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El actor preferido de Dario Fo estrena en Buenos Aires

América buffa

En el marco del festival Un puente, dos culturas, auspiciado por entidades italianas, el gran Mario Piróvano estrena el último espectáculo de Dario Fo, una mirada iconoclasta a la conquista de América, cuyo origen fue una gaffe del propio Fo junto a Piróvano con la prensa en la España del Quinto Centenario.

Por Hilda Cabrera

En el universo creativo de Dario Fo, el monólogo suele ser sinónimo de historia colectiva. Uno de los últimos, Johan Padan a la descoverta de le Americhe, hoy estreno mundial en Buenos Aires, guarda ese carácter de crónica abarcadora, característico de la producción de Fo, quien renovó en la década del 60 la rica tradición italiana de los fabuladores y los juglares. La obra que este ácrata y Premio Nobel 1997 quiso llevar dos temporadas atrás a Estados Unidos (gira que tuvo que suspender por problemas de salud), se vio anoche en la Sala Muiño del San Martín (hoy habrá otras dos funciones, a las 16 y a las 21), interpretada por Mario Piróvano, juglar y actor que desde 1983 presenta exclusivamente espectáculos de su maestro. Piróvano acompañó recientemente a Fo en El juglar de San Francisco, ofrecido en el Festival de Spoleto ‘99, y representó a su país con Mistero buffo en la edición 1998 del Festival del Teatro Cómico de Italia. Johan Padan... fue concebida casi por azar, luego de una gaffe pública de Fo. “Una gaffe de la madonna”, precisó Piróvano en diálogo con Radar, sin ahorrar gestos ni exclamaciones para apoyar su discurso y exhibiendo un libro de grandes dimensiones que registra a la manera de un cómic la peripecia de Padan. Los dibujos pertenecen a Fo y él mismo solventó la edición, realizada por el Grupo Abele, editorial dirigida por un sacerdote dedicado a la recuperación de drogadictos, prostitutas y “gente de la calle”.
¿Cuál fue el tropiezo del que nació Johan Padan?
–En 1991 estábamos en Sevilla de gira con Dario, haciendo Mistero buffo. En medio de una conferencia de prensa, se le preguntó si haría algo para el Quinto Centenario del descubrimiento de América. Él habló de una comedia que había escrito mucho tiempo atrás, Isabel, tres carabelas y un mentiroso. Quedaba claro que el mentiroso en esta historia era Colón, quien enmascaraba su pedido de dinero bajo la forma de un “proyecto científico”. Dario contó el episodio irónicamente, como a él le gusta. Decía, por ejemplo, que Isabel había sido tan buena como para expulsar a 250 mil judíos, despojándolos de todos sus bienes. Mientras él fabulaba, sentimos un frío de hielo desde la platea. “¿Qué dije?”, nos preguntaba él con la mirada. Como pudimos, le recordamos que ese día se había difundido la noticia de que importantes sectores de la Iglesia y del Gobierno habían pedido al Vaticano que santificase la “buena gestión” de la reina católica. Entonces inventó ahí mismo la historia de un renegado, fugitivo de la Inquisición de Venecia, que se embarca sin saber adónde va. Ese hombre, al que le pasa de todo, está a punto de ser comido por los indios, pero se salva y se enamora de una india, es Padan.
Pero la historia que cuenta no es tan simple...
–No, porque cuando Dario retornó a Italia comenzó a investigar en los diarios de viaje, cartas y crónicas de la conquista, de marinos españoles, portugueses, italianos y alemanes... Gente muy distinta, que había viajado a América por distintos motivos. Quería mostrar la historia desde los vencidos y los relegados. Padan es un personaje ficticio, pero las historias que cuenta son reales.
¿Qué opina de la preferencia de Fo por hablar desde personajes marginados?
–Fo ha estado siempre cerca de la realidad, de los “nadagonistas” y de las problemáticas sociales y políticas (entre otros ejemplos, en 1976 estrenó un espectáculo sobre las drogas, La mariuana della mamma è la più bella, y en 1981 publicó un trabajo sobre el terrorismo, Clacson, trombette e pernacchi). Sabemos muy poco de la resistencia de los indios en la gesta de América. Pero Carlos V declaró a América tierra maldita e inexpugnable, porque allí desaparecían contingentes enteros.
¿Cuál es la idea del italiano medio acerca de la conquista de América?
–A los más conservadores no les gusta que se toque el tema de Colón ni de otros conquistadores, pero a la mayoría le interesa las facetas menos “oficiales” de estos asuntos. Cuando se habla de matanzas la atribuyen irónicamente a españoles y portugueses. Bromean diciendo que los italianos eran los únicos que zarparon rumbo a América por “razones científicas”.
¿Cómo es hoy la compañía de Fo?
–Después del premio Nobel se produjeron cambios, aunque la compañía, tal como se la conoció en la época de La Comune (años 60 y 70), no existe desde hace mucho. Hoy es una oficina con cuatro o cinco personas que trabajan allí en forma permanente. Hasta 1980 tuvimos un lugar en Milán que funcionaba como teatro y escuela, pero después faltó cohesión. Fue una época muy complicada en política: la democracia cristiana estaba por todas partes hasta el mani pulite de 1992. Esto produjo un cambio enorme. Se empezaron a reabrir los casos de los atentados con bombas de los ‘70. La derecha, como la izquierda, con las Brigadas Rojas, incidieron muchísimo en la vida política italiana.
¿Esa situación resintió la actividad cultural en los ‘80?
– Sí, porque generó pánico. La gente buscaba refugio, se negaba a participar.
Un inconveniente grande para el teatro de Fo, que es esencialmente participativo...
– Ciertamente. En diciembre va a mostrar un trabajo que recuerda la tragedia de Piazza Fontana en Milán, por la explosión de una bomba en un banco del centro. También volverá a recordar la muerte del anarquista preso que se arrojó desde una ventana. Ese “suicidio” no se lo cree nadie. Como si los anarquistas presos sintieran de pronto el deseo irrefrenable de volar. “¡Mira el anarco, cómo vuela!”, dice la policía. Dos años atrás, Dario montó un espectáculo sobre el proceso que se le hizo en Venecia a Adriano Sofri, Ovidio Bompressi y Giorgio Pietrostefani. Un proceso que ahora se reabre. Después de dieciséis años los encontraron culpables teniendo solamente el testimonio de un “arrepentido”que se contradecía en todo y dejaba en evidencia que le habían pagado por declarar eso. Giulio Andreotti fue señalado por cien arrepentidos pero se lo consideró inocente.
¿Dónde se vio ese espectáculo?
– Fue en televisión, y tuvo un suceso increíble. Con Fo estudiamos toda la mecánica del proceso, lo reconstruimos sobre una pizarra y le descubrimos al público todas las fallas.
¿Les originó problemas?
– No, algunos protestaron, pero eso siempre pasa. Como después todo se verificó, tuvieron que callarse. A Dario le ocurren estas cosas. “Voy a pedir derechos de autor”, dijo cuando presentó El séptimo roba un poco menos. Porque todo lo que aparecía ahí se comprobó más tarde, en el proceso a la Tangentópoli. En la obra aparecían las caras de los futuros arrestados: políticos, jueces, ministros... Bettino Craxi se tuvo que refugiar en Africa. Con esta obra fuimos de gira por toda Italia.
En cuanto a su trabajo ¿sólo representa obras de Fo?
– He nacido a la actuación en la compañía de Dario y, aunque a otros les parezca una limitación, para mí no hay otro teatro que me interese. Me completa como persona y como actor. Siento que es parte de mi historia, y de otra más general, la de mi pueblo. Me interesa contar y que el espectador (“espejo” del intérprete) entienda mi discurso, cómico o dramático.

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