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El libro de Patricia Breccia

Sola de noche

Hija del gran Alberto Breccia y talento precoz fogueada en las páginas de “Humor”, “Siete Días” y “Superhumor” dibujando guiones de Guillermo Saccomanno (“Sol de noche”) y Juan Sasturain (“Museo”), Patricia Breccia acaba de editar su primer libro. El flamante Sin novedad en el frente rescata las historias femeninas y nocturnas publicadas en “Fierro” durante los 80 por
la primera historietista argentina.

Por MARTIN PÉREZ

Si se le pregunta a Patricia Breccia –así, de repente, sin anestesia– si cree que sería dibujante si no se llamase Breccia, la respuesta es un sorprendente “No sé”. Y un silencio. En el que tal vez le pasen por la cabeza las obligaciones de cargar con semejante apellido. Las obligaciones antes que las ventajas. Hija del gran Alberto y hermana de Enrique, la Breccia Patricia sale de su silencio mencionando la imagen que le recuerda el clima que se vivía en su casa cuando era una nena. “Mi viejo, de espaldas, dibujando”, resume. Y después se explaya sobre la duda inicial. “Si mi viejo hubiera sido médico, en una de ésas yo hubiera estudiado medicina. Pero seguro que, en mis ratos de ocio, me hubiese dedicado a dibujar. Porque tanto mi hermano como yo no aprendimos a hacerlo. Comenzamos solos. Y así seguimos.”
Así las cosas, entonces, el comiquero argentino medio no sólo tendría que agradecerle a Alberto Breccia por Vito Nervio, Mort Cinder o Perramus. También debería agradecer que el peso de semejante apellido le haya dado el empujoncito necesario a una mujer para tomarse el trabajo inédito de dibujar historietas. Porque el universo femenino muy pocas veces aparece reflejado entre globos y cuadritos de factura local. Y menos de manera tan personal y contundente como lo hace Patricia Breccia en las historias agrupadas en su flamante volumen titulado Sin novedad en el frente.
“Elegí ese nombre porque quería hacer una historieta bien personal, que fuera como un parte de guerra. Desde la trinchera, digamos”, cuenta Patricia. Poéticas, sufridas, palpitantes, las historias de Sin novedad... salieron originalmente en la revista Fierro, casi una década atrás. “Para mí es como si no hubieran pasado diez años. Es más: si las tuviera que hacer ahora, las haría de la misma manera”, dice su autora. “La protagonista es una mujer; el escenario, un departamento; el momento, la noche”, escribe Pablo De Santis en el prólogo del libro editado por Colihue en su serie Freakciones. Y agrega: “Patricia Breccia convierte la historieta en apócrifo diario íntimo, y recupera el clima alucinatorio que construye la peligrosa combinación de la soledad y la noche, esas dos formas de la oscuridad”.
“Ese estilo muy expresionista, muy para afuera, con un estallido, con el que están hechas las historias recopiladas en el libro, es algo que no se puede hacer más acá”, se queja Patricia que, como muchos dibujantes argentinos de historieta que encontraron su lugar en los 80, con la desaparición de Fierro se quedó sin un lugar donde publicar su trabajo. “Ahí fue cuando me puse a trabajar para Italia, pero para poder hacerlo tuve que dibujar de una manera muy diferente”, explica. Y, ante el fenómeno del comic de los 90, sólo atina a decir que se trata de otra cosa. “Lo que pasa es que estamos en otro país”, dice sobre productos actuales de la historieta local como Cazador. “Porque una cosa es el localismo y otra la identidad nacional. Cazador es un comic localista, es cierto, pero Fierro era una revista de historietas netamente argentina, como ya no las hay”.
Iniciada en el oficio a mediados de los 70 con tiras al estilo Feiffer en la efímera revista Pancho, antes de Sin novedad... Patricia dibujó también Sol de noche con guión de Guillermo Saccomanno para Superhumor, los gatos de 7 Vidas para la revista Siete Días y, con guión de Juan Sasturain, la serie Museo. Pero es en las historietas recopiladas por Colihue donde estalla su dibujo más personal, deudor del Muñoz más expresivo, pero en una vertiente netamente femenina. “Al final terminaron faltando dos o tres de las que había escogido para el libro –se queja Patricia–, pero creo que resume muy bien toda esa época, compilando la serie junto a varias historias unitarias que hacía entonces con guión propio”.
Enfrascada en sobrevivir a base de historietas para niños, ilustraciones varias y storyboards para cine y comerciales de televisión, Patricia seentusiasma con la invitación que la llevará a Europa junto a Nine, Trillo y Quino. “Es una muestra a realizarse en Noruega, que se va a llamar Cuatro Damas”, explica. “Esa invitación, sumado a que estoy dibujando una historieta para Italia que se llama La Gorda, y que va bastante bien, me hacen ilusionarme con volver a dibujar algo propio”. En tren de confesiones, a diez años de esos partes de batalla de los 80, Patricia adelanta que esa posible nueva serie llevará otro nombre: Pica, pica, bajada de cordón. Y se ríe al darse cuenta que apenas si puede explicar la razón. Pero, después de tanta trinchera, no parece preocuparle demasiado.

El libro de Oski que faltaba

Por qué leer
los clásicos

Comenzó dibujando historietas en “Rico Tipo”, donde creó Amarroto y, junto a César Bruto, una obra maestra como el diario “Versos y Notisias”. Después se dedicó a releer genialmente clásicos como la Biblia y el Kamasutra. A veinte años de la muerte de Oski, se publica por primera vez en el país Comentarios a las Tablas Médicas de Salerno, uno de los grandes libros de quien es considerado por muchos el padre del mejor humor gráfico que se lee hoy en la Argentina.

Por JUAN SASTURAIN

Este país no ha dado muchos artistas de la calidad y originalidad de Oscar Conti, más y mejor conocido como Oski. Nació en Buenos Aires en 1914 y se murió también acá, hace veinte años exactamente, cuando vino –vivía en Milán por entonces– para una muestra internacional de humor y terminó operado de urgencia y de últimas en el Clínicas. Tenía sólo 65 años pero era El Viejo Oski desde hacía rato, un artista, un personaje único, amado y temible. Más alto de lo que parecía por los hombros cargados del rugbier que insólitamente había sido, con una melenita blanca y tierna, anteojos de marco grueso para ojos vivaces y pocas palabras incisivas, Oski era –sin excesos– un genio.
Un genio “confinado” voluntariamente a ese territorio marginal de la creatividad y el talento que suele ser el humor gráfico. El arte de Oski, sin embargo, no consistía en “hacer chistes” –que los hizo en Rico Tipo, de por miles– ni en crear historietas –que lo hizo: su famoso Amarroto, también en la revista de Divito– sino en ilustrar, comentar con su dibujo desde la Biblia al Kamasutra, del Fausto de Del Campo a los cronistas de Indias. Una vez “pasados por Oski” esos textos dejaban de ser lo que eran para convertirse en pretextos, disparadores de un mecanismo humorístico originalísimo: la literalidad gráfica (dibujar morosamente lo escrito) y la adhesión “ingenua” a su ideología. El efecto es una mirada única, entre corrosiva y piadosa, siempre reveladora y de absoluta originalidad.
La filiación gráfica de Oski le debe tanto a la modernidad de Saúl Steinberg como a los grandes grabadores –”sobrino nieto de Durero” lo definió Sábat–, a la pintura “narrativa” medieval, a la gráfica de los viejos libros iluminados. Pero la construcción de su particular mirada data, puntualmente, del encuentro con Carlos Warnes en los años 40. Como César Bruto, Warnes sometió al lenguaje al mismo tratamiento que Oski le propinaba al dibujo: brutal ingenuidad y aparente torpeza para ironizar, calar hasta el hueso. Hicieron juntos genialidades como el diario Versos y Notisias (sic) en Rico Tipo, biografías de personajes célebres, el Medisinal Brutoski Ilustrado, miles de cosas. Después, Oski buscó y encontró textos que planteaban lo mismo que los de César Bruto sin proponérselo, y los ilustró con el mismo fervor. El resultado fueron sus obras maestras.
La aparición o reaparición de un libro de Oski es siempre un acontecimiento editorial. La colección Enedé ya rescató hace unos años la memorable Vera Historia de Indias; ahora le toca a los Comentarios a las Tablas Médicas de Salerno, una obra que por envergadura –“por la calidad y ambición de sus dibujos”, dice Pablo De Santis en el prólogo– no es menos significativa que aquélla. Y es cierto. La versión de los textos del siglo XII comentados por el maestro Bernardo Provenzal y vueltos a “comentar” gráficamente por Oski en los años 70, durante su estadía en Italia, son una genuina proeza gráfica.
Realizada por encargo del Laboratorio Serono, de Roma, la serie de cuatro docenas de láminas cuadradas que acompañan cada uno de los textos originales de las doce tablas fue publicada originalmente por la Milano Libri y recogida en su versión castellana por Lumen, de Barcelona, en 1975. Ahora, por primera vez, Colihue publica el libro en la Argentina en una edición muy digna y cuidadosa de los originales. Oski realizó un trabajo de minucioso plumín –no hay pincel, no hay negros plenos ni tramados mecánicos– y la reproducción ha respetado tanta sutileza: sin empastes, hasta el trazo más fino queda registrado. Los minúsculos detalles con que Oski daba cuenta documental de cada mundo que reconstruía, los ebrios pajaritos sin alas, las consabidas medias perdidas, la fantástica flora personal... Todo está ahí, gloriosamente desplegado. De igual modo, se ha conservado el texto previo de Javier Lentini para la edición española, centrado en la ubicación del maravilloso texto original, y Pablo De Santis ha hecho su prólogo con aguda y amorosa solvencia: “Dice Bernardo Provenzal que la flor del azafrán oriental produce una dilatación del corazón que hace morir a la gente de risa. Laobra de Oski, como la flor del azafrán, también hace reír, pero primero llega al corazón”, concluye.
Es que en estas páginas saturadas por el dolor y aturdidas de pacientes alaridos universales, la esperanza no está en los ungüentos de estiércol o las pociones de vidrio molido sino en la posibilidad de reír, el único santo remedio.