo había terminado durante el fin de semana en que completé
las primeras diecinueve canciones en Buenos Aires. ¡Ja! Faltaban
un año y dieciocho canciones. Según Joe Blaney, el productor,
de salir en vinilo sería el disco de rock más largo de toda
la historia. Tres longplays y medio. ¡Ja!”
LA FIEBRE 1998
fue el año en que AC descubrió los alcances de la teoría
de la relatividad de la peor manera posible. El año en que AC vivió
en peligro y a solas: “Una cosa es ser solitario y otra es estar
solo. Solitarios somos todos. Yo estaba orgulloso de ser un solitario.
Pero estar solo... fue tremendo. Me quedé solo en Madrid en un
mes que no me acuerdo del año pasado. Adentro de una esfera a miles
de metros de profundidad. Y cuando uno se queda solo de noche, llega un
momento en que dice no duermo más. Y pasa un día, y pasan
dos días, tres...”. Honestidad brutal es eso. Más allá
de las diferentes épocas de las canciones y la manera de grabarlas,
es la hoja de diagnóstico de un tipo bien acompañado pero
cantando a solas, variando y desvariando sobre un mismo tema: el descubrimiento
o la invención de la soledad como socio del silencio, con la autoridad
del dolor y el ambiguo orgullo que da sentirse el primero en contraer
el virus. La enfermedad soy yo y Yo vengo a ofrecer mi corazón,
pero más para la disección que para el transplante. “Una
crisis de los cuarenta antes de los cuarenta. Vos viste que los hombres
creen que tienen dieciocho años hasta que tienen veintiocho. Y
un día se miran al espejo y se dan cuenta... El otro día
filmé un video con una chica de veinte y yo la llamaba todo el
tiempo ¡Marte ataca!, hasta que se ofendió y me preguntó
por qué le decía así. Le contesté que, por
su edad, no había nacido en el mismo planeta que yo. No quedó
muy convencida.”
Instantes después AC continúa su monólogo: “Mis
enfermedades, me preguntabas. Mis enfermedades son el insomnio, la soledad,
las canciones..., escribí mucho sobre eso. No sé, a mí
no me gusta pensar que mis taras tienen que ver con mi parto o con mi
infancia o con la leche materna. Me da un poco de vergüenza acogerme
a esa coartada a la hora de justificar ciertas actitudes mías.
Es muy fácil excusarse con Freud. Lacan es más impiadoso
y desinfecta mejor, creo”. Ciertas actitudes, novísimas costumbres
argentinas de AC: construcción de armas de guerra a partir de bates
de béisbol; destrucciones varias en coquetas disquerías.
The Wall protagonizada por un joven porteño de Barrio Norte. “Sí,
The Wall, pero también The Door, The Floor, The Window, The Ceiling...”,
recuerda AC. Todo empezó después de Alta suciedad: “Ahí
fui encumbrado como un gran letrista. Y convengamos que no se trata de
mi punto más alto. Las más completas”, y aquí
hay que aclarar que AC se refiere a “Media Verónica”
y “Elvis está vivo”, “apenas son letras inteligentes.
Y eso bastó para que fueran consideradas muy buenas. Lo mismo pasa
con ‘Nadie sale vivo de aquí’: yo nunca me creí
la leyenda de que era una ópera magna. Tiene algunas trampas y
alguna canción buena. Ante Honestidad brutal las letras de Alta
suciedad no existen. Pero no fue fácil. Costó. Mucho. Tal
vez demasiado. Todavía estoy pagando”.
EL DIAGNOSTICO
AC se refiere a la caída para arriba de Honestidad brutal de varias
maneras, siempre ominosas más allá de la sonrisa torcida.
Por ejemplo: “Saigón” (“Yo estaba como Martin Sheen:
mirando en la cama cómo giraba el ventilador y con ganas de volver
al frente”). O bien: “El fin de semana perdido” (“Hubo
un momento muy eufórico y muy terrible en que estuvimos seguros
de que alguien no iba a llegar al final de la grabación. Era como
jugar a la ruleta rusa. Hacíamos apuestas. Primero perdimos un
ingeniero de sonido; después me perdí yo. A ver si me encuentro
un día de estos, ¡ja! Mucha gente se asustó. Es cierto:
fabricaba armas para defensa urbana y se me dio por filmar ciertos videos
y clavar clavos en las paredes a las cuatro de la mañana. Pero
el rock and roll existe y, qué querés que te diga, a mí
me parece una etapa ideal para vivirla en un año terminado con
tres nueves. Además, no conozco a nadie que haya vivido un año
con tres nueves antes”).
EL CONTAGIO
Sombra terrible de BD: “Menos mal que me agarró ahora El Síndrome
BD... en los ‘70 me hubiera arruinado la carrera, ¡ja!”,
dice AC. Pero una cosa es ser comparado con BD (lo que no está
mal) y otra cosa es buscar ser comparado con BD (lo que no está
tan bien). AC mira a los costados y se hace el distraído: “Yo
soy un músico y él es el más grande. ¿Y a
quién no le gusta parecerse al más grande? En el rock, hoy,
hay nada más que dos personas en las que se puede confiar: una
es Keith Richards; la otra es BD. Pero hay que tener bien claro lo que
le dijo BD a Richards: que él podría haber compuesto ‘Satisfaction’,
pero los Stones nunca ‘Desolation Row’. ¡Ja! Yo escribí
una canción de quince minutos y la canté nada más
que una vez y casi me vuelvo loco del terror... Pero qué culpa
tengo de que mi nariz se haya decidido de golpe a aceptar su herencia
judía y yo pase a formar parte de los judíos importantes,
¡joder! De un tiempo a esta parte pienso en la grandeza de los futbolistas:
son como tenistas pero con dos alemanes persiguiéndolos todo el
tiempo para pegarles patadas... Después los conocés y te
das cuenta de que, además, no son estúpidos. Digo esto porque
en la Argentina se dice la palabra maestro con irresponsable ligereza.
No sé, a mí no me gusta que me digan maestro en la Argentina.
En Argentina se dice boludo y divina con la misma liviandad. No me interesa
ser un maestro a la argentina. Y BD es el mejor ejemplo de un maestro
sin fronteras. Sale al escenario con la misma intensidad con que Mike
Tyson sale al ring. A matar. Y si yo me parezco mínimamente a eso,
bueno, no tengo ningún problema”.
Lo cierto es que AC no se parece demasiado a BD, al menos esta noche:
AC cantó serio, quieto y acústico; BD cantó sonriendo,
dando saltitos y trepado a una primera guitarra eléctrica (“Me
parece que, por suerte, BD cambió el vodka por la cerveza”,
diagnosticó AC desde abajo del escenario con ojo experto). AC va
de ida y canta para abajo; BD viene de vuelta y canta para abajo. Es cierto:
en algún lado se encuentran, o se encontraron. Fue un alivio para
AC, porque estaba preocupado por el hipotético enojo de BD ante
la inclusión de su “Seven Days” en la lista de temas
del telonero de luxe. Y también porque el telonero de luxe había
tenido la osadía de llegar tarde a uno de los shows de este tramo
de la legendaria gira Never Ending Tour, bautizado por el mismo BD como
“The Don’t Be Late Tour”. No hay fotos del encuentro entre
AC y BD, ni hace falta. AC lo cuenta –pide contarlo él–
desde su columna de los martes en el madrileño Diario 16: “El
áspero Bob, el amargo, también es dulce, es cálido,
estrena una sonrisa para mí: lo alarmante es que eligió
a otro canalla (...). Hoy le cambio veinte años menos por dos ojos
azules que no sirven para ver más allá de nuestras gloriosas
narices (...). No hizo falta ni pensarlo y los dos estábamos hablando
como dos locos con cosas en común, algunos llaman a eso Amistad.
Cosas como ¿tocás en más conciertos de la gira?,
o ¡qué guitarras las de hoy, jefe!, o muy buena la de Elvis.
Como si hiciera falta hablar (...). Será por eso que se hacen realidad
los sueños que no me atrevo a soñar por no dormir. Nunca
duermo, estoy seguro de que no fue una excepción. Él desapareció
a la vista de todos y yo me quedé a saludar a los músicos,
mis compañeros. Estoy en el hotel, es tarde, y los ojos se me vuelven
azules. Podría tener veinte años más y no me daría
cuenta. En alguna parte, Él tiene veinte años menos”.
Así fue como BD le dio el alta a AC: el alta por lo más
alto. Y todavía faltan nuevos posibles encuentros entre AC y BD:
en Madrid y Valencia y Málaga y Granada y Zaragoza y Barcelona.
EL ANTIDOTO
Tal vez –seguro– la mejor vacuna sean las canciones. Treinta
y siete. Una por cada año de vida de AC. Partes del virus que se
inyecta en dosis mínimas pero contundentes, definitivas. Veneno
en pequeñas dosis para acabar volviéndose inmune al veneno.
Cintas que viajaron durante doce meses en “una valija legendaria
que, me dicen, fue quemada por los ejecutivos de la Warner a modo de exorcismo
una vez que se terminó la grabación. Alguien sugirió
ponerla en un museo, pero les dio miedo que yo la agarrara de nuevo para
seguir grabando. Tenían razón. La gente se asustaba y yo
seguía escribiendo, mientras confeccionaba mis cada vez más
sofisticadas armas para defensa urbana”. Canciones escritas todas
en el estudio y la mayoría terminadas a medida que se grababan,
en sesiones de cincuenta horas “con la sensación de un revólver
frío en la nuca. Todos los músicos involucrados en profundas
crisis sentimentales o a punto de. Si no estabas divorciado o divorciándote
no tocabas en Honestidad brutal”. La clásica inmediatez de
ciertos clásicos se pone de evidencia al oírlas en el compact
y en el escenario, donde el estreno de “Te quiero igual” (reescritura
consciente o inconsciente del “I Want You” de BD) es coreada
por el público ya a la segunda estrofa, como un virtual greatest-hit
antes de llegar a las bateas y a las radios. Tal vez ése sea el
gran mérito de Honestidad brutal: hacerle los honores a su nombre
(del mismo modo en que el manipulador Alta suciedad le hacía honor
al suyo) presentando canciones que se dispersan como esquirlas de una
misma gran canción. Ecos que ya estaban en “Con los Dientes
Apretados” o “Pasemos a otro tema”, en “Me olvidé
de los demás” o “No me pidas que no sea un inconsciente”.
No es fácil escuchar Honestidad brutal de un saque. Por momentos
recuerda a Lawrence de Arabia, en la duración y en la intensidad
de su impacto. “Es mi Apocalypse Now y mi Martín Fierro”,
define el gaucho-marine AC. El intervalo entre compact y compact no puede
estar mejor ubicado, porque escuchar sin una pausa y seguidas “Con
Abuelo” y “No Tan Buenos Aires” puede ser demasiado para
demasiadas personas. Pero ya se sabe que el Síndrome del Poeta
Fértil es altamente infeccioso. Después de todo, qué
era “Mil Horas”: ¿una canción sobre un soldado
en Malvinas o sobre un junkie esperando a su dealer? Lo mismo podría
preguntarse sobre Honestidad brutal: ¿es un disco sobre una crisis
privada o una catástrofe universal? ¿Su Vietnam o nuestro
Vietnam? Da igual. Pero se sabe que las verdaderas buenas canciones son
aquellas que, al oírlas por primera vez, uno siente que pudo haberlas
escrito, por más que uno sea veterinario o arquitecto. Multiplicar
ese terrible efecto por treinta y siete y sentarse a esperar la onda expansiva
frente al equipo de sonido con un vaso vacío en la mano. Por momentos,
Honestidad brutal agobia, por momentos provoca carcajadas histéricas.
Porque, se sabe: AC es uno de los pocos rockeros argentinos con sentido
del humor y sin anestesia a la hora de ponerse y explicarse por escrito.
No alcanzan los dedos de las manos y los pies para contar hasta treinta
y siete. Hagan la prueba.
LAS DOSIS 1)
El Día de la Mujer Mundial: “Escrito en la carretera camino
a Tandil. Un poco misógina pero no tanto: rencor, sí, pero
con baba. Lo grabamos el primer fin de semana. Ese fin de semana en que
vi que la canilla estaba abierta y pensé que había empezado
y que terminaba el disco. O los primeros diecinueve temas. Después
no encontré ningún motivo válido para no seguir huyendo
hacia adelante. Así que seguimos un año”.
2) Te quiero igual: “Tiene varios homenajes y citas a partir de cinco
frases: una de Fito, inmediatamente seguida por una de Sabina. Los pongo
juntos. La única con melodía instrumental y no cantada.
En cuanto a la comparación con BD, bueno, gracias otra vez. Pero
mi ignorancia es enorme y mis habilidades pequeñas. Como dice Sabina
de BD: No entiendo la letra pero sé que algo tiene que ver conmigo.
Eso”.
3) La parte de adelante: “Una canción que ya existía,
que siempre la tuve y que tardé demasiado en grabar. Le tengo respeto
y miedo. Te das cuenta de eso porque mi voz está sobregrabada.
Cuando mi voz está así es que se trata de una de esas canciones.
Fijate en mis discos. Es una canción de varón domado y feliz,
escrita mientras ves a tu chica pasearse por la casa y ni se te pasa por
la cabeza que esa chica va a abandonarte. Tal vez por eso es una de las
favoritas de las mujeres”.
4) Clonazepán y Circo: “Claro exponente de la lírica
Fin de semana perdido. Todavía faltaba un año para terminar
y quién podía imaginarlo. Un tema latinoamericano porque
hay mucha cocaína. Clonazepán es el nombre técnico
del Ribotril y la canción muestra todo lo que aprendí a
partir de Emotionally Yours de BD. Cuando me digan que se parece a él,
voy a preguntar a cuál de todos los BD y van a tener que contestar
Empire Burlesque. Si no, wrong answer”.
5) Los aviones: “Sonido de infancia. 69. Bossa-nova. Una canción
muy Di Tella”.
6) Más duele: “Serge Gainsbourg. Funk. Algún día
me gustaría grabar todo un disco así”.
7) Cuando te conocí: “Escrita en un avión leyendo la
letra de “Tangled Up in Blue” de Blood on the Tracks. Después
me estrellé”.
8) Prefiero dormir: “Pertenece a la época de la Cápsula,
de la Esfera Solitaria, en Madrid. Grabar y grabar y grabar hundido en
el fondo del mar”.
9) Jugar con fuego: “Otro sueño hecho realidad. Y ni lo había
soñado. Escribir con Mariano Mores y darme cuenta de la diferencia
entre un compositor y un vago que escribe canciones. ¡Me hizo ir
diez días seguidos a su casa! Aprendí mucho. Y le hizo un
elogio irrepetible a mi faceta de cantante. Me comparó con el mismísimo
último Gran Gladiador. Me ofreció seguir componiendo juntos;
pero la verdad, me parece que lo único que quería era seguir
escuchando su piano, ¡ja!”.
10) Maradona: “Un periodista rock argentino lo comparó con
una jodita para Tinelli. Mi definición de periodista rock argentino:
aquel que escuchó tres discos y se compró una birome. La
canción es el rescate del individuo por encima de cualquier rito
masivo. Me acuerdo cuando a los doce años caminábamos con
Charlie Feiling por la calle Corrientes y decíamos: Ajjjjjj...
¡Qué asco, la masa! El desprecio por la multitud muy propio
de los intelectuales de Buenos Aires. Yo no sé si soy intelectual,
pero de Buenos Aires soy, seguro”.
11) Una bomba: “Algunos pasajes pueden ser considerados machistas.
Un poco stone y sacando pecho. Por eso toco el bajo. Pobrecito de mí.
Todavía no estaba destruido del todo y no me daba cuenta de las
desgracias que se me estaban por venir encima”.
12) Socio de la soledad: “Confesar un dolor que no duele pero sospechando
que va a doler más tarde. La música es ese lugar donde por
suerte nada hace daño. Entonces, como no queremos sufrir, lo escribimos,
para hacer tiempo”.
13) Son las nueve: “Una canción prohibida para menores. Canción
de síndrome. Mi Wild Horses. Al principio se llamaba “Son
las tres”, pero para cuando terminé de escribir ya eran las
nueve. Uy, ya es de día. A veces pasa”.
14) Las dos cosas: “Un reggae que respeta la arquitectura del reggae.
Pete Tosh. Y una frase fundamental: Entre olvidar y recordar me quedo
con las dos cosas. Tomá. ¿Pollo o pescado? Las dos cosas,
van a responder los hambrientos de Argentina. Y los drogadictos ni te
cuento”.
15) Veneno: “Jam-session. Terminamos de tocar y dije qué lástima
que no se grabó. Sí se había grabado. Hicimos otra
toma y escribí la letra en veinte minutos. Saqué toda la
parte de know-how drogadicto”.
16) Ansia en Plaza Francia: “Una época mía que duró
años y que terminó de la peor manera. Está mi hotel
y parte de la historia argentina y de la historia de Cacho Fontana. Y
de la mía”.
17) Paloma: “Canción con frases de ésas que me gustan.
Detalle importante de mis canciones: la frase que se recuerda. Pero voy
a tardar como un año en aprender a cantarla”.
18) Con Abuelo: “Se iba a llamar “Sin Miguel” y Dani Melingo
me convenció, sin esfuerzo, de cambiarle el título. Tocan
cuatro Abuelos de la Nada y tardé diez años en escribirla.
Fue mi canción número cien de Honestidad brutal. Se acabó
ahí. Y está todo dicho”.
19) No tan Buenos Aires: “Me pone la piel de pollo cada vez que la
escucho. Si me tienen que recordar, que me recuerden por ésta.
Cuando la pasamos en el estudio, alguien me preguntó: ¿Alguna
vez viste a un tipo de cien kilos y cuarenta años llorando por
una de tus canciones?. Le contesté que no. Me señaló
a uno ahí tirado”.
20) El tren que pasa: “Es como la valija de Pulp Fiction. El destino”.
21) Victoria y Soledad: “Escrita el 31 de diciembre en la quinta
de Fito. Cantan algunos de los Auténticos Decadentes con demasiada
alegría para haber sido escrita por alguien que, insisto, está
a punto de ser abandonado por su mujer”.
22) Mi propia trampa: “Una cumbia. Una cumbia fina. No sé
lo que es. Tampoco puedo contar demasiado sobre la letra y su coyuntura.
Material altamente confidencial y clasificado”.
23) Negrita: “La honestidad brutal: esas canciones que uno escribe
pero no quiere escuchar. Otra para que lloren los gordos”.
24) Voy a dormir: “No comments. Canción para chica con novio
polista”.
25) Eclipsado: “Eclipse en el Luna Park, otro sitio histórico
argentino: box, Circo de Moscú, actos políticos, Holiday
on Ice, Perón conoció a Evita. Surrealismo privado”.
26) Mi quebranto: “Escrita en Corrientes. Lindo lugar donde yo sufría
agarrándome la cabeza y el promotor –alguien que, seguro,
tenía problemas en serio; mis problemas eran aire– me decía
todo el tiempo y burlándose un poco: ¡Cómo me gusta
tu quebranto! Gran tipo”.
27) Me pierdo: “Para sufrir. Me hace reír. Detalle a consignar:
tocan músicos que son felices con sus mujeres”.
28) Hacer el tonto: “Mi progresiva mexicanización. Una ranchera
rigurosa y lo que importa es la letra. Ultima del Fin de semana perdido
y extravío de técnico de grabación. La grabé
desnudo luego de intentar infructuosamente que se desnudaran todos en
el estudio. Un par de días después vino Maradona a ponerle
coros. No se desnudó. Y la verdad que yo no me atrevería
a desnudarme frente a Diego”.
29) Naranjo en flor: “Con Espósito y grabada en Madrid. Se
me rompió la copia. Y encontré otra. Por suerte”.
30) Aquellos besos: “Post-rock. Steely-Dan argentino. Con Gringui
Herrera. Cuando la escuché grabada, lloré por primera vez
en mi vida adulta, aunque para mí todavía no empezó
la adultez... Fue el momento en que decidí no dormir nunca más.
Y casi lo logré. Hice cráckate”.
31) No son horas: “La idea era grabarla con Soledad pero en la compañía
no tuvieron visión y se perdieron una gran oportunidad de prolongarle
la carrera a una chica tan joven. La grabé ese fin de semana. ¿Ya
dije que pensé que tenía un disco y faltaba un año?”.
32) Las heridas: “Otro momento de honestidad brutal”.
33) Hay: “Letra de Corcovado. Reconozco que tiene un nivel poético
que yo no alcanzo”.
34) El ritmo del lunes: “Letra escrita junto a Moris, cuando yo todavía
vivía en la Argentina. Un lunes en el bar Oviedo de Santa Fe y
Pueyrredón. La escribimos en servilletas. Pasé muchos años
editándola. La grabé, se la mostré a Moris, le pregunté
si le gustaba. No, me respondió”.
35) ¿Para qué? y 36) No va más: “Van juntas.
Una gran pregunta y una pequeña respuesta. Toca Pappo, que alguna
vez dijo que lo único que tenía yo de negro era el agujero
del culo. Ahora me respeta un poquito más”.
37) La parte de atrás: “Reprise y versión fallida con
guitarras preciosas. Para alcanzar el número treinta y siete de
mi edad. Mi slogan es Say Say Say More More More”.
LA CURA AC
dice que, cuando uno despacha de una vez por todas una canción,
se cierra la herida. “Yo tengo la suerte o la desgracia de que muchas
veces mis canciones se dan cuenta de lo que me pasa o me va a pasar antes
que yo. En ese sentido, Honestidad brutal es un disco terriblemente futurista
en lo que a mí concierne. Una chica en Buenos Aires me miró
a los ojos y me dijo que estaba viviendo mi última encarnación.
Le pregunté qué tenía de bueno eso. Me contestó:
Que adivinás las cosas. Hmmmmm... Yo siempre me preocupo por sentir
verdaderamente algo, a la hora de sentarme a escribir. Aunque no sea algo
que me esté pasando. Me preocupa hacer mío ese sentimiento
durante el tiempo que tarde en escribir la canción. Aunque a veces
el método se convierta en un búmeran. Ya lo dijo BD: Para
vivir fuera de la ley tenés que ser honesto. Pero, bueno, la cosa
es que Honestidad brutal está terminado, va a salir y es el momento
en que empiezan a sufrir los demás. Para mí es el adiós
a Saigón y el lunes después del Fin de semana perdido. No
sé... Hace poco leí en El País que el talento musical
no existe, que es una de las tantas formas de la inteligencia. Simple
cosa de neuronas. Leer eso fue un gran alivio. Supe entonces que el talento
es una farsa y que es legítimo pulirse y mejorar todo el tiempo.
A mí me preocupaba sentirme dotado, privilegiado, y que todo se
fuera volviendo raro progresivamente...”
Le digo a AC que días atrás leí una rara y reciente
entrevista telefónica otorgada a un periodista australiano en donde
BD hablaba un poco de eso. Decía: “Díganme algo que
no sea raro. Todo es surrealista. Me tomó un tiempo sentirme cómodo
con eso pero lo he conseguido. Ahora ya no sé lo que es raro y
lo que no lo es, y soy una persona más feliz”. A AC le brillan
los ojos: “¿En serio que dijo eso? ¡Qué alivio!”.
Se acaba el casete y se acaba la noche, afuera llueve y San Sebastián
es una ciudad zelig-esquizofrénica: una que podría caber
en cualquier país de Europa y no desentonar. AC dice que no quiere
quedarse solo y que no puede dormir -o viceversa–; propone escuchar
los casetes de la entrevista y contar las ocasiones en que se mencionó
a BD. Le digo muy en serio que ni en broma y AC comienza a destruir una
ensalada (AC necesita destruir lo que come). Le digo que en un recuadro
de la entrevista a BD ubican al tipo ese que le gritó “¡Judas!”
en 1966 y que el tipo se llama Keith Butler. Butler significa mayordomo
en inglés: el mayordomo lo hizo. A AC le dijeron que BD se disfraza
para ir a escuchar –de incógnito– su set acústico
en esta gira española. Yo le digo que, en la entrevista, BD se
preocupa de que ya no aparezcan cantautores jóvenes llamados Hank.
“Nos faltan Hanks en el negocio”, se queja BD cuando le preguntan
a quién de los nuevos escucha. “No digás que dijo eso...”,
dice AC. mientras abre la puerta de la habitación. Se queda callado
unos segundos y después sonríe.
“Hankdrés Calamaro”, dice AC.
Y cierra la puerta.

CALAMARO EN ESCENA COMO TELONERO DE DYLAN
EN SAN SEBASTIÁN: ACOMPAñADO POR DOS GUITARRISTAS, OFRECIÓ UN IMPECABLE
SET ACÚSTICO DE DIEZ CANCIONES.
|