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Por Magdalena Ruiz Guiñazú ![]() MRG: --Bueno, pero son poquísimos los argentinos que han recibido un Oscar... AB: --Sí... pero de verdad uno siente otra cosa cuando el tema viene entre gente que te dice "che" y que te da abrazos. Y uno quiere ser amado en su casa. Me explico: no es que no tenga premios nacionales. De Argentores y otros varios. De esas piezas enormes que uno acaba colocando en el suelo para sostener puertas. En fin, la intención fue maravillosa pero... --se ríe sonoramente--, de todas maneras nos ponemos contentos cuando lo recibimos, por el jurado fantástico y por aquello de que los que lo reciben con vos son gente de siempre, estupenda, como Bioy, Abelardo Castillo, Tito Cossa, Olga Orozco. Y uno no puede menos que enorgullecerse. Estoy en buena compañía, te decís. MRG: --¿Y en el caso de La tregua? AB: --Fue la primera película hispano-parlante nominada para un
Oscar. Perdimos contra Amarcord. Te darás cuenta de que perder frente a Fellini fue
realmente un honor. ¡Haberle ganado hubiera sido como para matarse! Además La tregua era
la primera oportunidad de todos MRG: --¿Fue entonces por esto que entraste a la Academia de Hollywood? AB: --No. La nominación sin duda ayudó pero me invitaron a la Academia al año siguiente, después de Pobre mariposa, cuando en Europa me dieron el Premio Ennio Flaiano por trayectoria. Y te explico: la Academia se fija con atención en la trayectoria y creo que tuvo mucho peso el tema de la responsabilidad individual frente a la historia colectiva. Los anglosajones siempre exploran en estos niveles y tienen, por lo menos en forma declamatoria, una actitud muy decidida y reflexiva. En el caso de La historia oficial se fijaron mucho en que era del '84 y que nosotros habíamos tenido dictadura hasta el '83. MRG: --¿Y con respecto de los europeos? Me refiero al premio Ennio Flaiano. AB: --Flaiano fue el guionista predilecto de Fellini. Eran íntimos amigos. La dolce vita es la historia de su vida. Como en Los inútiles provenía de un pueblo de provincia, incursionó en el periodismo, cobró fama como novelista y dramaturgo. Por eso cuando se suicidó sus amigos (entre ellos Cecchi d'Amico, inseparable de la obra de Visconti), crearon este galardón para honrar su recuerdo entre autores italianos y, cada cuatro años, para un premiado extranjero. Arthur Miller y Harold Pinter, entre ellos. MRG: --Y vos. AB: --Esa sorpresa también fue maravillosa --vuelve a reírse con ganas--. MRG: --¿Y por qué nunca lo contás? AB: --Te da un poco de pudor. Aunque sea fantástico. Mirá, yo estaba un día en casa y llegó un sobre de la productora con la que había estado trabajando últimamente y adonde habían enviado la comunicación del Premio Flaiano. Era una larga carta, muy literaria, en la que me hablaban de "mi obra", así la llamaban, porque la conocían, habían visto todas mis películas antes de tomar una decisión porque también, claro, habían visto las de mucha otra gente y, finalmente, nos invitaban con mi marido a viajar a Rimimi en una determinada fecha. Yo no lo podía creer. ¡El jurado estaba integrado por guionistas famosos que yo he admirado toda mi vida! Te diré que nadie se acuerda de los nombres de los guionistas. Yo misma a veces los olvido. Pero ésta es la gente que ha hecho el cine italiano durante años. Para que te des una idea, cuando recibí el Flaiano internacional el galardón nacional fue para Enrico Medeoli, guionista de las películas de Visconti. Grupo de familia, por ejemplo. MRG: --¿Y cómo fue la experiencia de trabajar con grandes monstruos como Gregory Peck? AB: --Fantástica. Y lo digo porque si bien es, efectivamente, un
monstruo sagrado, se parece absolutamente a lo que uno imagina en sus mejores papeles. En
Matar a un ruiseñor, por ejemplo. En ese tipo de films. El es un hombre no solamente
digno, progresista, inteligente, con coraje, sino que le importa lo que pasa en el mundo y
con la gente. Además, y no necesito decírtelo, es y ha sido uno de los hombres más
hermosos. El tenía pasión por el personaje de Gringo viejo pero ya nos conocíamos
puesto que fue de los que más apoyaron la candidatura de La historia oficial para el
Oscar. Una noche nos invitó con mi marido a cenar en su casa. La conversación fue
totalmente increíble: no sólo porque tenía la sensación de conocerlo desde siempre
sino porque me parecía estar soñando al verlo sentado frente a mí. De allí en más ha MRG: --¿Y Jane Fonda? AB: --Cuando la conocí estaba en un momento de gran transición. Ella no lo sabía todavía pero mientras filmaba en México Gringo viejo (un proyecto que había acariciado durante siete años), estaba terminando una larga vida en común con Tom Hayden, su marido. Hayden era un hombre con una carrera, no enteramente política, pero sí de una gran imagen como luchador por los derechos civiles, muy comprometido durante el gobierno de Kennedy con la gente que abogaba por una mayor igualdad con los negros. ¿Te acordás de Mississippi en llamas? Bueno, uno de esos jóvenes que iba a los pueblos donde discriminaban a la gente de color y los arengaba para que tuvieran conciencia de sus derechos era Tom Hayden. Al mismo tiempo era lo que los americanos llaman un compañero de ruta, un hombre al que Jane respetaba muchísimo, el padre de su hijo menor, y en cuya carrera política (fue varias veces diputado por California) ella invirtió no sólo energía sino cuantiosas sumas de dinero. Durante aquellos tiempos de campaña de Hayden, Jane se lanzó al tema del aerobismo y de la gimnasia (que fue un muy buen negocio) porque durante más de siete años nadie la contrataba por el activismo de su marido. Un factor detonante fue también aquella increíble foto en Vietnam llevando un casco del Vietcong. Muchos norteamericanos no se lo perdonaron. En fin, ella reinventó su vida y logró que la carrera política de Hayden fuera posible. Jane Fonda no imaginó jamás que sucedería lo que ocurrió: que durante su estadía en México filmando Gringo viejo, Tom se había separado de ella a través de los periódicos haciendo terribles declaraciones y partiendo a la vez en una escapada amorosa con una amiga de ambos pero mucho más joven que Jane. Jane acababa de cumplir 50 años y si hechos semejantes son muy dolorosos para cualquiera, para ella que no puede caminar por el planeta sin que le pidan un autógrafo, lo eran aún más. Como estar desnuda frente al mundo. La recuerdo adelgazando ocho kilos en un mes, llorando todo el día, escondiéndose detrás de un gran par de anteojos negros. Sin duda lloraba por el amor traicionado pero también por todas esas otras cosas que uno pierde en estos casos. La humillación y el fracaso que no se pueden digerir. MRG: --Y dejando ahora la historia de los monstruos sagrados de Hollywood volvamos a los proyectos cumplidos como el de una película en la que vos y Sergio Renán se reencuentran después de La tregua y Crecer de golpe. AB: --Hace como dos años que estamos hablando de hacer juntos un proyecto. Yo tenía una idea para Sergio, se la llevé, le encantó y, ¡te juro que no es soberbia!, teníamos la certeza de que habiendo trabajado tan bien juntos había, al mismo tiempo, mucha gente que no perdería un minuto en adoptar nuestro proyecto. En fin, te lo cuento rápidamente, no sólo no se amontonaron los productores para hacerlo sino que, negativas aparte, algunos ni siquiera nos contestaron. Esto fue desconcertante sobre todo para Sergio, a quien nunca nadie le ha dicho que no ni en cine, ni en teatro, ni en ópera. Es un hombre exitoso en todos sus proyectos. Yo tengo una visión más modesta: los guionistas estamos detrás de las cámaras y las luces. Sin embargo, debo decir que no tenía experiencia en cuanto a los niveles de grosería a los que llegan los nuevos productores de cine, teatro o televisión en nuestro querido país. Se trata muy mal a la gente. En fin, no perdamos el tiempo en recordarlo. Lo bueno de la historia es que un productor español se puso en contacto con Sergio en Roma, le pidió dirigir una película sobre una novela de un autor español contemporáneo, Juan José Millás. Renán contestó que lo haría si yo escribía el guión. Y a partir de allí terminaron con felicidad las negociaciones. La protagonista será seguramente Charo López y el tema abarca un momento en la vida de una mujer de más de 40 años. Una historia muy interesante. También muy difícil porque es una novela corta llena de soliloquios y diarios íntimos. Pero éstos son los desafíos que nos gustan y si este productor español, Enrique Cerezo, nos hubiera pedido una película sobre corrida de toros... pues, ¡la hubiéramos hecho por el enorme placer de volver a trabajar juntos! Con decirte que he abandonado nuevamente la obra de teatro en la que siempre estoy trabajando... pero el cine es, sin duda, el amante con el que traiciono al teatro hace muchos años.
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