Rubén
Blades antes de su concierto en el Canal de Panamá
En
su salsa
El
31 de diciembre a la medianoche, en el momento exacto en que Panamá
sume finalmente a su territorio la Zona del Canal, Rubén Blades
estará en el epicentro de los festejos, tocando en vivo y gratis
para sus compatriotas. En diálogo con Radar, el autor de Pedro
Navaja anticipa el histórico momento y aprovecha la ocasión
para confesar su debilidad por tres exponentes de lo más diversos
de la música rioplatense: Jaime Roos, Les Luthiers y Piero.
POR VICTOR PINTOS
En
Nueva York se acerca el invierno, pero Rubén Blades ya tiene
listas las dos valijas que lo acompañarán, dentro de unas
pocas horas, en el viaje de regreso a su tierra natal. En el único
contacto que ha aceptado tener en estas horas con la prensa de la Argentina,
asegura a Radar que no está ansioso, pero es evidente que ciertas
urgencias entusiasman su palabra. El 31 de diciembre a la medianoche,
Blades cantará en Panamá, celebrando la llegada del nuevo
milenio y la recuperación del canal luego de 85 años de
dominio estadounidense.
Un concierto ese día y en ese lugar, gratuito y masivo...
¿cómo surgió la idea?
Me hablaron de la alcaldía para proponerme una gira por
todo el país, celebrando la reincorporación de los terrenos
de la Zona del Canal a la jurisdicción de Panamá, y también
el fin de este milenio y el principio del otro (algo que no es del todo
real, pero bueno, digamos que se festejará el cambio de numerito,
del 1999 al 2000). La del 31 va a ser una presentación pública
gratuita, exactamente a la medianoche, prácticamente en la misma
entrada del canal.
¿Qué pasa por su cabeza en vísperas de este
concierto? Porque se ha pasado la vida opinando sobre la cuestión,
incluso a través de canciones.
Es un momento de satisfacción para todo mi país,
y también debemos tomarlo como un momento de reflexión:
fue una tarea ardua llegar a este punto y recobrar estas áreas
que habían sido ocupadas por efectivos militares de otro país.
Creo que los conciertos nos ofrecen una excelente oportunidad para pensar
en la gente que durante tantas décadas luchó y llegó
al sacrificio extremo de ofrecer su vida para defender la noción
de un Panamá integral, unida bajo una sola jurisdicción.
Nosotros entramos a esto muy tarde, pero no podemos olvidar la gente
que desde el inicio de la vida republicana en Panamá estuvo procurando
la unidad jurídica del país. Al margen de los aspectos
emocionales, hasta la reintegración, el país no tenía
una continuidad jurídica. Entonces lo más importante es
que se establece la recuperación real de la soberanía.
Y no hablo en términos de panfleto, ni con el discursito de barricada,
ni con el nacionalismo trasnochado y excedido del demagogo, sino de
la aplicación real de la ley panameña a lo largo y ancho
del territorio que anteriormente estuvo ocupado, no solamente por un
ejército extranjero, sino también por una jurisdicción
extranjera. Como panameños nos podría haber pasado (y,
de hecho, pasó) que nos detuvieran en nuestro territorio por
la aplicación de una legislación extranjera, y que fuéramos
juzgados por esa ley. Y, encima, en otro idioma. Ahora tendremos una
sola jurisdicción sobre todo el territorio nacional; eso es lo
que voy a estar pensando la noche del 31. Que el sitio donde voy a estar
cantando, años atrás era un sitio fuera del acceso para
mí y para todos los panameños.
En su último disco, Tiempos, habla del Puente del Mundo, así
como en Antecedente hacía referencia a Ascanio (uno de los mártires
de la lucha por la recuperación del canal) y cerraba con la canción
titulada Patria. ¿Ha compuesto alguna canción
al respecto para estrenar el 31?
No, no quiero pecar de arrogante. El momento en sí es la
estrella, no yo. Lo que voy a hacer es más bien un recuento de
las canciones que he hecho en las que menciono el tema. Incluiré
Patria, por supuesto, porque ahí lo digo todo.
AMANDONOS
Desde hace un par de semanas, Blades ha sumado una ocupación
más a su vida multifacética: ya no es sólo músico,
cantor, actor, abogado que no ejerce doctorado en Harvard
y político que se ha llamado a descanso después de las
elecciones presidenciales del 94 donde salió tercero:
ahora también es Embajador Internacional Contra el Racismo. Lo
distinguió la ONU durante un acto que se realizó en la
sede de Nueva York, en virtudde su lucha por la igualdad y su
constante defensa de las minorías sociales en todo el mundo.
Con tanta actividad, es lógico que Blades no haya sacado más
que tres discos en la última década: Amor y control (1992),
La rosa de los vientos (1996) y Tiempos (a comienzos de este año).
Los tres, notables. Podría hablarse de un cuarto trabajo si se
sumara el mediocre Tras la tormenta (1995) que unió a Blades
con Willie Colón, en un reencuentro que no tuvo magia y no funcionó.
La rosa de los vientos, en cambio, documentó el retorno de Blades
a Panamá después de casi veinte años de residencia
en Estados Unidos. El disco se grabó en estudios de su país
natal, acompañado sólo por músicos panameños,
e incluyó un solo tema de Blades. El resto de las canciones pertenecía
a diversos compatriotas suyos, menos una: Amándote
de Jaime Roos.
¿Cómo tomó contacto con la música de
Jaime Roos?
En Los Angeles hay un muchacho uruguayo, periodista, que se llama
Enrique Lopetegui, que vino un día a casa y me dio un casete
de Jaime, y me habló de él. Cuando escuché Amándote
me dije: Coño, qué canción más bonita.
Además me encanta el candombe, así que decidí incluir
el tema, aunque fuese la única canción no panameña
de todo el disco.
Roos se enteró porque Hugo Fattoruso lo llamó desde
Nueva York para contarle...
-¿Ah, sí? No sabía. Lo de Hugo salió cuando
supe que él estaba acá haciendo unas mezclas. Lo busqué
por todas partes para que se envolviera en el asunto. Y lo hizo, tocó
el tambor repique y nos trajo un par de muchachos para los otros tambores.
Y dime, ¿a Jaime le gustó lo que hice?
Mucho, aunque le haya hecho retoques a la letra. Dijo: Jamás
aceptaría que alguien toque una canción mía, excepto
Blades... que la ha mejorado.
(Risas) Es muy amable. Me gustaría mucho la idea de bajar
al sur y tocar juntos. Me interesaría ir con Editus, el grupo
de Costa Rica con el que grabé Tiempos, al que reforzamos con
dos trombones para poder tocar las canciones de antes también.
Jaime Roos había pensado hacer un show de tres: ustedes y
León Gieco.
¡Muy bueno! Creo que eso se puede hacer perfectamente. Y
no sólo Uruguay, sino también la Argentina y Chile. De
ser posible, me interesaría tocar en Buenos Aires con mi grupo
y también ir a sitios adonde no he ido. Mendoza, Córdoba,
no conozco esas ciudades y me interesaría mucho. Si hablas con
Jaime, dile que se imagine una gira que nos lleve por diversos sitios
de la Argentina, Uruguay y Chile. Lo único que necesitamos es
saber cuándo se haría. Porque ahora mismo estoy preparando
una gira universitaria dentro de Estados Unidos: por la tarde hablo
con los estudiantes de la situación del canal y por la noche
tocamos. Como son muchas las peticiones, y acá hay muchas universidades,
estoy tratando de dividir el asunto en etapas. De marzo a abril es la
primera. Luego, en junio, vamos a participar en el Playboy Jazz Festival
en Los Angeles, y posiblemente volvamos a estar en el Carnegie Hall,
de Nueva York. Y hay mucho interés en Europa, porque estuvimos
allá durante este verano, tocando en 17 ciudades, y nos fue muy
bien. Pero, bueno, dile a Jaime que si le va bien setiembre u octubre...
Cuando salió La rosa de los vientos, dijo que estaba radicándose
en Panamá, que había instalado un estudio de grabación
allá. ¿El proyecto avanzó, desde entonces?
Estoy en los dos lados, un poco y un poco. Porque mientras se
consolida lo de Panamá, estoy tratando de estimular la distribución
del producto panameño. Es lo más importante ahora mismo.
Nuestro producto es muy bueno, pero pasa lo mismo que con el producto
costarricense, o el argentino: necesitan distribución. Y Nueva
York es el centro para eso. He pasado muchos años en esta ciudad:
del 74 al 85. Luego, cuando me casé, me fui a California
y ahora que me divorcié estoy de vuelta en Nueva York, recobrando
las conexiones que tenía. Porque lo más importante es
obtenerdistribución e ir sentando base para poder ir mejorando
las condiciones del trabajo que estamos haciendo. En el próximo
álbum quiero explorar las conexiones celtas con la música
latinoamericana, y esa exploración me sale mejor desde Nueva
York. Aquí debe haber 800 tipos irlandeses que tocan gaitas.
En Panamá no hay ninguno. No los encuentras ni con una lupa.
Pero estoy convencido de que en dos años voy a estar completamente
afincado en Panamá. Pero sería una pena perder las conexiones
y el respeto que evoca mi trabajo, por meterme en Panamá y no
salir más.
Es llamativo que no exista un website oficial suyo. En rubenblades.com
hay un cartelito que dice que el sitio todavía no existe. ¿No
sería ésa una buena manera de internacionalizar la música
de Panamá?
Estamos trabajando en eso. Desde aquí y también
desde Panamá, donde hay un muchacho llamado Orosmán de
la Guardia, que es el que ha hecho las portadas de los dos últimos
álbumes. Lo que pasa es que yo, en cuestión de Internet,
soy un analfabeto. De todas maneras creo que va a demorar un tiempo
hacer una distribución efectiva a través de Internet.
Pero ésa es la dirección en que las cosas van. Los intermediarios
y las compañías de discos van a dejar de ser necesarios
algún día no muy lejano.
DE DONDE VIENEN LAS CANCIONES
Tiempos, el último disco de Blades, editado en la Argentina pero
sin mayor aviso, está a la altura de los mejores que ha hecho
el panameño lo cual es mucho decir y, a la vez, muestra
una interesante apertura a distintos ritmos latinoamericanos: no sólo
hay rítmica afrocubana (eso que suele llamarse salsa) sino múltiples
elementos caribeños, centroamericanos y también de América
del Sur. Hasta aires de chacarera. En el booklet del disco Blades escribe:
Estas combinaciones han producido un equilibrio musical, inusitado
en mis pasadas producciones, y culturalmente más representativo
del sentir de Latinoamérica. Del violín al bombo legüero,
del acordeón a la caja peruana, del berimbau a la conga cubana,
de la guitarra al saxo soprano, del piano a las maracas, y del cuarteto
de cuerdas al timbal, la diversidad de instrumentos, la sensibilidad
y el conocimiento técnico de sus ejecutantes permitieron brindar
a cada tema un tratamiento que respeta y que adopta la intención
del texto. Blades hizo este disco acompañado por el trío
costarricense Editus, que integran el violinista Ricardo Ramírez,
el guitarrista Edín Solís, y el percusionista Carlos Tapado
Vargas.
¿Cuánto tiene que ver Editus en la inclusión
de esos diferentes ritmos?
Nosotros tenemos un problema muy grande, que es el de la no percepción
de que en realidad la nuestra es una sola cultura. Ese problema se manifiesta
no sólo en la desunión política, en la imposibilidad
de crear carteles que nos beneficien a todos. Los europeos
lo han entendido y eso los ha llevado a desechar nociones de nacionalismo
demagogo para ubicarse en una posición donde siguen siendo naciones,
pero comprenden la necesidad de una colaboración estrecha. Nosotros
no hemos llegado a ese punto ni política, ni económica,
ni socialmente. Y hay una cuestión donde la música parece
inflamarse y se contamina de esa necedad de la división y la
desunión. Hace mucho tiempo que vengo pensando en incorporar
poco a poco sonoridades, en términos de ritmos, de arreglos,
de melodías, que me llevaran, por su diversidad, a una presentación
mucho más latinoamericana. Y con Editus encontré la posibilidad
de articular eso, porque la formación clásica del grupo
le ha dado margen para crear un tipo de música con gran sensibilidad
en términos técnicos, pero también emocionales.
Si escuchas el trabajo de Editus, que ya va por el quinto disco, adviertes
el contacto con Piazzolla, por ejemplo. O con Gismonti. El aspecto cosmopolita
de la formación de Editus me ayudó a descifrar esta necesidad
y presentarla de la manera en que quería hacerlo.
¿Usted también escucha a Piazzolla y Gismonti?
Sí, pero no como los Editus. Para ellos, Gismonti es una
marca muy importante. En el 83, cuando fue mi primera visita a
Buenos Aires, yo ya había escuchado a Piazzolla. Recuerdo que
fui a una radio y, cuando me preguntaron por mis influencias, lo mencioné
y se armó una disputa muy grande, porque por entonces no se lo
consideraba alguien que estuviera verdaderamente ayudando a desarrollar
el tango.
Aprovechando la oportunidad, ¿cuáles han sido sus mayores
influencias?
Siempre me han agradado cosas antes de saber quiénes las
habían escrito. Me pasó con Los Beatles: cuando escuché
She loves you, no tenía la menor idea de quiénes
eran. Las influencias que tengo son muchas y algunas muy oscuras. De
Brasil, por ejemplo, grupos vocales como Os Cariocas o el Tamba Trío,
o grupos instrumentales como el Zimbo Trío. Entre los cantantes,
desde Chico Buarque, pasando por Caetano, hasta Gilberto Gil, Milton,
María Bethania, Elis Regina... Toda esa gente me abrió
la oreja. De Estados Unidos, no podría dejar de mencionar las
bigbands. Yo vi a Duke Ellington tocar en vivo en Panamá en el
58 o 59. También a Frank Sinatra, que me enseñó
a respirar, cuando cantaba en mi casa encima de sus grabaciones. Y Tony
Bennet, y Elvis, por supuesto. Y The Byrds, y Bob Dylan. Del área
del Caribe, el Sexteto de Joe Cuba, Cheo Feliciano, que fue mi modelo,
Ismael Rivera, Beny Moré, El Gran Combo de Puerto Rico cuando
cantaban Montañés y Rodríguez, la Orquesta de Machito
con Mario Bauzá. Y otros grupos como Eddie Palmieri, Larry Harlow,
Ray Barretto, Willie Colón incluso...
Con buena parte de esta gente llegó a compartir escenarios...
Es una de las cosas que más agradezco, que se diera la
oportunidad antes de que algunos desaparecieran. Todos son una influencia
que progresó, y no terminó nunca. Uno sigue descubriendo
cosas en la medida que se va haciendo más adulto. Y no quisiera
olvidarme de un músico argentino que fue importante para mí:
te hablo de Piero. Canciones suyas como Mi viejo y Juan
Boliche, que hablaban de temas sociales y no eran cantadas dentro
de lo que en ese momento se denominaba balada, como las de Raphael,
Sandro o Leo Dan. Piero fue el primero que vino a Panamá con
una canción en español donde había un comentario
social.
La primera vez que vino a Buenos Aires dijo que Pedro Navaja
y Pablo Pueblo era medio parientes de Juan Boliche
y Pedro Nadie...
Definitivamente. Sobre todo Pablo Pueblo. La noción
de que eso se podía hacer fue decisiva para mí: yo tenía
dieciocho años cuando conocí a Piero, durante un viaje
suyo a Panamá. Y fui a verlo al hotel, y le toqué Pablo
Pueblo, y le dije: Si te gusta, grábala. Y
él me contestó: Grábala tú, así
somos dos. Nunca en la vida se me va a olvidar.
Tiempos está dedicado a su padre y a Les Luthiers...
Es que hace mucho tiempo, por el 70 y pico, cuando aún
vivía en Panamá, apareció alguien con un disco
de ellos y, cuando lo puso, yo me oriné de risa. Y me maravillé,
directamente, con lo ingenioso del asunto. Con el tiempo y por la caridad
de mis amigos, me fui encontrando con otros trabajos de ellos, pero
nunca los había conocido, como ocurre muchas veces. Yo no conozco
a Chico Buarque, por ejemplo. Entonces, en una de mis visitas a Buenos
Aires, sucedió algo que ha ocurrido muy pocas veces en mi vida:
tuve que cancelar un trabajo por enfermedad. Me dio una cosa que se
llama angina roja. Recuerdo que cuando el doctor me lo dijo, le contesté
que eso sonaba como a grupo terrorista. Y bueno, cuando estaba enfermo,
uno de los Luthiers fue a verme al hotel y me contó que habían
pensado ir al show cancelado y me dio una copia de su disco donde está
Añoralgia. Y nos quedamos horas hablando, yo haciendo
puras muecas y señas. Recién los pude a ver en vivo este
año en Costa Rica. Este año fue muy bueno: también
conocí a Joan Manuel Serrat.
Parece increíble que recién ahora haya conocido a Serrat.
Y que nunca se haya cruzado con Buarque...
Pasa que no salgo mucho... y ellos tampoco. Mira, ésta
es la primera gira en nueve años. Yo suelo detestarlas, son hemorroidales.
Pero estos muchachos de Editus son tan buenos y disfruto que la gente
los vea. Aparte, después del divorcio, tengo que pagarle el mantenimiento
a mi mujer... ¡había que salir a trabajar pues!
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