Esta madrugada, el bar es una pura lamentación. Suspiros y
quejas: ¿Se acabaron los héroes?, ¿Será posible que no exista un
héroe nacional que nos tire una soga? Mucho me temo que estemos sonados: no
nacen más héroes nacionales.
Si tanto les preocupa el tema interviene Tusitala, les interesará saber
que en cierta oportunidad estuve muy cerca del nacimiento de un héroe nacional.
Todos lo miramos con un brillito de esperanza en los ojos:
Cuente, don Tusitala.
Nadie ignora que soy un gran chef y que viajé mucho. Después de servir como
cocinero jefe entre los antropófagos reflexivos, de penar en la ciudad de los culosucios
y de aventurarme entre los mastines mordedores de talones, pasé una temporada cerca del
Cabo de los Cuarenta Bramadores, contratado para organizar un banquete con motivo del
nacimiento del héroe nacional del lugar. En la plaza, bajo un árbol, con su gran panza y
tejiendo escarpines, permanecía recostada la madre, en posición de parto, esperando. Un
trovador cantaba las futuras aventuras del héroe. La banda de música estaba lista para
empezar a tocar el himno cuando asomara la cabeza. Le habían preparado la capa de piel de
leopardo, la espada y el escudo. Apenas llegué me puse a preparar el fastuoso banquete.
Elegí salmonetes a la gradoise, pollo frío a la vienesa, ensalada de lechuga y sorbetes
de piña. Pasaron las horas, llegó la noche, pasó otro día y el héroe nacional no
nacía. Varios notables se arrodillaron sobre una alfombra, frente a las piernas abiertas
de la embarazada: Señor héroe nacional, lo estamos esperando. Desde adentro
una vocecita les contestó: No pienso nacer hasta que no me reclame una tarea
realmente importante. Todavía no llegó mi hora. Tuve que tirar toda la comida.
Inmediatamente una terrible plaga se abatió sobre la región. Las langostas avanzaban
desde el este y no dejaban nada sin masticar. Todos aseguraban que ahora sí el héroe
nacional nacería y me puse a cocinar. Elegí quenefas de ave al estragón, tomates al
estilo de Aviñón y melón helado. Mientras trabajaba con entusiasmo vi a los notables
arrodillados: Señor héroe nacional, necesitamos que nazca, las langostas se están
devorando hasta los cimientos de las casas. Desde adentro la vocecita contestó:
Yo no soy un exterminador de insectos. Usen DDT. Una plaga de langostas es poca cosa
para mí. Así que tampoco esta vez nació y de nuevo tuve que tirar la comida.
Siguió una sequía y un incendio que no dejó nada en pie. No quedó ramita seca sin
quemarse. Hasta los palitos de la yerba mate ardieron. Opté por truchas con almendras,
silla de cordero park-hotel y malakoff helado al chocolate. Señor héroe nacional
clamó la gente, nos está haciendo falta ahora. No soy bombero
para andar apagando incendios -contestó la vocecita. Vengan cuando tengan una
catástrofe en serio. Y otra vez tuve que tirar la comida. Después hubo una
inundación como no se había visto nunca. La represa estaba por ceder y si esto ocurría
todo quedaría bajo el agua. Los notables se arrodillaron sobre la alfombra y yo me puse a
preparar un nuevo banquete. Me decidí por cangrejos de río nadando, pato frío
Montmorency y profiterolas al chocolate. No soy plomero para andar arreglando
pérdidas dijo la vocecita. Aprovechen el agua, cultiven arroz, dedíquense a
la pesca, críen nutrias. Cuántas veces les tengo que decir que vengan a verme cuando
haya un problema que esté a mi altura. Y la comida fue a parar a la basura. Así
que ya ven cómo son las cosas con los héroes nacionales. ¿En alguna oportunidad les
expliqué cómo se prepara el pato frío Montmorency? ¿Eh?
¿No podríamos suspender el pato para más tarde, don Tusitala? Ahora díganos con
urgencia: ¿nació o no nació el héroe nacional?
Qué sé yo. Me cansé de andar chapoteando en el barro, masticando ceniza y pisando
langostas. Hice la valija, les deseé feliz natividad, que el chico salga sano y fuerte y
que cuando crezca sea un héroe de bien, y me mandé mudar. Mi conclusión es ésta (y se
la digo para que se dejen dejoder con el héroe nacional): en los héroes nacionales no se
puede confiar, si uno se queda esperándolos se le echa ha perder la comida.
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