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Patti Smith se recopila a sí misma

Patti te quiero

Fue criada por una madre testigo de Jehová y un padre ateo. A los cuatro años se enfermó de escarlatina y tuvo las visiones religiosas que la persiguen desde entonces. Enamorada de Rimbaud y pareja de Mapplethorpe, en 1975 editó su primer disco, pero en 1979 se retiró durante dieciocho años para criar a sus hijos con su marido. En 1994 enviudó. Desde entonces, Patti Smith, la mujer que fue amiga de Burroughs y amante de Sam Shepard, volvió al ruedo. Y recién ahora accedió a publicar un libro en el que recopila fotos inéditas y las letras de sus canciones.

Por Mariana Enríquez

Fue definida como una sacerdotisa, como la madrina del punk, como una visionaria, como una chamán femenina. Especuló con una nueva definición de lo femenino: en sus canciones, en su poesía, se proyectó alternativamente como lesbiana, andrógina, hombre, mártir, sacerdotisa, Dios-Mujer. Permaneció dieciocho años retirada de los escenarios, recluida con su marido, Fred Smith, en una casa en las afueras de Detroit, criando a sus hijos. Es viuda desde 1994. Pero, en toda su vida, jamás se decidió a recopilar las letras de sus canciones. No es que nunca antes le hayan pedido un libro como Patti Smith-Complete, que acaba de editarse en Europa y Estados Unidos. Es que ella nunca creyó que valiera la pena. Cuando finalmente la persuadieron de que existía una genuina demanda, Smith se puso a trabajar: transcribió las letras ella misma (al no haber una versión oficial de las canciones, las transcripciones suelen ser erróneas) y pasó un año trabajando en el diseño, revisando cuadernos viejos y fotografías para ilustrar su historia. El libro ofrece fotos inéditas de su amigo Robert Mapplethorpe, imágenes de su vida como ama de casa, de sus hijos, de sus años punk en los ’70. Hay fotos de algunos de sus héroes, Bob Dylan y Lotte Lenya. Rimbaud, por supuesto. John Coltrane y, menos obviamente, Johnny Carson. Con este libro, Patti Smith quiere –asegura– contarle a la gente “un poco” acerca de ella y de su familia. “No creo que sea importante que la gente lo sepa todo. No estoy preparada para escribir mi autobiografía. Sé que otra gente puede hacerlo, pero yo no.” Patti Smith: Complete es un rompecabezas de textos e imágenes de una historia que empezó hace 53 años.

En el principio
Patti Smith nació en Chicago, el 30 de diciembre de 1943. En 1955, el mismo año en que nacía el rock’n’roll, se mudó a Nueva Jersey. Una de las leyendas más famosas en torno a su mística de visionaria y sacerdotisa dice que a los cuatro años Patti Smith tuvo escarlatina, y que la fiebre le produjo alucinaciones que no la abandonarían hasta adulta. Veía doble, y tuvo que usar un parche en un ojo por un tiempo. Recopiló sus alucinaciones febriles en un diario, que fue el embrión de su poesía.
Beverly Smith, su madre, era (es) testigo de Jehová. Su padre era ateo. Esta química opuesta le dio a Patti su doble visión de Dios, que recorre todo su trabajo: la mezcla de profano y sagrado, su casi pagana visión de la divinidad, la blasfemia paterna y el fanatismo religioso materno. “Mi madre me enseñó a rezar a los dos años, y eso expandió mi mundo. Fue el mejor regalo que pudo darme: la idea de que, no importa cuán aburrido estés, todavía puedes irte a la cama y rezar, hablar con ese Todo. Fui criada como testigo de Jehová, una fe extremadamente disciplinada. No comulgo con su dogma, pero creo que su rigidez es lo que hace que esa religión sea bella.”
Pero algo se interpuso entre Smith y Dios, cuando estaba en la escuela secundaria. Se había enamorado de Arthur Rimbaud. “Cuando tenía dieciséis, realmente quería un novio. Y no me gustaban los chicos del barrio. Entonces encontré Iluminaciones, y vi a este chico en la tapa, y era mi tipo. En realidad, robé el libro porque fue amor a primera vista. Tengo que admitir que no pude entender lo que leí al abrirlo. Pero un instinto me dijo que esas palabras eran hermosas.” Poco después ingresó a la Escuela de Arte de Nueva Jersey, y un profesor la introdujo, cuando era apenas una adolescente, al concepto del artista criminal. Ese profesor le acercó más libros de quienes serían dos de las musas de Smith: Jean Genet y Rimbaud, artistas fuera de la ley, vagabundos que mezclaban el arte y el pecado. “Ya no quise ir al cielo, si no había arte allí”, dice en el libro.
Los padres de Patti, sin embargo, no tenían dinero para solventar las ambiciones artísticas de la hija rebelde. Y tuvo que entrar a trabajar en una fábrica de colchones de Nueva Jersey. Ya sabía hacia dónde quería huir: “Voy a subir a ese tren y voy a irme a Nueva York y voy a ser tan mala, una estrella, y nunca nunca voy a volver, nunca, a quemarme en esta fábrica de mierda”, cantaba en Piss Factory, una canción escrita en 1970, la primera citada en el libro Complete. Sus compañeras en la fábrica la odiaban. La boicoteaban y hasta, una vez, la obligaron a hundir la cabeza en un inodoro sucio. Incluso le quitaron su ejemplar de Iluminaciones, que siempre llevaba bajo el uniforme y leía entre horas, porque era un libro de un autor francés. Y, según le dijo el celador de la fábrica: “Todo lo extranjero es comunista”. El detonante de la partida fue un hecho inesperado, y hoy misterioso, porque Patti Smith se niega a discutirlo con la prensa. En 1966 quedó embarazada y decidió dar a su hijo en adopción, con sólo una condición: que fuera entregado a una familia católica. Tres días después del nacimiento de su primer bebé, Patti Smith tomó ese tren a Nueva York.

La Tierra prometida
“En Nueva York conseguí trabajo en la librería Scribner de la Quinta Avenida. Empecé a dar vueltas por el Pratt Institute of Art, donde trabajé posando desnuda para los estudiantes. Estaba leyendo todos esos libros románticos sobre la vida de los artistas, y tenía ganas de encontrar a un artista joven, ser su amante y cuidarlo. Entonces encontré a Robert Mapplethorpe. Él tenía diecinueve años, y era hermoso. Me empezó a enseñar la disciplina y la estructura necesarias para ordenar mi trabajo”, recuerda Smith. Mapplethorpe, que se convertiría en su mejor amigo, estaba fascinado con esa chica delgada y casi esquizofrénica, y aunque no se sentía atraído sexualmente por ella, se la llevó a vivir a su casa. Patti posaba para sus fotos, y Robert insistía en orientarla a la escultura. O a la pintura. Ninguno de los dos pensaba en la poesía. Confundida, Patti Smith decidió viajar a París con su hermana, para averiguar si las calles por donde habían caminado Rimbaud y Jim Morrison la ayudaban a entender qué estaba buscando. “Fui a la tumba de Morrison en París y no sentí nada. No pude siquiera llorar. Me quedé ahí parada, vacía. Fui a la de Rimbaud después, y me sentí fría. Pensé: a la mierda. Me voy a casa a hacer mi trabajo. No voy a quedarme parada sobre las tumbas de esta gente.”
Lo que no significaba que Smith abandonara su panteón personal. Sus musas eran (son) infinitas. Penny Arcade, una de las superstars de Andy Warhol, recuerda: “Patti me despertaba a las nueve de la mañana y me decía: Penny, hoy es el cumpleaños de Bobby. ¿Qué Bobby?, le decía yo. Bob Dylan, respondía ella. Patti se pasaba la vida queriendo ser alguna estrella, John Lennon, Keith Richards, o algún otro. Yo estaba con ella la noche en que Brian Jones murió. Patti estaba histérica. Yo estaba mal también, pero ella hablaba de mi bebé o decía cosas como los huesitos de mi pobre Brian. Era como si conociera a esta gente, pero estaba todo en su cabeza. Todo el mundo tiene amigos imaginarios, pero los de Patti eran Mick Jagger, Keith Richards, Jean Genet”. Patti Smith lo reconoce: “Estoy envuelta en la vida de mis héroes. En mis canciones, en mi poesía. Les he dedicado poemas a Eddie Sedgwick, a Marianne Faithfull, a Frank Sinatra”. Incluso en uno de sus más recientes discos, Gone Again (1996), la canción “About a Boy” es para Kurt Cobain, a quien Smith jamás conoció. Es imposible enumerar las canciones inspiradas en sus héroes: virtualmente, cada una de ellas nació gracias a una musa.

Nuestra Señora del Bowery
“No considero que escribir sea un acto silencioso, introspectivo. Es un acto físico. Cuando estoy en casa, con mi máquina de escribir, me vuelvo loca. Camino como un mono. Me humedezco. Tengo orgasmos. En vez de inyectarme heroína, me masturbo catorce veces seguidas. Tengo visiones. Naves descendiendo sobre las pirámides aztecas. Templos. Así es como escribo mi poesía”, dijo en una entrevista con Lisa Robinson, en 1977.
Al regresar a Nueva York, ya decidida a dedicarse a la poesía, Patti Smith se instaló en el Chelsea Hotel con Mapplethorpe. Era evidente que la pareja no funcionaba como tal, y enseguida Patti se enamoró de otro hombre: Sam Shepard. Al mismo tiempo que empezaba a leer sus textos en la Iglesia de San Marcos junto con Jim Carroll (autor de The Basketball Diaries, que sería llevada al cine en los ’90 con Leonardo DiCaprio) y Gerard Malanga (uno de los más conspicuos integrantes de la Factory de Warhol), Patti salía en secreto con Shepard, que estaba casado. Juntos escribieron una obra de teatro, Cowboy Mouth. Sólo hicieron una representación: la obra contaba el romance de dos escritores, y Shepard no se atrevió a actuarla frente a su esposa. Fue el fin de su trabajo juntos. Pero Patti siguió leyendo poesía en público. Claro, sus lecturas no eran comunes: en primer lugar, porque eran populares y su público estaba poblado de músicos de rock. Joey Ramone (cantante de Ramones) recuerda: “Cada vez que leía un poema, rompía el papel, o agarraba una silla y la tiraba contra la pared. Era fantástica”.
Pronto Smith se dio cuenta de que hacía falta algo más, e invitó a un guitarrista, Lenny Kaye, a que la acompañara en sus lecturas. Sus recitales se parecían cada vez más a conciertos de rock. La banda se fue armando poco a poco, alrededor de sus improvisaciones, de sus trances. James Grauelhorz, manager de William Burroughs, vio uno de esos recitales en St. Marks: “Cuando terminó, salió corriendo de la iglesia, a través de la gente, dejando a Lenny Kaye solo con el amplificador. La gente se volvió loca. Nos voló la cabeza. Yo estaba sentado junto a Burroughs, que se dio vuelta y me dijo: Ella lo tiene. Es una estrella”.
Un fuego de origen desconocido
Patti Smith grabó su primer álbum, Horses, en 1975, con la producción del ex Velvet Underground, John Cale. La tapa del disco es una foto mítica, tomada por Mapplethorpe, donde Smith no es hombre ni mujer. Ninguna mujer había llevado a ese terreno el concepto de androginia. Las estrellas de rock, si eran chicas, tenían que ser sexies. En Complete, Patti Smith incluye un relato acerca de aquella foto: “Había dormido demasiado ese día y me puse la ropa que solía usar todos los días, como un uniforme, en la calle y en el escenario. Robert trabajó silenciosamente. Tenía un estilo nervioso, pero confiado. Nada de asistentes. Quería un triángulo de sombras. La luz estaba cambiando, y el triángulo se desvanecía. Me pidió que me quitara el saco, porque le gustaba el blanco de mi camisa. Me puse el saco al hombro, como Sinatra, tratando de capturar algo de su desafiante espontaneidad. Ésa fue la toma que Robert eligió. Cuando miro la foto hoy, creo que capturamos algo de nuestra generación: eso que nos distinguía, la búsqueda de un nuevo espacio excitante, de asombro, que resonaba con todas las posibilidades de nuestra juventud”. Ese disco empezaba con la canción “Gloria” y su reveladora primera línea: Jesús murió por los pecados de alguien, pero no por los míos. La canción se mezclaba después con “Gloria”, de Van Morrison, que Smith cantaba desde un punto de vista masculino. En el tema siguiente era una mujer lesbiana suicidándose en “Redondo Beach”. En ese momento tocaba en el CBGB del Bowery, un mugriento bar de Hell’s Angels que había recuperado para las nuevas bandas el entonces novio de Patti Smith, Tom Verlaine, líder de Television.
Radio Ethiopia, el segundo disco del Patti Smith Group, se editó en 1976. Seguía mezclando el lenguaje religioso con el rock’n’roll, mezclando visiones de rebelión adolescente con plegarias, o relatando historias de comunión espiritual con vagabundos y ladrones. Genet era su principal inspiración. Cuando estaba presentando este álbum, Smith tuvo otra iluminación: el 26 de enero de 1977, en Tampa (Florida), se cayó del escenario y se rompió dos vértebras del cuello. “Estaba haciendo mi número más intenso, Ain’t it Strange, una canción donde desafío a Dios, le pido que me hable, canto: Mano de Dios, siento tu dedo, pero no me marea, soy un torbellino, pero no caigo. Y caí”. Para Smith, fue un mensaje, una respuesta de Dios. Y fue el principio de su retiro. Sólo quedaban dos álbumes: Easter (1978) y Wave (1979). Sus dos últimos shows fueron en Italia. La entrada de su diario incluida en Complete dice: “Nuestro último trabajo, en un estadio de fútbol en Florencia... Ultima vez que tocamos My Generation. Recordé la primera vez que la tocamos en Ohio, cuando grité ¡Nosotros creamos esto, tomémoslo! Y les di mi guitarra, y Jay largó la batería, y estalló una alegre anarquía, y la permitimos. Los gritos en mi micrófono y la música discordante eran de ellos; yo sólo puse todos los amplificadores en 10, saludé a mi hermano, dije adiós... y me fui a mi nueva vida. No pude ponerme el saco al hombro, al estilo Sinatra, porque me lo habían robado varios meses antes, en Chicago”.

Puertas adentro
Esa nueva vida, ese retiro, duró hasta 1996. Patti Smith se recluyó en un suburbio de Detroit, junto con su marido, Fred “Sonic” Smith, el mítico guitarrista de los MC5. Con él tuvo dos hijos, Jackson y Jesse. James Grauerholz fue uno de los primeros en enterarse de la decisión de Patti. Le dijo: “Encontré a mi hombre, y toda mi vida estuve buscando a un hombre a quien amar. Quiero tener hijos y ser una buena madre y una buena esposa. Eso es todo lo que quiero hacer”. Mucha gente se sorprendió, pero no Grauerholz: “Detrás de toda su imagen revolucionaria, del Yo Soy Rimbaud, había algo secreto. Ella era Billie Holiday: el arte estaba ahí, pero era obvio que iba a dejarlo todo, tarde o temprano, por su hombre”. Sonic y su esposa vivieron una vida monástica, y sólo se supo de Patti en 1988, cuando editó un disco de pequeña tirada, Dream of Life, grabado durante la agonía de Robert Mapplethorpe, antes que muriera de sida en 1989. En Complete hay una pequeña escena tomada de los diarios de Smith, que roza, apenas, la muerte de su amigo. “Robert me fotografió cuando cumplí cuarenta, mientras grababa Dream of Life. Me hizo sostener una mariposa azul, el símbolo de la transformación. Yo estaba embarazada de tres meses de mi hija Jesse. El invierno siguiente tomó nuestro retrato familiar en su estudio de Nueva York, la última vez que fui fotografiada por mi amigo. Poco después, Robert nos visitó cuando grabamos la canción para mi hijo, The Jackson Song. No estaba bien, y se acostó en un sofá en el estudio. Richard Sohl se sentó al piano, y yo a su lado. Fred se nos acercó y dijo, sencillamente: Hágannos llorar. Tocamos la canción dos veces. La segunda fue lo mejor que pudimos hacer... Yo miré a través del vidrio y vi a Robert, durmiendo, lleno de paz. Fred estaba parado a su lado, llorando en silencio.”.
Richard Sohl murió en 1990, un año después de Mapplethorpe. Fred Smith murió en 1994. Un mes después, murió Todd Smith, el hermano de Patti. Dos años después, ella editaba un nuevo disco, Gone Again. La cita que elige para definir en Complete ese álbum pertenece al Salmo 30: “Mi duelo se ha convertido en danza”. Un año después, Patti Smith editó su último disco hasta el momento, Peace and Noise. Está dedicado a otro amigo muerto, William Burroughs.

El futuro
Hay un nuevo disco que se editará antes de fin de año. Todavía no tiene título. Una de las canciones, “Persuasion”, está coescrita por Fred Smith. “Quería tener algo de él en este disco. Es importante para mí seguir adelante con su trabajo, y seguir recordándolo.” En ese tema hace su debut como guitarrista el hijo de ambos, Jackson, que hoy tiene diecisiete años. “Toca igual que su padre”, dice Patti Smith, con orgullo materno. “Que venga, que venga el tiempo de nuestros sueños”, escribió Arthur Rimbaud en La canción de la torre más alta. Son las palabras que eligió Patti Smith para la última página de su libro.

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