Quién iba a decir que alguna vez a estos prominentes personajes que aparecen como modelos del mundo occidental y cristiano se les podría aplicar aquello tan rioplatense de "meter la mano en la lata". Porque es así, el tema actual en esta Alemania del 2000 es que primeras figuras de la Democracia Cristiana, como el ex primer ministro Helmut Kohl, y de la Socialdemocracia, como el actual presidente Johannes Rau, metieron las manos en la lata. El escándalo ha causado amargura, desesperanza e impotencia. Como si ya no hubiera en el mundo salida alguna, la sociedad global está corrompida hasta los huesos. ¿Cómo salir de esto? ¿Quién le pone el cascabel al gato si todos, todos, danzan al son de la melodía de los grandes consorcios internacionales? Claro, este cronista con opinión hubiera querido enviar, como primera nota del dos mil del Primer Mundo, algo cálido, simpático, para sonreír, ganar optimismo y decir: bueno, vamos a tratar de no ser pesimistas, de dejarnos llevar un poco por el lado rosa, a quedarnos un poquito en Puerto Madero y no bajar permanentemente a villa Tachito para mirar al mundo desde allí. Les contaría entonces que estuve en Hamburgo cuando se inició el 2000, en el puerto, donde fue un mar de bengalas multicolores y los barcos pasaban llenos de luces y tocaban sirenas y todos bailaban y brindaban. La vida es bella. Pero la realidad que se vivía no pasaba por los arbolitos de Navidad ni sobre la cohetería. Basta ver los titulares de los diarios apenas empezado el año ahí, en blanco y negro y no en colores: el "affaire" Kohl, y que Alemania ha sobrepasado nuevamente la cifra de cuatro millones el número de desocupados. (Claro, pero lo negativo tiene también su lado positivo según el color del cristal con que se mira: las estadísticas también decían orgullosas que para las Fiestas la gente había gastado más que el año pasado. Si bien se compensaba porque en los barrios ricos se había gastado más, y en los barrios pobres, menos.) Y bien, si es así Dios a estos últimos los ha castigado por algo. Nada es gratuito en la vida. Parece todo una consecuencia matemática del sistema. Por ejemplo, ayer se anunció que la industria de la construcción va a despedir a 40.000 trabajadores en el curso del año. Pero aquí no debemos dejarnos llevar por emocionalidades ya que se trata de cuarenta mil albañiles, de no gran poder de compra, de manera que la noticia no va a afectar seriamente a la producción y venta de productos de consumo. Dentro de todo sabiendo que esos cuarenta mil obreros pertenecen a un país con libertad de manera que tendrán libertad de moverse como quieren, cambiar de profesión, conformarse con su suerte, o ir a rogarle a la Virgen Desatanudos --que como ustedes saben es de origen alemán-- o a pasar a integrar cualquiera de las 211 sectas religiosas cristianas de origen yanqui que tienen cada vez más éxito en este mundo globalizado para el cual Cristo murió en la Cruz. Y sino preguntemos al obispo Dyba, de Fulda, que acaba de decir que la culpa de todo la tienen las mujeres que abortan (tal vez inspirado en profundos pensadores rioplatenses que con eso, gracias a la vida, ganaron ciertas elecciones provinciales). (Como se ve, los orgullosos europeos deben reconocer que el pensamiento rioplatense también tiene su influencia global.) Pero volvamos a esta primera semana europea del 2000 con huracanes impensados, pero temidos por aquello del recalentamiento de la Tierra. El verdadero campanazo fue Kohl, ese gigantesco coloso de carne, de dos metros de altura y 180 kilos de peso que gobernó Alemania casi diecisiete años, acusado de meter algo más de un millón de marcos en efectivo en una valija producto del agradecimiento de ciertas empresas favorecidas (acción vulgarmente llamada coima, o mordida en mexicano, o vamo y vamo según el diccionario de vulgarismos españoles de Cristóbala Alsogaray y Juan de Dios Alderete). Los adeptos del ex primer ministro Kohl señalan que éste no lo hizo en provecho propio sino en beneficio del partido. Que para el caso es lo mismo, en cuanto a la transgresión de las leyes y del decoro público. Además no es tan así, porque si bien fue para el partido, ese "bimbes" (palabra del lunfardo alemán que significa guita o tagui) se repartió solamente entre los comités y otras organizaciones que en las internas apoyaron al ex premier. Es decir, tan inmoral como quedarse con el bimbes. Porque con ese bimbes se aseguraba el poder. Y, sin ninguna duda se lo aseguró, porque batió todos los records de permanencia en el cargo. Pero esto es sólo la obertura de la sinfonía macabra, porque pesa en el aire la pregunta: ¿qué empresa o quiénes están detrás de los doce millones de marcos que la organización demócrata cristiana del Estado de Hesse recibió de "muertos sin nombre" desde 1989 a 1996? ¿Y para qué la secretaria de Estado Agnes Hürland-Büning --la funcionaria preferida de Kohl-- recibió ocho millones de la empresa Thyssen en carácter de "consultora"? Pero donde ya se percibe que los descubrimientos de valijas con dinero en efectivo van a seguir sin término es cuando se comience a investigar la venta al mejor postor que se hicieron de las ex empresas de la antigua Alemania comunista. La venta de la refinería de Leuna Werke, por ejemplo, que se hizo por presión del primer ministro Kohl al consorcio francés Elf, ha caído bajo la investigación de la Justicia alemana porque existe más que la sospecha que la caja negra del partido de Kohl recibió varias de esas valijas negras con dinero en efectivo. Hoy, la jerga popular denomina a Kohl "Kohleone", jugando con el apellido de El padrino. En el caso del presidente socialdemócrata Johannes Rau el asunto es mucho más pequeño, porque se lo investiga de haber aprovechado para uso personal viajes de aviones de una empresa financiera. El hecho es pequeño, pero tiene repercusión ya que Rau es un hombre fuertemente ligado a la Iglesia Evangélica. El "affaire" Kohl deja dos enseñanzas. La primera, lo nocivo que para la democracia fue tener a una persona dieciséis años en el poder. El primer ministro Schroeder salió a la palestra para dar un primer paso: señaló que el sistema parlamentario no debería permitir bajo ningún concepto que un político esté más de diez años en el poder en ese cargo. Porque se llega a enquistar todo un equipo que le responde a ciegas y ya todos se comienzan a acostumbrar a obedecer. (Los argentinos sabemos muy bien por amarga experiencia todo aquello de la reelección, más el fantasma del regreso en el 2003. En esto se nota lo fatídico y lo irresponsable del acuerdo Menem-Alfonsín en la llamada "constitución de Olivos"). La iniciativa de Schroeder es positiva y es un paso adelante, sin ninguna duda, pero no es todo. El problema fundamental aquí no es Kohl, sino el sistema que domina al mundo. ¿Se logra algo castigando a Kohl? Sería sólo cuidar la fachada. Lo fundamental es saber quiénes son los todopoderosos que pagan las coimas en la sombra, cómo es posible que empresas que cometen delitos así para tener cada vez más poder salgan apenas castigadas con alguna multa o con la renuncia de tal o cual miembro del directorio. Porque, si fueron capaces de comprar al primer ministro y con él al partido del gobierno, ahora, que ha quedado todo en descubierto, ¿no serán capaces esos mismos poderes económicos de comprar la Justicia y hasta los medios para tapar los delitos? ¿Quién puede dar seguridades en un sistema así? Esto es la buena enseñanza que se puede obtener en Alemania, que la sociedad toda diga en voz bien alta: esto no es democracia, éste es un sistema capaz de corromper todo, de manejar a sus instituciones como les parezca beneficioso a sus intereses. Aquí hay que comenzarse a preguntar quién financia los partidos políticos y cómo se financian. (Los argentinos tenemos que hacernos la misma pregunta, y si es democrático que los dos partidos mayoritarios reciban millones mientras a las iniciativas populares de los desheredados se les envía la Gendarmería.) Año dos mil en el Primer Mundo occidental y cristiano. ¿Está todo dicho y ya es imposible reaccionar contra el poder agobiante del dinero? La historia nos demuestra lo contrario. Veremos qué pasa, si el pueblo alemán se conforma sólo con que haya una amonestación parlamentaria contra Kohl o exige que se investigue hasta sus últimas consecuencias y se proceda después a armar una sociedad donde todos tengan el mismo poder, que quiere decir, los mismos derechos. Y dejarnos de decir que vivimos en democracia cuando en realidad vivimos en plutocracia, que lisa y llanamente significa el gobierno de los ricos, que no son otros que los que tienen el verdadero poder.
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