El valenciano Joan Genovés en el Museo de Bellas Artes
Sueño, luego pinto Sobreviviente con memoria de las atrocidades de la Guerra Civil, enemigo militante y declarado del franquismo, defensor de una nueva figuración cuando el informalismo hacía estragos entre los pintores españoles, amigo de Bacon y de Duchamp, el valenciano Joan Genovés es toda una institución en su país, al punto que hay una calle con su nombre en su ciudad natal. Su muestra en el Bellas Artes (hasta el 20 de junio) recoge una serie de pinturas que funcionan como una metáfora del miedo en todas sus formas y un experimento fascinante realizado a lo largo de un año bisiesto: 366 dibujos donde el pintor revela, día por día, un sueño que tuvo la noche anterior Por FABIAN LEBENGLIK. Valencia, 1939: después de tres años de Guerra Civil la victoria es de los otros. Los recuerdos del futuro pintor Joan Genovés, que entonces tenía seis años, son claros y dramáticos: la ciudad bajo las bombas; personas de cara a la pared ante pelotones de fusilamiento; el silbido de las balas, muertos y heridos tirados por la calle, la oscuridad a pleno día. El fin de la guerra anunciaba las rigideces de la nueva era: en las escuelas se imponía la prohibición de hablar valenciano; una nueva organización social, dominada por curas y militares, generaba un clima de persecución y silencio; el niño Genovés asistía a la quema forzada de libros, revistas y papeles en su casa. Sus recuerdos sobre el comienzo de esa guerra, en cambio, son más difusos, pero sus sensaciones igualmente claras: Genovés tenía sólo tres años, pero su memoria recupera imágenes de multitudes desplazándose a su alrededor, mientras él lo contempla todo desde los hombros de otro Joan Genovés, su padre, un artesano antifranquista, grabador de metales y decorador de muebles. Pintura
y dictadura Durante Franco, y sobre todo a partir de la posguerra
mundial, gran parte del arte español consistió en revisitar
el legado de los fundadores de la modernidad. Los artistas españoles
transforman e incorporan, en principio, lo que tienen más cercano:
Picasso, Gris y Miró, y también a dos monstruos más
lejanos, como Velázquez y Goya. Cada uno a su manera, tomando
la realidad con mayor o menor distancia crítica, los artistas
españoles vuelven una y otra vez a visitar a ese quinteto fundador
de la modernidad del arte hispánico y universal. En 1941 Genovés
empieza a dibujar y al año siguiente se suma al taller de su
padre, para decorar muebles infantiles. La pintura se le vuelve algo
familiar en el doble sentido. En 1944 se inicia en el oficio de grabador.
Dos años después entra en la Escuela de Bellas Artes de
San Carlos, donde dura poco: organiza una serie de protestas contra
los profesores franquistas y se vuelca a una línea antiacadémica,
contra los trabajos impuestos en la Escuela. Durante las décadas
del cincuenta y sesenta se registra en España la adaptación
de las tendencias que se imponían en el resto de Europa y en
Estados Unidos (informalismo, expresionismo abstracto, pop). Mientras
que el expresionismo abstracto y el arte pop eran una apuesta fuerte
del progresismo norteamericano, la impronta informalista
proponía que la pintura estuviera en sintonía con el drama
existencial de la posguerra y se vuelve religión en España.
Teoría de los grupos Ante la ausencia de debate artístico y teórico, Genovés organiza con algunos de sus amigos y compañeros el Grupo de Los Siete (1949-1954), que nucleaba artistas con el objetivo de abrir la discusión sobre el arte contemporáneo, especialmente la abstracción. Pero la discusión sobre arte actual no daba para sobrevivir, y el pintor se ganaba la vida decorando sederías, pintando maniquíes, haciendo vidrieras y diseñando alfabetos para imprentas. Entre 1956 y 1959 integró el grupo Parpalló con el que se presentó en algunas exposiciones. Por esos años, en un gesto similar al de los pintores posimpresionistas de fines del siglo XIX que estudiaban la percepción y las teorías ópticas de la época, Genovés se interesa por la física, Einstein y la teoría de la relatividad. Trabaja la cuestión de la luz hasta llegar al blanco puro, al encandilamiento, como puede verse en la muestra del Museo de Bellas Artes: la luz genera zonas incandescentes alrededor de la cual se agrupan los personajes. A los 27 años hace su primera exposición individual, con una importante repercusión en la crítica, al punto que vende todas las obras expuestas. Genovés parte a vivir a Madrid, donde primero se acerca a otro grupo de cierto predicamento por entonces (el Equipo 57) y donde en 1960 funda Hondo, con la consigna de luchar estéticamente contra la persistente moda informalista proponiendo (como estaba sucediendo en el resto de Europa y también en la Argentina, con Noé, Macció, De la Vega y Deira) una figuración crítica o nueva figuración. En 1962 es invitado a participar individualmente en la Bienal de Venecia. Con la disolución del grupo Hondo en 1963, el pintor atraviesa una crisis y deja de pintar por un año. Su retorno a la plástica se dará a mediados de la década, con otro trío de artistas (Manolo Valdés, Juan Toledo y Rafael Solbes) de gran influencia en la pintura española: el Equipo Crónica se propone la lucha contra el franquismo desde las artes plásticas, en una época en que la dictadura ya no es tan salvaje como en las dos décadas anteriores, tomando como punto de partida una reelaboración de la segunda época del arte pop: una suerte de pop crítico. De Bacon a Duchamp En 1965 Genovés presenta una muestra considerada una provocación por el régimen franquista, en el edificio que hoy ocupa la Biblioteca Nacional en Madrid. En el 66 gana la Mención de Honor en la Bienal de Venecia. En 1967 realiza una exposición en Londres, donde conoce a Francis Bacon, quien le compra un cuadro y se hacen amigos. De allí Genovés va a Nueva York para inaugurar otra exhibición y conoce a Marcel Duchamp. Para protestar contra la detención de un crítico de arte por parte del franquismo en 1968, el pintor toma el Museo del Prado y se encierra allí junto con otros 80 artistas plásticos. Genovés es detenido y luego liberado. Decide instalarse en Londres y participa de la filmación de la película Test of Violence, de Stuart Cooper, basada en las imágenes de sus propios cuadros. En 1969 la película gana la Medalla de Plata en el Festival de Cine de Venecia y la Medalla de Oro en el Festival de Moscú. En 1976, después de la muerte de Franco pero con los franquistas todavía en el poder, la Junta Democrática en la clandestinidad le encarga a Genovés el diseño del cartel para pedir la amnistía de los presos políticos de la dictadura. El artista es detenido e incomunicado por el régimen durante una semana. El cartel, que reproduce su pintura El abrazo, se convierte en un símbolo de la lucha por la recuperación de la libertad en España (cuatro años después, ya en democracia, el cuadro será adquirido por el Ministerio de Cultura y pasará a integrar el patrimonio del Museo Centro de Arte Reina Sofía). En 1977, como miembro del Partido Comunista Español, diseña la propaganda del Partido ante las primeras elecciones democráticas en España. Otra de sus obras pasa a ser un símbolo del arte político, esta vez a nivel regional: uno de sus dibujos se convierte en icono de la autonomía catalana. Téster de violencia El miedo a la violencia es uno de los temas centrales de la pintura de Genovés: He pretendido crear un espacio para el miedo, que ha sido siempre algo latente en este país y todavía no se nos ha quitado de encima. Yo lo he vivido físicamente, por eso he intentado plasmarlo, dice. Los temores a las violencias sucesivas y a sus propios fantasmas se acumulan en un solo miedo, en el que se concentran los bombardeos franquistas, la represión y la violencia política, el miedo existencial y el confesado temor de todas las mañanas a enfrentar la tela en blanco. En la serie de pinturas recientes que se exhiben en la muestra de Genovés en el Bellas Artes, se pueden ver personajes miniaturizados y grupos aislados, individuos arrinconados, perdidos, despavoridos. Algunos ven en estas imágenes una metáfora del itinerario político de Genovés, quien en 1982 abandonó la militancia activa del PCE (aun cuando aceptó presentarse como candidato en las elecciones legislativas en las listas de Valencia). Desde entonces ganó el Premio Nacional de Artes Plásticas (en 1984), colaboró activamente en las campañas de Amnesty International, mereció una retrospectiva de su obra en 1992 en el prestigioso Instituto Valenciano de Arte Moderno y, ya convertido en una institución, se enteró hace poco de que la Legislatura valenciana ha decidido colocarle a una calle el nombre Juan Genovés, pintor. Secuencias y sueños La muestra del Bellas Artes se divide en dos: Secuencias es una serie de pinturas realizadas entre 1993 y 1998 (donde la figura humana y, fundamentalmente su sombra, como huella, marca desde la pequeñez, la escala de lo inabarcable) y Sueños que es una enorme colección de dibujos hechos día por día, durante un año, cada uno en base a la materia de los sueños de la noche anterior. Aquellos dibujos que llevan asterisco están directamente recuperados de los sueños. Los que no llevan asterisco son producto de un ejercicio mental matinal, mediante el cual el artista buscó recuperar las imágenes de lo soñado por aproximación. Es decir, un año puntuado por sueños nocturnos y sueños diurnos. Los sueños de Genovés tuvieron un final a la medida de la serie: Había conseguido recordar lo soñado con una facilidad sorprendente, pero ocurrió algo que me hizo poner fin a esas prácticas. Empecé a soñar que estaba dibujando el mismo sueño que estaba soñando. Y dibujando lo modificaba. Confundía la vigilia con el sueño. Una señal de alarma me avisaba. Aquello debía terminar. Comprobé las fechas y vi que llevaba con el experimento casi un año. Decidí acabar redondeando su duración en un año exacto. Trescientos sesenta y cinco dibujos. Para ser más exactos, trescientos sesenta y seis: el año fue bisiesto. |