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LOS REDONDITOS DE RICOTA DEJAN DE TOCAR EN VIVO ESTE AÑO
Vamos redondos, rajen del cielo

La banda de mayor poder de convocatoria del rock argentino de los 90 se despediría de los shows con dos recitales en River, en marzo, organizados por la empresa CIE-R&P. La decisión había sido anunciada, algo crípticamente, por el Indio Solari, luego de uno de los varios shows rodeados de violencia.

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El Indio Solari y Skay en el escenario Racing, diciembre de 1998.
El último show fue en Mar del Plata, donde hubo una batalla campal.

Por Esteban Pintos

t.gif (862 bytes)  El grupo Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota se despedirá de las actuaciones en vivo con dos shows, que podrían ser tres, que se concretarán a mediados de marzo en el estadio de River Plate. La organización de esos espectáculos estará a cargo de la productora de espectáculos CIE-R&P (que tiene los derechos de organización de recitales en el Monumental), según surge de una larga negociación entre las partes. Los Redonditos cederán a la empresa de Daniel Grinbank el derecho de decidir el costo de las entradas para los shows y el diseño de los gigantescos operativos de seguridad. En principio, habría dos: uno a cargo de personal especializado y otro, más exterior a los espectáculos, a cargo de la Policía Federal. La decisión de la banda de dejar de tocar en público cerraría un capítulo de problemas, muchos de ellos de tenor violento, en la organización de sus espectáculos, a lo largo del último lustro. Las traumáticas experiencias de los últimos shows de la banda en Villa María, Avellaneda y Mar del Plata que concluyeron con heridos graves, cientos de detenidos y una atmósfera general de violencia callejera laten detrás de la determinación del grupo que, en principio, no dejaría de grabar. Los Redondos tienen más de veinte años de historia como grupo, pero empezaron a grabar discos cuando eran una banda independiente, en 1985.Unas palabras del cantante Carlos “El Indio” Solari frente a sus fieles redonditos, en un pico de furia tras una de esas noches agitadas (Villa María, mayo del ‘98), parecen, a la luz de los hechos que esta nota revela, una profecía autocumplida. El cantante, letrista y compositor de todas las canciones de la banda afirmó en esa ocasión: “Lo que pasó, lo único que hace es adelantar el final de una banda que tiene muchos años. Que se lastimen algunos de ustedes no vale ningún recital de rock and roll”. Ahora, ese final tiene lugar y fechas tentativas. El futuro llegó.En realidad, el fantasma de la disolución acompaña cada movimiento de una banda que representa un tipo de entidad social única en su tipo en Argentina –y también en el mundo, ya que no debería tomarse muy seriamente una voluntariosa comparación que suele hacerse con Grateful Dead, en Estados Unidos–, desde el mismo momento en que el gigantismo pasó a ser una de sus características distintivas. Aquel anecdótico primer gran quiebre de dogma (“no tocar en Obras”, tomado este escenario como templo de un rock cortesano, definición propia del ideario redondista), producido en diciembre de 1989, marcó antes que todo el comienzo de una etapa signada por: un fervor de masas nunca visto antes en el rock nacional, los desbordes propios que esa clase de demostración fanática puede traer si va emparentada con un creciente estado de insatisfacción social general, el extremo recelo –con la represión como acto reflejo– de las fuerzas policiales ejecutoras de las decisiones de los gobiernos de turno, la sinuosa conducta de los líderes de la banda frente a los graves hechos ocurridos cíclicamente (empezando por la muerte de Walter Bulacio, detenido en la puerta de Obras en abril de 1991 y muerto tiempo después por la golpiza recibida en una comisaría) y el morbo generado después por los medios masivos de comunicación alrededor del “fenómeno”. Así, cada presentación de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota se parece, en previsiones, al calificativo de “alto riesgo” que, por ejemplo, acompaña un partido de fútbol entre Boca y Chacarita. Una potencial situación de conmoción interna seguida en consecuencia –en vivo y en directo– por Crónica TV.La cronología de recitales-movilizaciones de los Redondos y sus fans (ver aparte), esa particular comunión alrededor de un show de rock que generalmente no supera las dos horas de duración, pero que se vive días antes y después, guarda coherencia y es, a la vez, consecuencia de aquellos síntomas. Los redonditos, ricoteros o desangelados (esta últimadefinición también perteneciente a Solari) fueron creciendo en número, sumando corazones en una larga marcha que, en los hechos, se hizo concreta con el éxodo obligado de estos rituales al interior del país, después de una serie de caóticos encuentros en el estadio de Huracán, en el barrio porteño de Parque Patricios. De ahí en más, no hubo más redondos ni ricoteros en la Capital y en gran parte tuvo que ver con un no declarado -pero evidente– estado de guerra entre el público y la policía, un enfrentamiento que por cierto no se restringe únicamente a este ámbito. Ese es el problema, justamente. Sumado a esto, cierta precariedad en la estructura organizativa de la banda en cuanto a la seguridad privada que contrata para estos shows terminó de dar forma a un cuadro de caos latente, casi permanente. Un cuadro que acompaña un legítimo ejercicio de devoción popular motivado por las canciones de una muy buena banda de rock, de las mejores que el rock argentino puede exhibir en más de tres décadas de historia. A la célebre prohibición que el intendente de Olavarría, Helios Eseverri, decretó en 1997 –y la más célebre aún primera aparición televisiva formal de Solari y los demás, en una histórica conferencia de prensa en aquella ciudad bonaerense–, se sumaron los problemas de aquel show de Villa María, el de la frase premonitoria del Indio. En el medio de aquellas fechas, en verdad, el ritual tomó forma bien cerca de la Capital: 18 y 19 de diciembre del ‘98 en la cancha de Racing de Avellaneda, con máxima seguridad y aislados incidentes. Aquella vez, en realidad, el comentario posterior fue, como no había sucedido antes, puramente musical. La presentación de Ultimo bondi a Finisterre, un disco que marcó el ingreso de la banda a cierta estética y sonido tecno, dividió las opiniones de los fans e incluso determinó el clima de aquellos recitales. El primero, con problemas de sonido y cierta torpeza en el manejo de una nueva maquinaria en vivo, fue bastante frío, muy por debajo del promedio de fuego habitual en estos casos. La segunda noche, solucionados los inconvenientes y recuperados astutamente una buena batería de hits invencibles, volvió a encender el clima habitual. Y todo comenzó a irse definitivamente de las manos en el frío fin de semana del 18 y 19 de junio de 1999, en el Patinódromo de Mar del Plata, cuando Los Redondos brindaron su, hasta hoy, último show. El saldo de aquellos días de virtual estado de conmoción interna en la ciudad costera fue de dos heridos graves, ambos arrojados de un tren en movimiento, más de cuarenta detenidos y unos ochenta comercios saqueados y dañados. La crónica publicada en el suplemento No de Página/12 remarcó, sobre aquellos recitales, la curiosa dualidad caos-fiesta según se estuviera en la calle de acceso al estadio o en el estadio: “Parece increíble que semejante fiesta tenga su contracara en la realidad que se vive afuera, como si fueran dos mundos distintos”. Parco al extremo, Solari se limitó a recomendar a los miles que venían de la guerra de afuera y después disfrutaron de la música adentro. “Cuídense en la calle”, pidió.

 

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