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Por Cecilia Bembibre "Yo también traté de convencerme pensando que cuando pasó éramos chicos, que nos conocimos de grandes, hice años de terapia, pero Martín...¡somos hermanos!". A ella la culpa la angustia, la tortura, hace que viva con el ceño fruncido y que esté a punto de casarse con un hombre al que no ama. Bárbara sufre en oficinas impecables y en bañaderas de mármol. Martín también la pasa bastante mal por haber compartido una noche de amor con su hermanastra a los quince años, pero como ha renunciado a los billetes de su herencia derrama sus lágrimas sobre la arena de una plaza, tragando cerveza de a litros. Los protagonistas de "Los buscas" desplegaron en los primeros capítulos (la tira comenzó el lunes) un desgraciadísimo pasado en común. Sólo una conjura de guionistas de melodramas podría haber pensado un guión semejante: al incesto que ronda a la pareja se suman otros clásicos como la diferencia de clases (ella es rica; él, pobre), el odio de Martín hacia su padre --el mismo que el de Bárbara-- y el desprecio que los Giménez Alzaga sienten por el hijo rebelde, que abandonó la casa al enterarse de que su padre era bígamo. Como si fuese poco, un asesino a sueldo acecha a la familia porque, como asevera una de las hijas, "papá es un hombre muy importante". Con semejante historia a cuestas, parece casi imposible que Bárbara y Martín abandonen por un momento la cruz que les ha tocado para pasear al perro o asistir a una ceremonia de graduación. Pero sucede. De a ratos la tira ideada por Enrique Estevánez y Marcela Citterio se resiste a su destino de tragedia y cruza en un abrir y cerrar de ojos todos los géneros televisivos al mejor estilo del viejo Canal 9. Un terrorista es torturado porque el atentado cobró a la víctima equivocada. ¿Por qué cortar la escena en el amago del primer golpe, si se puede mostrar el rostro ensangrentado, el disparo mortal y los ojos abiertos del cadáver? Una misteriosa mujer ofrece sus servicios de custodia a un empresario amenazado. ¿Por qué ahorrarse algún cliché cuando se puede conseguir la mirada felina, los labios rojos, el arma siempre a mano y la expresión letal en una sola toma? Bárbara y Martín se encuentran a solas después de diez años de no verse. ¿Por qué confiar en que el televidente llegue poco a poco al centro de la intriga, si se pueden pronunciar largos parlamentos que no dejen resquicio alguno para la duda? El estreno en horario central --lunes a viernes a las 22-- habla de la fe que Azul deposita en el programa, que puso a competir con una de las novedades de Pol-ka para el verano 2000. "Los buscas" midió 8.4 puntos de rating el lunes y subió a 10 antenoche, convirtiéndose en el tercer programa más visto (detrás de "Cine de los martes: Misión imposible" y "Primicias", ver aparte). Frente a los sufrientes héroes de "Los buscas", los personajes secundarios aflojan la tensión, pero sin desentonar con el estilo: todos ellos parecen vivir según la biblia kitsch. Está "Titina", una churrera buscavidas; el Beto Santana, una estrella de fútbol tan entusiasmada con su súbita fama que firma hasta las sábanas de los hospitales; "Rafaella Di Mateo", una femme fatale que lleva siempre un arma en la cintura; y "Pía", una chica moderna que seduce a Martín en el segundo episodio. Algo no muy difícil ya que, como augura la síntesis argumental, "a Martín sólo le importan dos cosas: el trabajo y las mujeres". El vértigo de calamidades no dio respiro las primeras emisiones: hubo atentados, desmayos, explosiones y asesinatos. Y los oscuros presagios --prolijamente explicados, por supuesto-- que se avecinan sobre las vidas de los protagonistas llevan a suponer que esto sólo puede empeorar.
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