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PANORAMA ECONÓMICO
La guerra de los testigos
Por Julio Nudler

Suena paradójico, pero en el sistema de precios testigo estalló una guerra de precios, en la que uno de los contendientes amenaza con llevar el caso hasta la Corte Suprema, y además plantea algo sorprendente: que al servicio de averiguar los precios de referencia le falta, precisamente, el precio testigo. Así, un mecanismo que debería servir como brújula para evitar desviaciones corruptas en las compras y contrataciones del Estado protagonizó durante todo 1999 un escándalo de impugnaciones. Estas postergaron tanto la concreción del nuevo contrato para la prestación de ese servicio que María Cristina Benzi, jefa de la Sindicatura General de la Nación, dejó el puesto en manos de su sucesor, Rafael Bielsa, sin haber firmado la adjudicación.Para descubrir la piedra de la discordia hay que acudir al pliego con que se licitó este servicio, destinado a proveerle a cada organismo comprador un parámetro que le permita conocer el precio razonable de lo que va a adquirir. En el punto 1.6.2 del pliego, referido a las incompatibilidades que vedan a una consultora la posibilidad de presentarse, se deja teóricamente fuera de carrera a “aquellas empresas que tengan alguna vinculación accionaria, directa o indirecta, u otro tipo de relaciones comerciales, que al exclusivo juicio de la Sigen les reste independencia de criterio para la tarea a desarrollar”. Tomándose de este punto, ICS (Inspection & Control Services, ex Swipco), empresa internacional que en la Argentina preside Juan Alemann y se especializa en trabajar con gobiernos, impugnó a SGS (Societé Generale de Surveillance) y a Bureau Veritas, las otras dos firmas que se postularon para el negocio. “Si no quieren ninguna empresa relacionada con otras, que contraten al arcángel San Gabriel”, se burló uno de los cuestionados. Este enfrentamiento no hizo más que trasladar al terreno de los precios testigo la sorda tirantez existente entre esas mismas multinacionales en otro filón que explotan: el del control preembarque de las importaciones. En este último negocio, SGS y Bureau dominan el mercado (hoy con casi un 60 por ciento de la facturación), mientras que ICS se ocupa de auditarlas.Las hostilidades habían dado por tierra con una licitación para precios testigo convocada a fines de 1998, y estallaron definitivamente tras el llamado del 30 de marzo de 1999. El 12 de abril fueron abiertos los sobres de antecedentes, y la Sigen aceptó a las tres, en este orden de calificación: SGS, BV e ICS. Esta última objetó a las otras dos, aduciendo que tienen como clientes, de otros servicios que prestan, a empresas privadas que cotizan en compras del Estado, incurriendo en la incompatibilidad arriba mencionada.La Comisión de Preadjudicación de la Sigen no admitió la impugnación, a lo que siguió una guerra de presiones y el desplazamiento de cuatro de los seis gerentes de la Sindicatura, que Benzi reemplazó por otros funcionarios que ya revistaban en el organismo. El litigio fue derivado a la Procuración del Tesoro, a cargo de Rodolfo “Chango” Díaz, quien en noviembre convalidó a los preadjudicadores. Así, el 7 de diciembre, tres días antes del cambio de gobierno, fueron abiertos los sobres con las ofertas económicas, determinándose como vencedores a SGS y Bureau, que se repartirán en el futuro la faena (70 por ciento para la primera, 30 para la segunda). ICS entró tercera y quedó eliminada.Aquí surgió una nueva discusión, porque según la perdidosa firma de Alemann la oferta con la que ganó SGS, y a la que BV debió avenirse para no quedar afuera, hace imposible cumplir el trabajo con mínima seriedad. La licitación se efectuó en base a precios de referencia para cinco tramos: 350 pesos para la determinación del precio testigo en una compra de hasta 75 mil pesos; $ 750 si la compra está entre 75.001 y medio millón; $ 1250 para contrataciones entre ese valor y 750 mil; $ 3000, entre 750.001 y 10 millones, y 6000 pesos para contratos superiores. Lavariable a ofertar era el descuento sobre esos valores de referencia. SGS ofreció 45,0 por ciento, BV 37,1 e ICS 22,1.Bureau Veritas quedó, con esto, en una situación bastante incómoda, ya que si Bielsa finalmente le adjudica el nuevo contrato, seguirá haciendo el mismo trabajo que realiza desde 1994, pero ahora cobrando muchísimo menos. Porque faltaba decir que desde aquel año la determinación de los precios testigo está a cargo de BV y Swipco (Swiss Procurement Company, hoy ICS). En ese contrato, firmado por un año y estirado hasta el presente por sucesivas prórrogas formales o de hecho, se había seguido otro criterio, fijando porcentajes para la retribución del servicio, desde el 8 por ciento para compras que no superen los 10 mil pesos, hasta el 0,04 por ciento para las superiores a un millón. Con esta tabla, establecer el precio testigo de una compra de 75.000 pesos se paga $ 637,50. En adelante sólo se abonarán 157,50. Por una compra de medio millón corresponde hasta ahora pagar mil pesos. Con el nuevo contrato la recompensa será de sólo 337,50. Etcétera. ¿Cuál es entonces el precio testigo (o justo) para la determinación de los precios testigo? Fuera de esta pregunta abierta, también hay otras que rodean a este sistema, cuya implantación anunció Carlos Menem en 1990 asegurando, por televisión, que así se acabaría la corrupción. Nadie podía apreciar entonces, en toda su magnitud, la comicidad de la frase. El sistema nació apuntando a las empresas públicas, que precisamente se estaban privatizando, y sin carácter compulsivo. Pero en 1996 fue establecido como obligatorio para todo el ámbito de la administración nacional, para concursos de precios superiores a 75 mil pesos, licitaciones privadas por más de 500 mil y licitaciones públicas que excedan los 750 mil. Por debajo de esos valores, cada organismo puede decidir si pide o no que le informen el precio testigo. De todas formas, no hay hasta ahora un sistema que ni siquiera garantice que lo soliciten cuando tienen la obligación de hacerlo.De hecho, por el cendal de los precios testigo pasa una proporción relativamente ínfima del gasto público. Por empezar, el grueso del presupuesto nacional se va en pagar sueldos, jubilaciones e intereses de la deuda. Como esos renglones son sagrados (especialmente el último), en cada ajuste fiscal el hacha se descarga sobre las compras. Para 1999, considerando las previsiones presupuestarias, por el sistema de precios testigo se esperaba que pasasen compras y contrataciones por unos 3000 millones de pesos. En los hechos no se contrató por más de 1500 millones, pero los precios testigo sólo fueron determinados para un monto que no alcanzó siquiera los 900 millones. Debe tenerse en cuenta que las compras financiadas por el Banco Mundial o el BID no pasan por este canal.Según una resolución emitida en 1996 por la Sigen, si el menor precio licitado supera en más del 5 por ciento al precio testigo, que es determinado previamente, la repartición debe pedirle al proveedor que mejore el precio. Pero si éste se niega, su rechazo no impide que la operación le sea adjudicada. Todo lo que debería hacer el comprador o contratante es fundamentar su decisión de seguir adelante. En realidad, como todo sistema de control, también éste puede desvirtuarse para servir de paraguas a cualquier precio abusivo. Esto lo saben muy bien los importadores: el que quiera trampear al fisco hará bien en procurar que su mercancía ingrese por el canal rojo. Así nadie podrá luego acusarlo de nada.

 

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