Los escritos y papeles privados de Antonio Berni Mi credo El
sello Temas sigue sorprendiendo silenciosamente con su catálogo.
Luego de publicar en forma de libro la última entrevista que
dio en vida el gran pintor inglés Francis Bacon, ahora les llegó
el turno a los extraordinarios escritos de Antonio Berni, ordenados
en forma impecable por Marcelo Pacheco. El volumen, que incluye fotos
y reproducciones, demuestra con creces que el creador de Juanito Laguna
fue uno de los pensadores más abiertos y arriesgados que ha dado
la plástica latinoamericana. Por Antonio Berni
Nací
con la aviación a hélice, y en los días en que
cumplía cinco años, el 7 de mayo de 1910, el cometa Halley
pasaba por nuestro cielo como presagio de futuros y graves acontecimientos.
Borrosa me quedó, para siempre, la imagen de su majestuosa y
brillante cola. En mi familia no había intelectuales; por parte
de mi madre, mis antepasados fueron agricultores (...). En aquellos
tiempos se servían en los cines bebidas de todas clases, de hecho
era un bar oscurecido en el que colgaban un lienzo blanco que servía
de pantalla, donde se proyectaba la imagen muda y debajo un pianista
seguía con acordes caprichosos las alternativas de la película,
entre ruidos de tazas y copas y gritos de los mozos. CONOCIENDO
LA DECADENCIA Si, por un lado, encontraba mucho para estudiar en
España, por otro lado notaba que los intelectuales más
notorios se complacían en un chato pasatismo y en un pintoresquismo
folklórico sin significación profunda. Corría el
año 1926; en el Ateneo de Madrid exponían algunos jóvenes
pintores modernos españoles, casi los únicos de la península.
Dalí mostraba allí dos cuadros: uno representaba una niña
en la ventana, y otro, un marinero de gran tamaño, muy a lo Picasso.
Estaba lejos todavía del superrealismo con que apareció
después de conocer en París a De Chirico, Max Ernst y
Tanguy, a cada uno de los cuales le sacó una porción para
componer el cocktail daliano. Ésta fue otra experiencia visual,
que me demostró la manera de hacer cierta historia: se presentan
al público, como originales de un autor, conceptos que no son
otra cosa que registros de trozos ajenos, mutilados.
EL KITSCH
ES CACHE El arte kitsch, traducido a nuestro idioma, sería
el arte cache. Un poco la sustitución del arte a la manera tradicional
y aristocrática, un sucedáneo para consumo masivo. Hay
mucha gente que no entiende bien lo que quiere decir kitsch, de modo
que conviene que utilicemos la palabra cache. Éste es un fenómeno
muy amplio y representa el arte popular de carácter ciudadano;
al folklore urbano como un remedo del folklore campesino; pero entre
uno y otro hay una abismal diferencia, porque lo campesino tiene una
garantía de milenios. Tomemos, por ejemplo, a uno de los más
destacados representantes del Pop-Art, Robert Tauschemberg (sic): es
un auténtico folk urbano, y puede considerárselo también
como un creador cache. Pero analicemos la diferencia que existe entre
éste y los anónimos hacedores de esa manifestación
extraordinaria que son las calaveras de azúcar del folklore mexicano.
(...) Las grandes ciudades han arrasado con su imagen a un kitsch campesino
y a un testimonio que venía expresándose desde siempre.
Pero convengamos que es muy distinta la realidad que se vive desde una
poderosa metrópolis a la que se sobrelleva en un país
subdesarrollado. Lo cache sería la expresión de un lujo
que no existe, o de un lujo que se finge. Aquí, por ejemplo,
tenemos bazares donde se vende un verdadero arte cache. El florero,
el cenicero, la figurita de plástico que se adquiere en los santuarios
y la gente lleva como recuerdo pero que, en el fondo, considera como
una verdadera obra de arte; eso es popular. Pero no me atrevería
a decir que es cache. Porque cache o kitsch es la sumisión, la
aceptación de las reglas de la sociedad de consumo. EL MACARTISMO NACIONAL Conocí a Siqueiros en el año 34, a su paso por Buenos Aires. En esos tiempos, lo que se entiende hoy por macartismo ideológico era privativo de la policía y apenas comenzaba a manifestarse en el ámbito cultural. Los grandes diarios acogieron a Siqueiros sin limitaciones y no pusieron inconveniente en comentar bien o mal su discurso revolucionario. La mayoría de los intelectuales argentinos estaban lejos de conocer esta suerte de actitud y con su mentalidad de mayoría silenciosa no se encontraban preparados para recibirlo, entenderlo y discutirlo (...). En aquellos años éramos pocos los que habíamos superado la etapa de los cambios formalistas, como Siqueiros, y teníamos la visión suficientemente amplia, desde el ángulo americanista y político, para analizarle y discutir su ortodoxia muralista propia de una revolución popular de gran empuje inicial, pero finalmente fracasada en lo económico y político. No obstante la popularidad de Siqueiros y la gran acogida que le dispensó la izquierda no pudo encontrar aquí los muros para manifestarse prácticamente de acuerdo a su prédica: La única pintura de vanguardia es pública y mural, de contenido revolucionario, proletario, campesino. Natalio Botana le dio la oportunidad de realizar un mural en su finca en construcción en Don Torcuato. Siqueiros formó un equipo en el que participaron Spilimbergo, Castagnino, el uruguayo Lázaro y yo. Al final de la obra se publicó un folleto, Ejercicio plástico. El mismo título demuestra que no se pudo hacer otra cosa. En una respuesta a la postura extremista de Siqueiros, dije en un artículo: Creer que sólo es posible hacer pintura de contenido revolucionario en lo mural y público nos lleva, dentro de nuestra realidad socioeconómica, al oportunismo o ala inactividad. Porque los muros, que pertenecen a los capitalistas, nunca serán entregados para atacar en ellos con imágenes su sistema. Siqueiros mismo no pudo salvarse de esta consecuencia. Su obra final, no obstante la fraseología, es una adaptación camuflada de la nueva realidad de México, que dejó de ser revolucionaria.
EL FIN DEL
MUNDO En América latina, por una fatalidad histórica
propia de su particular desarrollo, la estética se afirma en
la ética, la forma en la esencia, la idea en la práctica
(...). El arte y la moral, la forma y la esencia, en ciertos momentos
de alto desarrollo, toman caminos independientes. Se nos puede engañar
con computadoras como se engañó a los indios en la época
de la conquista. En Roma antigua, a la muerte de un emperador, se mandaban
a hacer en serie los bustos en mármol del nuevo César,
para sustituir sobre los cuerpos de las grandes estatuas repartidas
por todas las capitales del imperio: relevos de cabezas y no de investiduras.
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