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Kuitca
Es el artista argentino vivo más respetado y mejor cotizado en el mundo, pero desde hace trece años no expone en la Argentina. Y, mientras crece la expectativa y se vuelve cada vez más difícil que exponga algún día en el país, Guillermo Kuitca acaba de inaugurar en Río de Janeiro una muestra de cincuenta camas y catorce cuadros que recorren los momentos más importantes de su carrera. Algo que, por ahora, no veremos.

Por Fabián Lebenglik, desde Río de Janeiro

Desde el camino que conduce del Aeropuerto del Galeao hasta el centro de la ciudad, unos inmensos carteles ubicados al costado de la ruta interrogan, a modo de enigma fugaz, a los conductores, pasajeros y turistas: “Quém e Kuitca?” (“¿Quién es Kuitca?”). Apenas alcanza el tiempo para hacer una lectura rápida del texto en los carteles, que pasan como un rayo ante los ojos. La velocidad temeraria de los rodados en Río deleitaría al Ballard y al Cronenberg de Crash, por la certera ansiedad –aquí mayor que en Buenos Aires– con que los autos buscan y encuentran el accidente. ¿Quién es Kuitca? También podría hacerse esta pregunta en la Argentina, donde el artista vive pero no exhibe. Hace trece años que Guillermo Kuitca no presenta una exposición en Buenos Aires y estos datos –el exilio y el nomadismo de su obra– son relevantes para una producción realizada íntegramente en la Argentina pero que tiene el destino (a esta altura podría decirse el condicionamiento) paradójico del exilio: lejos de su país, aunque cerca del resto del mundo. Los grandes carteles urbanos y suburbanos anuncian la primera muestra individual del pintor argentino en una institución brasileña. Dicen que se exhibe en el Centro de Arte Helio Oiticica hasta el 23 de mayo.

EL CENTRO ESTA CALIENTE A pesar de ser la primera exposición de este tipo en una institución pública, Kuitca no es en Brasil todo lo desconocido que a modo de estrategia publicitaria sugieren los carteles. Desde 1985 su obra está en contacto con el público local a través de exhibiciones en galerías privadas de Río y San Pablo; de la Bienal paulista, donde participó en tres oportunidades (‘85, ‘89 y ‘98); y de la Primera Bienal del Mercosur, organizada el año pasado en Porto Alegre. En la última edición de la Bienal de San Pablo, Kuitca estuvo incluido en el prestigioso “núcleo histórico” junto con los grandes monstruos de la historia del arte. La exposición de Kuitca concita el interés de todos los medios y es tapa de los suplementos y secciones de espectáculos de los principales diarios y revistas, que le dedican al artista argentino gran espacio, reflexiones y despliegue fotográfico.
El Centro de Arte Helio Oiticica es el espacio de arte más nuevo de Río. Se trata de un museo público municipal fundado hace tres años para presentar exhibiciones transitorias en condiciones que se ajustan a los estándares internacionales y para conservar la delicada obra de Oiticica. El Centro ocupa un bellísimo edificio neoclásico de tres plantas, construido en 1872, cerca de la Plaza Tiradentes, en el centro histórico de Río de Janeiro, el mismo que está descripto y sirve de escenario para algunas de las novelas y obras de teatro de Machado de Assis (quien durante el último tercio del siglo pasado estaba en una de sus etapas más prolíficas y se dedicaba a ironizar sobre la burguesía carioca a través de un ficticio narrador cómplice). Hoy, la Plaza Tiradentes y el sector que ocupa el Museo son parte de una activa zona roja, que se pone –según el punto de vista– muy interesante o muy densa, a partir de las cinco de la tarde, hora de la cerveza y la pinga.
Helio Oiticica (1937-1980) se movía cómodamente entre lo popular, la marginalidad y el mundo del arte. Plástico, poeta y teórico, fue uno de los grandes artistas brasileños de las décadas del sesenta y setenta, que surgió en el marco de una generación muy politizada, con una obra cercana a las vanguardias neoconcretas. Parte de su producción más conocida es la de los “Parangolés”, increíbles vestidos escultóricos que realizó para ser usados como esculturas vivientes por los integrantes de la escola de samba Mangueira (en la que él mismo integró el cuerpo de baile) durante los desfiles del Carnaval. Su trabajo se mostró en las últimas Bienales de San Pablo y en la X Documenta de Kassel, además de una célebre muestra en el Jeu de Paume cuando estaba dirigido por Catherine David.

camino a la cama: los celebres colchones sobre los que kuitca pinto mapas en 1992, ahora convertidos en objetos mimados de la muestra brasileña.

KUITCA EN EL CENTRO La exposición de Guillermo Kuitca, que ocupa la planta baja y el primer piso del Museo, dialoga en perfecta sintonía con una de las grandes obras de Oiticica exhibidas permanentemente en el tercer piso. Mientras que en la planta baja se muestra la instalación Kuitca que consiste en cincuenta camas con mapas pintados sobre los colchones, en el último piso se puede ver un conjunto de camas blancas ensambladas de Oiticica, una construcción de sesgo arquitectónico, hecha de colchonetas y telas que, tomando el mismo objeto genérico como eje de la obra (la cama), funciona también de un modo muy poético, aunque en diferentes direcciones y sentidos. La inauguración multitudinaria de la muestra de Kuitca convocó, entre otros, a directores de museos y galerías, marchands, curadores y críticos (como el director de la última Bienal de San Pablo y actual miembro del MoMa de Nueva York, Paulo Herkenhoff), artistas internacionales (como el norteamericano David Salle y el brasileño Tunga, que hará próximamente dos muestras simultáneas en Buenos Aires), coleccionistas (como el empresario argentino Eduardo Costantini que, por otra parte, es uno de los patrocinantes de la exposición) y a José Roberto Marinho, miembro de la familia propietaria del holding multimedia que surgió alrededor del diario O Globo. La argentina Frances Reynolds Marinho (casada con José Roberto) es la presidenta de la Fundación brasileña Arte Viva, responsable de la exposición de Kuitca en Río de Janeiro. El despliegue del jet set carioca hacia los barrios bajos de la ciudad generó un movimiento simultáneo de tropas policiales que rodearon la zona en un operativo de seguridad que duró toda la noche y eclipsó por unas horas el comercio característico de la zona. La muestra, curada por Sonia Becce (colaboradora permanente y gran conocedora de la obra del pintor), es relativamente breve: 14 cuadros y una instalación de 50 camas. Es una antología que se centra en la obra actual de Kuitca, pero también incluye algunos “enclaves históricos” como el enorme El mar dulce, de 1984, que forma parte de una colección brasileña. El pintor no se juntaba con esta tela desde que la pintó. A partir de esta obra “histórica” –donde el impacto de los colores era también, por aquellos años, un elemento central– quedan postulados varios de los temas técnicos e ideológicos del mundo de Kuitca: el teatro, la escalinata de Odessa (tomada de un fotograma del Acorazado Potemkin de Eisenstein), la relación con la arquitectura y el espacio, la inmigración judía. Todo un repertorio de cuestiones y objetos que Kuitca armó como componentes de una ficción biográfica que no deja de perseguirlo.

VIDA Y OBRA DE K. El par obra/vida (según el cual toda clave manifiesta o encubierta debería ser atribuida a algún aspecto biográfico real) lo persigue a raíz de esta genealogía tan cierta como lejana: permanentemente aparece la pregunta por el pueblo ruso donde nació Kuitca, un argentino de, por lo menos, segunda generación. El otro par invariable es la politización de la obra: el paradigma de la lectura politizada es otro clásico que siempre llega para inquirir sobre la naturaleza política de los mapas y hojas de ruta que se ven en sus pinturas. Kuitca toma objetos e ideas que tienen a priori un gran capital simbólico que terminan sobredeterminando su obra. Las suyas son, sin embargo, geografías sin contrapartida histórica. Otros de los cuadros que marcan rumbos en su propia obra son las plantas de departamentos, en las que se proyecta el plano de un hogar de clase media tipo para ser sometido a toda clase de trasformaciones. Elementos abstractos y proyectuales que vienen de la tradición arquitectónica son pasados por el filtro de la vasta cultura del artista y por toda clase de transformaciones, cargadas generalmente de sentido dramático.
A través de los años Kuitca fue tomando una distancia rítmica de su propia imagen y los primeros planos se transformaron en planos generales,en vistas aéreas y así siguiendo. Los de Kuitca son –en sus propios términos– “mapas para perderse”. Allí también, como en las plantas de departamentos, aunque de manera más sutil, suceden transformaciones pasadas por la subjetividad del pintor. Las 50 camas que conforman la gran instalación de la muestra, ubicada en la segunda sala de la planta baja, componen fragmentariamente un enorme bloque a modo de mapa a gran escala. Distintos países del mundo (excluida la Argentina, del mismo modo que, según Borges, los camellos están ausentes del Corán) ofrecen una posibilidad única para perderse en la pintura. Los mapas sobre las camas generan un encuentro entre extremos muy distantes. El lugar más íntimo -donde se nace, se sueña y se muere– toma la imagen de un mapa –una proyección abstracta, distante, referencial– para convertirse en un extraño híbrido. La instalación, según el espacio al que está destinada, tiene una dimensión y una disposición variables. A veces el público puede transitar entre las camas. A veces, como en este caso, conforman un gran bloque que sólo puede verse desde sus bordes.
En las demás obras (planos de un estadio, un teatro, prisiones, etc.), más recientes, el paradigma predominante es el de la arquitectura. Aunque también se trata de una arquitectura minada por la subjetividad kuitquiana: dislocada, caótica o que aparece como función de una maquinaria de sentido que le es ajena. Tal el caso de “People on fire”, donde se lee una serie de árboles genealógicos falsos, aleatorios o con claves privadas, que terminan tomando la forma de un estadio deportivo. Algunas de las telas inscriptas en estas series forman parte del conjunto “Poemas pedagógicos”, que Kuitca eligió pintar con los ojos vendados. El acto ciego de pintar para reivindicar el gesto manual, el contacto, la intuición de la forma como una memoria del cuerpo.

EL KARMA DE K. A causa del exilio argentino de su obra, y a medida que pasa el tiempo, pareciera que al artista le cuesta cada vez más volver a exponer en su país. Lo que empezó como una cadena de obstáculos ahora es casi una suma de imposibilidades. Siguiendo este razonamiento es posible pensar que de existir un regreso (una muestra de Kuitca en Buenos Aires) no sería más que una decepción, no debido a la calidad de su pintura (que exhibe siempre una factura de museo) sino estrictamente en relación con la acumulación de la expectativa. Para Buenos Aires quedarían sólo los ecos del mundo (algo así como la materia prima de la tradición cultural argentina), y a Kuitca le tocaría el papel de alimentar y tensar esa expectativa, de mil maneras diferentes, como una promesa incumplida a través de todos los medios.

la arquitectura es otra obsesion de kuitca: acá, el plano dislocado de un estadio de futbol (1997).