|
El tango según
Juan Carlos Cáceres
Tango
for import
|
Estudió
Bellas Artes. Para pagar los estudios tocaba tangos.
Recaló en París en 1968. Compuso tangos de sudacas
en España, de fracasos amorosos con francesas y candombes
mazorqueros. Hace poco volvió a Buenos Aires para presentar
su sexto CD,
Tango Negro, mientras en el Barrio Latino de París se inaugura
una exposición de cuarenta cuadros suyos que giran en torno
del mismo tema: la raíz negra del tango. Conozca a Juan Carlos
Cáceres y, como yapa, la verdadera historia de Gitana
Rusa. |
Por
Julio Nudler
Vive hace treinta años fuera
de la Argentina. Ha tocado en Estambul y en Rímini, en Quebec y
en Módena. Recientemente pasó, por primera vez, como un
huracán por Buenos Aires, dando desaforados recitales en Notorious
y Clásica & Moderna, y una trasnoche en Michelangelo, acompañado
por Jorge Tejerina y Eduardo Tomassi en cajón, un instrumento peruano
de percusión. Explosivo por momentos, confidencial en otros, cachador
o simplemente deslumbrante al arrancarle un tango bien canyengue a su
piano, o cantando con su voz ronca sus irregulares historias de sudacas
en España, sus balances existenciales, sus fracasos íntimos
con alguna francesita y candombes mazorqueros, Juan Carlos Cáceres
trae extrañamente pura, incontaminada, la misma manera de hablar
y decir que fue suya medio siglo atrás en estas calles. Al mismo
tiempo artista plástico, al lanzar su CD Tango Negro inauguró
en la Galerie Monde de lArt, del Barrio Latino de París,
una exposición de cuarenta cuadros suyos que giran en torno del
mismo tema: la raíz negra del tango. Los colores vivos de sus lienzos
están también en sus pentagramas.
¿Pero cuál es el origen de este pianista, cantautor y artista
plástico? Nací a orillas del arroyo Maldonado, cuando
todavía lo estaban entubando, cerca de Nazca, en lo que era un
barrio industrial, pobre, gris. Estudié Bellas Artes en la escuela
Manuel Belgrano, que demolieron para prolongar la 9 de Julio, y en la
Prilidiano Pueyrredón, de Las Heras y Callao. Para pagar mis estudios
tocaba el piano y el trombón. Hacía tango, en esos comienzos,
junto a Osvaldo Piro y en un sexteto que tocaba al estilo de De Caro.
Después me interesé por el jazz, en razón de esa
vinculación con el tango primitivo, que tenía mucho de ragtime.
Mucha agua corrió bajo el puente desde entonces: Llegué
a París en 1968. Estaba escrito que tarde o temprano me establecería
en Francia: cuando tenía ocho años, una mujer francesa me
facilitó por primera vez un piano. París no fue fácil;
Cáceres tuvo que esperar más de dos décadas su momento:
Recién en los últimos diez años estoy finalmente
haciendo lo que deseaba: pasar como por un embudo todo lo que reuní
y dejar que aflore espontáneamente. En ese tiempo, lleva
ya grabados seis CD. El primero fue instrumental, con un conjunto al que
llamaron Tangofón, que incluía instrumentos de viento. Luego
vinieron Solo (ahí puse la cara y di mi nombre por primera
vez, en lugar de refugiarme en un grupo), Sudacas, Intimo, Live
y Tango Negro.
Con esos seis discos y sus treinta años afuera que desembocaron
en París, Cáceres ensaya una autodefinición: Lo
mío es producto de lo que en arte se llama la unidad en la diversidad.
En mi elección formal hay un hilo conductor, mi identidad. Mis
elementos rítmicos y mis temas íntimos son dos caras de
la misma moneda. Trato de explorar los tres parámetros que existen
en la música: el melódico, el armónico y el rítmico.
Además están mis letras, que son lo más flojo, porque
no sé escribir y por ende busco expresar contenidos, por afuera
de todo valor literario.
¿Son textos pensados estrictamente para el canto?
Totalmente. Las palabras me van apareciendo, hilvanadas por la música.
A veces pido ayuda, porque cometo horrores de ortografía y de sintaxis.
En sus piezas hay dos grandes temáticas: la de sus experiencias
personales y las cuestiones históricas...
Hay un vínculo entre ambas. Al vivir fuera de la Argentina
uno necesita buscar su identidad, y con el distanciamiento toma una visión
crítica, con la que replantea la historia, incluyendo la propia.
Además, estando fuera del país uno tiene acceso a documentación
diferente, no contaminada. En el Museo Negro de Harlem, por ejemplo, hay
información sobre la música argentina que se desconoce en
la Argentina.
¿Qué
es el tango?
Seguramente no es ese estereotipo que se conoce como tango. El tango
caracteriza al área musical rioplatense, pero su color impregna
otrosritmos de la región. Hasta en La moza donosa de
Ginastera hay mucho de tango, aunque sea una pieza clásica y no
tenga su ritmo. Como en el jazz, el tango tiene sus blue notes, esas notas
que lo definen. La cachila, de Arolas, por ejemplo, empieza
en la novena menor. Ésta y la sexta aumentada son las tangonotas,
que crean una atmósfera que incluye tanto a la música eslava
y judía como al candombe negro.
¿Cree realmente en el origen negro del tango?
Es una teoría que no defiendo a toda costa. Sólo que
para mí es evidente, desde una lógica musical, que en el
origen del tango hubo tres aportes negros decisivos: el originario del
Río de la Plata, que es el candombe; el procedente de Cuba, que
es la contradanza europea convertida en habanera, y la milonga, oriunda
del Brasil, traída por los soldados del ejército de Urquiza,
y que con el tiempo llegaría a las orillas de Buenos Aires. Los
tres elementos se refundirán en el tango. Luego éste recibirá
otros aportes de la inmigración, hasta transformarse en el primer
fruto musical de sincretismo. Buenos Aires era el último puerto
del mundo: los artistas y los marinos llegaban a ella con toda la música
recogida en los puertos del trayecto. Y la larga estadía de los
barcos en cada puerto daba tiempo para el contacto y el intercambio con
los habitantes.
¿Quiénes son su público en Europa?
Actualmente cualquiera, pero al principio era el público
underground, ése que hoy sigue la Weltmusik o worldmusic. Y no,
en cambio, los tradicionalistas, los nostálgicos del tango, porque
éstos no van a escuchar sino a bailar tango. Rechazan a las agrupaciones
modernas, y prefieren el ritmo bailable de las viejas grabaciones de Di
Sarli o DArienzo. Pero la mayoría de la gente allá
está acostumbrada a escuchar todo, venga de donde venga. Es un
público saturado de propuestas.
¿Dónde toca?
En salas de recitales, como la New Morning de París (el equivalente
de La Trastienda de aquí), con programación diaria. Allí
se hace jazz, música latina, celta, oriental, alternativa, una
mezcla extraordinaria. Por ahí paso yo también. Luego están
los recitales en teatros de diferente tamaño, elegidos según
el poder de convocatoria de cada artista. En provincias existen las salas
subvencionadas que hay en cada pueblo y los cafés underground.
A eso hay que sumarle que en el verano hay un rosario de festivales de
todo tipo, tanto en Francia como en el resto de Europa. A partir del momento
en que uno grabó un disco y tiene detrás una especie de
staff, por modesto que sea (productor, editor, manager), ya no va a trabajar
anónimamente a esos boliches donde la gente no sabe quién
está tocando esa noche. Con el equipo, uno se asegura un resultado
profesionalmente eficaz. En mi caso, puedo tocar tanto en un festival
de música latina, como en uno dedicado a la canción o a
la música clásica. Pero también aparezco en el festival
de danza contemporánea y canto lírico que se celebra cerca
de Montreal, en Canadá, por ejemplo. O en Rímini. O incluso
en el Duomo de Módena, tocando como Barenboim en un piano de cola.
La gitana judía
Cómo
fue que un tango llamado Tus ojos, escrito en la Ucrania de
1940 por un tal Saverio Sadán para su flamante nuera en Buenos
Aires, terminó siendo el mayor éxito de la orquesta del
bandoneonista Juan Sánchez Gorio, quien la registró como
propia bajo el nombre Gitana rusa.
Por J.N.
Tengo
algo sorprendente para vos, que te entregaré en Buenos Aires,
me dijo Juan Carlos Cáceres por teléfono, desde París.
Días después colocó delante de mí, sobre una
mesa del Tortoni, cinco amarillentas hojas pentagramadas, escritas en
tinta negra. Se trataba de un tango, fechado el 10 de agosto de 1940 en
la pequeña ciudad ucraniana de Umañ, a medio camino entre
Kiev y Odessa. Los textos estaban en ruso. De título, Tus
ojos, y una dedicatoria a la querida Celia. La música
pertenece a un tal Saverio Sadán, y en la última cuartilla
hay una extensa letra firmada por D. M. Glinberg. Pero esas notas manuscritas
por un desconocido no suenan nada extrañas. Son las de un tango
que alcanzó gran popularidad en la Argentina a partir de 1942 y
fue el mayor éxito de la orquesta del bandoneonista Juan Sánchez
Gorio y su cantor, el uruguayo Luis Mendoza: Gitana rusa.
Hasta el momento en que Cáceres depositó sobre la mesa el
ajado original no había por qué dudar de que Sánchez
Gorio lo había compuesto, aunque fuera su única pieza perdurable.
Pero la historia de este tango no es menos exótica que su tema,
y puede contarse así.
El pelirrojo Demetrio Sadán, quien llegó a encabezar la
sección Cables en el diario Crítica, nació en Ucrania
en 1910. Su madre lo abandonó a los pocos meses al separarse de
su padre, Saverio, un judío que, para variar, era violinista. Mientras
tanto, ella emigraba a Buenos Aires convertida en mujer de un diplomático
argentino. Tras la Revolución Rusa y la subsiguiente guerra civil,
Demetrio fue enviado a reunirse con su madre en la Argentina, para lo
cual debió realizar solo, con apenas once años, una interminable
travesía en tren y en barco. Aquí egresó ocho años
después del Liceo Internacional de Olivos, e ingresó a Crítica.
En 1938 se casó con su secretaria, Celia Piva, y dos años
más tarde recibió desde Ucrania, como obsequio del padre
para la desconocida nuera, un melodioso tango de corte europeo que Saverio
vuelto a casar, a todo esto, con una cantante lírica judeo-polaca
había compuesto, y al que un amigo suyo había adosado una
letra muy romántica, que evocaba una cita de amor en primavera,
entre árboles y bajo las estrellas.
Queriendo darle algún destino, Demetrio le entregó la obra
de su padre a un amigo suyo, Horacio Basterra, quien por entonces estaba
iniciando su carrera de exitoso letrista. Firmando como Horacio Sanguinetti
escribió tangos tan apreciados como Nada, Tristeza
marina, Barro o Los despojos, entre otros
muchos. Demetrio le había dado la libertad de hacer con aquellas
cuartillas lo que quisiera. Y, por lo visto, Horacio decidió confiarlas
a Sánchez Gorio, y adosarles una nueva letra, en español,
que se convertiría en un buen exponente del kitsch. Su protagonista
es una gitana rusa que busca por las tabernas a su cosaco, pero ya no
podrá encontrarlo, porque éste se suicidó arrojándose
al Don.
Sánchez Gorio retocó mínimamente las notas y registró
con Sanguinetti la pieza como propia. Cantores como Orlando Medina y Oscar
Serpa contribuyeron al rápido suceso de este pegadizo tango de
sabor eslavooriental. Muchos años más tarde, Cáceres,
entretanto casado con la hija de Demetrio, tocó en el piano para
su suegro la composición original de Saverio. Pero al Colorado
no le gustó: tenía metida para siempre en el corazón
la versión rítmica y contundente de Juan Sánchez
Gorio. De Saverio el violinista no se había sabido nada más,
salvo que fue muerto por los nazis.
arriba
|