OPINION
Cuando los mejores fines saben
estar en los medios
Por Mario Wainfeld |
Cuenta
la historia o su sucedáneo, la leyenda que Luis XVI huía de incógnito de la
cólera popular y que su carruaje hizo una escala en la posta de Varennes.
Nadie lo reconoció. Tras el cambio de caballos y presto a partir, el rey caído le dio a
un empleado de la posta una moneda de oro. El joven postillón que jamás había visto, ni
de lejos, una, la miró con tanta codicia como interés y vio en ella acuñado el rostro
del rey de Francia. La comparó con el viajero, lo denunció, el rey fue arrestado e
inició su viaje hacia la guillotina. Novelesco o real, el relato nos recuerda un dato que
hasta nos cuesta concebir: durante casi toda la historia de la humanidad los hombres
fueron gobernados por seres a los que ni siquiera le conocían la cara. Los reyes de
Francia comandaban un Estado imponente pero la abrumadora mayoría de sus vasallos no los
veían ni oían nunca. Ni falta hace remontarse tan lejos ni tan atrás: millones de
argentinos que votaron, derrocaron, amaron u odiaron a Hipólito Yrigoyen no lo tuvieron
nunca delante ni conocían las inflexiones de su voz.Pero, aun en aquellas épocas, la
tarea de hacer política y la de gobernar incluían preponderantemente la de producir
imágenes, así fueran monedas, banderas, escudos, uniformes, cuadros, estatuas.
Nadie ha visto jamás un Estado explicó dos siglos después de Varennes el
ensayista francés Regis Debray ni a simple vista, ni en foto ni en el microscopio
ni desde un avión (...) Precisamente porque es invisible e inaudible, el Estado debe
hacerse ver y oír a cualquier precio, por medio de metáforas. Encontrándose la
población diseminada por un territorio más o menos vasto los símbolos deben difundirse,
intercambiarse y regularse a través del espacio. Es el espectáculo del Estado el que
hace el Estado, así como es el monumento el que hace la memoria. Y así es.
Exageración o juego de palabras más o menos la política siempre fue y será en buena
medida la producción de imágenes, monumentos y símbolos. Sólo que en el siglo que
acaba de terminar esa producción consiguió un rango técnico y una velocidad jamás
lograda, acaso ni imaginada.A menudo, por ignorar tamañas obviedades, el adjetivo
calificativo mediático es usado en forma de tan despectiva, banal. Toda
acción en una sociedad de masas es mediática y no es ese mero dato el que define su
importancia, jerarquía o espesor. Mediática del principio al fin fue la Carpa Blanca que
hace unas horas fue arriada, con la unción con que debieran arriarse las banderas en las
fiestas escolares por miles de maestros, militantes y dirigentes sindicales. Vale decir
por tres especies que se supone están en riesgo de extinción pero que tras
cerca de tres años de aguante, consiguieron hacer un gol a fuerza de combinar la
templanza militante de resistir, la ciencia democrática de proponer, negociar y articular
y la sabiduría, bien propia del fin de siglo, de divulgar y convocar.Un acto escolarEl
éxito de convocatoria y persistencia de la Carpa fincó en su capacidad de concitar un
espectro amplísimo de adhesiones. Miles de personas comunes, dirigentes políticos,
trabajadores de la cultura se sumaron al reclamo docente. El acto de desmantelamiento de
la carpa, en cambio, lo acompañaron más bien los del palo. La inmensa mayoría de los
que poblaban la plaza eran los propios ayunantes, una miríada de maestros, los dirigentes
de la CTA y la CTERA, los legisladores más comprometidos con la educación pública. Un
aire militante y hasta setentista rondaba el ambiente y humedecía inexorablemente los
ojos de quienes albergan aún nostalgias de tiempos idos.No fue la del jueves, empero, una
versión progre de la fiesta de pocos porque la TV y los medios gráficos difundieron la
celebración que premiaba menos a la módica reivindicación lograda que a la paciente
construcción que la precedió y la sucederá.Como se fue aprendiendo en la década, el
escenario fue compartido con otros protagonistas sociales: los representantes de
organismos de derechoshumanos, los de Memoria Activa. Todos los que han sufrido del
gobierno afrentas irreparables han aprendido a elaborar un discurso preciso, contundente,
que consigue hacerse oír por la justicia de los reclamos y también por el formato en que
se emiten. Las víctimas o sus deudos saben exponer en forma parca, con frases cortas,
vincular su desdicha con las carencias del estado de derecho, transmitir por qué un dolor
particular es un tema público. Lograr que el lector, el televidente, el oyente entiendan
que ellos podrían estar en el lugar del emisor. El emisor es, de algún modo, el oyente,
que en eso finca la magia de la representación. El discurso de las víctimas
mediático como el que más propone una comunidad entre los olvidados y los
relegados y es genuinamente político aunque ninguna fuerza política actual lo exprese en
forma cabal.Hay ocho milicos presos, es poco, tienen cárceles de lujo pero es un
paso adelante, dijo la cada vez más diminuta y más precisa Nora Cortiñas, de
Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Marta Maffei, mordiéndose los labios para no
llorar, asentía ostensiblemente. Al fin y al cabo, eso fue lo que preconizó y como
ocurre con los dirigentes en las sociedades de masas en parte encarnó con su nombre
y rostro. Al fin y al cabo, los pañuelos (blancos como la carpa) y portados asimismo por
mujeres fueron un medio para comunicar a muchos un dolor, una afrenta y las consiguientes
luchas y demandas. Los que reclaman no siempre son mayoría, los que militan son
usualmente un puñado, pero su apuesta permanente es ser oídos y acompañados, siquiera
un rato, siquiera un paso, por muchos otros. Aún en los momentos más desencantados
existe si no la certeza el deseo y la virtualidad de sumar. Alguna vez un
periodista le dijo a otra Madre de Plaza de Mayo, Laura Bonaparte, al principio,
cuando ustedes estaban solas.... Bonaparte replicó: Nunca estuvimos solas. Y
lo sabíamos. De lo contrario, no hubiéramos podido hacer lo que hicimos. Comunicar
es una apuesta contra la soledad. Ocupar la calle una contra el aislamiento.En la foto,
sin robar cámaraTratando de no robar cámara pero asegurándose de salir en la foto el
Gobierno vivió el momento más grato desde que asumió, en la que fue también su mejor
semana desde entonces. El presupuesto y el paquete impositivo fueron aprobados en el
Congreso, trasuntando que el PJ por ahora clava sus astillas acá y allá pero no es una
oposición totalmente obstructiva. El levantamiento de la Carpa y la imagen del diálogo
entre los dirigentes de CTERA, el presidente Fernando de la Rúa, el vicepresidente Carlos
Chacho Alvarez y el propio ministro de Educación Juan José Llach fueron
saboreados por los aliancistas como un manjar. Una obsesión perdurable de la Alianza es
diferenciarse del menemismo y el jueves lo logró, foto incluida. La inflexible actitud
gubernamental respecto de Víctor Alderete busca el mismo objetivo. Todo confluye para que
sea sencillo encarnizarse contra el ex presidente del PAMI, empezando por él mismo. Su
gestión fue desastrosa, la defensa que intentó en Hora Clave patética. No
es un peronista histórico, antes bien los peronistas (con Eduardo Duhalde a la cabeza) y
quienes quieren ser sus aliados (Domingo Cavallo y Gustavo Beliz) hacen cola para pegarle.
Para colmo de sus males es impresentable, diminuto, atropellado en el hablar, el político
con más tics de la Argentina. La ofensiva en su contra es a pura ganancia máxime porque
padece lo que tantos funcionarios: su poder se redujo a cenizas cuando se fue del
gobierno.Otros poderes, en cambio. perviven y será para el oficialismo más complejo
doblegarlos. Por ejemplo, los organismos de seguridad que en las últimas dos semanas le
propinaron dos dolores de cabeza al ministro del Interior Federico Storani: la represión
en Corrientes cuya brutalidad y consecuencias no han sido aún investigadas y la
detención en la vía pública de Adolfo Pérez Esquivel, un atropello de fenomenal
torpeza quejamás cometió el menemismo. En el Gobierno niegan que haya habido errores o
excesos en Corrientes y atribuyen el arresto del premio Nobel de la Paz a una jugada
autónoma de una fiscal. Parece una mirada demasiado indulgente o hasta ingenua respecto
de resortes del Estado que al radicalismo siempre le costó gerenciar cuya proclividad a
la prepotencia o al macartismo son un riesgo permanente. Fines y medios (de
difusión)Hablando de eso. El pedido de captura del juez Baltasar Garzón para 48
criminales de nacionalidad argentina incursos en delitos de lesa humanidad propone un
nuevo desafío a la Alianza. Le abre una posibilidad de diferenciación con el menemismo,
cuya actitud fue de demonizar al magistrado español. Pero este desafío implica, a
diferencia de la cacería de Alderete, algunos riesgos o contrapartidas que harán más
peliaguda la decisión del Ejecutivo.Lo cierto es que tendrá que tomar posición (ver
página ???) porque la decidida acción de Garzón le ha dado jaque. Sus adversarios, el
menemismo incluido, tildan al juez español de mediático queriendo remarcar
que es poco serio, sólo atento a los reflectores, sin honduras. Esos argumentos son tan
triviales o interesados como quienes lo pronuncian. Sólidos lo que no significa
indiscutibles son los fundamentos de Garzón y cualquier cosa menos frívola es su
tarea. Su emergencia en los medios es la punta de un iceberg muy grande y muy arraigado,
que se sustenta en la militancia de derechos humanos, en su creatividad para buscar
justicia en los tribunales más allá de los límites que impusieron la obediencia
debida y los indultos plasmada en muchas horas de estudio y elaboración de nuevas
teorías jurídicas. Esa batalla, en sus comienzos solitaria, ha encontrado con el tiempo
receptividad más masiva, mujeres y hombres de bien que la acompañen si no desde la
trinchera, desde la tribuna. Algo como lo que mutatis mutandi ocurrió con la carpa, que
fue el último eslabón de la labor de CTERA y no el primero y menos el único.Lo que sí
supieron los abogados y militantes de derechos humanos tras ocupar las calles,
debatir públicamente, estudiar y litigar con denuedo fue lograr repercusiones de
sus acciones públicas. En ese solo sentido, el de manejar los tiempos, puede decirse que
Garzón es mediático. Y enhorabuena que lo sea. Y enhorabuena de que en estos años los
resistentes hayan aprendido a lidiar en las complejas arenas democráticas, incluida la
peculiar arena mediática convencidos de y dispuestos a probar que la historia
y el poder de las imágenes no pasan sólo por las manos de los reyes. |
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