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TNT
reestrena �las de cowboys�
La
ley del revólver
Aprovechando
el brote nostálgico del canal TNT (que estrena Dollar for the Dead, con
Emilio Estévez, y dedica los sábados a emitir los grandes westerns de
la historia del cine), José Pablo Feinmann se lanza a recorrer el lado
más salvaje del sueño americano: el indomable y lejano oeste de aquellos
gloriosos Sábados de Superacción. Y, como si fuera poco, explica cómo
los cowboys se defendían de los comunistas.
Por
JOSE PABLO FEINMANN
Se dice que John Wayne terminó de
ver A la hora señalada y dijo: ¡Esos comunistas del
Este han engañado al bueno de Gary!. El bueno de Gary era
Gary Cooper, que había hecho el papel del complejo, dubitativo,
tal vez medroso sheriff Will Kane en esa película que acababa de
ver Wayne antes de decir su malhumorada frase. Wayne, años después,
siempre en la década del cincuenta, haría la antítesis
de A la hora señalada. Haría Río Bravo, donde el
sheriff John T. Chance no es un débil demócrata que anda
rogando por la ayuda de los hombres del pueblo, sino un fuerte y decidido
republicano que decide arreglarse solo. A lo sumo, con un par de buenos
amigos: un borracho, un viejo desdentado y un jovencito.
El western se divide en dos. El western demócrata y el western
republicano. Si usted es sheriff de un pequeño pueblo y llegan
los villanos y usted empieza a recorrer el pueblo casa por casa pidiendo
ayuda, usted es un demócrata. Si usted es sheriff de un pequeño
pueblo y llegan los villanos y usted decide enfrentarlos solo porque se
trata de una cuestión de profesionales, porque su orgullo no le
permite otra cosa y porque cree que la amistad viril de dos o tres bravos
es lo único en lo que se puede confiar en la vida, usted es un
republicano.
Posiblemente Wayne tenía razón en eso que decía de
Cooper. Lo engañaron. Cooper era un buen amigo del macartismo y
lo hicieron protagonizar uno de los films más antimacartistas de
la era macartista, escrito por un perseguido (Carl Foreman) y destinado
a negar el coraje inconmovible del héroe del oeste norteamericano.
Wayne era más lúcido que Cooper en ese sentido. La tenía
muy clara. Todo aquello que introdujera dudas en la conciencia del héroe
era comunista. Los héroes del Oeste no dudan. Tal vez Wayne hubiera
adherido a la impecable frase de nuestro cowboy Aldo Rico: La duda
es la jactancia de los intelectuales. El sheriff Kane duda. El sheriff
Chance, no.
Como sea, el resultado de este choque dio dos formidables películas.
Pero la calidad de las películas no dirime la cuestión antagónica
que ambas plantean y que todo ser humano alguna vez se plantea a sí
mismo. A la hora señalada era clara en su problemática extrema.
Si el Mal viene hacia usted, ¿usted huye o lo enfrenta? Si todos
en su comunidad le dicen que se vaya, ¿usted se va o se queda?
Si decide quedarse, ¿pide ayuda a los demás o enfrenta solo
al Mal? Río Bravo se hizo para responder estas preguntas. Si el
Mal viene hacia usted (y, sobre todo, si usted es John Wayne, un héroe
norteamericano), usted no huye, usted lo enfrenta. Si todos en la comunidad
le dicen que se vaya, usted los manda al diablo y les dice que no es un
mariquita del Este. Y, por fin, si se queda y cumple el mandato
de los héroes usted se las arregla solo.
En sus tramos finales, A la hora señalada cede a las tentaciones
del héroe americano. Cooper se queda solo y solo enfrenta a los
pandilleros. Pero comete lo que tal vez haya sido para Wayne la más
grave mariconada de la película: a Cooper lo salva Grace Kelly.
Si no fuera por su mujer, el sheriff Kane hubiera muerto en la calle polvorienta
del pueblo solitario. ¡Una mujer salvando a un sheriff! Eso sí
era una inmundicia comunista.
EL LEJANO ESTE Las dos películas son
grandes pero por muy distintos motivos. (Incluso, añado, son tan
grandes que me seduce hacer pasar entre ellas la más densa de las
problemáticas planteadas por los films de cowboys.) A la hora señalada
es un film abiertamente moral, de enorme rigor. Carl Foreman, su inspirado
guionista, quiso expresar el miedo de la sociedad norteamericana ante
el macartismo por medio de esa comunidad egoísta, temerosa, que
niega su apoyo al sheriff Kane. Pero lo hizo de tan admirable modo que
uno en muchos y largos pasajes de la película les da
la razón a los hombres del pueblo. Kane debe irse. Es escoria del
pasado. Si suenan dos tiros en ese pueblo no vendrán capitales
del Este y el pueblo no podrá crecer. Es Kane quien atrae la violencia.
Es a Kane a quien vienen a buscar los malhechores. Que se vaya. Que no
arruine el futuro del pueblo tratando de salvar su amor propio, de demostrar
su viejo, perimido coraje. Ya no es tiempo de valientes, es tiempo de
hacer crecer al pueblo. Es tiempo de paz y de inversiones. Váyase,
Kane.
Kane se va, pero vuelve. Sabe que si se va vivirá huyendo. Decide
enfrentar a los pandilleros. Y acepta hacerlo solo. Sin embargo, el director
Fred Zinnemann y Gary Cooper (a quien los comunistas del Este
habían engañado hasta tal extremo que lo llevaron a una
interpretación formidable) expresan tan admirablemente la soledad,
la indefensión y hasta el miedo de Will Kane que uno no ve, en
Kane, a un hombre valiente, a un héroe del Far West, a un macho
man, sino a un hombre cuya moral lo impulsa más allá de
su miedo.
Río Bravo expresa su densidad y su gran belleza por
medio de otras temáticas. Es un film sobre la amistad viril. Tiene
uno de los comienzos más hermosos de la historia del cine. Dean
Martin aparece en una cantina. Música alegre, whisky, pandilleros.
Martin está harapiento y tiene la cara estragada por el alcohol.
Le pide una moneda a uno de los pandilleros para pagarse un whisky. El
tipo sonríe, acepta, extrae una moneda, la hace bailar destellante
entre su dedos y la arroja dentro de una escupidera. Martin se inclina
y ya está por meter su mano en la escupidera, aceptando la humillación,
su degradación moral. Una patada hace volar la escupidera. Contrapicado
de la imagen del sheriff Chance, desde el punto de vista de Martin. Se
lo ve imponente a Chance, se lo ve como a John Wayne. Es todo.
Wayne rescata a Martin de su degradación moral y se lo lleva a
la cárcel. Luego lo ayuda a rehabilitarse. Martin se convierte
en su amigo y en el hombre que lo acompañará en la lucha
contra el Mal. Así era la vida para Howard Hawks. Una cuestión
de hombres que se resolvía entre hombres. En Río Bravo la
mujer es lateral, no lo es en A la hora señalada. Tal vez comprendamos
ahora por qué, para Wayne, el film de Carl Foreman y Fred Zinnemann
(con su víctima Gary Cooper) era una peli de maricas comunistas.
Y por qué Río Bravo era su coherente respuesta. No obstante,
los hombres no son solamente amigos. También tienen miedo y se
sienten solos. Tienen debilidades. Y si quien las tiene es un duro marshall,
todo se complica y se vuelve fascinante. Yo admiro Río Bravo, pero
mi western, el que siempre me conmovió por su honda complejidad,
es A la hora señalada.
AL OESTE DEL PARAISO Siempre me resultó
difícil escribir sobre los westerns. Me resultan tan inagotables,
tan inabarcables, que me intimidan. Cada vez que pienso escribir algo
sé que será tanto lo que habrá de quedar afuera que
no puedo sino detenerme. Todo está en ellos: la naturaleza, los
indios, el coraje, el miedo, la crueldad, el amor, la muerte. En Más
corazón que odio, John Wayne y Jeffrey Hunter buscan durante toda
la película a Natalie Wood, que fue secuestrada por los indios.
Cuando la encuentran ella es una squaw, la mujer de un guerrero. Wayne
decide matarla, Hunter protegerla y devolverla a su familia. Hay pocas
imágenes que puedan resultarme más antipáticas que
la de John Wayne entrando al galope y a los tiros en una aldea india.
Sin embargo, cuando encuentra a la india Wood (que se llama Debbie), la
acorrala con su caballo, desmonta, la alza en sus brazos y le dice Vamos
a casa, Debbie, yo siento que pocas veces el cine entregó
tanto amor, tanta piedad. (El título en castellano es deliciosamente
gráfico: Más corazón que odio. ¿Por qué
no mató Wayne a la indiecita Debbie? Porque tenía más
corazón que odio. Una maravilla del sentimentalismo kitsch.)
En Duelo de titanes (con Burt Lancaster y Kirk Douglas), John Sturges
juega con el sudor de los caballos, el sol y los balazos. En El tesoro
del ahorcado (una de las que se verán en el ciclo de TNT), también
John Sturges se deleita exhibiendo los matices de la villanía en
un Richard Widmark que fuma unos cigarritos largos y finos, lanza cuchillos
y se ríe durante toda la peli del nabo de Robert Taylor. Si en
La diligencia John Ford había exhibido al indio como el Mal absoluto,
en los 60 y en El ocaso de los cheyennes filma el primer enfoque revisionista,
la primera película de Hollwyood que adhiere al destino trágico
de los hombres de piel cobriza. En los 40 están Conciencias muertas
de William Wellmann y Río Rojo de Howard Hawks. (En esta peli estaba
Montgomery Clift, que era un actor de método, intelectual. Los
otros eran John Wayne, Ben Johnson, Ward Bond, hombres duros. Cierto día,
Clift llega al rodaje y se mantiene alejado, dando vueltas con su caballo.
Hawks le dice a un asistente que le diga que venga, que tiene que filmar.
Clift responde que aún no puede ir porque no está en character.
Hawks se indigna, lo hace llamar y le dice: Vea, joven, la próxima
vez usted se me viene meado, cagado y en character. Del modo que
haya sido, Clift, como siempre, está formidable en Río Bravo.)
John Sturges hace en Conspiración de silencio otro de sus grandes
films, esta vez con el inmenso Robert Ryan como villano central y con
otros dos villanos no menos memorables: Ernst Borgnine y Lee Marvin. Cowboy
de medianoche es un western. Paris-Texas es un western. Asalto al precinto
13, de Carpenter, es un western, y no sólo eso, sino además
una cuasi remake de Río Bravo. Y, ahora, la gente de TNT nos trae
Dollar for the Dead. ¿Qué es esto?
LAS MUJERES TAMBIEN MONTAN
Sólo es posible entender Dollar for the Dead como un homenaje tardío
a la estética de Sergio Leone. Todos saben quién fue Sergio
Leone. Un señor gordo y de pocas pulgas que empezó a filmar
westerns en Almería, España. Adolfo Aristarain trabajó
con él y cierta vez me dijo: Un mal bicho. De todos
modos, Leone revoluciona el western desde Europa. Y con un actor decisivo
en la historia del género: Clint Eastwood. Por un puñado
de dólares, Por unos dólares más y El bueno, el malo
y el feo: la estética de Leone es la del western sucio (ya estaba
presente en el ominoso barro de El desconocido), con vaqueros barbudos,
siniestros, violadores, asesinos de criaturas. Se considera que su obra
maestra es Érase una vez en el Oeste, en la que Henry Fonda asesina
a un niñito, para horror de todos quienes siempre vieron en el
viejo Fonda un hombre de impoluta integridad. Leone filma con encuadres
obsesivamente detallistas. Y es, qué duda cabe, un narrador brillante.
Fue continuado y superado (largamente superado, creo) por el mismo Clint
Eastwood, quien habría de dirigir y protagonizar inmortales westerns:
El jinete pálido y, sobre todo, Los imperdonables. Y habría
de ser parodiado en una peli insoslayable: Rápida y mortal.
Este film de Sam Raimi va más allá que todas las parodias
o imitaciones que se han hecho de Leone-Eastwood. Tanto, que ya no es
parodia ni imitación sino un film con propia, desmesurada personalidad.
Sharon Stone, como si fuera un Eastwood-hembra, llega a un pueblo manejado
por un villanísimo Gene Hackman con el propósito de vengar
a su padre. A quien, claro, el propio Hackman asesinó cruelmente
años atrás. Hay un concurso de tiro. Quién desenfunda
antes, quién mata al otro. Por ahí anda un Leonardo DiCaprio
pre-Titanic, que se luce ampliamente. Sharon está formidable, Hackman
soberbio, Raimi dirige brillantemente y se permite encuadres asombrosos.
Todo bien. Que no es lo que ocurre con Dollar for the Dead.
¿Alguien puede ver en Emilio Estévez un sucesor de Eastwood?
¿Para esto hemos llegado a los noventa? Petisito, barbudo, inexpresivo,
atlético porque sí, se tira al aire como un arquero, parece
Chilavert con pistolas. Hay una sola escena memorable: Estévez
tiene en su mano un vaso de whisky, desenfunda, mata a su enemigo, y vuelve
a agarrar, en el aire, antes de que llegue al piso, su vaso de whisky.
No está mal.
EL EXTREMO OESTE ¿Por qué es
un género tan transitado el western? Todo es extremo en las salvajes
tierras del Oeste. En cada situación se juega la vida. Toda situación
es límite. Se es valiente o se es cobarde. Se vive o se muere.
Se es rápido y mortal o lento y cadáver. Sólo algo
debilita al género durante los días que corren: no ofrece
demasiadas posibilidades a los efectos especiales. Y también y,
creo, sobre todo, se hicieron tantos y tan buenos westerns que es muy
difícil añadir algo mejor. Wayne, Cooper, Stewart, Widmark,
Ryan, Eastwood ya han dicho su palabra. Y se rompieron. Si lo que sigue
es Emilio Estévez, será mejor enfundar, montar y volverse
a casa. Como quien se desangra.
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