La
pandilla
salvaje
La foto que causó la disolución de la Pandilla Salvaje:
sentados, a la izquierda Sundance y a la derecha Butch.
La
premisa era insólita: un simposio sobre bandoleros en el pueblo de Trevelin
(Chubut), para reconstruir el paso de Butch Cassidy, Sundance Kid, Etha
Place y los demás bandidos que se afincaron en Patagonia a comienzos
de siglo. Durante tres días, norteamericanos, chilenos y argentinos
especialistas en el tema develaron increíbles episodios silenciados
de la historia oficial y se trenzaron en discusiones acaloradas, mientras
en Villa Ramallo la realidad imitaba de la peor manera a la ficción.
POR
GUILLERMO SACCOMANNO
El
solo nombre de Patagonia evoca tanto una tierra prometida como un sinfín
de mitos y leyendas. Expedicionarios, científicos, aventureros, colonos,
anarquistas, bandidos, sin contar los indios que pudieron sobrevivir
al exterminio diseñado por Roca. Todas las fantasías, aun las más desmesuradas,
tienen lugar en este territorio inabarcable que combina acantilados
sobre un mar furioso, mesetas áridas, cerros nevados, lagos transparentes
y bosques milenarios hasta rozar los vértices blancos de la cordillera.
En el rincón en que uno se encuentre hay una historia fabulosa para
contar, se trate de los balleneros poseídos o de los huelguistas fusilados.
Acá, en Trevelin ��lugar del molino�, en galés�, una tranquilísima colonia
de seis mil almas, las historias se concentran, interminables, en el
IIº Simposio sobre los Bandoleros en la Patagonia, dedicado casi en
forma excluyente a �Butch Cassidy y la Banda de los Norteamericanos�.
Si Butch Cassidy,
Sundance Kid y Ethel Place, su compañera, asaltaron o no aquel banco
en Río Gallegos en febrero de 1905 puede provocar una polémica seria.
Historiadores y biógrafos de los pistoleros discuten sobre el tema.
Desde el 16 al 18 de setiembre, en este simposio se desempolvan documentos
sepias y testimonios que aspiran a convertirse en la última palabra
sobre el paso de la Pandilla Salvaje por esta zona. Hay una muestra
impresionante de fotos de la época. Hay cruces entre especialistas estadounidenses,
chilenos y argentinos, combinados con la preocupación de los funcionarios
que ambicionan fomentar el turismo. El público más joven espera que
comience la proyección de esa prometida película de cowboys (una nueva
versión, galesa, de la historia de la pandilla de Butch y Sundance,
que se proyectará por primera vez en la Argentina), y no disimulan su
impaciencia: una peli de tiros es bastante más interesante que las hipótesis
plagadas de fechas que discuten los panelistas. Mientras se suceden
las conferencias y mesas redondas, Ricardo Vallmitjana, director del
Archivo Histórico de Bariloche, acota en un aparte: �Estas historias
son bastante sabidas por nosotros. También hay otras, espeluznantes,
como las de los indios caníbales�. Dice Vallmitjana que, después de
la Campaña del Desierto, flaqueados por el hambre, los indios atacaban
a los pioneros. �La indiada prefería a los turcos. Porque la carne de
un turco, decían, era más sabrosa. Con un turco en guiso, comían muchos�,
explica. Pasados los cincuenta, Vallmitjana se presenta como conocedor
de esta Patagonia. �No estuvieron sólo los yanquis por acá. Hubo otros
pistoleros. Como ese bandido chileno, Basilio Pozza, que con su banda
se apoderó de El Bolsón�. Vallmitjana pone ironía en lo que cuenta,
busca complicidad: �El bandido tenía su apoyo. Les doy un nombre: Florencio
Martínez de Hoz. Ustedes piensen en el valor de esas tierras�. Los diarios
de la provincia publican las ponencias. Sin embargo, los titulares aluden
a historias más preocupantes: el paro de camioneros genera desabastecimiento
en la zona, la orden del gobierno
de reprimir a los transportistas es tajante. A su vez, los mapuches
de la reserva Ruca Choroi reclaman asistencia, la falta de fondo para
comedores escolares alarma en Ingeniero Jacobacci y, no muy lejos, en
Río Negro, es crítico el atraso del pago de sueldos. Pero hay una noticia
que supera a todas y puede tener su relación con el simposio de pistoleros.
En el pueblo de Villa Ramallo, en la provincia de Buenos Aires, delincuentes
jóvenes, armados con granadas, tomaron la sucursal del Banco Nación
y, manteniendo rehenes, negocian con las fuerzas especiales de la Federal
y la Bonaerense que rodearon el lugar. Con sarcasmo, Butch Cassidy dijo
alguna vez: �Siempre me pareció una injusticia tremenda que unos pocos
tuvieran tanto y el pueblo debiera conformarse con la pobreza. Por eso,
asaltar bancos me parecía una actividad noble�. Sin saberlo, Cassidy
coincidía con una idea de Bertolt Brecht: �No hay hecho delictivo comparable
a la fundación de un banco�.
LA
BANDA DE LOS INVESTIGADORES
Canoso, de lentes y modos cautos, Marcelo Gavirati es profesor de historia
y becario del Conicet. A su manera, Gavirati se siente uno de los propietarios
de la verdad histórica, tal como la plantea en su ensayo Buscados en
la Patagonia, presentado en el simposio. El libro, una compilación de
toda la bibliografía sobre Butch, Sundance y Etha, está prologado por
Anne Meadows y Daniel Buck, un matrimonio de estudiosos del western,
con look más bien post-Woodstock. Anne es escritora free-lance, autora
de un relato histórico (Digging up Butch & Sundance) y coautora
con Daniel, ex empleado del Congreso en Washington, del guión del documental
Butch & Sundance: The Lost Chapter, que habrá de pasarse en Trevelin.
La dupla Meadows-Buck eleva a la categoría de tratado riguroso el libro
de Gavirati. Desde hace años, la pareja ha establecido una correspondencia
torrencial con Gavirati, cambiando informes y conjeturas. El afán por
convertirse en la fuente más autorizada sobre el tema explica, en buena
medida, la desconfianza y rivalidad que distancia a este trío de Francisco
Juárez, un periodista veterano, viajero incansable de la Patagonia,
que viene juntando datos sobre los bandidos yanquis desde hace casi
cuarenta años. Sesentón, campechano, sin perder el sentido del humor,
el Negro Juárez juzga con filosofía la controversia con Gavirati-Meadows-Buck.
Atusándose el bigote blanco, el Negro dice: �A mí no me banca ninguna
fundación ni ningún productor. Todo el material que junté sobre el tema
fue a pulmón. Desde los sesenta estoy en esto, cuando oí a los lugareños
hablar acerca de unos bandidos yanquis�. Ya en la primera mesa redonda,
convocada por el interrogante �¿Por qué se instalaron Butch Cassidy
y Sundance Kid en Cholila y por qué se fueron?�, Gavirati y el Negro
Juárez tienen un entredicho. Gavirati le impide a Juárez integrarse
al panel. Y Juárez, sin demasiada resignación, se retira esperando su
oportunidad. Mientras tanto, la radio informa que los asaltantes del
Banco Nación de Villa Ramallo soportan el asedio mediático. Si bien
siguen acorralados por los federicos y los patas negras que se disputan
el protagonismo, los delincuentes hacen declaraciones: �Si atacan el
banco, va a morir mucha gente�, dice uno de ellos, que no debe tener
más edad de la que tenían Butch Cassidy y el Sundance Kid cuando conformaron
la Pandilla Salvaje. Uno de los rehenes se angustia en una conversación
telefónica: �Tengo una bufanda de granadas en el cogote�. Uno de los
ladrones interrumpe, tenso: �Por mi madre y por mi hijo juro que no
me entrego. Nunca más voy en cana. Aunque salga muerto�.
LOS
COWBOYS PATAGONICOS
En 1901 Argentina se perfila no sólo como granero del mundo sino también
como frigorífico ad hoc. Al desembarcar del buque Herminius, proveniente
de Nueva York, Butch, Sundance y Etha se fascinan con Buenos Aires.
Les parece París. A Etha le encanta el tango. Sundance, aunque fanático
de Wagner, accede a llevarla a milonguear. En una libreta, Butch transcribe
la letra de �La Morocha�, reemplazando la ceache por la ye (�Moroya�).
Del asalto al First National Bank de Winnemucca, a Butch y Sundance
les quedan cerca de 30.000 dólares, que depositan en la filial porteña
del Banco de Londres
mientras buscan dónde afincarse. El vicecónsul de Estados Unidos, George
Newbery (tío del aviador), los asesora. Ni siquiera intuye quiénes son
estos dos hombres, cuyos papeles los identifican como Santiago Ryan
y Enrique Place, y que se manifiestan interesados en formar una sociedad
ganadera. Años atrás, a pedido de Roca, Newbery estuvo en Estados Unidos
reclutando pioneros en Texas: hombres y mujeres apellidados Jones, Crockett,
Sowell. Hasta un sheriff trajo Newbery desde Texas: John Commodore Perry.
Esos colonos se fueron acomodando en Bariloche, Maitén, Maquinchao,
informa Newbery a los dos norteamericanos, a quienes esas voces indígenas
les suenan un poco exóticas. Pero si piensan en los comanches y los
apaches de su país el exotismo afloja. Cholila no queda lejos de la
colonia galesa 16 de Octubre (Trevelin, en la actualidad). La calidad
de los pastos, el agua de lagos, arroyos y ríosde montaña convierten
a Cholila en una geografía ideal para instalarse. Los detectives de
la agencia Pinkerton no llegarán hasta ahí. Butch, Sundance y Etha parten
hacia una vida nueva. No tardan en ganarse la simpatía de los vecinos:
los galeses y chilenos los consideran distinguidos. Hasta la estancia
de los bandoleros en Cholila llega de visita el gobernador de Chubut,
Julio Lezana, acompañado por su hija. Asado, guitarreada, vino. Mientras
Butch y Sundance bailan con la hija, Etha lo hace con el padre. Los
ilustres visitantes se quedan a pasar la noche en la cabaña. Si las
malas lenguas insinúan que el ganado de la sociedad Ryan-Place aumenta
debido al cuatreraje, nadie se atreve a interferir en su negocio. ¿Acaso
no son amigos del gobernador? Pelo negro, ojos achinados, tímido, un
hombre de campera sigue con mucha atención lo que se cuenta en el simposio.
Cada tanto, vuelve los ojos hacia la exposición de fotos en las paredes
y se sume en la contemplación de una imagen como si encerrase alguna
clave. Cada vez que se cruza con el Negro Juárez lo observa con respeto.
Después, el hombre contará que se vino de Comodoro Rivadavia, donde
dejó a su mujer y sus hijos. Para él era crucial venir a este simposio,
no tanto para visitar a sus primos en Cholila, como demuestra cuando
se anima a preguntar: �¿No sabe si el señor Juárez va a viajar a Norteamérica?�.
Despacio, pausado, el hombre se toma su tiempo para detallar que es
obrero del petróleo, que trabajó en Malvinas y en Comodoro, pero que
ahora está desocupado. �Lo que puede salvarme es la herencia�, se ilusiona.
Es que el hombre se ha enterado de que en Texas puede haber una herencia
esperándolo. �No tuvieron dónde ubicarme. Yo andaba de un lugar a otro,
buscando conchabo�. El hombre tarda en decir su nombre: �Roland, me
llamo. Roland Perry. Mi abuelo era el sheriff Perry�, dice señalando
una foto. �Si el señor Juárez viaja a Estados Unidos, él podría reclamar
la herencia, representándome. Yo estaría dispuesto a pagarle el quince
por ciento de lo que me toque�.
GOOD BYE, CHOLILA
Después de aquel asalto al banco de Winnemucca, de paso por Forth Worth,
la Pandilla celebró el casamiento de uno de sus miembros. Para la ocasión
se fotografiaron elegantísimos, como banqueros casi, y no tuvieron mejor
ocurrencia que despacharle la foto al gerente del banco. El chiste iba
a costarles caro: un detective de la Wells Fargo vio la foto expuesta
en un estudio y se la envió a la agencia Pinkerton. Fue entonces que
la Pandilla Salvaje
decidió separarse. Butch y Sundance se citaron en Nueva York. Sundance
estaba enamorado y presentó a Etha y su amigo. Los tres se embarcaron
hacia el Río de la Plata, seguidos de cerca por la Pinkerton. En los
primeros meses de 1903, la Pinkerton había asignado a uno de sus detectives,
Frank Di Maio, a Río de Janeiro, detrás de un robo de diamantes. Un
cable le ordena ir a Buenos Aires y esperar nuevas órdenes. En poco
tiempo le llega el pedido de captura de Butch, Sundance y Etha. El detective
Di Maio visita al vicecónsul Newbery, le muestra el prontuario: ahí
están los retratos, los mismos tipos que se fotografiaron en Forth Worth.
Newbery los reconoce: se trata de Santiago Ryan, Enrique Place y su
señora. A Di Maio le causa gracia que Etha sea señora. Se ha dicho que
Etha era maestra, pero también prostituta, cuando conoció al Sundance.
Di Maio decide esperar. No duda que la vida bucólica terminará aburriendo
al trío. Cuando meses después dos pistoleros yanquis roban el Banco
Tarapacá y Argentino Limitado en Río Gallegos, la modalidad del asalto
�espectacularidad, cables de telégrafo cortados, una fuga minuciosamente
planeada con caballos frescos esperando en cada alto y el detalle de
que uno de los ladrones tenía una �hermana� en Punta Arenas�, no deja
ninguna duda a Di Maio: fueron Butch, Sundance y Etha. Sin embargo,
distintos testimonios coinciden en señalar que los asaltantes de Río
Gallegos no pasaban de los treinta años. La autoría de ese robo, discuten
los especialistas, no se puede atribuir a Butch, Sundance y Etha. Durante
febrero de 1903, fecha del robo, el trío no sealejó nunca de Cholila.
Igual, la orden de captura llega al comisario Edward Humpreys. Pero
él se resiste a detener a sus vecinos: no sólo es amigo de los dos hombres;
además está secretamente enamorado de Etha. Humpreys alerta al trío
en lugar de capturarlo. A Butch, Sundance y Etha les cuesta abandonar
Cholila. Responsables de tantos robos, ahora deben huir por uno que
no cometieron. Después de encontrar el paraíso perdido, una paradoja
del destino los empuja a cabalgar de nuevo.
LA PATAGONIA DE HUTTON
Además de escritor de viajes, Adrián Giménez Hutton es explorador. Obsesivo,
recorrió una y otra vez la Patagonia replicando el camino hecho por
el viajero inglés Bruce Chatwin en los años 70. En Patagonia, el libro
de Chatwin, es un texto de culto no sólo para los aficionados del género.
Sin embargo, a pesar de su valor literario, En Patagonia es un compendio
de falseamientos de la realidad. Al repetir el viaje chatwiniano, Hutton
se empecinó en chequear cada anécdota, cada personaje, cada lugar. La
Patagonia de Chatwin, el libro de Hutton, se presenta en el marco de
este simposio y, como padrinos, dispone nada menos que de Osvaldo Bayer
y el Negro Juárez, en uno de los momentos más altos del evento. Desde
una pantalla
de video, Bayer ratifica su tristeza y su disgusto: a Chatwin, como
a un buen viajero imperial, le importaba más crear una ilusión very
typical que ser fiel a la historia. La indignación de Bayer crece cuando
recuerda, por ejemplo, cómo Chatwin convirtió a los huelguistas anarquistas
de la Patagonia en fantoches. Por su lado, el Negro Juárez refiere la
visita que Chatwin le hizo apenas llegado a Buenos Aires, antes de emprender
su viaje. Chatwin buscaba orientación y Juárez le brindó asesoramiento
sobre las historias de los bandidos que, previsiblemente, el inglés
terminó trastocando. �A Chatwin no le importaba deformar la realidad�,
justifica Juárez. �Como lo hubiera hecho quizá el Gordo Soriano, Chatwin
encontraba el costado novelesco de todo. Y, al escribir, lo que le importaba
era que su historia fuera eficaz�. Juárez confirma que esas tumbas halladas
en Río Pico no son, como refiere Chatwin, las tumbas de Butch y Sundance.
También corrige otros �detalles�. Poco antes del amanecer del sábado,
mientras en Trevelin los especialistas siguen discutiendo en la mesa
de un bar, en Villa Ramallo, los delincuentes se lanzan a la fuga a
bordo de un auto. Cumpliendo con la consigna gubernamental de meter
bala a los delincuentes, la policía acribilla impunemente el auto, donde
van también los rehenes como escudo. Las imágenes, repetidas por televisión,
enrarecen la atmósfera de polémica entre los estudiosos de Butch y el
Sundance. A la mañana siguiente habrá de saberse que uno de los asaltantes
sobrevivió, fue encerrado en una celda y, más tarde, se suicidó ahorcándose.
EXPEDIENTE
NEGRO
En diciembre de 1905, en Villa Mercedes (San Luis), la Pandilla Salvaje
ataca de nuevo. En una mañana sofocante, los pistoleros toman whisky
en una confitería. Poco después de las diez y media, salen, montan y
cabalgan hasta el Banco Nación. Como lo hicieron en otras oportunidades,
antes se presentaron en el pueblo como ganaderos, se codearon con la
sociedad local, estudiaron el escenario. Ahora desmontan, entran en
el banco y, un rato después, estampidos, portazos y estrépito de vidrios
conmueven la calle. Según el Negro Juárez, Etha participó en ese asalto,
vestida de hombre, con bigotes postizos. A la partida improvisada por
lugareños y policías se le complica la persecución. Además de la puntería
excelente de los fugitivos, que derriba el caballo del jefe de policía,
es imposible alcanzar a estos pistoleros que han dispuesto, como es
su costumbre, caballos de reposición a lo largo de su huida. A través
de un paso cordillerano, Butch, Sundance y Etha pasan a Chile. Cuatro
años más tarde, en 1909, otros miembros de la Pandilla Salvaje vuelven
a la acción. Un día ventoso, los pistoleros Roberto Evans yWilliam Wilson
asaltan la Cooperativa Agrícola de Arroyo Pescado. Asesinan a Ap Iwan,
el gerente, un hombre querido por sus vecinos. En la partida que se
organiza para atrapar a Evans y Wilson está Daniel Gibbon, un antiguo
amigo de Butch y Sundance. Gibbon se las ingenia para convencer al resto
acerca de lo peligroso que puede ser perseguir a tipos con puntería.
En 1911, junto con el chileno Juan Vargas y Mansel Gibbon (hijo de Daniel),
Evans y Wilson secuestran al estanciero Lucio Ramos Otero en las cercanías
de su campo. Junto con el estanciero, se llevan también a un peón. Más
allá de sus excentricidades �andar peor entrazado que sus gauchos, un
carácter caprichoso, el repudio por toda existencia civilizada�, Ramos
Otero es apreciado en la zona. Pero por esas excentricidades nadie cree
demasiado en el secuestro. Evans, Wilson, Vargas y Gibbon llevan a sus
prisioneros hacia el sur. En Río Pico los encierran en un calabozo construido
con troncos y tientos. Ramos Otero se las ingenia para escapar. Cumpliendo
órdenes del presidente Sáenz Peña, la policía fronteriza, al mando del
mayor Mateo Gebhard (un austríaco nacido en Praga), se asienta en la
colonia 16 de Octubre. Gebhard está dispuesto a �limpiar� el territorio.
Mientras Gibbon y Vidal huyen a Chile, Wilson y Evans, confiados en
su suerte, permanecen en los alrededores de Río Pico. Una partida los
acorrala y los liquida. �La tumba de los pistoleros Wilson y Evans está
en el establecimiento La Cascada, en Río Pico�, puntualiza Hutton. El
Negro Juárez se engancha: �Esa tumba no es, como sostuvo Chatwin, la
de Butch y Sundance. Casi toda esta historia, desde la estadía de Butch,
Sundance y Etha en Cholila, pasando por el asalto de Villa Mercedes
y el secuestro de Ramos Otero, todo está contenido en un expediente
judicial de Chubut de 1911. Estuve durante años rastreando ese expediente.
Pude comprobar que un juez se lo había quedado como souvenir. En ese
expediente se basa el libro de Gavirati y también la información que
manejan Meadows y Buck. Sin ese expediente que yo detecté, nadie hubiera
escrito una línea sobre los bandidos�.
THE END
La película con Paul Newman, Robert Redford y Katherine Ross, dirigida
por George Roy Hill, concluye con el dúo en Bolivia. Acorralados por
el ejército, Butch y Sundance salen a matar y a matarse. La imagen se
congela: los pistoleros entran en la leyenda, se sugiere. Por esa época
Sam Peckimpah rodó un film más crudo que tomaba el nombre de la pandilla.
The Wild Bunch no tiene nada que ver con Butch y Sundance, pero refleja
con una crueldad memorable las desventuras de los outlaws. �Sí, me gustó
ese film, es uno de mis predilectos�, se entusiasma Daniel Buck. Y arriesga
por qué no se hicieron más películas sobre Butch y Sundance: �Es que,
para Hollywood, Butch y Sundance siempre serán Newman y Redford�. En
el documental que hicieron para la tevé galesa, Meadows y Buck profundizaron
sobre el paradero de los bandidos en Bolivia, luego del asalto en Villa
Mercedes. Empleados en una mina, Butch y Sundance traman el robo de
una remesa. En noviembre de 1908, en Tupiza, Butch y Sundance le cierran
el paso al dueño de la mina, un tal Aramayo, y a su hijo. Pero Butch
y Sundance calcularon mal la fecha. Y en lugar de 80.000 pesos, como
esperaban, encuentran 15.000. Decepcionados, huyen hacia San Vicente.
A un poblador le compran forraje y le alquilan una pieza. Esa noche
comen pan con sardinas y toman cerveza. Mientras ellos descansan, el
dueño de la casa va en busca de una patrulla del ejército. Comienza
un tiroteo feroz mientras refuerzos rodean la casa. Butch y Sundance
están perdidos. La noche se alarga entre disparos y gritos. De pronto
se oyen gritos desde la casa. Un disparo. Y otro. Después, un silencio
largo que se prolonga hasta el amanecer. Cuando por fin se deciden a
entrar, los soldados comprueban que Butch y Sundance están muertos.
Sundance habría sido herido. Y para evitarle una agonía interminable,
Butch le habría disparado. Después se suicidó. Los cuerpos fueron enterrados
en San Vicente. En 1991, con la ayuda del antropólogo forense Clyde
Snow �que asesoró los equipos que en Argentina investigaron los restos
de desaparecidos�, Meadows y Buck realizaron la exhumación de la posible
tumba de Butch y Sundance en San Vicente. Pero los restos óseos encontrados
eran de un minero alemán. �Aunque la Pinkerton conoce este final�, cuenta
Buck, �nunca dio por finalizada oficialmente la búsqueda de Butch y
Sundance. A Butch se lo dio por muerto en Utah, en Oregon, en México
y en otros sitios. Son incontables las muertes que tuvo. Su hermana,
Lula Parker, escribió un libro afirmando que había muerto en Spokane
en 1937. Pero también es improbable. Algo similar ocurre con las distintas
muertes que se le adjudican a Sundance. Su familia opina que murió en
Bolivia, porque desde ese tiroteo se cortó la correspondencia con él�.
A Etha se le pierde el rastro después de aquel asalto en Villa Mercedes.
BUTCH
& SUNDANCE TOUR
La mesa de cierre del simposio la coordina el profesor Gavirati. El
tema es �Presentación de los Proyectos de Preservación y Explotación
Turística de Sitios Relacionados con la Historia de los Bandoleros�.
Desde Chile, dice Daniel Buck, ya hay empresas de turismo que ofrecen
una travesía aventurera cruzando la cordillera a caballo para arribar
a Cholila. El tour incluye el cruce de ocho ríos, bosques de alerces
de cuatro mil años. La cabaña que ocuparon Butch, Sundance y Etha está
deteriorada. En una operación de rescate, la Secretaría de Cultura de
la provincia del Chubut, ofreciéndose como mediadora entre la familia
Daher, propietaria del terreno, la familia Sepúlveda �descendientes
de Aladín Sepúlveda, el morador octogenario que vivió hasta su muerte,
el año pasado, en la cabaña� se propone restaurar la construcción desvencijada.
Armada con troncos de alerce y tejuelas de madera, la cabaña requiere
una inversión de veinte mil dólares. �Hay que entender la historia de
los bandidos desde otro lugar�, plantea la funcionaria Elsa Pignolo.
�Si bien sus antecedentes eran graves, también fue importante la elección
de cambiar sus vidas, enderezar el destino, creando en este lugar del
mundo una utopía posible�. Verónica Contreras, editora de la revista
La Bitácora, acuerda con el planteo. �La historia de los bandidos, y
este paisaje, ofrecen un atractivo turístico enorme�. Después del simposio,
cada uno extraerá sus propias conclusiones. Pero una sospecha fluye
subterránea por entre las idealizaciones de la leyenda: alude a la violencia
que recorre las contradicciones de nuestra historia. Tiene que ver con
los intereses coloniales, con la expansión territorial y con la urgencia
por marcar fronteras: aunque el simposio, desde lo institucional, se
enuncie como una celebración nostálgica de ciertos antihéroes, su encubrimiento
en sepia permite develar, una vez más, los cruces entre economía, política
y violencia como constantes problemáticas en nuestro país. Mientras
tanto, en Villa Ramallo, después del asesinato de los rehenes y los
asaltantes, la Justicia secuestra 120 armas policiales y anuncia que
150 policías bajo sospecha están investigados por la masacre. En tiempos
de campaña electoral, la masacre de Villa Ramallo compromete al Gobierno.
Los candidatos, obviamente, procuran subir su puntaje en las encuestas.
En Trevelin, empiezan las despedidas. Hay quien se pregunta si, en un
futuro, Villa Ramallo no se proyectará también como un polo de atractivo
turístico.