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Fena llegó a América

Mi nombre es todo lo que tengo

Harto de ser reconocido como el raportero de Tinelli, Fena della Maggiora lanzó su Plan B, un programa semanal que combina tres de sus pasiones: el humor, la política y la música. En diálogo con Radar despotrica contra la televisión tradicional, cuenta su táctica para que los entrevistados le digan la verdad y explica por qué va con la cámara a hacer trámites.

POR LAURA ISOLA

Alcanzó todos los puntos de rating imaginables en “Videomatch” pero, en el camino, descubrió que muy pocos por la calle sabían su verdadero nombre y su trayectoria como músico. Cansado de la situación, el músico devenido humorista planeó una estrategia de salida (chau Tinelli) y otra de retorno: “Plan B” es el nombre del nuevo programa televisivo de Fena della Maggiora (jueves a las 23, por América). Ahora bien, si el “plan B” es la opción alternativa cuando la principal fracasa, aburre o simplemente se deja de lado, hay por lo menos tres maneras de interpretar “Plan B”: a) ¿aspira Fena a sacarse de encima el karma de ser “el raportero de Tinelli”?, b) ¿trata de ser reconocido como músico (para lo que no le faltan méritos)?; o c) ¿quiere resolver todos sus trámites burocráticos porque en el primer programa descubrió que la cámara los acelera notablemente?
Para alcanzar cualquiera de los tres objetivos, Fena tiene una táctica: hacer un producto con una prolija postproducción que trata de romper la convención del magazine televisivo. “No quiero formatos tradicionales, no quiero luces puntuales, no quiero copete, nota y vuelta de nota con un conductor diciendo: ¡Qué bueno lo que vimos! Quiero romper con los clisés televisivos porque no soy un conductor profesional. La idea es que cada programas no sea igual al anterior”. Así es que Fena graba en un bar (siempre el mismo) con parroquianos y todo. Hace las entrevistas en la barra y luego pasa al sector sillones. Él se mueve con confianza; la cámara se desliza sin cortes, sin histeria: “Me molesta la edición loca tipo ‘El Rayo’. Sólo atino a decir ¡Basta, Loro, no te muevas más!”. Dividido en bloques (eso no se puede cambiar), el primer programa tuvohumor político en dos partes: un musical sobre los años de gobierno de Menem y, en otro sentido, una entrevista fallida a Jorge Altamira, con invitación para hacer un discurso y pancartas (“Quise que Altamira explicara por qué se sigue presentando con ese discurso antiguo y que cerrara su campaña en el programa. Pero salió mal: quedó como demagogia o como que yo era partidario de Altamira. No hubo manera de hacerle entender que queríamos hacer algo con humor”). Además, “Plan B” desplegó una variedad de ideas nuevas y otras recicladas: un taxi con una cámara que registra lo que les pasa a los pasajeros (estilo documentales de HBO); una noticia falsa que intenta ser verdadera (estilo Orson Welles en La guerra de los mundos); una cámara puesta al servicio de un famoso para que haga lo que quiera (a Juan Ponce de León, el galán de “Verano del ‘98”, que filmó dos días de su vida, le siguió Charly García) y una ilusoria máquina de la verdad que funciona a tracción a sangre. Simulando una teleconferencia y con la estrategia de sacar de mentira verdad, Elsa Serrano contestó, sin saberlo, que trabajaba de ñoqui y los vestidos de Zulemita se los iba a pagar Dios. Se parte de la premisa que muchos personajes públicos engañan a la gente, o enmascaran la verdad: “Ante esa presuposición, yo hago que digan la posta. Elsa Serrano está diciendo lo que realmente debe decir. No le estoy haciendo decir nada que la gente ya no sepa”, dice Fena. El final de cada programa es un número en vivo. En el primero estuvo Gustavo Cerati en un miniconcierto con Fena. En el segundo estuvieron Fito y Erica García y para próximas emisiones se anuncian a Calamaro y a Charly (por separado). Hasta ahora, el karma de ser “el raportero” sigue pesándole al conductor de “Plan B”. “Todavía me paran por la calle y me dicen: Eh, Raportero, Tinelli y cuando les digo que no trabajo más en “Videomatch” no pueden entender por qué. No me creen cuando contesto que me aburrí. Acto seguido viene: Hijo de puta, callate, Tinelli es lo más. Se ponen inmediatamente de su lado. La gente lo sigue porque entró en el gusto popular. Así cambiara todo el staff, lo seguirían viendo. Porque todo el programa gira en torno de él. La gente le tiene un cariño muy especial. A mí me gustaría entrar en el gusto general así, pero con lo que yo hago”.
¿Existe una maldición para los que se van de “Videomatch”?
–Hay una maldición de Tutankanelli, pero yo no creo en ella porque me fui bien. Lo que no tenía era ganas de mantener el espíritu pum para arriba del programa, porque a veces no estoy feliz y tengo ganas de putearlos a todos y no me da para reírme con los papelitos que llueven. Se fue dando: a cierta altura me sentía desubicado porque mi humor y mi look eran muy diferentes. Estaba harto de que me gritaran raportero. ¡Yo me llamo Fena!
¿Y por qué se presentó como el ex raportero en los avances de “Plan B”?
–Porque el canal me lo pidió. Todos me llamaron para decirme si era un tarado o qué. Lo que pasó fue que, después de tres días de discusión, la gente del canal me dijo ¡basta, lo tenés que hacer! Es una muy pequeña concesión que hice obligado. En algún momento me disculparé por eso.
¿Cómo se siente en el papel de anfitrión de músicos, habiendo sido músico invitado durante mucho tiempo?
–A veces me parece raro. Por lo general, cuando me invitan a programas es por lo que hago en la televisión. O por una movida de la discográfica. Pero, en esos casos, después de la pregunta sobre el disco, inevitablemente viene la pregunta por lo de la tele.
¿Cómo le gustaría que lo reconocieran?
–Como músico, porque para mí es más fácil venderme en la tele que en la música. Me imagino a la gente que me ve arriba del escenario diciendo: “¿Éste no es el de la tele?”. O pibes que compraron mi disco (Dos vidas) pensando que tenía los raps del sketch de los raporteros.
¿Cuál es el abanico de sus gustos musicales?
–Esto puede sonar pretencioso, pero llega hasta donde yo sienta ganas de tocar con esa gente. A mí me encanta La Mona Jiménez y me encanta Molotov. No me gusta Soledad pero, si pudiera invitarla, lo haría. No me gusta su manera de hacer el folklore, pero le propondría tocar una chacarera que nos guste a los dos. De la misma manera que lo invité a Adrián Otero y le propuse hacer un tango con arreglos de blues. Con la música quiero abrir el juego hacia todos los lugares que me parecen respetables. No me parece respetable la fábrica de bailanta. No me interesan los productos bastardos, aunque sean populares.
¿El concierto final es lo más importante del programa?
–No sé. Después de “Videomatch” y de “CQC” no hubo cambios importantes de formato. Es cierto que en la TV todo es una lotería porque la gente no parece tan harta de ver tantos programas iguales con invitados, con escritorios y plantas. En la TV argentina siempre se sigue a la tendencia: cuando Héctor Larrea tenía 30 puntos de rating con un programa de juegos, hubo cuatro programas iguales con juegos. Yo sé que “Plan B” no va a ser un programa superpopular porque el material no lo es y yo no lo soy. No digo que los músicos que invito no sean populares. Pero el rocanrol en la tele ocupa una franja muy chica. Si en un canal está Fito y en el otro Los Sultanes, seguro que tienen más audiencia Los Sultanes.
¿Y la idea de hacer sus trámites filmado por la cámara?
–La vereda de mi casa estaba rota. Después de ocho meses de trámites y maltrato, gracias a la cámara, conseguí que me atendieran y que al otro día la vereda estuviese arreglada. Por supuesto, el tipo que me atendió, cuando vio la cámara aprovechó para hacer campaña y quedar bien por la tele. Pero desde entonces decidí que todos los trámites que tenga que hacer voy a ir con la cámara, para que vean que a mí me pasan todas estas cosas. El ciudadano Santo se dedica a los problemas de los demás; el ciudadano Fena se dedica a sus problemas, que son también los de los demás.
¿Va a bajar línea todo el tiempo?
–No puedo no hacerlo. Me gusta el humor ácido e irónico y, políticamente, voy a ser siempre un opositor. Soy de la generación del Proceso y viví mi adolescencia sin poder expresarme, además de haber pasado por un intento de secuestro. A muchos pibes les resulta aburrido repasar la historia. Pero a mí, la política me interesa. La tengo que disfrazar de humor, porque es lo que hago. Pero frente a un micrófono siempre dije lo que pienso, fuera en un show de música o en la tele. Lo que no me gusta es dar la sensación “CQC” de que yo soy piola y los demás son unos pelotudos.

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