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El retorno de las diosas madres sensuales
Por León Rozitchner

t.gif (862 bytes) La filosofía en este fin de siglo ha desaparecido como pensamiento vivo. na24fo01.jpg (7764 bytes)Ha enmudecido o retornado a la repetición del pasado, a los grandes pensadores de otro tiempo a los que se les dedica nuevas ediciones, corregidas, comentadas, pero congelados: nada nuevo para pensar desde un nuevo punto de partida lo verdaderamente nuevo que nos pasa. Se trata de comprender en qué consiste este oscurecimiento de la historia que nos ha dejado, como a miles de millones, fuera de la historia.El posmodernismo significó una ruptura cruenta con el pasado pensado: inhibió la posibilidad de prolongarlo. Destruyó al pensamiento con un pensamiento sometido a las leyes del mercado, cuya terror callado penetró hasta lo más profundo de la subjetividad pensante. Fracasaron las ilusiones milenarias, vencidas por el terror de las armas, de la religión, de los media y de la economía. Este momento de penumbras que nos atraviesa, con la destrucción más horrenda producida en este último siglo del milenio que termina, supera a todo lo conocido desde el origen de la historia. Hasta el pensamiento ha enmudecido de horror y de impotencia, detenido por la pérdida de un horizonte que hiciese pensable una salida. Para que el pensamiento exista debe abrevarse en fuentes vivas de la vida. Cuando la gente no sabe qué hacer, la filosofía no sabe qué pensar. Carece de esa savia poderosa que la nutra.El pensamiento moderno, que el posmodernismo arrasó, se había aposentado en el núcleo obturado por la razón idealizada. Esta, aún en su materialismo crítico, no había descendido hasta encontrar la contradicción que la funda: el patriarcado y el monoteísta masculino, que conspiraba contra el fundamento afectivo, imaginario y deseante de los hombres. La razón, aun laica, creyó que había superado a la imaginación mítica. Fue incapaz de comprenderse dominada por el mito cristiano con el imaginario arcaico reprimido. Esa razón abstracta, separada del contenido que los sueños de los hombres amasan, se prolongó en la tecnología científica y en la privatización de una subjetividad domeñada por el terror y la manipulación mediática. El pensamiento debe bucear entonces para volver a despertar esas fuentes vivas que, en su afirmación sólo viril del pensamiento racional, apoyado en su Dios abstracto, había dejado de lado el fundamento sensible y femenino de la vida. Había excluido a las diosas maternas que, clandestinizadas, abandonaron el sueño eterno de los hombres y quedaron como residuos de la razón consciente, amortajadas en nuestros cuerpos sufrientes e impotentes.

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