Ya hace unas décadas Lacan alertaba sobre la universalización que impone el reinado de la ciencia en las agrupaciones sociales constituidas a partir de una pretendida sociedad de hermanos: “Nuestro porvenir de mercados comunes encontrará su contrapeso en la expansión cada vez más dura de los procesos de segregación”1. Es que si la comunidad global se construye al servicio del perverso rédito financiero, no es para sorprenderse que, de vez en cuando, el resentimiento y el odio tome cuerpo en la figura de algunos políticos, vaya como ejemplo quien preside la mayor potencia del planeta: Donald Trump y su nefasta pasión por los muros. Más que nunca entonces se trata de denunciar la falacia presente en este discurso retrógrado y oscurantista que ya tiene sus epígonos por estas tierras. Por ejemplo, tiempo atrás, el senador Miguel Angel Pichetto –ahora flamante precandidato a la vicepresidencia de la Nación–, formuló declaraciones cuya xenófoba inspiración revela los oscuros resortes de la constitución subjetiva. Más explícito que nunca, el legislador dijo: “no debemos ser tontos, el mundo se está cerrando”; “el problema de la Argentina es la cultura igualitaria”2.
Se trata de que el indispensable narcisismo con que un soma adquiere dignidad de cuerpo se constituye a partir de la imagen que brinda el semejante, por lo que en el nudo del sentimiento de sí ya está presente la alteridad. No en vano, solemos sorprendernos con nuestras reacciones tanto como con los fallidos, lapsus, y olvidos que, mal que nos pese, traicionan las coartadas de nuestro narcisismo. Luego, vía arcaicos mecanismos de defensa, lo diferente en nuestro interior aparece peligroso en el afuera: nada más inmigrante que nuestra propia e íntima singularidad.
Al respecto, en su texto sobre el racismo, Eric Laurent describe los pasos lógicos que, según la lectura lacaniana, permiten cernir el temor y rechazo que da origen a la comunidad humana: 1) Un hombre sabe lo que no es un hombre; 2) Los hombres se reconocen entre ellos; 3) Me afirmo ser un hombre, por temor de ser convencido por los hombres de que no soy un hombre. Dice Laurent: “Eso no dice nada sobre lo que es un hombre. Luego, los hombres se reconocen entre ellos por ser hombres: no saben lo que hacen pero se reconocen entre ellos”3. Aquí entonces lo decisivo es dejar abierta la cuestión acerca de qué sería ser un hombre.
De hecho, en su seminario 19 “...ou pire”, Lacan cita un abordaje de la negación elaborada por Aristóteles en los Analíticos anteriores que no respeta la lógica de los predicados presente en sus clásicos silogismos, basados en la premisa universal de un todos (por ejemplo: todos los hombres son mortales). En efecto, al ubicar la formulación contraria al enunciado: el hombre es blanco, afirma que no es lo mismo decir: el hombre no es blanco que el hombre es no blanco4. La segunda formulación deja abierta la posibilidad de otra versión –en este caso acerca de lo que un hombre puede ser– que la primera insinúa clausurar. Esta perspectiva No Toda coincide con un abordaje del inconsciente abierto a la novedad y la contingencia. Una perspectiva que Micky Pichetto no aprobaría, habida cuenta de que el mundo se está cerrando y el senador quiere quedarse con la llave.
* Psicoanalista.
1. Jacques Lacan, Proposición del 9 de octubre de 1967, en Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 276.
2. www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-313612-2016-11-07.html
3. Eric Laurent, Racismo 2:0 en www.eol.org.ar/la_escuela/Destacados/Lacan-Quotidien/LC-cero-371.pdf
4. Jacques Lacan, El Seminario: Libro 19: “...ou pire”, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 34.