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Zafra en la Alianza Francesa

Gente trabajando

El trabajo como se lo entendía antes está desapareciendo. Antes de que termine de desaparecer, el fotógrafo Dani Yako decidió volver a las fuentes y, provisto de abundantes atados de cigarrillos, recorrer la Argentina buscando a la clase obrera. A ese impresionante proyecto, que ya lleva nueve años de silencioso desarrollo, pertenecen estas imágenes de la zafra tucumana que se exhibirán desde el 5 de mayo en la Alianza Francesa (Córdoba 946).

Por DOLORES GRAÑA

El señor de pañuelo podría venir de cualquier país de Europa oriental. Ceño fruncido y cara de saber cómo seguir adelante mientras aferra decidido un tablón. El de atrás, por el contrario, se limita a sonreír crípticamente a la nada. O a nada que pueda verse desde aquí, lo que no hace más que aumentar el misterio y la enormidad de la alegría. Si el trabajo es, como dicen, universal en sus miserias y esplendores, eso es algo que comparten estas fotografías. Cuando se descubre que el probable campesino ruso es, en realidad, un zafrero tucumano, nada modifica el equilibrio del momento, ciertamente desprovisto de esa pátina de conmiseración que reluce en algunas obras documentales antropológicas. No hay nostalgia alguna (ni del barro ni de tiempos mejores) en las fotografías de Dani Yako. Sólo una pequeña muestra, en violento blanco y negro, de lo que significa trabajar para ganarse la vida en la Argentina.

NUNCA CON LA PATRONAL“La denuncia nunca es mi intención. Lo que me interesa es armar preguntas, más que dar respuestas”, dice Yako. Las preguntas que genera ver Zafra son muchas, más allá del modo en que la distancia geográfica se convierte en un tipo de distancia diferente, bastante más difícil de cubrir. Esta muestra es parte de un proyecto en el que Yako trabaja hace nueve años, intentando reflejar un panorama de las diferentes modalidades del trabajo en la Argentina. Pero atención: todas ellas en franca retirada, como lo demuestran sus ensayos sobre, entre otros, los talleres de ferrocarril en Remedios de Escalada, las minas de carbón en río Turbio, las fábricas de televisores en Ushuaia y de ladrillos de barro en Santiago del Estero, la cosecha de tabaco en Misiones y la pesca en Mar del Plata: Argentina potencia. “Todo surgió cuando fui a Río Turbio porque había leído un par de cosas sobre la crisis. Mi primera experiencia fue mala, porque fui con contactos de la empresa Yacimientos Carboníferos Fiscales, y los obreros sospechaban de mis intenciones, creían que estaba con la patronal. Desde ahí empecé a contactarme con sindicatos y cooperativas. El segundo viaje, por suerte, estuvo todo bien, me consideraron uno más de ellos y charlamos mucho sobre los problemas que tenían. A Tucumán fui con la cooperativa y, aunque se hizo difícil, todo el tiempo traté de demostrar que yo también soy un trabajador, que no piensen que llego haciéndome el superior. El primer día trato de no hacer fotos, sino de interiorizarme de lo que pasa. Y lo más importante es llevar muchos cigarrillos, porque el tabaco es siempre una forma de relación: como no hay demasiada guita, arman cigarrillos con cosas nauseabundas. Así que me recibían siempre al grito de Ahí viene Camel.”

VENGO DE LA REALIDAD Las fotos de Dani Yako insisten en elevarse por sobre las categorías de la miseria y desesperación, buscando un modo menos estridente y obvio de reflejar la vida de los zafreros. Pero todo intento de ingresar en un mundo eminentemente ajeno lleva consigo los peligros (o las ventajas) de mirar desde afuera y, a la vez, tratar de leerlo desde adentro: “Me siento más fotógrafo que periodista, y estos ensayos no tienen un discurso lineal. Yo trabajo con la realidad, pero el fotógrafo, con su sola presencia, modifica la realidad: está visto que la gente hace las manifestaciones para la televisión. Pero para ser sincero, si modifiqué algo, no me molesta demasiado. Yo empecé haciendo fotografía periodística y sólo después, mucho después, vino el planteo de si podía construir algo sin depender de lo que pasaba en la actualidad. Esa duda subyace todo el tiempo en lo que hago. Lo que sé es que vengo de la realidad y sigo apegado a ella, a una forma de fotografiar. No sé hacerlo de otra forma”.

EL FIN DE LAS MASAS La naturalidad aparente de los fotografiados quizá resida en la intención predominante del ensayo: tratar de lograr un equilibrio entre la intromisión necesaria para reflejarlos y la “realidad” del momento fotografiado. Entonces, protagonista y marco –trabajador y naturaleza muerta con caña de azúcar– se vuelven igualmente imprescindibles para lograr ese tono ambiguo, demoledor y epifánico por partes iguales, en donde los motivos de las cañas se repiten en los trabajadores sin nada de casualidad. Vida y trabajo son origen y resultado de lo mismo. Lo que sobrevuela Zafra es la resistencia a tomar partido del todo, a convertir una historia en una lección moral. Lo que la convierte en una selección de pequeñas verdades contenidas en sí mismas. “Los comentarios que me hacen son siempre ¡qué miseria! y estando ahí no se siente para nada: los tipos trabajan con una dignidad increíble, con sueldos de doscientos cincuenta pesos por jornadas de nueve horas. Por eso yo, con las fotos, no puedo tener ideas preconcebidas, sólo fantasías. Ante situaciones como ésta uno reacciona como puede: yo esperaba cien tipos en la zafra y con suerte encontré cinco, pero bueno, las cosas son así. Siempre termino con la sensación de que un solo tipo laburando permite esos pequeños gestos con los que me identifico y también es cierto que las grandes masas se acabaron para siempre. Es que yo fui comunista y sigo creyendo que la clase obrera merece algo mejor. Ir al paraíso, quizás.”