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De
cómo vuelve el miedo
Por
ANDREW GRAHAM-YOOLL
Lo
que más vergüenza me da es haber sentido el ridículo
del miedo una vez más: me dio miedo leer mis propias pruebas de
la nueva edición de Memoria del miedo, cuando me llegó el
paquete enviado por la editorial. Llegué hasta un punto y luego
le pedí a Rosa Amuchástegui, quien me ayuda a pasar originales
en limpio, que las leyera ella. Leerme era vivirlo, y vivirlo era parte
del ridículo. No me parece mal: es bueno recordar el miedo, para
no repetirlo. Pero ¿cómo pudimos, toda una sociedad, vivir
en compañía del miedo como si fuera normal? ¿Cómo
pudimos, como país, vivir diciendo Por algo será, o, la
otra, En algo andará? Y esos dos refugios del cretinismo permitieron
a una sociedad salir de paseo a Miami y crear la imagen del consumismo
alocado, bajo el lema Déme dos, que también sirvió
para encubrir la locura del miedo como norma de vida.
Finalmente leí las pruebas, cuando Rosa las devolvió. Pero
las leí a las ocho de la mañana, cosa de tener el día
por delante, que no cayera la noche y me encerrara con el miedo.
Memoria del miedo tiene su historia, como cualquier libro. Yo estaba empleado
en la redacción de The Guardian, en Londres, cuando el poeta inglés
Alan Ross, dueño y director del London Magazine, me invitó
a que dejara de relatar en el pub las historias de esa crueldad que nos
abrumaba día y noche en Buenos Aires y que escribiera algo para
él. El primer artículo que apareció en esa revista
literaria fue en julio de 1978. Le siguieron otros, publicados en el Partisan
Review (Boston) y en el New Edinburgh Review (Escocia). Roger Omond, un
colega sudafricano exiliado en Londres que había trabajado con
Donald Woods (el periodista fugado, autor de la biografía de Steve
Biko), me presentó entonces a su amiga Anne Beech, dueña
de la editorial Junction Books, de Londres. A partir de esos artículos,
Beech publicó Portrait of an Exile (Retrato de un exilio) en setiembre
de 1981.
A partir de ahí, que nadie me diga que los libros no retienen su
influencia, a pesar de los cambios en las comunicaciones. Un capítulo,
el de la liberación en junio de 1975 del empresario Jorge Born
secuestrado por Montoneros, fue usado por el gobierno de Raúl Alfonsín
en la extradición y juicio de Mario Eduardo Firmenich (nunca supe
cuál fue el arreglo político para acordar esa extradición).
Por ese capítulo (el cuarto del libro) fui convocado por el gobierno
de Alfonsín a declarar en el juicio a Firmenich. Durante el juicio,
en noviembre de 1984, tuve numerosos custodios, probablemente para mayor
impacto publicitario político. Con cierta mala suerte, cabe aclarar:
el jefe de la custodia era el mismo que había encabezado el allanamiento
del Buenos Aires Herald en octubre de 1975 cuando, según su propia
afirmación, había ido con orden dehacerte boleta.
Al descubrir la coincidencia del encuentro, el hombre me dijo, imperturbable:
Mirá lo que son las cosas de la vida.
En 1982 el libro se reeditó en Nueva York como A Matter of Fear
(Una cuestión de miedo). En Buenos Aires se publicó por
primera vez en 1985, en Sudamericana. En 1986 Eland Books, de Londres,
lo reeditó como A State of Fear (Un Estado de miedo), con la suerte
de que fuera elegido como libro del año por el Good Book Guide
y por Graham Greene, en The Observer, a quienes les debo el éxito
de las sucesivas ediciones. También se editó en hebreo,
el año pasado, por una editora de Tel Aviv.
En vísperas de la presentación de la nueva edición
de Memoria del miedo, que hizo Raúl Alfonsín en la última
Feria del Libro, este año, Julia Chiquita Constenla
me comentó que era un libro triste, que le parecía un álbum
de tristeza familiar. Rogelio García Lupo, por su parte, me dijo
que le parecía que había escrito un libro muy violento.
Me sorprendieron, una y otro. Nunca pensé que había escrito
un libro triste ni violento. Para mí siempre ha sido el libro de
un cobarde que necesita vomitar lo visto y lo vivido por el miedo a repetirlo.
Algo así como el diario de un cagón, que no quiere volver
a cagarse, a ser vencido por el miedo.
Lo prefiero así: aunque no pueda releerlo a veces, quiero tenerlo
a mano, para mantener la memoria del miedo, para no repetirla.
La reedición de Retrato de un exilio, publicado por Editorial de
Belgrano con el título Memoria del miedo, incluye las siguientes
opiniones acerca de Graham-Yooll: Una pequeña obra maestra
que destila la quintaesencia de cómo vivía un argentino
atento esos tiempos de violencia (Hugh OShaughnessy, en The
Financial Times); Nunca he leído un libro que transmita de
tal forma lo que es vivir en un estado de terror permanente (Graham
Greene, en The Observer).
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