Nanni
Moretti habla de Aprile
El
enemigo público
Nanni
Moretti es, en la realidad, tan cabrero como el personaje que hace en
sus películas. Cuando estrenó Aprile, su última película, se negó a
dar entrevistas a la prensa italiana y sólo aceptó un reportaje: con
los franceses de la revista Cahiers du Cinema. A pocos días del estreno
de Aprile en Buenos Aires, y luego de la aclamación que recibió su retrospectiva
en el Festival de Cine Independiente, Radar reproduce los mejores fragmentos
de esa charla imperdible con el genial cineasta italiano.
Por
NICOLAS SAADA y SERGE TOUBIANA, desde Roma
¿En qué medida hay en Aprile una continuidad formal con
Caro Diario?
Es una historia un poco larga. A fines de 1995 había empezado
a trabajar en un nuevo film. Sólo tenía un argumento,
que era bastante duro, doloroso, pero que no retomaba para nada la forma
de un diario íntimo. Y en el ínterin Silvia, mi compañera,
quedó embarazada. Así que ya no estaba tan seguro de querer
hacer una película tan dolorosa.
¿Era un argumento autobiográfico?
Sí, pero el protagonista, que yo mismo iba a interpretar
una vez más, era distinto de Michele Apicella, mi viejo personaje.
Entretanto filmé otra peliculita con forma de diario, que contaba
en siete minutos el día del estreno de Close Up de Kiarostami
en mi sala de cine en Roma (ver nota en pág. 17). Recién
cuando Silvia estaba embarazada de nueve meses empecé a rodar
cosas que aparecen en Aprile. Lo hice con un equipo pequeño,
sin saber qué saldría de todo eso.
Por ejemplo, ¿la escena en que discuten qué nombre van
a ponerle al hijo?
Entre otras. Todas las escenas donde está Silvia con su
gran panza fueron filmadas realmente en ese período, justo antes
del parto. Yo me había prometido no filmar nunca más en
mi propia casa, pero volví a caer en la trampa por una cuestión
de estúpida honestidad hacia el espectador: ya que se trata de
un diario, filmo en mi departamento.
¿No había guión?
No, apenas algunas notas. Pero no hubo escenas improvisadas. El
equipo llegaba a casa por la mañana, me metía en una pieza
con mi asistente y, a partir de las notas que tenía, imaginaba
las escenas que filmaríamos durante el día. Eso era a
fines de mayo de 1996. Después vi todo ese material (sin compaginarlo,
simplemente pegando las secuencias entre sí) y me pareció
que, agregando algunas escenas que tenía en la cabeza, había
ahí el núcleo de un film posible. Seguí así
unos meses, filmando cada tanto algunos días, hasta que en febrero
del 97 hice una especie de borrador de lo que me faltaba. Durante
una semana filmé aquí, en las oficinas de la Sacher, en
16 mm, las escenas que quería agregar, las hice ampliar a 35
y las monté con lo que ya tenía, para ver cómo
funcionaba todo y para comprender qué era lo que tenía
que filmar de verdad y qué no valía la pena. Algunas escenas
(la llegada de los albaneses, la declaración de la independencia
de Padania) las filmé dejándome sorprender por los acontecimientos.
Después de rodar ese bloque entendí cómo iba a
terminar la película: a fines de agosto, con mi cumpleaños.
¿Usted es de agosto, como Napoleón y Hitchcock?
¡Y Lina Wertmüller! (risas). Así fue: empecé
a compaginar, paré para filmar el final y retomé. Decidí
conservar sólo lo esencial, manteniendo una construcción
que me permitiera contar las cosas no de frente sino de una manera más
indirecta. Mucha gente se detuvo en esa especie de juego que hago con
el espectador, a propósito del documental sobre Italia que hay
en la película: cuando digo que no tengo ganas de hacerlo, que
lo hago por deber... ¡Y me acusaron de que prefería ir
a tomar capuccinos antes que filmar!
¿No es cierto que se iba a tomar capuccinos?
¡Sí, pero sólo entre la toma número
veinte y la veintiuno! Por otra parte, todo el material documental de
la película incluye una puesta en escena, que es el punto de
vista del realizador. Algunas escenas, incluso, fueron refilmadas más
tarde. Hizo falta mucho trabajo, tanto en el rodaje como en el montaje,
para alcanzar esa impresión de naturalidad.
¿Por qué no concedió ninguna entrevista en Italia
antes del estreno de su película?
Creo que el film se cuenta mejor por sí mismo, y también
que implícitamente cuenta el modo en que fue hecho. Si hubiera
dado una conferencia de prensa, habría banalizado sus ideas,
y los periodistas habrían banalizado mis propias banalizaciones.
El periodismo italiano de estos últimos años tiene tendencia
a reducirlo todo a una esquematización política. Como
por ejemplo cuando dicen: Moretti está decepcionado de
la política y vuelve a sus problemas personales.... Yo
siempre hice cine partiendo de mí mismo, siempre hice un cine
personal, que hablaba de mí (y también de los otros) a
través de una forma cinematográfica. La única vez
que abordé directamente un tema político, ¡todo
transcurría adentro de una pileta de natación! (Palombella
rossa, de 1989).
En Aprile se tiene la impresión de que todo lo que a usted lo
horroriza (el poder, la sociedad mediática) existe vía
la televisión. Y que eso lo motiva para hacer una película,
como una respuesta o una resistencia.
No tengo una vocación particular por el cine político
o cívico. Pero es increíble que nadie en el cine italiano
haya hablado de todo lo que pasó en estos años. Es como
si los realizadores y los productores de hoy pensaran que el cine que
trata cuestiones políticas o sociales fuera algo exclusivo de
cineastas mediocres. Lo que no hizo el cine italiano lo hizo el cine
inglés. Incluso se convirtió en un género: el cine
inglés realista, de bajo presupuesto, cada cineasta con su estilo,
todos contando la evolución de la sociedad inglesa. En Italia
ya no somos capaces de hacer algo así. Es una mezcla de incomodidad,
autocensura y falta de curiosidad. En Crímenes y pecados, uno
de mis Woody Allen preferidos, en un momento él se burla de Mussolini.
¡Allen, que vive en la otra punta del planeta! ¿Por qué
nosotros nos autocensuramos, en cambio? Quizá porque