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Vale decir



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Boogie El Aceitoso


A sangre
fría

A pesar de ser un mercenario sin patria nació en Córdoba, en la revista Hortensia. Desde entonces se lo vio aparecer en revistas y libros a lo largo de veinticinco años impenitentes. Siempre duro, siempre cínico, tan temible como impenetrable, Boogie logró lo que pocos escritores han conseguido: que se recopilen todas sus sucias aventuras. A propósito de la aparición de Todo Boogie en volumen de lujo editado por De La Flor, Roberto Fontanarrosa, su creador, cuenta sus orígenes y sus cambios a través del tiempo, y confiesa que sí: lo quiso mucho. Sobre todo por su sutileza.

Por CLAUDIO ZEIGER

Cuando Boogie nació, allá por el año 1972, no se utilizaba la expresión políticamente correcto para trazar la línea divisoria entre lo que está bien y lo que está mal decir públicamente cuando se es un político, un intelectual o un artista. Por poner un ejemplo, hoy no está nada bien decir en plena campaña electoral o por TV: “Si hay algo que odio más que a los sucios hippies, es a Greenpeace”. No es nada progresista afirmar que “el negro no es un color, es la ausencia de color... y de cerebro”. O declarar, como hizo Boogie cuando le preguntaron qué pensaba del asesinato de John Lennon: “Todavía faltan tres”. Estas citas casi recogidas al azar de su gruesa obra completa, no son otra cosa que perlas negras del pensamiento vivo de Boogie El Aceitoso, el personaje de historieta más políticamente incorrecto del humorismo nacional. Todo el tiempo, durante sus veinticinco años de vida, Boogie dijo frases por el estilo. Y, no conforme con ello, reafirmaba sus dichos con actos tales como pegarle a las mujeres, liquidar tipos que acababan de confesarle sus penas (sí, muchas veces Boogie mató por piedad) y disparar a los transeúntes desde la ventana de su departamento como simple hobby o descarga emocional.
Claro, ya en 1972 –cuando su intimidante estampa apareció por primera vez en la excelente revista cordobesa de humor Hortensia– no estaba nada bien pensar y actuar así, pero lo cierto es que nadie las tomaba como incorrecciones políticas del personaje o de su creador, el escritor y humorista Roberto Fontanarrosa, sino lisa y llanamente como expresiones que en forma más sutil podían llegar a encarnarse (ya en serio, no como parodia) en uno de los héroes de Boogie: John Wayne. Poniendo todo el tiempo la mira en las mujeres y los negros, defendiendo las peores causas, amando sus armas por encima de todas las cosas, así nació este mercenario que estuvo en Vietnam y en la contra nicaragüense, que fue guardaespaldas, matón y asesino a sueldo. Su encanto –según pudo comprobarse a lo largo del tiempo– reside en que podemos estar seguros de que jamás va a retractarse.

LOS DUROS TAMBIEN NACEN La flamante aparición de un grueso y excelente volumen que, tal como indica su nombre –Todo Boogie– reúne todos los libros publicados entre 1974 y 1995, reblandece a Roberto Fontanarrosa –ya que a Boogie nada lo reblandece– y lo lleva a confesar las circunstancias bastante accidentales del nacimiento del personaje. Cuenta que fue un guiño y un regalo para su amigo el dibujante y humorista Crist, que trabajaba en Hortensia y era amante de las historietas de aventuras y de las películas de acción. Entre varios dibujos a tinta (uno de ellos el de un gaucho que parodiaba a la literatura gauchesca y que luego se haría muy famoso con su nombre de sanitario) había uno que parodiaba a Clint Eastwood en Harry el Sucio. “Como era una referencia a Harry el Sucio, tenía que ser Boogie el algo. Por eso le puse El Aceitoso”, cuenta hoy Fontanarrosa. Pero le queda un dejo de remordimiento por haber utilizado el nombre Boogie. “Si en ese momento hubiera sabido que iba a seguir con el personaje, le habría puesto un nombre que se escribiera y pronunciara de la misma forma, para evitar confusiones. En ese momento tampoco tenía idea de que a Bogart le decían Boogie. El personaje no tenía que ver con él sino con Clint Eastwood”. (Nota: a Boogie no le gustan las películas de Harry el Sucio porque las considera simples películas de amor).
Lo cierto es que, sin dudar, Crist le pasó la historieta a Alberto Cognini, el director de Hortensia, y fue publicada inmediatamente, sin avisarle a Fontanarrosa. “En ese momento yo estaba publicando chistes en revistas. En la siguiente entrega a Hortensia mandé unas cuantas historietas de distintos temas. Había una sobre westerns spaghetti, una policial, y también una gauchesca. Pero no tenía la intención de seguir con ningún personaje, porque no me quería atar a ningún tipo de compromiso. Bueno, la gauchesca fue el origen de Inodoro. Con Boogie no tenía mucha idea de cómo iba a ser el desarrollo, pero resultó que Cogninio presentó bajo el subtítulo Los torturados del cine americano y entonces agarré por ese lado. Por eso en las primeras historietas Boogie siente culpa e incluso va al psicoanalista. Después no. Después fue un duro sin culpas”.

SEGUN PASAN LOS AÑOS En las primeras páginas de Todo Boogie, el mercenario tirado en el diván se lamenta: “Oh, doctor, ¿usted también en mi contra?”. O se recrimina a sí mismo: “Oh, Boogie, eres un blando. Nunca has soportado ver llorar a una mujer”. Eso no quita que después mate a tiros al psicoanalista o a esa mujer, precisamente para no verla llorar. Más adelante, Boogie se planta como un duro sin fisuras y, paradójicamente, más sincero. “Debería matarlo ahora que es pequeño. Dentro de tres años me matará él”, reflexiona después de darle a su hijo un arma belga de alta precisión con la única advertencia de “no te lo pongas en la boca”.
Con el paso de los años, Boogie también cambiaría su aspecto físico, y en cierto modo, como analiza Oscar Steimberg en una entrevista que se reproduce en el libro, fue envejeciendo (a diferencia de la mayoría de los héroes de historieta) y, lo más interesante, madurando. Steimberg observa que Boogie se convirtió, en veinte años, en una suerte de gángster sabio, que “se ha serenado y ya no protagoniza todas las historias”. Fontanarrosa acuerda con esta reflexión y alega sus razones para haber cambiado físicamente al personaje: “Los personajes siempre cambian porque el estilo del dibujo va cambiando, pero eso es siempre paulatino. Yo mismo, si reviso el libro, me doy cuenta de cómo fue variando. Por ejemplo, era atlético y fue engordando, se fue haciendo más pesado. Esos cambios son prácticamente involuntarios. En lo que sí hubo un giro deliberado fue en pasarlo de centro de atención a personaje lateral. Una especie de testigo de las historias que le cuentan otros. Y eso fue porque, dadas las características del personaje, siempre terminaba igual: cagando a tiros o pegándole al otro. Así se empobrecía el humor”.
Por su trabajo de custodio o guardaespaldas, Boogie está siempre en segundo plano, y Fontanarrosa aprovechó esa circunstancia para meter otros personajes. “Aunque, a pesar de estar más sosegado, cada tanto tiene que reafirmar sus principios y cagar a tiros a alguien. Yo siempre tomé como ejemplo Alack Sinner, la historieta de Muñoz y Sampayo. El personaje iba a un bar, el Bar de Joe, y luego la historieta pasó a llamarse El Bar de Joe, donde ingresaban nuevos personajes”.

BOOGIE SICARIO Después de su aparición en Hortensia en los años setenta, Boogie El Aceitoso pasaría por la revista Humor, después por Fierro, haría una breve aparición en La Maga y ahora visita las páginas dominicales de Rosario/12. Tuvo una circulación más subterránea que Inodoro Pereyra (presencia insoslayable en medios masivos y casi convertido en una estampa-símbolo de la Argentina paupérrima, junto a su perro Mendieta). Pero, beneficiado por ser al fin y al cabo un mercenario trasnacional, llegaría al exterior. Algo que no logró Inodoro. “La experiencia de Boogie en diarios masivos es mala, provoca reacciones extrañas”, dice Fontanarrosa y da el ejemplo de Colombia, donde a instancias del humorista Daniel Samper empezó a salir en El Tiempo de Bogotá. “Se publicaba en el cuerpo del diario, y hubo muchas cartas cuestionando al personaje y la apología de la violencia, que algunos creían que lo emparentaba con los sicarios. Pero las cartas más inquietantes eran las que apoyaban al personaje, de parte de gente que no captaba ni la parodia ni la ironía en lo que dice Boogie. Después lo pasaron al suplemento humorístico y allí encontró un lugar más tranquilo”. El medio donde por más tiempo se publicó Boogie es Proceso de México, una revista de información general. Durante años salió en la contratapa. “Hace dos años me invitaron a un encuentro de historieta en México y me encontré con que allá es un personaje muy popular, así que me planteé que podía hacer el esfuerzo de seguir dibujándolo, pero no me motiva del todo. Porque no te llega la repercusión, salvo que viajes”.

INTERPRETANDO A BOOGIE Además de ser analizado desde la semiología, Boogie fue acosado por el psicoanálisis y la mirada femenina. Increíble pero real: en Todo Boogie el psicoanalista Juan Carlos Volnovich interpreta el apodo de el aceitoso (“las cosas le resbalan, no le dejan marcas”, dice) y con respecto a la contundencia de sus opiniones sobre las mujeres, los negros y los hippies, dice que Boogie “despliega eso que los psicoanalistas conocemos bien: la honestidad del perverso”. Por su parte, la humorista Maitena, fanática declarada de Boogie, dice no saber si es machista o misógino (“hasta me atrevería a decir que quizá sea gay” se aventura, temeraria) pero está convencida de que cada tanto Boogie delata cierto corazoncito. “Lo que sucede es que, pobrecito, vaya a saber lo que le pasó durante la infancia. Yo creo que podría seducirlo y hacerlo feliz. Conmigo sería bueno”. Este último punto de vista y deseo de Maitena es discutible, sobre todo si uno se remite a las palabras del propio analizado, cuando a la pregunta de qué siente cuando mata a un hombre, Boogie contesta, impasiblemente literal: si uso silenciador no siento nada. ¿Será la honestidad del perverso?

FUE BUENO MIENTRAS DURO Dejemos entonces tranquilo a Boogie con las interpretaciones. Podría concluirse esta nota en forma más o menos contundente con otra de las tantas frases de su vidriosa ironía (ejemplo: “No creo que los niños de hoy sean felices como en mi época, que quemábamos gatos con napalm. Eramos simples”). Ahora que está la obra completa terminada y disponible, y que todo tiene gusto a final (Fontanarrosa ya no ha vuelto a dibujarlo desde el último álbum y declara no tener ese impulso por el momento), es preferible concluir preguntándole si alguna vez lo quiso a Boogie. “Sí”, contesta sin dudar. “Si no, no podría haberlo hecho. Yo digo que es la antítesis mía, o será que en un rincón del corazón yo querría tener esa impunidad, ese manejo de la violencia y esa capacidad física de Boogie. La pureza de los superhéroes siempre me hinchó las pelotas. Los villanos son mucho más atractivos. Y, si bien Boogie es inescrupuloso, también tiene un grado de sutileza. No será un intelectual, pero...”.