Por Fabián Lebenglik, desde Río de Janeiro Desde el camino que conduce del Aeropuerto del Galeao hasta el centro de la ciudad, unos inmensos carteles ubicados al costado de la ruta interrogan, a modo de enigma fugaz, a los conductores, pasajeros y turistas: Quém e Kuitca? (¿Quién es Kuitca?). Apenas alcanza el tiempo para hacer una lectura rápida del texto en los carteles, que pasan como un rayo ante los ojos. La velocidad temeraria de los rodados en Río deleitaría al Ballard y al Cronenberg de Crash, por la certera ansiedad aquí mayor que en Buenos Aires con que los autos buscan y encuentran el accidente. ¿Quién es Kuitca? También podría hacerse esta pregunta en la Argentina, donde el artista vive pero no exhibe. Hace trece años que Guillermo Kuitca no presenta una exposición en Buenos Aires y estos datos el exilio y el nomadismo de su obra son relevantes para una producción realizada íntegramente en la Argentina pero que tiene el destino (a esta altura podría decirse el condicionamiento) paradójico del exilio: lejos de su país, aunque cerca del resto del mundo. Los grandes carteles urbanos y suburbanos anuncian la primera muestra individual del pintor argentino en una institución brasileña. Dicen que se exhibe en el Centro de Arte Helio Oiticica hasta el 23 de mayo. EL
CENTRO ESTA CALIENTE A pesar de ser la primera exposición
de este tipo en una institución pública, Kuitca no es en
Brasil todo lo desconocido que a modo de estrategia publicitaria sugieren
los carteles. Desde 1985 su obra está en contacto con el público
local a través de exhibiciones en galerías privadas de Río
y San Pablo; de la Bienal paulista, donde participó en tres oportunidades
(85, 89 y 98); y de la Primera Bienal del Mercosur,
organizada el año pasado en Porto Alegre. En la última edición
de la Bienal de San Pablo, Kuitca estuvo incluido en el prestigioso núcleo
histórico junto con los grandes monstruos de la historia
del arte. La exposición de Kuitca concita el interés de
todos los medios y es tapa de los suplementos y secciones de espectáculos
de los principales diarios y revistas, que le dedican al artista argentino
gran espacio, reflexiones y despliegue fotográfico. camino a la cama: los celebres colchones sobre los que kuitca pinto mapas en 1992, ahora convertidos en objetos mimados de la muestra brasileña. KUITCA EN EL CENTRO La exposición de Guillermo Kuitca, que ocupa la planta baja y el primer piso del Museo, dialoga en perfecta sintonía con una de las grandes obras de Oiticica exhibidas permanentemente en el tercer piso. Mientras que en la planta baja se muestra la instalación Kuitca que consiste en cincuenta camas con mapas pintados sobre los colchones, en el último piso se puede ver un conjunto de camas blancas ensambladas de Oiticica, una construcción de sesgo arquitectónico, hecha de colchonetas y telas que, tomando el mismo objeto genérico como eje de la obra (la cama), funciona también de un modo muy poético, aunque en diferentes direcciones y sentidos. La inauguración multitudinaria de la muestra de Kuitca convocó, entre otros, a directores de museos y galerías, marchands, curadores y críticos (como el director de la última Bienal de San Pablo y actual miembro del MoMa de Nueva York, Paulo Herkenhoff), artistas internacionales (como el norteamericano David Salle y el brasileño Tunga, que hará próximamente dos muestras simultáneas en Buenos Aires), coleccionistas (como el empresario argentino Eduardo Costantini que, por otra parte, es uno de los patrocinantes de la exposición) y a José Roberto Marinho, miembro de la familia propietaria del holding multimedia que surgió alrededor del diario O Globo. La argentina Frances Reynolds Marinho (casada con José Roberto) es la presidenta de la Fundación brasileña Arte Viva, responsable de la exposición de Kuitca en Río de Janeiro. El despliegue del jet set carioca hacia los barrios bajos de la ciudad generó un movimiento simultáneo de tropas policiales que rodearon la zona en un operativo de seguridad que duró toda la noche y eclipsó por unas horas el comercio característico de la zona. La muestra, curada por Sonia Becce (colaboradora permanente y gran conocedora de la obra del pintor), es relativamente breve: 14 cuadros y una instalación de 50 camas. Es una antología que se centra en la obra actual de Kuitca, pero también incluye algunos enclaves históricos como el enorme El mar dulce, de 1984, que forma parte de una colección brasileña. El pintor no se juntaba con esta tela desde que la pintó. A partir de esta obra histórica donde el impacto de los colores era también, por aquellos años, un elemento central quedan postulados varios de los temas técnicos e ideológicos del mundo de Kuitca: el teatro, la escalinata de Odessa (tomada de un fotograma del Acorazado Potemkin de Eisenstein), la relación con la arquitectura y el espacio, la inmigración judía. Todo un repertorio de cuestiones y objetos que Kuitca armó como componentes de una ficción biográfica que no deja de perseguirlo. VIDA
Y OBRA DE K. El par obra/vida (según el cual toda clave
manifiesta o encubierta debería ser atribuida a algún aspecto
biográfico real) lo persigue a raíz de esta genealogía
tan cierta como lejana: permanentemente aparece la pregunta por el pueblo
ruso donde nació Kuitca, un argentino de, por lo menos, segunda
generación. El otro par invariable es la politización de
la obra: el paradigma de la lectura politizada es otro clásico
que siempre llega para inquirir sobre la naturaleza política de
los mapas y hojas de ruta que se ven en sus pinturas. Kuitca toma objetos
e ideas que tienen a priori un gran capital simbólico que terminan
sobredeterminando su obra. Las suyas son, sin embargo, geografías
sin contrapartida histórica. Otros de los cuadros que marcan rumbos
en su propia obra son las plantas de departamentos, en las que se proyecta
el plano de un hogar de clase media tipo para ser sometido a toda clase
de trasformaciones. Elementos abstractos y proyectuales que vienen de
la tradición arquitectónica son pasados por el filtro de
la vasta cultura del artista y por toda clase de transformaciones, cargadas
generalmente de sentido dramático. EL KARMA DE K. A causa del exilio argentino de su obra, y a medida que pasa el tiempo, pareciera que al artista le cuesta cada vez más volver a exponer en su país. Lo que empezó como una cadena de obstáculos ahora es casi una suma de imposibilidades. Siguiendo este razonamiento es posible pensar que de existir un regreso (una muestra de Kuitca en Buenos Aires) no sería más que una decepción, no debido a la calidad de su pintura (que exhibe siempre una factura de museo) sino estrictamente en relación con la acumulación de la expectativa. Para Buenos Aires quedarían sólo los ecos del mundo (algo así como la materia prima de la tradición cultural argentina), y a Kuitca le tocaría el papel de alimentar y tensar esa expectativa, de mil maneras diferentes, como una promesa incumplida a través de todos los medios. la arquitectura es otra obsesion de kuitca: acá, el plano dislocado de un estadio de futbol (1997). |