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Las audiciones
del Cirque du Soleil en Buenos Aires
El
Cirque du Soleil vino a Buenos Aires, pero sin la carpa: durante once
jornadas, nueve de sus miembros observaron pacientemente a 338 postulantes
(bailarines, cantantes, actores, clowns, acróbatas, malabaristas
y atletas, argentinos y extranjeros) en busca de nuevos integrantes para
su troupe. 67 de ellos lograron superar la exigente prueba y formarán
parte del elenco estable del gran circo canadiense en los próximos
tres años. Radar asistió al casting y esto es lo que vio
entre bambalinas.
Por
DOLORES GRAÑA
La historia del Cirque du Soleil es
el tipo de historia con las que el Cirque du Soleil se ha ganado su fama:
dos payasos que lograron edificar un imperio tocando la corneta. En 1985,
un año después de fundarse la compañía original
gracias a un subsidio del gobierno canadiense, decidieron salir de gira
(bajo el nombre de Sun Circus) a las cataratas del Niagara. Allí
tuvieron que cancelar las presentaciones pactadas porque no lograron atraer
ni 75 espectadores a su carpa, que podía albergar hasta mil quinientas
personas. Los pocos asistentes terminaron pidiendo que les devolvieran
su dinero cuando se dieron cuenta de que no había animales. Poco
tiempo después, los dos socios fundadores, Guy Laliberté
y Daniel Gaulthier, recibían una carta de su banco (debían
750 mil dólares) que decía, escuetamente, que no trabajaban
con payasos. Casi quince años después, cada fin de semana,
cincuenta mil personas compran entradas para ver un espectáculo
del Cirque du Soleil en algún lugar del mundo. Aquel banco probablemente
no tendría problema hoy en prestar dinero a esos payasos que facturan
420 millones de dólares por año. El que ríe último,
ríe mejor. Y toca la corneta. Y consigue que el primer astronauta
canadiense en el espacio exterior haya lucido una nariz de payaso del
Cirque du Soleil debajo de su escafandra.
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Un acróbata
avant-garde a diez metros de altura |
Si
como dijo alguna vez el shakespeareano Ralph Richardson el
único cometido de un buen actor es evitar que el público
tosa, el único cometido de este circo es convencer al público
de no estar yendo al circo. O que ir al circo no es una mala idea, después
de todo. Dice Pierre Phillipe Guay, el encargado de la formación
artística de los elencos del Cirque du Soleil: La mayor diferencia
entre nuestro circo y uno tradicional es, por supuesto, que no tenemos
animales. Los únicos animales que utilizamos son los seres humanos.
Pero es mucho más que un payaso con una torta de merengue corriendo
hacia el público: es buscar el límite de la experiencia
teatral. Para lograrlo, necesitamos muchos artistas jóvenes, los
mejores en todas las disciplinas. Por eso, el departamento de casting
viaja por todo el mundo para encontrarlos. Luego de pasar por París,
San Francisco, Amsterdam, Sydney, Melbourne, Montreal, Roma, Milán
y Toronto (antes de finalizar, en febrero, en Madrid y Barcelona), el
Cirque du soleil llegó sin mucha alharaca a la Argentina en busca
de bailarines, cantantes, actores, clowns, acróbatas, malabaristas
y atletas que sepan cómo impedir que el público tosa.
Ser
un número
No hay manera de evitar el lugar común: los castings son una especie
de versión cortés del Juicio Final. Un jurado todopoderoso
y una cantidad de aspirantes que no sabe ni remotamente en qué
se basará su veredicto. Una arena en donde cada uno de los que
van a morir saluda amablemente entregando currículum, foto y sonrisa.
El truco está en qué hacer para torcer el pulgar en sentido
ascendente. Lo primero que queda claro es que llegar tarde a un casting
no es la mejor manera. Y llamar la atención (pidiendo perdón
al entrar, por ejemplo) bordea la eliminación automática.
Las eliminaciones son progresivas y cada vez más complicadas a
lo largo del día, en una jornada que comenzó a las nueve
de la mañana. Llegar a las ocho de la noche es el objetivo. Los
338 aspirantes han sorteado una preselección para adquirir el derecho
de portar un número que los identificará a lo largo de esa
jornada. Todos tratan de prenderse el número con alfileres en el
lugar más llamativo posible, y de estar alertas. ¿A qué
se dedican los postulantes durante los momentos libres? A mirar fijo en
todas direcciones buscando pescar algún gesto, algún comentario
en voz baja de los miembros del jurado todopoderoso. Los más osados
se arriesgan a echar un disimulado vistazo al cuadernito Gloria en el
que escriben alternativa y frenéticamente Solange Grimard
y Benoît Jacquot, dos de los cuatro integrantes del equipo de selección.
Esfuerzoinútil. Lo que escriben se parece bastante a una libreta
de almacén: listas interminables de números con anotaciones
al margen. No faltan los que piensan que mostrar dominio del francés
puede lograr que el niño cantor de esta suerte de lotería
(el intérprete de la delegación, Luis López) los
destaque del pelotón. ¿Cómo se dice ochenta
y nueve en francés?, pregunta la bailarina número
ídem (aparente joven inexperta) a bailarín 102 (aparente
consumado profesional) justo antes de que se anuncien a los elegidos.
No se oye la respuesta. Es que el intérprete acaba de decir, con
un guiño demagógico: Antes que nada, yo soy de Santiago
del Estero.
Una bailarina
burlándose de las leyes de gravedad
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el aterrizaje
forzoso de un triple salto mortal
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Dejar de ser
un número
Según Pierre Phillipe Guay: Tenemos gente que viaja por diferentes
países que se dedica únicamente a ver diferentes espectáculos,
visitar conservatorios y escuelas, y luego vuelve a Montreal para reportárnoslo,
como un trabajo de inteligencia. En las oficinas se hacen los contactos
necesarios, y después llega un equipo de evaluadores en cada una
de las disciplinas: llegamos, vemos y nos quedamos con los mejores.
Y, si el departamento de casting no va a los artistas jóvenes,
los artistas jóvenes marchan en ordenada fila hacia él:
en las jornadas de Buenos Aires participó una veintena de postulantes
de Brasil, Chile, Francia y España, que se sometió a la
amabilidad profesionalísima del comité de selección.
El consumado profesional bailarín número 102 no dudaba en
agregar a dicho comité a un extraño Buda rastafari que ¿dormitaba?
en una de las gradas del sobrepiso del estudio de ballet. En uno de los
descansos, los bailarines comentaban la presencia de un número
escandaloso de candidatos que no parecía tener la más mínima
noción de cómo sacar adelante un giro. Luego se descubrió
que eran actores o artistas de circo decididos a presentarse (por
las dudas) también en esa categoría. ¿Qué
piensan que es esto? ¿Fama?, comentaba por lo bajo el experimentado
102 a su neófita colega quatre vingt-neuf.
La atmósfera de laboratorio que caracterizó la jornada de
danza no tuvo demasiado que ver con la dedicada a los actores. No hizo
falta más que el pedido del traductor (Lopecito, nuevamente) pidiendo
que los participantes se abstuvieran de utilizar líquidos o fuego
en su número, para que los 89 candidatos asintieran con toda naturalidad,
mientras disimulaban en sus mochilas las botellas de aguarrás.
Disfraces y caracterizaciones sí, anuncia Lopecito, para alivio
de guerreros zulúes, émulas de Georgia OKeefe, niñas
espásticas, una copia juvenil de Marcos Zucker, mimos, clowns y
decenas de actores en enigmáticas personificaciones. Comenta Guay:
La manera de armar las audiciones cambia de ciudad en ciudad. Pero
en todos los casos, lo primero es crear un cierto ambiente de relax: sé
que tengo que tratar que un número bastante grande de personas
pueda mostrarme lo que es capaz de hacer sin que sufran antes un colapso
nervioso. Lo que pedimos es que presenten un número de dos o tres
minutos de duración, que nos permite descubrir mínimamente
qué son capaces de hacer y cuáles son sus herramientas de
trabajo. No importa el acto en sí sino el potencial. En este caso,
luego de las audiciones, me quedé con ocho artistas muy competentes.
Lo que es mucho para el nivel en el que nos manejamos: la última
vez que hicimos algo similar, en Toronto, quedaron sólo dos aspirantes,
y ninguno de los dos era tan bueno como los de aquí. El paso siguiente
llega cuando se abre una vacante: entonces los seleccionados viajarán
a Montreal para participar en un período de formación y
después se sumarán a alguno de los diez shows que tendremos
en gira en los próximos tres años.
Benoît
Jacquot y SolangeGrimard, dos de los representantes del Cirque
du Soleil
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un
momento Kodak del trío que arrasó las pruebas de circo:
Gracilene Moura, Michele Ramos
(acróbatas brasileñas) y Estefanía Lauriaro
(contorsionista argentina)
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Ser un instrumento
Nada más cercano al paraíso, para los 67 candidatos del
rubro circense, que la combinación de la palabra gira
con la palabra años. En esta categoría es donde
se ve más nítidamente las diferentes corrientes dentro de
lo que podría denominarse el circo moderno: desde acróbatas
veinteañeros multiperforados, revestidos de látex rojo y
con trenza sobre la calva, hasta malabaristas sobre esferas con vestuario
chino y chistes porteños, pasando por increíbles contorsionistas
infantiles con rodete, traje de luces y tres generaciones en las pistas.
Contra todo pronóstico, no hay ningún tipo de resentimiento
ni competencia entre los cultores de las diferentes corrientes
sino un extraño sentimiento de camaradería. El mismo que
le otorga un aplauso a los anónimos tramoyistas que cuelgan los
trapecios a diez metros de altura subiendo por unas sogas. O el que se
genera espontáneamente cuando el malabarista oriental finalmente
prueba que puede mantener en el aire siete pelotitas de plástico
al mismo tiempo, mientras sonríe para la cámara. Dice Guay:
Para seleccionar a los candidatos prefiero basarme en el instinto.
Aunque el Cirque du Soleil no es Shakespeare ni Molière, tiene
un lenguaje propio y perfectamente instrumentado. Queremos encontrar artistas
locales que transformen su cuerpo en un instrumento para las emociones.
Gente que sepa cómo impedir que el público tosa. A fuerza
de olvidarse que está sentado en una butaca.
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