Jenny Holzer en Buenos Aires Aforismos de fin de siglo Ha sido comparada con Marcel Duchamp por sus actitudes artísticas y con Andy Warhol por los usos y efectos de su obra. Sus letreros de textos luminosos (sentencias y aforismos tan impersonales como polémicos) buscan �y siempre logran� el estímulo y la respuesta masivos. Radar dialoga con Jenny Holzer sobre la muestra que prepara para noviembre en el Centro Cultural Recoleta y diversos lugares públicos de Buenos Aires. Por FABIAN LEBENGLIK Pocos
artistas contemporáneos pueden darse el lujo de márgenes
tan exiguos para sus obras. Pero esto es fácilmente explicable
en Jenny Holzer, porque buena parte de su producción de los últimos
quince años una cruza entre arte conceptual y minimalismo
consiste en textos transcriptos sobre los más diversos soportes.
Su lenguaje directo busca -y siempre logra el estímulo
y la respuesta masivos. Pasó por Buenos Aires para familiarizarse
con la ciudad, porque en noviembre próximo hará una gran
muestra en el Centro Cultural Recoleta (y muy probablemente en otros
espacios urbanos), donde incluirá sus textos anónimos
e impersonales a modo de verdades modernas. Radar conversó
con la artista neoyorquina, que venía de hacer una recorrida
por Buenos Aires durante la cual eligió edificios y espacios
públicos que le interesaron para usar como escenario y complemento
de sus letreros de textos luminosos. EL DESCUBRIMIENTO DE LA PALABRA Jenny Holzer nació en Gallipolis (Ohio) en 1950. Luego de hacer estudios sistemáticos de pintura, grabado y otras técnicas artísticas, se formó en diseño y comenzó su carrera como pintora abstracta, interesada por algunos expresionistas abstractos norteamericanos, especialmente Mark Rothko y sus campos de color. Pero en 1977 se volcó de la pintura a la escritura: comenzó a escribir una extensa serie de frases de un solo renglón con una vieja máquina de escribir. Todos los artistas de mi generación tenían una obra vasta mientras yo seguía con esas hojitas mecanografiadas, que eran como poemas objeto, recuerda Holzer. Su dedicación obsesiva a transcribir estas frases comenzó como una parodia: algo así como hacer una antología de las grandes verdades de Occidente. Aquellas primeras frases, reunidas en grupos de varias decenas, formaron parte de las primeras muestras callejeras de la artista, que las exhibía en diferentes posters. Una nueva serie siguió a aquella: los Ensayos incendiarios, basados en textos de Lenin, Mao, Hitler, Trotsky, etc. De los posters pasó a ocupar todas las superficies imaginables, empezando por remeras, sombreros, pasajes, boletos, stickers. Entonces el trabajo derivó de las grandes ideas a la vida cotidiana. En 1982 creó un proyecto para presentar en la gigantesca pantalla de Times Square en Nueva York: allí los textos podían variar el color, la familia tipográfica, el diseño, la frecuencia, la composición y descomposición de las frases. Provenientes de las más diversas fuentes, y con los más variados puntos de vista, las frases de Holzer son concisas, pragmáticas, categóricas, sinceras y tan plenas de ideología como contradictorias. Pero la neutralidad del soporte de esas frases es la que obliga al espectador a tomar una posición, a situarse en relación con el sentido de esa frase. LOS BANCOS DE PLAZA HABLAN Desde mediados de los 80 la artista comenzó a combinar, en sus muestras en museos y galerías, los tableros electrónicos con la escritura sobre granito, mármol y ónix (en el asiento y en los bordes del asiento de bancos de plaza), dándole diferente naturaleza y sentido a las frases. Holzer fue puliendo las frases propias como si se tratara de sentencias milenarias, borrando toda noción de autoría y temporalidad. Después cambió el tono neutral para pasar a instancias socialmente más representativas, expresando voces de minorías reconocibles: experiencias privadas y opiniones de amante, madre, feminista, luchadora social, militante psi, etc. Cuando se le preguntó el porqué de este cambio, Holzer contestó: Creo con John Lennon que la mujer sigue siendo el negro del mundo. Incluso escribió una serie de lamentos, sobre la enfermedad y la indiferencia del mundo ante la muerte y el dolor. Su interés fue corriéndose de lo político a lo literario y de allí a lo lingüístico. En 1987 se consagró con dos muestras en el corazón de Europa: participó de la Documenta de Kassel y del Proyecto Escultórico de Münster. A los letreros luminosos y los bancos de piedra agregó pisos de mármol en damero con inscripciones. Las instalaciones de este tipo parecen darle a los lugares públicos una liturgia laica, casi totémica. A partir de entonces comenzaron a llegarle encargos de todo el mundo para instalar obras permanentes en plazas y edificios públicos históricos. PEQUEÑA ANTOLOGIA HOLZER Los que no trabajan con sus manos son parásitos. Las corporaciones no son responsa-bles. El crimen contra la propiedad es rela-tivamente poco importante. La moderación mata al espíritu. La propiedad privada creó el crimen. La religión causa tantos problemas como los que resuelve. Las palabras tienden a no ser adecuadas. Las personas estúpidas no deben procrear. Para no ser aburrido hay que ser extremista. Los miedos antiguos son los peores. No confíe demasiado en los expertos. DEL
GUGGENHEIM AL REICHSTAG En 1990 Holzer presentó una gigantesca
instalación en el Museo Guggenheim de Nueva York. Consciente
de que la potencia arquitectónica del edificio circular suele
tragarse la obra que se coloca en su interior, Holzer colocó
una secuencia de 160 metros de displays electrónicos sobre la
baranda de la rampa espiralada (ver foto), con textos en tres colores,
de una duración de lectura aproximada de 105 minutos. Los cambios
de secuencias, recorridos, frecuencias, velocidades, idas y vueltas
de los textos que, a su vez, generaban un especial desplazamiento
de los espectadores, sumados a una instalación de bancos
con inscripciones en el primer nivel y en el último, hicieron
de esta muestra una de las más comentadas y visitadas en la historia
de ese museo. |