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Centenario
de Lucio Fontana (1899-1968)
El
precursor
Primero
fue la muestra del Centro Cultural Borges, donde se expusieron 70 de sus
obras pertenecientes a colecciones argentinas (y casi todas anteriores
a 1949). Ahora, la Fundación Proa ofrece una muestra más
reducida (25 obras), pero sin duda más fascinante, ya que exhibe
a pleno cada una de las características revolucionarias de Lucio
Fontana, un artista fundamental, que influyó como nadie en la plástica
de la segunda mitad de este siglo.
POR FABIAN LEBENGLIK
Mi descubrimiento
es el agujero, y punto. No me importa morir después de este descubrimiento.
Lo dijo Lucio Fontana, el hombre que hace medio siglo cambió la
historia del arte moderno al atravesar la tela con tajos y agujeros. Con
ese gesto conciso y, por supuesto, incisivo, que generó un espacio
de incidencia delante y detrás del cuadro, Fontana se convirtió
en un pionero del arte abstracto y del arte conceptual. Pero su trabajo
anticipó también el minimal art, el arte ambiental y las
instalaciones, así como impuso el uso de la luz de neón
en el arte. Fue también un precursor del arte óptico, el
arte povera y el arte cinético. Pero además se anticipó
a sí mismo con sus célebres manifiestos (como el Manifiesto
blanco de Buenos Aires, redactado en 1946) donde proponía conceptos
e innovaciones que todavía él mismo no había experimentado
en sus obras.
En la Fundación Proa se presenta hasta fines de enero una impactante
exposición sobre el último período de Fontana, el
más revolucionario de su obra. Las 25 piezas exhibidas integran
el patrimonio de la Fundación Fontana de Milán, y se corresponden
con el período final del artista, aquel con el que se lo asocia
inmediatamente: el de los tajos y agujeros. La exposición está
curada por Enrico Crispolti, uno de los mayores especialistas en la obra
de Fontana y autor de la catálogo razonado más importante
hasta la fecha sobre el artista. Esta muestra viene a sumarse a la retrospectiva
que organizó el Centro Cultural Borges en abril pasado (donde se
exhibieron setenta obras de colecciones argentinas), a la edición
de sendos catálogos y a la cronología biográfica
que hizo el crítico italiano Giovanni Joppolo y que publicó
la Fundación Klemm el año pasado. Todas esas piezas completan
los homenajes argentinos por el cumplimiento del centenario de Fontana.
Desde aquel descubrimiento de 1949, Fontana produjo varias
series distintas, paralelas y simultáneas, de cuadros con tajos,
agujeros e incrustaciones. De cada una de esas series (incluida una instalaciónlaberinto
y alguna escultura) hay ejemplos en esta exposición en Proa: desde
los primeros agujeros, pasando por las piedras (vidrios incrustados),
los cuadros barrocos (con más agregado de materia),
las tizas (pasteles con yeso), las tintas, los
quanta (composiciones hechas de varios cuadros tajeados y
autónomos), los metales (como el enorme y deslumbrante
cuadro de cobre tajeado) y los teatritos.
Ambiente espacial,
1968
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Concepto espacial,
1962
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Apenas llegado a Italia en 1949, luego de irse por última vez de
la Argentina, Fontana fundó el Espacialismo: fue entonces
cuando comenzó a agujerear y tajear las telas y a realizar sus
increíbles arabescos de neón (de doscientos
metros) para la Trienal de Milán de 1951. Empezó también
con las intervenciones y ambientaciones, a superponer telas
para lograr efectos ópticos, y a trabajar con los techos y pisos
agujereados de los proyectos arquitectónicos que realizaba con
un grupo de arquitectos. Todas estas obras lo convirtieron en un artista
visionario y de anticipación. Ni pintura ni escultura,
escribe en ese momento, ni líneas delimitadas en el espacio.
Continuidad del espacio en la materia... El arte acaba de concluir una
era y se dispone a nuevas experiencias utilizando todas las técnicas
modernas: el neón, la televisión, el radar, la era y el
arte espacial, siguiendo, como siempre, los caminos creativos del hombre.
Concepto espacial,
1961
Lucio Fontana
tensó sus contradicciones hasta el límite. Su vida y su
obra estuvieron a caballo entre dos mundos, dos países, dos continentes,
dos siglos. A pesar de que es uno de los artistas más revolucionarios
e influyentes de este siglo (todos han bebido de la fuente de Fontana)
también fue un escultor del siglo pasado: no sólo porque
nació en el último año del siglo XIX, sino porque
su obra académica, la de sus primeros cincuenta años, funciona
como una especie de cierre del arte escultórico de
la modernidad. En cuanto a su obra de vanguardia, la de sus últimos
veinte años de vida, produce un corte poderoso con lo anterior
y funciona como una puerta a la contemporaneidad. Su propia obra posterior
a1949 es la que relega su producción anterior, irremisiblemente,
al siglo diecinueve.
El tajo, el agujero y la incorporación del espacio a la tela son
gestos límite. Pero durante la producción más intensa
de sus cortes y agujeros, Fontana hizo también los bocetos absolutamente
figurativos para la puerta del Duomo de Milán o realizó
una Madonna que hoy forma parte de la colección del Vaticano. En
esas idas y vueltas que podrían ser acusadas de incompatibles o
disculpadas por esquizofrénicas, Fontana fue revolucionario y religioso,
barroco y minimalista, tradicional y vanguardista, figurativo y abstracto.
Fue, además, un artista consagrado por el fascismo durante la década
del treinta: hasta hizo un busto de Mussolini. En última instancia,
Fontana generó contigüidades estéticas donde jamás
las había habido. Podría decirse que el desarrollo de toda
su obra consiste en la paradoja de ir hacia lugares sin retorno de los
que sin embargo pudo volver.
Fundación
Proa: avenida Pedro de Mendoza 1929, la Boca, de martes a domingo, de
11 a 19, entrada $3, estudiantes $2, jubilados $1. Sigue hasta fin de
enero.
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