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Sergio de Loof hace el Werther de Goethe

Las tribulaciones de un
joven fashion

Fue una de las marcas registradas de los ochenta y fundó bares y discotecas por todo Buenos Aires. Ahora, aprovechando los doscientos cincuenta años del nacimiento de Goethe, presenta Skandal! Moda de cámara, una obra que intenta resumir Los sufrimientos del joven Werther en siete cuadros vivos con música y efectos especiales. Esta semana, Sergio de Loof ataca de nuevo.

Por DANIEL LINK

Goethe, Dante, Shakespeare y Cervantes: cada uno de ellos sacraliza una de las lenguas “mayores” de Europa, cada uno de ellos es un monumento que oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Kafka, judío de Praga, tuvo que inventar una literatura (que él llamaba “literatura menor”) para escapar del aura de Goethe, para escapar a la normativa de toda “literatura de maestros”. El Instituto Goethe de Buenos Aires, consciente de que “su condición de clásico petrificado en el mármol académico parecería condenarlo al homenaje estéril”, ha preferido presentar un Goethe “maestro de la experimentación, la provocación, la ironía”. No tanto el Goethe en el que se funda una idea de Alemania, sino más bien el que sustenta ciertas ideas sobre la modernidad.
A los 23 años, el joven Goethe publica una novela epistolar, Los sufrimientos del joven Werther. Inmediatamente, el libro se transforma en un suceso que marca la época. Goethe pone de moda una indumentaria, una manera de hablar, de amar y de morir de amor. Por primera vez, además, un literato se convertía en una celebridad. Mientras Los sufrimientos del joven Werther agotaba una edición tras otra, el gentío se agolpaba en las puertas de la casa de Goethe, que abjuraba de la –para él dudosa– fama obtenida con su Werther. Después, Goethe irá a la corte de Weimar y escribirá el Fausto y Las afinidades electivas, otros monumentos de la modernidad. Pero los modernos de la primera hora –y Sergio de Loof es uno de ellos– encuentran alrededor del Werther el motivo de los mayores regocijos.

goethe de Loof, un solo corazón Sergio de Loof marcó a fuego la década del ochenta, con sus ambientes hechos a la medida de la modernidad argentina. Su primer gran éxito fue Bolivia, un bar en el cual el cambalache y la basura alcanzaron estatuto estético. Después la discoteca El Dorado, que de Loof fundó dos veces con el mismo gusto exquisito. Una cuadra más hacia el Bajo, por la misma calle, decoró el primer Morocco, que estaba regenteado por Alaska. Para las paredes de la discoteca, De Loof rescató banderines de clubes de fútbol. La lista de los lugares De Loof es interminable: Ave Porco, París-Remís Café, el cibercafé del Goethe. “La decoración tiene de malo que, al vivirla, la gente la modifica”, reflexiona De Loof. “Ni bien abre un lugar, lo perdés”. Por eso se entusiasmó De Loof con el Werther: “Esto es puro arte. Es una buena producción, que me permitió mandar a hacer escenografías. Trabajar con esa idea de diseñar en tres dimensiones. Inclusive encargué efectos especiales para generar climas. Siempre me interesa crear una atmósfera, que el espacio tenga una textura, que sucedan millones de cosas”. ¿Se trata de una experiencia propiamente teatral? Sergio de Loof tiene experiencia también en este rubro, desde Tríptico de exilio (1985) y Pasión (de 1989, y literalmente: la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo montada en una discoteca) hasta Los harapos de las realité de la machine de la cotture (1993) en Recoleta. “Ahora, con esta obra, siento que llegué a un punto que me permite entender un poco a lo que me dedico”, dice De Loof.

Del cotolengo al closet Sergio de Loof no tenía ganas, esta vez, de hacer la ropa él mismo. Pero una sastrería de primera línea le pedía por el vestuario ocho veces más que lo que su presupuesto le permitía. Entonces tuvo que plantearse cómo vestir a los actores. “Vi las formas, pero como si fuesen siluetas”, dice. A de Loof no le interesó la verosimilitud. Solamente un cierto efecto de realidad. Y allí fue a revolver en lugares de venta de ropa usada. “Es ropa viva, sin terminar, de manera deliberada”. El brocato es brocato usado, los pantalones de montar, meros pantalones de corderoy cortados a la rodilla, etcétera. No es un capricho, a esta altura de su carrera, sino toda una ideología. “Yo sigo sin entender la impecabilidad como filosofía. No entiendo cómo alguien puede ser tan desfachatado como para lucir impecable. Entiendo lo impecable como una bolsa donde está toda la mierda metida. ¿Cómo alguien se va a mostrar impecable si hoy nada es impecable?”, se pregunta el artista. Eso da por resultado una imagen inhumana y estandarizada de la que de Loof reniega. ¿Cómo hace para sobrevivir un creador en un universo tan estandarizado como el de la moda? “Me siento a crear y lo que quiero comunicar es una sensación. De modo que me olvido del mercado y de todo. Me encantaría tener una Maison de Loof y que suene la campanilla todo el tiempo, pero igual, para obtener eso no me voy a convertir en un robot obediente o en un fabricante de jeans”, concluye.

Moda y modernidad A mediados del siglo XIX, Baudelaire codificó la moda: “La modernidad es lo transitorio, lo fugitivo, lo contingente, la mitad del arte, cuya otra mitad es lo eterno y lo inmutable”. La fascinación por el presente, decía Baudelaire, tiene un valor en sí mismo. El artista debe completar esa fascinación para que la obra alcance la eternidad. Sin Baudelaire, en efecto, la relación Werther-De Loof quedaría incompleta. “La modernidad”, dice De Loof, “pasa por la originalidad. Lo que yo hago no es tan moderno: no hablo inglés ni manejo computación. Sin embargo, mi manera de expresar mi estilo es auténtica y es reconocida como una mirada moderna. Traté de que todo eso se viera en Skandal! Moda de cámara. Le escapo al teatro malo, al texto derrochado al aire, a la mala actuación, al sacrilegio del espacio”. Por eso, De Loof propone un teatro mágico que despierte suspiros. Su obsesión es tener al público como hipnotizado. Su Werther resume el libro de Goethe en siete cuadros vivos, cada uno de ellos con música original compuesta por Santiago Buzzi. Durante algunos cuadros el barítono Luciano Garay canta versos de Goethe. “Es un divertimento”, concluye De Loof, “mi Biblia es El barón Münchhausen”. Cada una de sus producciones dejó huellas indelebles en la modernidad porteña: sus decoraciones, sus estilos vestimentarios. Cada uno fue un momento de ruptura. El prefiere pensar que fue suerte. “Me puse a poner colores en el momento exacto, trabajando con cosas descartadas por la gente. Todo usado. Es como revolver en la basura. No soy más que un basurero con buen ojo”.

Skandal! Moda de cámara
podrá verse el miércoles 26 y el jueves 27 de mayo a las 20 en el Instituto Goethe.