El
primer Berni en Ruth Benzacar
Yo
también fui un
surrealista
La
insólita beca que le dio el Jockey Club de Rosario al joven Antonio
Berni en 1925 tuvo efectos seguramente aciagos para aquellos
mecenas y sumamente fructíferos para el propio Berni y sus futuros admiradores.
Primero fue la famosa conferencia de Marinetti anunciando el futurismo,
luego la pintura de De Chirico. En poco tiempo, Berni empezó a frecuentar
a Louis Aragon y André Breton y a manifestar la influencia del surrealismo
en su pintura. Si bien le llevó poquísimo tiempo asimilar esa influencia
y derivar hacia el portentoso realismo que caracterizaría su obra, Berni
siguió reivin-dicando siempre la influencia del surrealismo en él, tal
como lo demuestran las telas que se exhiben en Ruth
Benzacar hasta el 12 de junio.
Por
MARCELO E. PACHECO
La
historia es bien conocida: Madrid, París y algunos viajes aislados;
la conferencia de Marinetti anunciando el futurismo, el impacto de la
pintura de Giorgio de Chirico y el surrealismo de André Breton
y Paul Eluard; los cursos de André Lhote y Othon Friesz relacionados
con una vanguardia de corte académico; la participación
en el Grupo de París junto a Horacio Butler, Raquel Forner, Héctor
Basaldúa y Alfredo Bigatti; la amistad con Lino Enea Spilimbergo
y los intercambios con Louis Aragon y Henri Lefebvre; el interés
por las ideologías de izquierda y la participación en
el Movimiento Antiimperialista; las lecturas de Freud, Marx, Rimbaud,
Latreaumont y Gide y la bohemia con Leopoldo Marechal, Jacobo Fijman
y Oliverio Girondo; la primera aproximación al mundo del grabado
guiado por Max Jacob; el casamiento con Paule Cazenave y el nacimiento
de su primera hija, Lily; la polémica con Butler y la presencia
en el Salón de Pintores Modernos organizado por Alfredo Guttero.
Todo ocurría entre 1925 y 1930, primero con una beca del Jockey
Club de Rosario y después con el apoyo del gobierno de la provincia
de Santa Fe. En 1930, con el golpe de estado militar-conservador, el
inicio de la depresión y de la Década Infame, Berni regresaba
a la Argentina y se instalaba en Rosario.
Hasta
que uno encuentra su propio camino, siempre hay influencias. Cuando
se es joven uno no tiene una actitud de resistencia; es más bien
permeable por los cuatro costados. Y aun después que un artista
encontró su estilo, sigue recibiendo influencias. Lo que pasa
es que uno las asimila críticamente y sabe cómo transformarlas
en cosa propia y personal. Y no son solamente influencias artísticas,
de un pintor o de varios o de una escuela. Hay influencias intelectuales,
filosóficas, políticas, morales. (Antonio Berni,
1976)
Después de sus óleos pintados en España y en Francia,
marcados por la presencia de la pintura metafísica y los impulsos
del neoexpresionismo y el postfauvismo, Antonio Berni desarrolla el
primer ciclo clave de su extensa carrera. Se trata de un conjunto no
demasiado numeroso de óleos, témperas y collages, la mayoría
realizados entre 1930 y 1932. De los ismos disponibles en
París, el argentino había optado finalmente por una reelaboración
del surrealismo, dejando atrás sus experiencias más cercanas
a la escuela de París. Elige el movimiento más narrativo,
un estilo que crece desde su capacidad de poner en escena un texto y
que se abre a iconografías inesperadas y provocativas. Desde
esta primera adaptación de un estilo dado, Berni ya prepara una
estrategia, que es el espinel sobre el cual tensa su carrera. El estilo
se transforma en un espacio constante de citas y apropiaciones, de reflexión
y afirmaciones. El surrealismo de sus cuadros argentinos indaga las
relaciones ideológicas y formales entre la tradición y
la modernidad, entre el clasicismo y la vanguardia bajo la influencia
decidida de la pintura metafísica de De Chirico. Las ambigüedades
son constantes: interiores y exteriores, escenografías cuadrangulares
y planos intensamente rebatidos, cuerpos desmembrados y objetos gigantescos,
vistas que se abren sobre horizontes marítimos y muros que clausuran
toda fuga, presencias urbanas y paisajes pueblerinos y espacios desolados.
Entre lo antropomórfico, lo orgánico y lo material, Berni
construye imágenes enigmáticas con restos de una memoria
siempre activa, con fragmentos que abren analogías y sugieren
asociaciones siempre basadas en la semejanza pero sin subordinarse al
orden de la realidad: se trata de la seducción de la poesía
que quiebra la semejanza, la pintura como dominio de la apariencia.
El vicio llamado Surrealismo es el desordenado y apasionado empleo
de la estupefaciente imagen. O, mejor, de la provocación incontrolada
de la imagen por sí misma y por lo que arrastra en el campo de
la representación de perturbaciones imprevisibles y de metamorfosis:
pues cada imagen a cada golpe nos fuerza a revisar todo el Universo.
Y existe para cada hombre una imagen por encontrar que destruye el Universo.
(Louis Aragon, 1926)
Esa
apertura sirve de puente para ingresar en un mundo dominado por cierta
angustia flotante, relacionada con el siniestro freudiano,
la misma que señala Marchán Fiz en De Chirico y sus plazas
italianas. Cargas que se reiteran en los paisajes con sus cielos y horizontes
marítimos o en los espacios clausurados por muros ciegos. Las
claves locales y los signos de lectura son múltiples en el contexto
socio-político rosarino de entonces: los elementos infantiles
aparecen generosos en botones, alfileres y maniquíes que recuerdan
al padre sastre que había regresado a Italia durante la guerra.
La presencia urbana se manifiesta a través de las plataformas
inclinadas. En cuanto a los cuerpos asesinados, las alteraciones de
tamaños y las suspensiones de tiempos y espacios, recuerdan opciones
que evocan gran parte del surrealismo europeo de los años veinte.
La exuberancia de asociaciones entre lo real, lo falso y lo simulado
muestran una marca que el pintor desarrollará decidido en su
serie posterior de Ramona Montiel. El surrealismo contamina toda la
obra de Antonio Berni. Mirar hoy sus trabajos europeos y sus primeros
óleos y collages rosarinos es una manera de actualizar una de
sus etapas más complejas y más cercanas a nuestra contemporaneidad.
La
influencia de Aragon no ha sido directa. Éramos amigos y coincidíamos
en muchas cosas... Con otros surrealistas importantes, como Breton y
Duchamp, tuve conexiones amistosas también: nos encontrábamos
en los bares, hablábamos, intercambiábamos opiniones y
experiencias, pero nada más. En ese sentido, el surrealismo fue
un campo de experimentación para mí, como lo fue el cubismo,
si vamos al caso. Porque yo estaba abierto a todo, pero lo que sí
es cierto es que el surrealismo en ese momento era toda una visión
del arte y del mundo. Era la corriente que representaba a toda una juventud,
su estado anímico, su situación interna después
de terminada la guerra. (Antonio Berni, 1976)
La muestra surrealista de Berni en Ruth Benzacar (Florida
1000) es de entrada libre y gratuita y puede visitarse de lunes a viernes
de 11 a 20 y los sábados de 11 a 13.