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Zafra en la Alianza Francesa Gente trabajando El trabajo como se lo entendía antes está desapareciendo. Antes de que termine de desaparecer, el fotógrafo Dani Yako decidió volver a las fuentes y, provisto de abundantes atados de cigarrillos, recorrer la Argentina buscando a la clase obrera. A ese impresionante proyecto, que ya lleva nueve años de silencioso desarrollo, pertenecen estas imágenes de la zafra tucumana que se exhibirán desde el 5 de mayo en la Alianza Francesa (Córdoba 946). Por DOLORES GRAÑA El señor de pañuelo podría venir de cualquier país de Europa oriental. Ceño fruncido y cara de saber cómo seguir adelante mientras aferra decidido un tablón. El de atrás, por el contrario, se limita a sonreír crípticamente a la nada. O a nada que pueda verse desde aquí, lo que no hace más que aumentar el misterio y la enormidad de la alegría. Si el trabajo es, como dicen, universal en sus miserias y esplendores, eso es algo que comparten estas fotografías. Cuando se descubre que el probable campesino ruso es, en realidad, un zafrero tucumano, nada modifica el equilibrio del momento, ciertamente desprovisto de esa pátina de conmiseración que reluce en algunas obras documentales antropológicas. No hay nostalgia alguna (ni del barro ni de tiempos mejores) en las fotografías de Dani Yako. Sólo una pequeña muestra, en violento blanco y negro, de lo que significa trabajar para ganarse la vida en la Argentina.
EL FIN DE LAS MASAS La naturalidad aparente de los fotografiados quizá resida en la intención predominante del ensayo: tratar de lograr un equilibrio entre la intromisión necesaria para reflejarlos y la realidad del momento fotografiado. Entonces, protagonista y marco trabajador y naturaleza muerta con caña de azúcar se vuelven igualmente imprescindibles para lograr ese tono ambiguo, demoledor y epifánico por partes iguales, en donde los motivos de las cañas se repiten en los trabajadores sin nada de casualidad. Vida y trabajo son origen y resultado de lo mismo. Lo que sobrevuela Zafra es la resistencia a tomar partido del todo, a convertir una historia en una lección moral. Lo que la convierte en una selección de pequeñas verdades contenidas en sí mismas. Los comentarios que me hacen son siempre ¡qué miseria! y estando ahí no se siente para nada: los tipos trabajan con una dignidad increíble, con sueldos de doscientos cincuenta pesos por jornadas de nueve horas. Por eso yo, con las fotos, no puedo tener ideas preconcebidas, sólo fantasías. Ante situaciones como ésta uno reacciona como puede: yo esperaba cien tipos en la zafra y con suerte encontré cinco, pero bueno, las cosas son así. Siempre termino con la sensación de que un solo tipo laburando permite esos pequeños gestos con los que me identifico y también es cierto que las grandes masas se acabaron para siempre. Es que yo fui comunista y sigo creyendo que la clase obrera merece algo mejor. Ir al paraíso, quizás. |