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Agrandadytos, un programa para mirar con lupa
Crecer de golpe

Dady Brieva lleva una doble vida: después de los pade-cimientos diarios de Tucho en Gasoleros, los jueves por la noche se convierte en conductor de Agrandadytos, un programa donde los chicos son lanzados al ruedo para hablar de casi todos los temas del mundo, y el ex Midachi tiene la difícil misión de encauzar la gracia y los discursos de los pibes. Para lograrlo saca a flote sus dotes de actor y de improvisador.

Por CLAUDIO ZEIGER


Agrandadytos es mucho más extraño de lo que parece a primera vista. Tiene, para empezar, el enorme mérito de hacer transparente esa perplejidad: no viene a decir que detrás de la frescura y la espontaneidad infantiles se esconde la verdadera naturaleza de la niñez. Pero es innegable que pone en escena los abismos, a veces muy sutiles, a veces muy evidentes, entre el mundo de los chicos y el mundo de los adultos. Dady Brieva tiene, cada jueves por la noche, la tarea de conectar esos mundos. Dady Brieva es un conductor, pero no en el sentido convencional del término: su difícil tarea es conducir el discurso y los actos de unos chicos muchas veces impredecibles. Porque, si bien Agrandadytos es un programa que trabaja con edición, la clave de su éxito es lograr que los chicos sean lo menos previsibles posible.

PROTECCION AL MENOR Agrandadytos transcurre en varios planos al mismo tiempo, como varios programas juntos en una hora de emisión: por un lado es sin duda el mejor talk-show de la TV (en los diálogos mano a mano de Brieva con diferentes chicos), pero a eso se suma la entrevista grupal al invitado de la semana (que puede ser Graciela Fernández Meijide, Oscar Ruggeri o Araceli González) y los monólogos y sketches casi café-concert del propio Dady. Lo cierto es que el programa nació diferente a muchos otros. No porque al salir al aire ya estuviera formado, hecho y derecho (Agrandadytos todavía se está haciendo, y por lo tanto, todavía está construyendo un público que, a juzgar por las mediciones, está en franco crecimiento) sino porque nació como una prueba piloto en forma de especiales: dos emisiones que fueron lanzadas a ver qué pasaba, en días diferentes y horarios diferentes, antes de ganarse un lugar fijo en la programación. La franja horaria que ocupa cómodamente ahora, los jueves a las 23, es un poco insólita si se piensa Agrandadytos como un programa para chicos (fue uno de los chicos, precisamente, quien sugirió que Dady iba en ese horario “para que Tucho tenga tiempo de cambiarse cuando termina Gasoleros”). Que las 23 funcione como un horario inesperadamente apropiado para un programa así deja entrever una serie de preguntas: ¿es un programa adulto hecho con chicos? ¿Es un programa para la familia que integra el mundo infantil con la pimienta del café-concert y sketches de teatro de revistas? Si se le plantea que Agrandadytos es un programa mucho más raro de lo que parece, Dady Brieva no sólo lo acepta; además confiesa que, cuando lo convocaron para conducirlo, la primera pregunta que se hizo fue: ¿Por qué yo? “Yo ya había decidido aceptar. Pero la pregunta me la hice igual, por más que me dijeron que me elegían por ser un tipo creíble, con ternura, padre de familia, y que en lo profesional podía ir apuntando a otra cosa, conducir mi propio programa y esas cosas. En el fondo es raro, porque yo soy medio zarpado, con chicos o sin chicos. Ellos me pidieron que fuera espontáneo, que me midiera solo. Si un día me dicen que no me puedo zarpar más, yo me voy, porque no sé medirme del todo”.

COMO CONSEGUIR CHICOS Casi toda la eficacia de Agrandadytos está basada en la forma en que los chicos se conectan con Dady, y en la forma en que Dady se conecta con los chicos, sobre todo en las entrevistas que les hace mano a mano, donde el conductor demuestra toda su pericia para conseguir eso que llama “conectarse”: pararse en el borde del mar, y cuando el chico se acerca, acoplarse a su discurso para no ser volteado por las olas. En rigor, Dady se conecta con los chicos muy poco antes de que estos entren en el estudio de grabación. “Yo recibo un cartón que dice: Lalo, tres años, hace magia, tiene un tío de River, van a pasear juntos al zoológico. Vio cómo un jirafo hacía el amor con una jirafa. Ahora bien, si el pibe entra y se va para otro lado, por ejemplo si me empieza a hablar de su hermanita o me hace preguntas él a mí, yo me meto en su locura y lo sigo. Mi idea es que los chicos sostengan su propio discurso.”
Dady recibe a los chicos una vez que ha operado un equipo de treinta personas que trabaja en la producción durante toda la semana, para desembocar en una jornada de grabación que dura desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la noche. Los castings se realizan en distintos puntos del país porque se aspira a incorporar distintas tonadas al programa, no sólo porteños. En cuanto al perfil de los participantes: “Si un chico viene preparado, no me sirve”, cuenta Dady. “Me ha pasado que han venido chicos producidos para hablar de ciertos temas. Y no los pudimos poner al aire. La clave es que tiramos mucho material. Suponete que un chico le pregunta al entrevistado si alguna vez se drogó. A mí esa vigilanteada no me va. Me gusta que el chico pregunte como chico. Si viene Cavallo, como ya pasó, y le preguntan ¿de chico también era pelado?, me parece que es una pregunta de chico. Pero si le preguntan ¿no le parece que hizo sufrir a los jubilados? me parece que está haciendo de periodista falsamente adulto. Los chicos que van al panel con el invitado de la semana tienen antes una charla con las psicopedagogas que integran el equipo. Las preguntas las hacen entre todos. Ellos manejan una data insólita, que obviamente está influenciada por los padres, los pibes de la escuela y lo que ven en televisión. Creo que eso se muestra al comienzo de los bloques. Cuando les preguntás ¿quién es Meijide? te pueden contestar que es una política, una cantante o una hincha de Independiente. O cuando vino Diego Torres, que un chico gritó por las suyas: ¡Guardias, guardias!”.

¿Y SANGUINETTI? Dady defiende su derecho a tener chicos favoritos. En definitiva, dice, son aquellos con los que mejor se conecta. “Por ejemplo, Gabriel Nandes Pereira, que tiene tres años y es impresionante. Fue el que ni bien se sentó me preguntó: ¿Y Sanguinetti?, cuando se acababa de morir el lorito en Gasoleros. O Pablito Gioia, que le decís hablame de trasvasamientos generacionales, entonces él te mira y arranca como un periodista: trasvasamientos generacionales... bien”. Pero Agrandadytos no apunta a fomentar niños actores, dice Brieva. “Nos ha pasado con chicos que han estado bien una primera vez, una segunda vez y después no. La regla sería que cuando se pierde la espontaneidad, ya no va”.

ESCUELA PARA PADRES Como si fuera uno de los tantos temas de conversación propuestos para Agrandadytos, Dady reflexiona sobre los padres: “A los padres de los chicos yo no los quiero ver. No quiero que me influyan. La idea es preservar la pureza del chico todo lo posible, y evitar esa ansiedad de que le digan al nene: cantale como cantás La Sirenita en casa, mi amor”. Sobre sus propios hijos, Dady se ríe y dice tajante: “Mis hijos no ven el programa”. Y hay que insistir un rato para que amplíe –y luego desmienta– la especie. “La verdad es que no presté mucha atención a cómo llevaron mis chicos toda mi carrera como actor. Debe ser una negación. Yo les llevo el video del programa, generalmente un día antes, ellos lo ven, se enganchan, pero no te voy a decir una cosa por otra: ellos prefieren el Magic Kids. Uno tiene diez y el otro seis años, y están con toda esa gilada del Dragon Ball. Tampoco quiero contaminarlos: ellos ven que los chicos me tiran plastilina a la cara, pero si ellos me hacen algo así, yo les tiro un puñete. Aunque de última, si es por la autoridad del padre, mucho antes de Agrandadytos ya me habían visto vestido de Tina Turner, de travesti, de rumbera, con una tirita en el culo... ¿de qué se van a sorprender ahora?”

DADY CONDUCCION Para que Dady Brieva ofrezca una definición sobre su estilo de conducción, basta una pregunta simple: ¿improvisa? Y, si lo hace, ¿cuánto? Respuesta: “Yo respeto los remates y siempre sé lo que voy a presentar. En el medio, teniendo en cuenta la puesta de cámaras y de luces, me muevo en ese contexto como me parece. Mezclo muchas cosas mías. Hablo de mi infancia, de mi familia, de Santa Fe, hasta un punto en que la gente no sabe si es ficción o realidad. Lo importante es que la anécdota sea interesante. Yo hago como hacía Marrone: cuando sé que el remate es bueno, para atrás boludeo todo lo que quiero”. Los monólogos de Dady -escritos por Gabriel Mesa– son el mejor momento para verificar cómo el programa hace su viraje hacia el público adulto sin dejar de perder su conexión con el mundo infantil: de la mano de tópicos y personajes infantiles (el Rey León, el elefantito del chiste que ayudó a la hormiga a cruzar el río, Jaimito, Blancanieves y muchos otros) se va cruzando la delgada línea de los sobreentendidos. “La gente ya sabe que Agrandadytos es un programa hecho con chicos, pero cuando tocamos la problemática de la vida infantil se involucra el trabajo del padre, su relación con la madre, y lógicamente hay que hablar de padres separados, de padres que por el trabajo ven poco a los chicos, y eso hay que tratarlo con una exageración humorística. Entonces hago las versiones picarescas de los cuentitos infantiles, o hablo de las maestras jardineras que están rebuenas”.

MIDACHI, TODO UN TEMA Se sabe que hoy Dady Brieva está repartido entre su rol en Gasoleros (donde interpreta las desventuras del colectivero Tucho), y la conducción de Agrandadytos. En los últimos años, después de la separación de Midachi en 1995, intervino en televisión junto a Jorge Guinzburg y Susana Giménez, y constituyó fugazmente un dúo con el Chino Volpato, otro de los Midachi junto a Dady y Miguel del Sel. A la distancia –o sea, ahora que ya no existe– se puede pensar que Midachi fue un fenómeno muy controvertido en los ámbitos más intelectuales de la comicidad, y que todavía le hace arrastrar a Dady Brieva cierto fantasma de no reconocimiento. Le costó salir de Midachi, aunque le haya quedado la plataforma de la popularidad y la chapa de actor cómico. Quizás por eso lo primero que hace es ametrallar: “De Midachi quedan los videos. No creo que en el futuro se pueda hablar de la historia del teatro cómico sin incluir a Midachi. En Cuba, cuando viajamos, nos hicieron notar que nosotros habíamos hecho el camino inverso a Les Luthiers, que fueron de la elite a lo popular. Creo que nos pasó al revés, que tardó mucho en llegar un reconocimiento de ciertos sectores, eso fue muy sobre el final. Yo también destaco que con Midachi recorrimos el país con un circuito laboral como no lo tuvieron muchos. En 1990, recuerdo, salió Soda Stereo a hacer el país con dos semirremolques y atrás salimos nosotros. Eran giras gigantes, cincuenta personas que caían con todo, luces robotizadas, vestuarios, plomos... Eramos como Queen. Pero en Zapala, claro”.

COMO UN ACTOR Cuando finalmente se habla de aquellos tiempos anteriores a los Midachi –que, increíblemente, existieron– Dady Brieva es más que preciso para fechar el comienzo: “Empecé el 28 de noviembre de 1973 en una muestra estudiantil en el Teatro Municipal de Santa Fe, con una obra de creación colectiva, vieja palabra, que se llamaba Lo que no se supo de las invasiones inglesas. Militábamos todos en esa época y queríamos hacer un teatro de decir algo. En el interior planeás hacer Madre Coraje y terminás haciendo El campo de la Gambaro con dos personas, porque primero tenés 36 participantes y al final no queda ninguno. De ahí en más no paré. Siempre en el interior, porque yo recién empecé a venir a Buenos Aires en 1988, con los Midachi, y recién ahora va a hacer un año que vivo acá”. Inmerso en la televisión desde hace dos años, Dady Brieva arriesga la siguiente opinión sobre el humor actual: “La comicidad tiene una cierta coherencia con las fluctuaciones políticas y sociales. O sea, cómo está el país. Vos ves ahora que un día apuestan a una tira que habla de la realidad y otro día a los programas de juegos. No son casualidades. Como no debe ser casual que sobre el final de la era menemista se esté haciendo una televisión más cuidada, con producción, y no tanto el pum de fiesta de los primeros años”. Desde el 28 de noviembre de 1973 a la fecha, Dady reconoce la continuidad, pero también los saltos que lo depositaron casi sin que él se lo propusiera en dos franjas horarias poderosas de la televisión. “Me costó mucho encontrar un lugar, y aún ahora me parece raro. Yo soy un cómico que no va a limitarse, y que sabe que no hace un programa totalmente para chicos. Cada día me convenzo más de que lo que tengo que hacer es entenderme con los chicos, y eso es algo que sé hacer desde el papel del actor, que en realidad es la misma manera en que me entiendo con mis hijos. Como un actor.”