Empezó
como aprendiz en un circo, del cual huyó por las palizas que
le daban. Fue canillita, acróbata, artista de variedades en cabarets
de marineros. Debutó en televisión en México, después
de actuar en un teatro junto a Josephine Baker. En Cuba fue secuestrado
por el Movimiento 26 de Julio y luego homenajeado por la revolución
triunfante. Su programa Viendo a Biondi alcanzó a tener más
de 65 puntos de rating. Menos de diez años después murió
olvidado en Buenos Aires. Hoy es admirado e imitado por cómicos
tan dispares como Julián Weich, Alfredo Casero y Daniel Rabinovich
de Les Luthiers. Radar homenajea a Pepe Biondi, con un anticipo del
libro Patapúfete, de Elbio Tomassini y Matías Babino.
Por
Elbio Tomassini y Matías Babino
Mi
padre fue un tano macanudo que vino a hacerse la América. Eligió
la Argentina porque le dijeron que las calles estaban empedradas de
oro. Pero cuando llegó se dio cuenta de tres cosas: 1) que las
calles no estaban empedradas de oro; 2) que no estaban empedradas; y
3) que, si quería comer, las tenía que empedrar él.
En aquella época había un ragú bárbaro,
y recién después de siete años mi viejo consiguió
reunir la plata para traer a mamá Angela. Pepe Biondi fue
el tercero de los ocho hijos que tendrían los inmigrantes napolitanos
José Biondi y Angela Cavalieri. Nació el 4 de setiembre
de 1909 en Baigorri 75, una cortada de Barracas, pero luego de una breve
estadía en ese barrio, la familia terminó viviendo en
Remedios de Escalada. En uno de los baldíos que rodeaban el terreno
familiar en esos tiempos, se instaló un día el Circo Anselmi.
Uno de sus integrantes, el negro de origen brasileño Juan Chocolate
Bonamorte, vio al niño Biondi parándose sobre las manos
y obtuvo autorización para incorporar al chico de siete años
como el aprendiz de acróbata que el circo buscaba con urgencia.
Chocolate visitó a los padres, les aseguró que el chico
aprendería rápidamente un oficio y que en pocas semanas
se ganaría la vida por sí mismo, con él como tutor
y maestro. La madre se aseguró de que la propuesta fuera cierta
(no quería que se lo llevaran para convertirlo en un sirviente)
y le dio a su hijo el empujón que necesitaba: cualquier cosa
a la que se dedicara en el circo estaría muy por encima de los
trabajos a los que podría acceder si se quedaba en casa. No
vayan a creer que me fugué, creo que fui un buen hijo. Pero éramos
tantos en la familia, que mi madre accedió a que me llevara el
payaso para enseñarme el oficio. Pensó que por lo menos
así comería todos los días. Cuando el Circo
Anselmi, con Biondi y su tutor, se despidió de Remedios de Escalada,
la familia no imaginaba que no iba a reencontrarse con el menor de sus
miembros hasta cinco años después.
CHOCOLATE
AMARGO
Aprendí el oficio a fuerza de golpes y amarguras. Chocolate
no fue un buen hombre para mí. A los aspirantes a acróbata
se les pega mucho para que pierdan el miedo, y él no era precisamente
paciente ni tierno. Cada pirueta aprendida me costó una cachetada.
Esas mismas que ahora sigo recibiendo frente a las cámaras y
con las cuales el público tanto se ríe. Pero aquéllas
dolían de verdad, confesaría el cómico. Margarita,
su única hija, describió así uno de los disciplinamientos
más comunes de esos primeros tiempos: Chocolate lo alzaba
de las piernas, ponía la cabeza de papá entre sus rodillas
y le hacía estirar y flexionar las piernitas tomándolo
de los tobillos. Lo forzaba hasta que gritaba. Entonces lo soltaba en
la arena y le daba y le daba con el látigo, hasta que papá
aprendía. No sé cómo no murió. Frecuentes
hemorragias urinarias y cruentas palizas que le provocaban desmayos
son algunos de los problemas que padeció de chico y que comprometieron
gravemente su salud en la madurez. El 11 de marzo de 1962, en un reportaje
ofrecido al diario La Razón, Biondi afirmaría: Nadie
que no la haya vivido se imagina lo que es la soledad de un niño.
Por eso me alegra la inocencia infantil, porque sé lo que cuesta
mantenerla. Ellos son los únicos que me devuelven la alegría
de vivir, que he ido perdiendo poco a poco en el camino. Siempre digo
que tuve una infancia de Lassie: de perra, de perro. Muy triste. Mi
niñez pereció ahogada entre las dificultades y las luchas
de mi familia para sostener el hogar. Pero como le decía Adán
a Eva, demos vuelta la hoja.
Al parecer, la idea de romper con Chocolate prendió en Biondi
cuando, gracias a Emilia (la esposa del acróbata), se reencontró
con su familia. Todavía analfabeto, el niño se atrevió
a abandonar el circo por una golpiza de Chocolate (trompadas en la cara,
patadas en sus costillas), que lo llevó a decidir qué
ése fuera el último día que pasaría junto
a él. De regreso en Buenos Aires, mientras trabajaba de canillita,
recibió un día la visita inesperada de Napoleón
Seth, un payaso legendario de otro circo que generosamente lo había
salvado en un momento difícil y que ahora leproponía un
arreglo beneficioso para los dos: el joven Pepe sería un clown,
que serviría el pie al tony serio que tenía compuesto
Seth.
UNA
MULA HIPNOTIZADA
Biondi nunca había oficiado de clown; la alternativa más
viable era dejar que el niño hiciera alguna acrobacia. Pero el
viejo payaso prefirió no involucrarse con eso: la acrobacia nunca
había terminado de encajar adecuadamente en el tipo de situaciones
que él interpretaba mejor. El primer circo donde se presentaron
fue el Politeama. Su dueño, el actor Leporace, había puesto
toda la fortuna ganada con un billete de lotería en su circo,
una carpa que presentaba también obras teatrales (son numerosos
los artistas que comenzaron actuando en aquellos sainetes, entre ellos
Luis Sandrini, a quien Biondi conoció allí). Al tiempo,
Napoleón y Biondi dejaron la esquina de La Plata y Asamblea,
donde estaba el Politeama, para presentarse en otros circos. En la relación
artística y de amistad que se había formado a lo largo
de los meses entre ellos reinaba la armonía. Pero durante la
última época del dúo, se interpuso entre ellos
una mula: Juanita. El número más exitoso del dúo
consistía en hipnotizar a Juanita. La mula sólo le respondía
a Napoléon: a cualquier otro ser viviente que se le acercara
le tiraba tremendas coces, cabezazos y mordiscones. El espectáculo
de la mula sabia aprovechaba esa increíble capacidad
de enfurecimiento: Biondi aparecía con el animal, en perpetua
actitud de defensa, listo para esquivar cualquier ataque. El aterrorizado
director de pista solicitaba entonces la intervención del hipnotizador.
Napoleón entraba moviendo las manos, la atraía hacia sí,
la tranquilizaba y la volteaba en el suelo. Pero una noche algo salió
mal y Juanita escapó a toda velocidad durante el número.
Reacción en cierto modo justificada, si se tiene en cuenta que,
minutos antes, Biondi le había dado un puñetazo para evitar
sus coces. Cuando Napoleón quiso averiguar la identidad del monstruoso
agresor, nunca lo logró. Pero, para entonces, Biondi veía
ya que su talento era en esencia acrobático y, cuando insistió
para incorporar un número de acrobacia a la rutina que hacían
y Napoleón no pareció muy convencido, el dúo se
separó.
Biondi estuvo seis meses inactivo. Cuando la precariedad económica
se volvió insoportable, contactó a Peter, un acróbata
de escuela circense que le habían recomendado en el ambiente.
No disponía de muchas referencias, pero Peter también
transitaba por una etapa de pobreza, motivo suficiente para que armaran
el dúo. La noche del debut (en el cabaret Royal de Montevideo)
fueron diestros en lo acrobático, pero buena parte del público
terminó yéndose antes de tiempo, aburrido de los chistes.
A pesar de las modificaciones, los días siguientes la situación
no mejoró. Generosamente, el cómico Caplán tendió
una mano al dúo argentino, entregándoles una cosecha de
chistes probados con éxito en el Maipo. En Buenos Aires, Biondi
comprobaría que eran en verdad brillantes. Incorporó prácticamente
todos, dándole a su número un tono más francamente
sexual, de cabaret. El ciclo junto a Peter se prolongó durante
un año y medio. Trabajaron en el Chantecler, en el Florida y
en el Maipú Pigall, entre otros. Pero Biondi prefería
el circo, y en una visita a uno de ellos, el Aguila, iba a conocer a
Dick, quien sería su pareja artística hasta la época
del éxito televisivo.
UN MARINERO RUSO
Bernardo Zalman Ber Dvorkin era un ruso acostumbrado a los cambios.
Había nacido en Caterinoslav, desde donde huyó con su
familia por las estepas cuando estalló la Revolución de
Octubre. Su familia, compuesta por su madre embarazada, dos hermanos
y su padre, tendría un destino triste: al llegar a un refugio,
el hermano de Dick, desesperado por la sed, tomó de un trago
un té tan caliente, que se le quemaron las vísceras y
murió. Poco después, el llanto de la otra hermana, una
bebé, comprometió a tal punto la supervivencia clandestina
de los demás fugitivos que informaron ala madre que debía
librarse de ella. La niña fue arrojada a un precipicio. Años
más tarde, Clara, la hermana de Dick que por aquel entonces su
madre llevaba en las entrañas, se volvería loca y moriría
en un manicomio argentino. Este inmigrante de pasado atormentado sería
durante veintitrés años el compañero de Biondi.
El dúo resultaría desde el principio incomparable. Si
bien al principio Biondi mantuvo la rutina que hacía con Patatín
(al tiempo que trabajaba con Dick en un número de equilibrio
sobre mesas), durante una gira por Río Cuarto entrevió
que tenía una auténtica mina de oro y se concentró
en su partenaire ruso.
A medida que iban mudando de escenario en distintos locales de Buenos
Aires, el dúo adaptaba el humor para entretener a un público
más noctámbulo y picaresco. Así llegaron con poderoso
cartel al Teatro Cosmopolita de la calle 25 de Mayo. A la sala concurrían
muchos marineros, que al ver inesperadamente en el escenario a un dúo
cómico vestido como ellos, se identificaban rápidamente.
Desde mucho antes, cuando el teatro recién inaugurado se llamaba
Roma y entre sus estrellas estaba Florencio Parravicini, los marineros
y gente del puerto eran el público excluyente. Sacar provecho
del bullicio del público (que sólo quería ver chicas
desvestidas) era una odisea para cualquier actor. Dick y Biondi no sólo
lo lograron sino que, según el dueño del Cosmopolita,
reeditaron el milagro sólo logrado por Parravicini. Más
tarde, obtendrían uno de los éxitos más resonantes
de su carrera parodiando los espectáculos de catch que hacían
furor por esos tiempos en Buenos Aires, con Biondi recurriendo a toda
clase de trampas para fulminar a Dick, quien encarnaba a un personaje
muy seguro de sí mismo. Hasta que, durante una gira por Chile,
el cómico sufrió un grave accidente en la columna vertebral
y ya no volvería a hacer acrobacias por el resto de su vida.
Biondi y Dick armaron entonces un nuevo espectáculo en el que
reemplazaban las volteretas con sonoras cachetadas y chistes como éste:
Me voy a ver a mi hermano, le dieron una paliza, pobre, casi lo
matan. ¿Que por qué le pegaron? Porque una señorita
que vivía al lado de casa hizo un encargue a París y mi
hermano fue el que corrió con todos los trámites.
Fue este espectáculo el que les abrió las puertas de todos
los casinos, night-clubs y cabarets de América latina y España.
Dick y Biondi viajaban solos, pese a que años antes, cuando ambos
estuvieron en el teatro Comedia, Biondi reparó en una cantante
de tangos llamada María Teresa Moraca, cuyo nombre artístico
era Sita Mora. Así era el relato del flechazo según
el cómico: Teresita debía actuar en una función
de homenaje a Carmen Mir, la recordada Sevillita, y me pidió,
bastante autoritariamente, que yo anunciara que iba a cantar el tango
`No quiero verlo más. Un momentito, le dije, que yo no
soy su marido. Luego vino un juego de palabras, después un juego
de manos y terminamos casándonos, pese a que lo último
que hubiera querido en ese momento era una novia. Me casé sin
medir las consecuencias en 1934. Tenía veinticuatro años.
Hay otros cretinos que se casan antes. El día del casamiento,
uno de los hermanos de Teresa sufrió un ataque de nervios cuando
el padre se puso a golpear a la novia para convencerla de
que el casamiento no era conveniente.
EL
SHOW DE DICK Y BIONDI
Cuando actuaron en México a fines de los 40, entre el público
podía verse a artistas de la talla de María Félix,
Cantinflas o Jorge Negrete. Es que el espectáculo incluía
a Josephine Baker, la cantante y bailarina negra. Dick y Biondi precedían
su número y no pudieron evitar que se prolongara su número
y eso exasperara a la Baker, de quien se conocían desopilantes
exigencias desde la época del Follies Bergère. Luego de
soportar cuarenta minutos de espera, mientras el público festejaba
la comicidad más fresca de la noche, amenazó con dejar
el show si no la ubicaban en otro momento del programa, sumisión
que la irritaba poderosamente. A los pocos días, Josephine Baker
terminó su contrato de dos semanas mientras que Biondi y Dick
renovaron por tres meses y mediomás (los demás consagrados
de aquel show no llegaron a completar dos meses en cartelera). De allí
volaron a La Habana: escaparse a tiempo, especialmente de las mejores
salas y con los mejores honorarios, era una constante de su éxito.
Este viaje tuvo que ver con una invitación: actuar en CMQ Radiocentro,
y en las variedades del cine América, uno de las salas más
modernas del Caribe. Y, no obstante la decadencia general de ese tipo
de números en vivo, el atractivo de Dick y Biondi fue comparable
al de las películas de Hollywood que se proyectaban.
Pero fue en México donde debutaron en la TV, en 1952, elegidos
por un ejecutivo de una fábrica norteamericana de muebles de
acero que, para invadir el mercado mexicano, patrocinaban un programa.
El ejecutivo les ofreció una prueba por cuatro programas para
hacer lo mismo que en el teatro, pero acotado a un bloque largo, pero
el éxito fue tal que lograron un programa especial con la sola
participación del dúo. Biondi vio lo excepcional de la
oportunidad. Si bien les costó adaptar su creatividad a ese ritmo
abrumador en materia de guiones e ideas cómicas (Biondi no se
sentía seguro de su capacidad para la realización de libretos),
el dúo se institucionalizó en la televisión mexicana
y en julio de 1953 alcanzaron su mayor éxito: El Show de
Dick y Biondi, que iba todos los miércoles en el horario
central de las 21.30.
HISTORIA
DE UN SECUESTRO
El dúo siempre se había renovado, pero Dick nunca había
servido tan ostensiblemente de pie como en la TV. El público
había adjudicado una imagen estelar a Biondi. Cuando el dúo
se separó, el legendario Goar Mestre llamó a Biondi desde
Cuba y le dijo: Si había algún cómico en
el dúo era usted. Su compañero era un excelente pie, pero
yo le voy a pagar un elenco para que, en lugar de hacer `El Show de
Dick y Biondi haga `El show de Pepe Biondi. Si eso no va,
va, usted se vuelve a Buenos Aires. Pero antes probemos por seis meses.
Para reemplazar la ausencia de Dick, Biondi incorporó dos reformas
fundamentales: multiplicó el papel de antagonista en diversos
personajes: gordas, suegras, sinvergüenzas. Y agregó más
chicas a su elenco. La noche del primer programa, Biondi salió,
maquillado y con su peluca, junto con Raúl Gómez, su ayudante
y amigo, rumbo al edificio Focsa, la torre más grande y alta
de La Habana. Allí estaba el estudio televisivo en el que, cuarenta
minutos más tarde, Pepe debería hacer su programa. Pero
a las 20.30, las familias que se habían acomodado en el living
para ver el comienzo de El show de Pepe Biondi sólo
vieron dibujitos animados. En el estudio nadie tenía noticias
de él, nunca había entrado. Recién a las cuatro
de la mañana, Raúl Gómez llegó para avisar
que habían sido interceptados, antes de entrar al canal, por
miembros del Movimiento 26 de Julio. Para cuando Pepe apareció,
alrededor de las ocho y media de la mañana, ya estaban la United
Press, representantes de la embajada argentina, y varios medios periodísticos,
a quienes se les informó que Biondi había tenido un cólico
renal muy grande que le había impedido actuar. La verdad era
que lo habían dejado en un pueblo llamado Dolores, donde Biondi
había ido hasta la puerta de una iglesia y recibió la
ayuda de un cura que lo reconoció y lo llevó de vuelta
a La Habana. La consigna del secuestro había sido clara: En estos
momentos, Cuba no debe reír. Tiempo después, cuando el
gobierno revolucionario fue una realidad, sus secuestradores se presentaron
en cámara en el programa de Pepe, y el 30 de junio de 1960 los
artistas cubanos rindieron un homenaje de despedida en el Teatro Nacional
a quien durante siete años había sido su cómico
favorito.
VIENDO
A BIONDI
Luego de desembarcar en Buenos Aires, Goar Mestre volvió a brindarle
a Biondi un verdadero espaldarazo en la naciente TV argentina: horario
central (viernes a las 21.30), gran elenco (desde Pepe Díaz Lastra,
Carmen Morales y Carlitos Scazziotta hasta una Luisina Brando adolescente),óptimos
medios técnicos y el auspicio de Cinzano. Biondi no quiso usar
material viejo ni aun para los sketches que adelantarían su llegada
a la televisión. Iba a enfrentarse a los triunfadores del momento:
el Felipe de Luis Sandrini, el flequillo de Carlitos Balá;
los Telecómicos de Aldo Camarotta; el Capitán Piluso
de Alberto Olmedo; el show de José Marrone; Anteojito y Antifaz;
La Familia Falcón encabezada por Pedro Quartucci;
el Doctor Cándido Pérez de Juan Carlos Thorry
y La Nena, con Marilina Ross, Osvaldo Miranda y Joe Rígoli.
Con guiones retocados por su colaborador cubano, Alvaro de Villa, salieron
en directo desde el 7 de abril con Viendo a Biondi. Pepe
debía usar un saco reversible para cumplir las demandas de vestuario
entre sketches. Por los intervalos musicales pasarían, entre
otros, Violeta Rivas, Jolly Land, Sergio Denis y Bárbara y Dick.
Como se sabe, el suceso que acompañó al programa fue fulminante.
A los tres meses, una medición arrojó 58,9 puntos de rating
mensual, y en la segunda quincena de julio alcanzó un pico de
65 puntos, cifra record de audiencia hasta ese momento. A mediados de
1961 el público se apretujaba para verlo entrar al canal y pedirle
autógrafos. Si bien los promedios anuales decrecieron gradualmente,mantuvo
el liderazgo indiscutido sobre todos los programas cómicos durante
cinco años consecutivos, llegando a alcanzar 66,2 puntos de rating,
cifra que hasta el día de hoy ningún programa de continuidad
pudo repetir.
En diciembre de 1961, en el último programa de su primer año
de trabajo en la televisión argentina, sorprendió a todos
con un anuncio: Pido a los muchachos que fueron mis compañeros
de conscripción en el III de Infantería, que nos reunamos
para estrechar vínculos. La cita es para el sábado, en
la esquina de Rioja y Caseros. De sus cien compañeros,
se presentaron cincuenta y nueve. Otra anécdota de esa época
ocurrió con una de las chicas del elenco, Gladys Mancini, a quien
le enseñó así a neutralizar su acento cordobés,
rechazado por las normas mediáticas del momento: Me observó
durante los dos primeros programas de un modo distante. Y me decía
que le gustaban más las chicas que hablaban poco.
ULTIMOS
DIAS
Los cómicos salen casi todos de vacaciones: yo salgo de
operaciones. En vez de gastarme la plata en mujeres, prefiero gastármela
en doctores, bromeaba Biondi. En agosto de 1965 sufrió
el primero de sus dos infartos y retomó el programa bajo condiciones
restrictivas seis meses después. Su problema circulatorio databa
de 1955: le dolían las piernas al subir escaleras o incluso al
caminar; le costaba desplazarse rápido en escena. En sus peores
momentos, tenía que sentarse cada diez minutos. Para 1966, el
pronóstico era de tal gravedad que corría el riesgo de
que le amputaran ambas piernas. En algunos tratamientos llegaron a aplicarle
inyecciones en los nervios de la columna vertebral, que lo dejaban incapacitado
por cuarenta y ocho horas: Biondi se las aplicaba los fines de semana.
Esos sustos le trajeron manías. Se volvió muy severo con
la limpieza: si notaba alguna mancha en la casa, él mismo tomaba
una servilleta y se ponía a limpiar; en las confiterías
revisaba con desconfianza las tazas; si el aspecto del lugar no lo convencía,
pedía un té, que dejaba intacto, para justificar el sentarse
a charlar con un amigo. Tampoco iba a comer a lugares de la farándula,
salvo La Antigua Emiliana, en Corrientes y Uruguay, donde lo dejaban
meterse en la cocina y usaban acero inoxidable.
Junto con los problemas de salud, crecía la presión sobre
los libretos que paulatinamente se convirtieron en blanco de los críticos
más exigentes (aunque a Biondi como actor casi siempre lo dejaban
a salvo). Vos ya tenés que ir rumbeando para otros lados,
meterte como invitado estelar en programas como `Sábados Circulares,
le aconsejó un alto directivo de Canal 13 a fines de los 60,
luego de que se dejara de emitir Viendo a Biondi. Cuando
él preguntó si no había forma de volver a tener
un programa propio, se le contestó: Entonces sos un ambicioso,
si no te importa nada más que eso. La novedad le cayó
como un balde de agua fría.Sólo después de unos
meses se lo contó llorando a su familia, que por entonces estaba
de veraneo en Mar del Plata. Por las noches, mientras dormía,
hacía ademanes de sus rutinas cómicas, gesticulaba como
en TV, soñaba con su trabajo.
En febrero de 1972, Canal 13 hizo un doble anuncio: el retiro definitivo
de Biondi y la emisión de un programa especial de homenaje para
el 10 de marzo. El público tendrá oportunidad de
descansar de Pepe Biondi, dijo el homenajeado en esa ocasión.
Ese día se transmitió en directo, vía satélite
desde Panamá, el match de boxeo entre Nicolino Locche y Alfonso
Peppermint Frazer, por el título mundial de los welter
junior. Del programa despedida no hubo comentarios.
A pedido de Héctor Ricardo García, Biondi realizó
su último trabajo a fines del 73 en Teleonce: Biondirama.
Pese a que desde 1961 había sido su segunda casa, Canal 13 le
cerraría las puertas definitivamente. Su ausencia en la pantalla,
sus numerosas enfermedades y el recuerdo del pasado hicieron más
tristes sus últimos meses de vida. Sufría insomnio y pesadillas.
Su médico de cabecera le recomendó al doctor Rubén
Mario Santos, quien consiguió que Biondi no se lavara las manos
nueve o más veces por día, que no usara sobretodo dentro
del departamento con la estufa prendida y que no lo llamara por teléfono
para calmar sus ansiedades con tanta frecuencia. Cierta vez María
Inés Andrés le preguntó por qué se lavaba
tantas veces las manos, a lo que Biondi contestó: Usted
no lo comprende, pero yo pasé muchos años entre cucarachas.
Los últimos meses de su vida los pasó enfermo y desgastado
por las operaciones. Salía a caminar y se acercaba al Templo
Evangélico de San Pablo, ubicado en Charcas al 4700. Murió
en la madrugada del 4 de octubre de 1975, el día de San Francisco
de Asís, su santo predilecto. Poco antes de abandonar este mundo,
Biondi le pidió a su hija dos cosas: que le leyera el Salmo 23
y que no lo enterrara en el panteón de Chacarita perteneciente
a la Asociación de Actores sino en la tumba más humilde
posible: Si es verdad que hay otra vida y me veo en un mausoleo,
me vuelvo a morir.