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            HAYAO MIYAZAKI, UN TALENTO, AQUI DESCONOCIDO, DE LA ANIMACION
Como Kurosawa, pero en dibujitos

Desde que Disney decidió distribuir “La princesa Mononoke” en Estados Unidos, los admiradores del cine de animación descubrieron a uno de los más grandes maestros de la industria japonesa. ¿Llegará a la Argentina?

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El maestro Hayao Miyazaki.
Tiene 30 años de carrera.

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“La princesa Mononoke”, su realización más reciente, deslumbró a la crítica y el público estadounidenses.
El doblaje al inglés fue escrito por el guionista de comics Neil Gaiman, autor de la celebrada “Sandman”.

Por Martín Pérez


t.gif (862 bytes)  La factoría Disney descubrió una gema escondida en el sol naciente. La distribución en Estados Unidos de la notable Mononoke Hime permitió al público descubrir a Hayao Miyazaki, un artista que puede elevar la estima sobre el cine de animación japonés. Estrenado hace un par de meses por Miramax (subsidiaria de Disney), La princesa Mononoke –cuyo doblaje al inglés, firmado por Neil Gaiman, cuenta con las voces de Billy Bob Thornton, Minnie Driver y Claire Danes, entre otros– deslumbró a los críticos, que bautizaron a su director como “el Disney japonés”. Sin embargo, si bien las recaudaciones de La princesa Mononoke están a la altura de otros films extranjeros como Todo sobre mi madre o revelaciones del cine independiente como Los muchachos no lloran, lucen lejos tanto de las cifras generadas por los habituales lanzamientos animados de Disney, así como del fanatismo alrededor de compatriotas animados como Pokémon o Dragonball. Sin el apoyo del merchandising o la TV, La princesa Mononoke es apenas un film extranjero más en el circuito estadounidense. Lo mismo podría pasar si Disney decide, lo que ahora está en veremos, estrenarla en la Argentina.Esa posibilidad obliga a acercarse a la obra de un creador mayor, cuya influencia –según escribió Janet Maslin en el New York Times– fue reconocida por los animadores de la era Disney pos La Sirenita. “No pasa un día sin que haga uso de lo que aprendí observando sus films”, dijo John Lasseter, director de Toy Story y Bichos. “Miyazaki es como un Dios para nosotros”, reconocieron Barry Crook y Tony Bancroft, los directores de Mulan. A los 58 años, y luego de una carrera como animador de más tres décadas que incluye historietas, series de TV y siete largometrajes animados, según su biógrafa Helen McCarthy, la denominación de “Disney japonés” no le hace total justicia. Para ella, así como para todos los que disfrutaron de la maestría de La princesa Mononoke –que al estrenarse en su país de origen en 1997 se consagró como la película más vista de la historia de Japón, superada poco después por Titanic–, Miyazaki es “el Kurosawa del cine de animación”. Fruto de tres intensos años de trabajo y capaz de recaudar 160 millones de dólares en Japón, La princesa... es una ambiciosa fábula ecológica ambientada en el Japón feudal, que narra sin necesidad de construir malvados tradicionales al estilo de las sagas infantiles occidentales. Durante las dos horas y quince minutos de su cautivante metraje, Miyazaki despliega un universo que incluye señores de la guerra y dioses del bosque, paisajes encantados y animales poseídos, y una mirada oscura sobre las dificultades de la vida. Bautizada en un comienzo como Ashitaka Sekki (La historia de Ashitaka), La princesa... comienza con la maldición que recibe Ashitaka al defender a su pueblo del ataque de una fiera condenada. Para buscar su cura, Ashitaka deberá ir en busca del punto de partida de la fiera, donde encontrará a la Mononoke del título, defendiendo al bosque codo a codo con sus animales de los avances de la civilización. Pero el mejor ejemplo de la opresiva visión del mundo que ofrece el film está en la respuesta que recibe Ashitaka cuando pregunta por su destino a la bruja de su pueblo, apenas comenzado el film: “En estos días hay fantasmas enojados a nuestro alrededor, muertos a causa de guerras y enfermedades. ¿Te quejás porque estás bajo una maldición? ¿Y con eso qué? Así es como está todo el mundo”. Considerada por el semanario L.A. Weekly como un “popurrí que condensa todos los miedos y ansiedades de fines del siglo XX”, La princesa Mononoke es también un resultado directo de la carrera de Miyazaki, un artista capaz de crear mágicos mundos cotidianos en films sorprendentes como Mi amigo Totoro (tal vez su obra maestra) o El servicio de reparto de Kiki. “Si me limito a un tema particular, como en esos films, sé que soy capaz de crear un film lleno de esperanza ydiversión”, dijo Miyazaki. “Pero yo sé, de la misma manera en que lo saben los chicos, que una vez que Kiki o Totoro salen de su mundo limitado y bien definido, se enfrentan con grandes dificultades, elecciones difíciles y problemas complejos. Y yo llegué a un punto en mi carrera en que tengo que ocuparme de esas cuestiones que esperan más allá del mundo seguro que he creado. Por eso es que sentía la obligación, ante mí mismo y ante mi público, de hacer una película como Mononoke”. Dueño de su propio estudio, Studios Ghibli, desde 1985 junto a su colega y amigo Isao Takahata, Miyazaki siempre pensó en un film como Mononoke como el punto final de la parte más activa de su carrera. Colaborador de Takahata desde los 70, cuando éste dirigió series televisivas como “Heidi” y “De los Apeninos a los Andes” (Miyazaki fue responsable de los fondos, e incluso visitó la Argentina en 1975 buscando paisajes para “De los...”), Miyazaki confiaba en poder retirarse del estudio luego de Mononoke. Su sueño, sin embargo, quedó de lado luego de la repentina muerte de su discípulo, el animador Yoshifumi Kondo, quien iba a dirigir Ghibli en su ausencia. De esta manera, la perspectiva de un nuevo film de Miyazaki es inminente, tal como anticipó el propio director en las entrevistas a la prensa estadounidense en el reciente Festival de Cine de Nueva York. “Será un film más divertido y ligero”, afirmó Miyazaki. Durante su paso por Nueva York, Miyazaki declaró sus dudas sobre la conveniencia de ver la versión doblada de su film. Finalmente, terminó agradeciéndole a Neil Gaiman por el trabajo realizado. El aclamado guionista de Sandman, que afirmó que realizar un dibujo animado para adultos era un viejo sueño, fue elegido especialmente para el trabajo por Harvey Weinstein (director de Miramax) y Quentin Tarantino. “En general, la gente suele aceptar los dibujos y las palabras, pero cuando vienen juntas piensan que sólo es un producto para niños o semianalfabetos”, se quejó Gaiman, que afirmó que un film como Mononoke se podría perfectamente hacer en Estados Unidos “salvo los dos últimos minutos, en los que debería incluirse un final apropiadamente feliz”. Miyazaki desprecia al anime por “mecánico, barato, estéticamente feo y carecer de simpatía por los seres humanos”.Exitoso, sin finales felices, Miyazaki puntualiza que, ya que realiza películas para chicos, no cree que sea apropiado enviarles un mensaje de desesperanza. “Pero eso no significa que voy a predicar cierta esperanza que no tengo o un optimismo imposible”, dice el director, que aclara que tiene dudas sobre el futuro de la raza humana como especie, pero se mantiene optimista sobre las posibilidades de un ser humano de encontrar la forma apropiada para vivir. Dentro del mundo de los dibujos animados, los logros de Miyazaki son el mejor ejemplo de tan cauteloso optimismo.

 

 

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