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OPINION
Asignatura pendiente
Por Pino Solanas

De los innumerables actos de vaciamiento del patrimonio público que impulsó Carlos Menem, quizá no haya otro tan escandaloso como el intento de privatizar Yacyretá y Salto Grande. Tampoco hubo otro proyecto en el que Menem insistiera tanto y, lo que ya no se recuerda, donde tantas veces fuera derrotado.Cuando, después del triunfo del ‘95, Cavallo incluyó la venta de Yacyretá y Salto Grande en el Presupuesto ‘96, pocos creyeron que la ola privatizadora pudiera quebrarse. Fue entonces que desde la Cámara de Diputados interpelamos al secretario de Energía, Carlos Bastos; llevamos 23 legisladores a sesionar a Yacyretá y definimos el proyecto como una defraudación y estafa. La obra le había costado al país más de 12.000 millones de dólares y se quería vender por 1800 millones, equivalente a la venta de 3 años de energía; recibíamos en efectivo sólo un tercio y teníamos que hacernos cargo de una deuda de 8000 millones. Pero eso no era todo: el proyecto era tan perverso que preveía dejarnos sin su energía, ya que el negocio privado era venderle la energía al Brasil.Después de movilizaciones, marchas y encuentros de protesta, en el país y en el Paraguay, el protocolo privatizador de Menem y Wasmosy, que tenía sanción del Senado argentino, cayó derrotado el 31-12-96 y el 30-4-97, al no ser tratado por la Cámara baja, y conseguíamos una de las raras victorias populares de estos años.Como si no hubiera escarmentado, Menem volvió a meterse con Yacyretá al impulsar un tribunal arbitral y sin apelación posible, para tratar el reclamo del consorcio ERYDAY sobre cobro de deudas pendientes, que como fue costumbre en su historial incluía increíbles sobreprecios, y en pocos años la misma deuda había montado de 200 a 1500 millones.Las recientes y acertadas declaraciones del presidente del EBY D. Martínez Raymonda cuestionando el arbitraje, ratificando que el Estado mantendrá a operación de la represa y se financiarán sus obras complementarias, reafirman la esperanza de que por fin Yacyretá pueda terminarse como fue concebida. Será un acto de reparación para los consumidores que durante décadas pagaron con un impuesto directo la más costosa obra pública del país y, sobre todo, con las poblaciones a las que afectó la represa. La gran victoria de Yacyretá es que el gigantesco caudal de agua que pasa por sus vertederos –30 por ciento de la energía del país– hizo bajar la tarifa eléctrica un 40 por ciento en el mercado mayorista.La energía no es un lujo sino un bien tan esencial como el agua corriente. Yacyretá puede hacer posible el sueño de la energía democrática, abundante y barata, para que a ningún argentino le falte y pueda pagarla.

 

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