Por Martín Pérez
La factoría
Disney descubrió una gema escondida en el sol naciente. La distribución en Estados
Unidos de la notable Mononoke Hime permitió al público descubrir a Hayao Miyazaki, un
artista que puede elevar la estima sobre el cine de animación japonés. Estrenado hace un
par de meses por Miramax (subsidiaria de Disney), La princesa Mononoke cuyo doblaje
al inglés, firmado por Neil Gaiman, cuenta con las voces de Billy Bob Thornton, Minnie
Driver y Claire Danes, entre otros deslumbró a los críticos, que bautizaron a su
director como el Disney japonés. Sin embargo, si bien las recaudaciones de La
princesa Mononoke están a la altura de otros films extranjeros como Todo sobre mi madre o
revelaciones del cine independiente como Los muchachos no lloran, lucen lejos tanto de las
cifras generadas por los habituales lanzamientos animados de Disney, así como del
fanatismo alrededor de compatriotas animados como Pokémon o Dragonball. Sin el apoyo del
merchandising o la TV, La princesa Mononoke es apenas un film extranjero más en el
circuito estadounidense. Lo mismo podría pasar si Disney decide, lo que ahora está en
veremos, estrenarla en la Argentina.Esa posibilidad obliga a acercarse a la obra de un
creador mayor, cuya influencia según escribió Janet Maslin en el New York
Times fue reconocida por los animadores de la era Disney pos La Sirenita. No
pasa un día sin que haga uso de lo que aprendí observando sus films, dijo John
Lasseter, director de Toy Story y Bichos. Miyazaki es como un Dios para
nosotros, reconocieron Barry Crook y Tony Bancroft, los directores de Mulan. A los
58 años, y luego de una carrera como animador de más tres décadas que incluye
historietas, series de TV y siete largometrajes animados, según su biógrafa Helen
McCarthy, la denominación de Disney japonés no le hace total justicia. Para
ella, así como para todos los que disfrutaron de la maestría de La princesa Mononoke
que al estrenarse en su país de origen en 1997 se consagró como la película más
vista de la historia de Japón, superada poco después por Titanic, Miyazaki es
el Kurosawa del cine de animación. Fruto de tres intensos años de trabajo y
capaz de recaudar 160 millones de dólares en Japón, La princesa... es una ambiciosa
fábula ecológica ambientada en el Japón feudal, que narra sin necesidad de construir
malvados tradicionales al estilo de las sagas infantiles occidentales. Durante las dos
horas y quince minutos de su cautivante metraje, Miyazaki despliega un universo que
incluye señores de la guerra y dioses del bosque, paisajes encantados y animales
poseídos, y una mirada oscura sobre las dificultades de la vida. Bautizada en un comienzo
como Ashitaka Sekki (La historia de Ashitaka), La princesa... comienza con la maldición
que recibe Ashitaka al defender a su pueblo del ataque de una fiera condenada. Para buscar
su cura, Ashitaka deberá ir en busca del punto de partida de la fiera, donde encontrará
a la Mononoke del título, defendiendo al bosque codo a codo con sus animales de los
avances de la civilización. Pero el mejor ejemplo de la opresiva visión del mundo que
ofrece el film está en la respuesta que recibe Ashitaka cuando pregunta por su destino a
la bruja de su pueblo, apenas comenzado el film: En estos días hay fantasmas
enojados a nuestro alrededor, muertos a causa de guerras y enfermedades. ¿Te quejás
porque estás bajo una maldición? ¿Y con eso qué? Así es como está todo el
mundo. Considerada por el semanario L.A. Weekly como un popurrí que condensa
todos los miedos y ansiedades de fines del siglo XX, La princesa Mononoke es
también un resultado directo de la carrera de Miyazaki, un artista capaz de crear
mágicos mundos cotidianos en films sorprendentes como Mi amigo Totoro (tal vez su obra
maestra) o El servicio de reparto de Kiki. Si me limito a un tema particular, como
en esos films, sé que soy capaz de crear un film lleno de esperanza ydiversión,
dijo Miyazaki. Pero yo sé, de la misma manera en que lo saben los chicos, que una
vez que Kiki o Totoro salen de su mundo limitado y bien definido, se enfrentan con grandes
dificultades, elecciones difíciles y problemas complejos. Y yo llegué a un punto en mi
carrera en que tengo que ocuparme de esas cuestiones que esperan más allá del mundo
seguro que he creado. Por eso es que sentía la obligación, ante mí mismo y ante mi
público, de hacer una película como Mononoke. Dueño de su propio estudio, Studios
Ghibli, desde 1985 junto a su colega y amigo Isao Takahata, Miyazaki siempre pensó en un
film como Mononoke como el punto final de la parte más activa de su carrera. Colaborador
de Takahata desde los 70, cuando éste dirigió series televisivas como Heidi
y De los Apeninos a los Andes (Miyazaki fue responsable de los fondos, e
incluso visitó la Argentina en 1975 buscando paisajes para De los...),
Miyazaki confiaba en poder retirarse del estudio luego de Mononoke. Su sueño, sin
embargo, quedó de lado luego de la repentina muerte de su discípulo, el animador
Yoshifumi Kondo, quien iba a dirigir Ghibli en su ausencia. De esta manera, la perspectiva
de un nuevo film de Miyazaki es inminente, tal como anticipó el propio director en las
entrevistas a la prensa estadounidense en el reciente Festival de Cine de Nueva York.
Será un film más divertido y ligero, afirmó Miyazaki. Durante su paso por
Nueva York, Miyazaki declaró sus dudas sobre la conveniencia de ver la versión doblada
de su film. Finalmente, terminó agradeciéndole a Neil Gaiman por el trabajo realizado.
El aclamado guionista de Sandman, que afirmó que realizar un dibujo animado para adultos
era un viejo sueño, fue elegido especialmente para el trabajo por Harvey Weinstein
(director de Miramax) y Quentin Tarantino. En general, la gente suele aceptar los
dibujos y las palabras, pero cuando vienen juntas piensan que sólo es un producto para
niños o semianalfabetos, se quejó Gaiman, que afirmó que un film como Mononoke se
podría perfectamente hacer en Estados Unidos salvo los dos últimos minutos, en los
que debería incluirse un final apropiadamente feliz. Miyazaki desprecia al anime
por mecánico, barato, estéticamente feo y carecer de simpatía por los seres
humanos.Exitoso, sin finales felices, Miyazaki puntualiza que, ya que realiza
películas para chicos, no cree que sea apropiado enviarles un mensaje de desesperanza.
Pero eso no significa que voy a predicar cierta esperanza que no tengo o un
optimismo imposible, dice el director, que aclara que tiene dudas sobre el futuro de
la raza humana como especie, pero se mantiene optimista sobre las posibilidades de un ser
humano de encontrar la forma apropiada para vivir. Dentro del mundo de los dibujos
animados, los logros de Miyazaki son el mejor ejemplo de tan cauteloso optimismo.
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