Por Esteban Pintos
Cuando
Andrés Calamaro dijo "siempre tuve un gran respeto por Fito y Gustavo... Pero me
permito la insolencia de invitarlos a pelearse por el segundo y el tercer puesto", se
terminó de instalar en público una suerte de gran polémica que desde un tiempo movía a
todo tipo de debates dentro del rock argentino. El presupuesto de tal discusión
-que se cruza en los medios especializados y de ahí ¿se hace carne en la
gente- partía del interrogante ¿quién es el Nº 1? Un interrogante por cierto
difuso en su concepción misma. Algo más de precisión: ¿El Nº 1 del rock argentino
de..? ¿De la década? ¿De todos los tiempos? Más bien del momento, podría ser un canon
indicado por precavido. ¿Y entre quiénes debe "elegirse"? Aquí, el panorama
se presenta un poco más certero. Tácitamente, de lo que se habla sobre el tema es de
solistas, de compositores de canciones y hacedores de discos. Entonces, el poker es, por
esta vez, de cinco ases. Ahí están, contemporáneos y no, Charly García y Luis Alberto
Spinetta desde hace casi tres décadas con el peso definitivo de su obra. Ahí llegaron
también, un tiempo después, dos alumnos dilectos de esa raza de artistas que alumbró el
rock cantado en castellano y desarrollado en Argentina (para la historia "rock
nacional"): Fito Páez, con su carrera solista y Gustavo Cerati, a caballo de Soda
Stereo. En ese Olimpo es donde está golpeando la puerta Calamaro,
envalentonado por la catarata de canciones que ha hecho en esta década, un
poco con Los Rodríguez y un poco bastante a partir de su disco Alta suciedad. Y más que
nada con Honestidad brutal, disco que para Fito Páez, por ejemplo, es "brillante,
brutal, muy despierto. Muy intenso... Me pareció que también era como ver los demos de
un gran artista que hizo sobre un mismo tema muchas formas diferentes y decidió dejar
eso, así. Un disco muy valiente". Con elogios como éste, Calamaro reclama un lugar,
el lugar, para el que casi nunca había sido tenido en cuenta (hasta ahora): la punta de
una imcomproblable tabla de posiciones que, a pesar de su naturaleza imaginaria, siempre
ha desvelado comentarios públicos y privados en el ambiente. Público fan, periodistas,
músicos, productores discográficos y hasta groupies --conceptuales y de los otros-- del
rock argentino han pasado más de treinta años alrededor del tema. Primero fue Almendra o
Manal, después Charly o el Flaco (aquella tapa de la revista Hurra, futbolizando el
enfrentamiento, siempre cae como antecedente inevitable), más tarde Soda Stereo-Los
Redondos y así sigue. Para Charly García, animador de este particular torneo, la
situación es bastante conocida. "Me acuerdo cuando Luis Alberto y yo éramos como
River y Boca, o Pappo y yo, o qué sé yo. Era un bajón, un bajón total... Por que yo
veía a mis fans, y sobretodo a los de Luis Alberto, y estaban completamente
alienados". Y Gustavo Cerati agrega: "Yo viví Charly García-Spinetta,
también. Aunque en realidad nunca... Se trata de polos fuertísimos, que siguen siéndolo
a través de las décadas. A mí encanta que sigan, pero siempre hay un lugar para uno
más..."
En 1999, por si fuera poco, para potenciar el impacto de una discusión
semejante, hubo nuevo disco de todos los solistas aspirantes al
cetro: Páez hizo uno de canciones propias después de un lustro, Cerati editó el primero
sin Soda (según Páez, "asombroso, muy novedoso en el mejor sentido. Auténtico, con
un gran conocimiento de la idea de la canción. Una música muy sofisticada"),
Calamaro se descolgó con ¡un doble!, García remezcló su performance en vivo en el
ciclo de recitales gratuitos Buenos Aires Vivo y de ahí salió un "nuevo" disco
y Spinetta repasó su carrera (gran simbolismo) con un grandes éxitos seleccionados por
él mismo y sobre fin de año, sí, dio a conocer nuevas canciones. El caliente fin de
año con recitales de los directos implicados en el Teatro Gran Rex -Cerati,
Calamaro y Páez presentaron sus discos ahí, con Charly García como invitado especial en
los casos del primero y el tercero-- y Córdoba, cuando los viejos maestros tocaron en el
mismo escenario y apenas se cruzaron una mirada (de tocar juntos, ni hablar), le dio más
morbo aún.
Lo cierto es que, invento mediático o no, ha merecido la atención de
los mismos protagonistas de la competencia. Entonces, consultado por Página/12,
Charly García dispara "a mí me odian, pero es de envidia. Les encantaría ser yo,
pero no pueden..." La frase, cargada de veneno irónico, fue pronunciada cuando el
mismo García y Cerati se reunieron, después de haber sido elegidos "los artistas de
la década" en la encuesta anual que publica a fin de año del suplemento No
de este diario. Ese día, siguiendo con sus chicanas verbales alrededor de la cuestión
-obviamente que él se considera el mejor de todos, el verdadero "Nº
1"--, García aguijoneó a Cerati hasta que éste dijo lo que él quería escuchar.
Así fue el diálogo: "¿Vos pensás que yo soy el mejor músico de la década?"
(García). "Yo pienso que estos últimos diez años fueron como un siglo..."
(Cerati). "¿Pero soy o no soy?" (García). "Totalmente" (Cerati).
Ahí García miró con picardía al auditorio de la reunión cumbre y soltó, entre
risitas, un "Apurando..." que desató una carcajada general. No parecía que
todo fuera en broma.
Fito Páez, otro de los interesados, se tomó con soda la declaración
altisonante de Calamaro. "Me parece gracioso, fantástico...", le dijo a
Página/12 riéndose. "Si él quiere eso, que lo diga. Es una humorada. Está
claro que en el arte no van estas competencias, dejémoslas para la TV, para el rating. No
existe este tipo de competencia y no se la puede establecer viendo quién vende más
discos o quién lleva más gente tampoco... Las ideas circulan, mientras que la idea de
los números y de las ventas es como muy poco esencial. Quien subraye eso está como
meando fuera del tarro. Me parece una humorada de Andrés... Imagínese a Borges peleando
por el Nº1 con Roberto Arlt". Spinetta, coherente con su última década de
ascetismo mediático -roto muy de vez en cuando y por motivos de su preferencia-- no
dijo nada de todo esto. El cuentito termina con una reunión muy privada entre los
archirrivales y desafiantes mutuos Calamaro y García que, como pudo establecer Página/12,
se produjo en la mañana (after hour, es mejor) del domingo 27 de diciembre en casa de
García. La cumbre, que no fue de reconciliación pero sí de comunicación y cierta
complicidad en los gustos, se confirmó después de un cruce de llamados y el
consejo-advertencia-pedido de García: "Vení, pero sin el bate" (recuérdese el
incidente que Calamaro protagonizó en una tienda de discos, derribando una batea con el
nuevo cd de García a batazo limpio). Calamaro cumplió.
En una entrevista radial el jueves, Charly habló de la reunión,
dedicándole un par de graciosas frases sobre su invitado de aquella mañana. "Quiere
ser como yo, pero yo hay uno solo", por ejemplo. Calamaro, por su parte, le dijo a
este diario: "Tuvimos una reunión privada, es verdad... Sin reconciliación. En
realidad me di cuenta que el asunto del Nº 1 le molestaba muchísimo, en un momento quiso
discutirlo..." Y lo discutieron o al menos algo así. Incluso Calamaro se permitió
la cortesía de autoubicarse como "Nº2". Por eso cuenta que "en aquel
momento, yo pensé que si él quería que yo le dé ese gusto, todo bien... Yo no voy a
discutir por el Nº 1, todos tenemos cualidades musicales individuales. Las de García
todos las conocemos ni nos vamos a olvidar cuáles son. Pensé que, si un señor de casi
50 años estaba pataleando por eso, yo tenía que decirle todo bien. Era muy tarde... En
todo caso, mi competencia es con un lápiz y un papel haciendo canciones, pero no puedo
hacer frente a un compositor tan sofisticado, a un niño prodigio de 48 años. Como lo
mío no son las armonías académicas y la sinfonía, me conformo con abrirme paso. Pero
lógicamente las comparaciones con Gustavo y con Fito no me molestan en lo más
mínimo".
Como bajándose del caballo, más tarde declaró que "la gente me
quiere y acá estoy entre los buenos, que es lo que siempre quise".
Pero después volvió a la carga. "La verdad es que fue bastante gracioso ver a un
hombre mayor preocupado por la disputa. No hay problemas, por mí. Ser el Nº 2 también
es una gran cosa. Lo del Nº 1 es, en todo caso, un estado de sensibilidad, puedo escribir
más canciones que nadie y además buenas. Jamás pensé que fuera un número que tenía
que discutir con García. No es elegante con Gustavo ni con los demás hombres que tocan
el tema de la superprimera posición. Que esto se esté comentando o discutiendo, me
parece un gran privilegio...". Para cerrar, refiriéndose a su inicial declaración
(¿de guerra?), el mismo protagonista de aquélla pidió: "Si alguien vuelve a leer
algo parecido, puede escuchar el disco a ver si son macanas o si tiene sentido". O
sea que no hay ningún asunto concluido. Esto sigue.
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