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En contraste con el bullicio de la gran ciudad, el litoral del Estado de San Pablo ofrece una serie de balnearios, como las playas de la famosa Isla de Guarujá, con todo el color y el ritmo brasileños.


ENCUENTROS CERCANOS CON LAS PLAYAS DE BRASIL
Bajo el sol de San Pablo

Por Hernán Mariotti

Cuando oímos hablar de San Pablo es inevitable asociar su nombre con la idea de una metrópolis gigante y cosmopolita, sede de verdaderos imperios industriales. Su composición étnica, conformada en gran parte por corrientes inmigratorias europeas, árabes y japonesas, ha hecho de la ciudad un caleidoscopio cultural, a tal punto que los paulistas afirman con orgullo que en su suelo se encuentran reunidos los cinco continentes.

Muchos ignoran, sin embargo, que la mayor urbe de América latina tiene al alcance de la mano hermosas playas de aguas cálidas y dorada arena que gracias al clima templado de la región, se pueden disfrutar durante buena parte del año. A orillas del Atlántico, recostadas sobre el litoral norte del Estado de Sao Paulo, estos balnearios reciben con los brazos abiertos tanto al turismo internacional como a fatigados ciudadanos que escapan del smog.

Cerca del mundanal ruido

La Isla de Guarujá es el paraje turístico más reconocido del litoral paulista. Para llegar hasta ella desde San Pablo hay que tomar la Rodovía de los Inmigrantes y hacer 89 km. A medida que se avanza en el camino, la anchísima ruta se va transformando en un camino serpenteante que se interna en la salvaje vegetación de los morros. Como camino alternativo se puede ir por la Vía Ancheta que cruza los morros a mayor altura. La vista es más atractiva pero también es mayor el tiempo de viaje y no es aconsejable transitarla en días con mucha neblina.

Guarujá ha recibido la visita de muchos famosos. El legendario Paul McCartney la eligió como descanso de los rigores de su gira por el Brasil a fines del ‘93, y su ex compañero de banda, George Harrison, varias veces veraneó en la isla. La elección de Guarujá por parte de personajes del jet-set se debe, en parte, a su agitada vida nocturna. La arena de muchos de sus balnearios se convierte con la caída del sol, en el punto de encuentro de los más jóvenes, que prolongan la noche hasta la madrugada. La acción puede continuar en uno de los tantos recitales al aire libre, en los que actúan bandas locales.

Bien es sabido que los brasileños, además de tener una gran habilidad para jugar al fútbol, son campeones a la hora de bailar y no sólo en discotecas. Avelinos, una aldea de pescadores cercana, se ha convertido en uno de los lugares preferidos para ir a bailar zamba y pagode, un ritmo que se ha hecho muy popular últimamente en todo Brasil. En los momentos de pausa se pueden saborear exquisitos frutos de mar preparados según recetas maestras de los lugareños.

De todas formas la danza, el ritmo contagioso y festivo del folklore brasileño es palpable con sólo caminar por la calle y está presente en cada rincón, a cada paso.

Otro “menú” tentador en Guarujá es recorrer las distintas playas. En el centro mismo de Guarujá se encuentra Pitangueiras, la más bulliciosa, con numerosos edificios como fondo y grandes centros comerciales. La contracara de Pitangueiras es Enseada, de 11 km de extensión y rodeada de un barrio residencial de casas bajas. Entre zambullida y zambullida, se puede comer y beber en los cientos de “barraquinhas”, puestos ambulantes que ofrecen comidas y bebidas a buen precio. Para beber conviene inclinarse por los tragos típicos que van desde la clásica caipirinha hasta el “coco gelado”, hecho a la vista del consumidor. Dentro de los bocados más usuales, resultan muy agradables el camarón salteado o los choclos calientes. Y como en toda localidad marítima, los platos a base de mariscos están a la orden del día.

Muy cerca de Enseada está Pernambuco, donde ubicamos a Jiquitinas, lugar famoso por la marina en la que echan amarras lanchas y yates, y por el canal de Bertioga que bordea toda la isla y desembarca en el Puerto de Santos, famoso en el mundo entero por ser la cuna de Edson Arantes do Nascimiento, más conocido como Pelé.

Refugios de piratas

Yendo hacia el este de Guarujá encontramos el puerto de San Sebastián y una de las mejores playas de todo el litoral paulista: Maresías, un paraíso de 5 km de arenas blancas y solitarias pobladas de cocoteros donde se ha preservado la naturaleza virgen, con un pueblo que ha ido creciendo con la construcción de grandes residencias.

Frente a San Sebastián se encuentra ubicada Ilhabela, un antiguo refugio de piratas que aún conserva ese halo de misterio, de rincón escondido y secreto. Cuando se atraviesa el canal que la separa del continente y que la resguarda de la invasión de grandes contingentes de turistas, se siente una extraña fascinación que entra por los ojos y por la piel, quizá la misma que sentían los aventureros de antaño. Una sola calle principal de 165 km de largo cruza el archipiélago, que tiene a un lado las playas y del otro hoteles, restaurantes y otros servicios turísticos. El nombre de esta vía es cambiante: en determinado tramo se llama Pedro Paulo Moraes, o bien Fuerza Expedicionaria de Brasil, o Junio Quadros, tal vez.

El último destino, y el que está más al norte es Ubatuba, centro deportivo por excelencia de la región, donde se puede practicar y competir en diversos torneos de motonaútica, acrobacia aérea, voley en la arena o fútbol de salón. Pero la principal actividad deportiva es el surf. Gracias a las olas enormes de sus aguas, indispensables para surfear, esta población costera ha visto nacer a numerosos campeones mundiales de ese deporte. Los nativos de Ubatuba no se cansan de decir a los viajeros que su tierra natal es la “Capital mundial del Surf”, y si ellos lo dicen habrá que creerles.


Invasiones argentinas en Florianópolis

Por Graciela Cutuli

Ciertamente, quien va en busca del Brasil más auténtico no elige Florianópolis para sus vacaciones. Pero como en primer lugar no es fácil decidir qué es lo realmente auténtico en un país donde conviven alegremente tantas razas, colores, costumbres e idiomas, y como en segundo lugar Florianópolis tiene todo lo que se puede pedirle a un paraíso playero, cada año se repiten en esta ciudad de antiguos orígenes las “invasiones” llegadas particularmente de Argentina, pero también de otros países de América latina, en busca de saborear la calidez de las aguas y de la gente brasileña.

Florianópolis ciudad

La isla de Santa Catarina, cuya capital es Florianópolis, está unida a tierra firme por dos puentes colgantes y profusamente comunicada con el resto del país gracias a las continuas idas y venidas de ómnibus rumbo a los distintos puntos de la propia isla, a las otras localidades del Estado y a capitales como Buenos Aires o Santiago de Chile. La ciudad en sí no es una meca turística por excelencia, pero merece una visita aunque el objetivo principal de las vacaciones sea el de transformase en dorados lagartos bajo el sol. Además, algunos eligen alojarse en Florianópolis (hay hoteles más accesibles que algunas de las localidades balnearias) para luego elegir cada día una playa diferente, en vista de que la mayoría queda a menos de una hora en ómnibus desde la ciudad. La visita a Florianópolis puede comenzar en el viejo paseo marítimo, donde antiguamente se levantaban el mercado municipal y la aduana y hoy hay negocios de artesanías y bares. Yendo cuesta arriba e ingresando en la ciudad nueva se pasa por la Plaza XV de Noviembre, junto a la cual se levanta el imponente Palacio Cruz e Souza, que hoy alberga el Museo Histórico de Santa Catarina. Entre las iglesias céntricas, la más interesante (por ser la única que conservó rasgos originales) es Nuestra Señora del Rosario, en tanto que los atractivos turísticos de Florianópolis pueden completarse con un breve paso por el Museo de Antropología.

A la playa

Cumplido el paseo histórico, sólo queda armar los bolsos para ir a disfrutar de aquello que realmente concita el turismo en la isla: las playas, sobre todo las de la costa norte y oeste. En todo caso, es mejor olvidar la idea de que se trata de un paraíso desierto: hace tiempo que el encanto de Florianópolis ha sido descubierto, y esto se traduce en una masiva presencia de veraneantes... por todas partes.

La costa norte de Santa Catarina ofrece un mar de aguas cálidas y tranquilas, sobre todo en la bahía de Canasvieras y su continuación, peñascos mediante, en las playas de Jureré. La hermosura del lugar es innegable, sobre todo en los rincones más apartados y, por lo tanto, menos frecuentados, con puntos donde el agua se vuelve turquesa y forma un agradable contrapunto con la abundante vegetación. Pasando Jureré, antes de llegar a una pequeña playa llamada Daniela, el Fuerte Jureré (o Fuerte San José, su verdadero nombre) ofrece hermosas vistas de toda la costa en esta parte de la isla.

Cambiando de orientación, la parte oeste de Santa Catarina tiene algunos de los pueblos más atractivos y antiguos de la zona, fundados por inmigrantes de las Azores y todavía dueños de su tradicional iglesia colonial rodeada de casas pintadas de blanco. La gente de la zona sigue viviendo de la pesca, y son muchos los que gustan de acercarse para verlos partir o regresar del mar con su carga de pescado. Mientras tanto, las mujeres perpetúan otra antigua tradición, la del tejido de encajes, en la forma de manteles, mantas o carpetas de todo tipo. Entre todos estos lugares, uno de los más atractivos es, curiosamente, uno de los menos visitados (tal vez porque las lluvias son abundantes): se trata de Riberao da Ilha, un pueblo pequeño de casas color pastel que es también la puerta de ingreso a la carretera por donde se va a Barra do Sul, sumergida en medio de una vegetación exuberante pero asomada a algunos de los más hermosos paisajes de toda la isla.

Finalmente, la costa este también tiene su encanto, aunque las aguas más bravías, atravesadas por corrientes submarinas traicioneras, alejan un poco al turismo tradicional. La playa más conocida (y colonizada a la argentina) es Praia Brava, junto a la de Ingleses, pero los lugares más interesantes son la antigua aldea de pescadores de Lagoa, el pueblo de Barra de Lagoa y la hermosa Praia Mole, que se encuentra junto a Joaquina, la preferida de los surfistas.