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El nuevo
disco de Diana Krall
Dama
blanca
Clint
Eastwood compuso una canción para ella. Protagonizó junto
a Chick Corea la noche de año nuevo en el Blue Note de Nueva York.
En su último disco participa como arreglador Johnny Mandel, el
legendario compositor de The Shadow Of Your Smile. En un mundo de negras,
la blanquísima Diana Krall asoma como la gran cantante del jazz
actual.
Por
DIEGO FISCHERMAN
Una
voz. Un piano. Guitarra y contrabajo. Temas clásicos del jazz y
un trío también clásico, modelado sobre el de Nat
King Cole (aquel trío en que piano, guitarra y contrabajo se bastaban
a sí mismos, sin ayuda de bronces ni percusión alguna).
Si no fuera por el afán puritano de los neoyorquinos, el lugar
debería estar lleno de humo. La mujer que canta y toca el piano
podría ser una de esas damas perfectamente sensuales y misteriosas
que entraban en la oficina de un detective privado. La imagen es tan parecida
a los lugares comunes acerca del jazz que cualquiera podría sospechar
de su veracidad. Nada puede ser tan igual a su caricatura. Y, sin embargo,
Diana Krall, una blanca lo que en el mundo del jazz está
lejos de ser irrelevante formada en la escuela Berklee de Boston,
es exactamente como un director de casting la elegiría. Sólo
que además toca el piano y canta como los dioses.
Apenas tres discos alcanzaron para poner a Krall en el lugar de gran esperanza
blanca. En el primero de ellos, algunos invitados más famosos que
ella (Stanley Turrentine en saxo, Ray Brown en contrabajo) rubricaban
la apuesta de su productor, Tommy LiPiuma. El CD pasó casi inadvertido.
Casi es, en este caso, la palabra clave. El efecto de esa
voz cálida, sin énfasis, acariciante, y de un fraseo en
el piano siempre capaz de regodearse en sutilezas y pequeños matices,
alcanzó para generar la expectativa necesaria. El segundo álbum,
All For You, consagrado al repertorio del Nat Cole Trio en su época
de revolucionario del jazz, y no de cantante melódico, fue
un éxito: muy buenas ventas, críticas extáticas y
una nominación al Grammy. El tercero, Love Scenes, la consagró:
tapas en las revistas especializadas, actuaciones en los clubes y festivales
más importantes del circuito jazzero y reconocimientos tales como
haber compartido la programación de la noche de año nuevo
en el Blue Note de Nueva York. O que Clint Eastwood la eligiera para cantar
la canción central de su película Crimen verdadero. Y no
sólo eso: que él mismo fuera el compositor, junto a la letrista
Linda Thompson. Según cuenta Krall: Clint toca el piano entre
amigos pero obviamente no tiene la pretensión de ser un gran pianista.
En cambio, creo que el tema que compuso es una gran canción. Cada
vez que lo canto en público la gente se sorprende de que él
haya sido el compositor.
Nacida el 17 de mayo de 1962 en Canadá (en Nanaimo, Columbia Británica),
Diana Krall empezó a estudiar piano a los cuatro años. En
el liceo empezó a tocar con grupitos de jazz y a los 19 dio su
primer concierto, en su ciudad natal. Dos de quienes la escucharon en
esos años de educación sentimental volverían a encontrarla
en Berklee: Jimmy Rowles (mi maestro, el músico que más
me marcó) y Ray Brown (mi protector, mi padrino).
La otra gran figura, como suele suceder, fue su padre: Mi primera
fuente de inspiración fue su discoteca. Aún hoy decido el
repertorio escuchando sus discos. En When I Look in Your Eyes, el
disco que acaba de editar el sello Verve y llegará en estos días
a la Argentina, están, según ella, las canciones que ama.
Las que escucho desde siempre en lo de mi padre, los cantantes que
admiro y mis propios recuerdos. Esta vez, simplemente, elegí las
canciones que más me gustan. Algunas, como la que le da título
al disco, que hacía tiempo que quería grabar. Y otras que
tienen que ver con los discos que estuve escuchando recientemente: George
Shearing, Nat Cole, Rosemary Clooney, los grandes discos de Sinatra. La
idea era reunir todo eso y, también, un poco de la influencia brasileña
de Joao Gilberto (la canción de Eastwood, When I Look
in Your Eyes, es una especie de bossa nova, muy de los 60).
El nuevo disco de Krall trae otras dos novedades: el uso de batería
(a cargo del notable Lewis Nash, que fue baterista, entre otros, de Art
Pepper) y una orquesta de cuerdas, arreglada y dirigida por Johnny Mandel,
el legendario compositor de The Shadow Of Your Smile. Él
fue quien le ofreció a la cantante que hicieran algo juntos y Krall,
a pesar de que el sonido de la orquesta no es algo que la entusiasme demasiado,
dijo que sí. Es que en este caso se trata de lo mejor de
dos mundos. Es un disco con mi trío y además tiene la orquesta
arreglada por Mandel. Su idea fue trabajar sobre mis propios arreglos.
No los forzó. La orquesta no saca nada de la intimidad que conseguimos
nosotros cuando tocamos de a tres. Por otra parte, también hay
momentos para dúos y solos. Quiero decir que no es un disco abigarrado.
Conseguí mantenerme alejada de esa compulsión por usar todo
el tiempo todo lo que se tiene disponible.
Diana Krall construye su universo, en todo caso, sobre ese delicado terreno
alrededor de los standards. Es precisamente en la posibilidad de recrear
esos viejos clásicos del jazz donde ella encuentra la libertad
y el estilo propio que tanto se le admira: Trabajar con standards
no es necesariamente una cuestión nostálgica, si una es
capaz de imprimir una interpretación fuerte, una firma. Recuerden,
por ejemplo, lo que hace el trío de Keith Jarrett. Allí
hay un riesgo, una inteligencia curiosa, una libertad formal, que son
la marca de una verdadera actitud creativa, mucho más allá
de cuáles sean los temas elegidos.
Admiradora de Cassandra Wilson y Shirley Horn entre sus colegas vivas
y, por supuesto, de la santísima trinidad conformada por Billie
Holiday, Ella Fitzgerald y Sarah Vaughan, Krall agrega a su panteón
personal un nombre no tan previsible: el de Aretha Franklin. Parte de
su afinidad con algunos de sus modelos viene del hecho de que también
fueran pianistas. Yo soy las dos cosas al mismo tiempo y no una
después de la otra. Y Fats Waller, Nat Cole, Carmen McRae, Nina
Simone, Shirley Horn, Dinah Washington y Aretha Franklin también
tocaban el piano, además de cantar. Quizás el hecho de que
no improvise scat tenga que ver con eso: en el momento de desarrollar
una idea melódica y armónica me siento más cómoda
en el piano. Pero Billie Holiday tampoco hacía scat ¿y alguien
va a negarle que es una cantante de jazz?.
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