OPINION
Suerte quesobran velas
Por Julio Nudler |
Philips tomó la escalera
de mano, subió con cuidado, desenroscó la lamparita y se la llevó a Brasil. ¿La culpa
de que este holandés errante haya resuelto no fabricar más bombitas en el barrio de
Saavedra la tiene la política económica argentina? Tal vez en alguna medida, pero, a lo
que parece, lo decisivo es que las multinacionales están adaptando su distribución
geográfica a la realidad de un mundo de fronteras comerciales abiertas. Por tanto,
deciden concentrar las fábricas en unos pocos países, para abastecer desde allí a la
respectiva región. Tratándose de un producto tecnológicamente intrascendente como la
lámpara, y donde el flete incide mucho en el costo porque lo que se transporta es
básicamente aire, lo lógico es fabricarlo donde exista el mercado interno más grande, y
desde allí abastecer a los países cercanos. Por tanto, es razonable instalarse en
Brasil, decisión en la que no influyen mayormente factores coyunturales, como la
devaluación del real. Aunque el real se aprecie y el peso se devalúe, no hay que esperar
que Philips reabra su planta en Buenos Aires. El dato esencial es el tamaño del mercado.
El argentino es chico y sólo ofrece deseconomías de escala. Obviamente, las políticas
de ajuste y de reducción salarial agravan esta desventaja y ahuyentan inversiones
industriales. Y si a esto se suma el retraso cambiario, la larga ausencia de una
estrategia de estímulo a la exportación y la ubicación geográfica del país en el
confín austral del mundo, en un contexto de casi absoluta apertura comercial, la
consecuencia natural es el desmantelamiento de la industria y más obreros desocupados.Las
transnacionales no tienen ninguna razón para sentir apego por un país en particular:
fabrican donde más ganancia les dé hacerlo, y mueven más rápidamente las producciones
más fáciles de reproducir en cualquier parte. La competencia internacional en
commodities industriales y productos basura (sin ánimo ofensivo, no otra cosa son las
lamparitas) es encarnizada, y nadie va a dudar en levantar campamento y mudarse adonde sea
para lograr competitividad. La Argentina no es un buen lugar para producir lo que puede
hacerse en cualquier otro sitio, incluido Brasil. Por esto, y por todo lo antes
mencionado, es que desde hace tiempo la noticia son las fábricas que se marchan, no las
que se instalan.Los analistas dicen que la única alternativa industrial para el país
está en los nichos, en las producciones especiales, más sofisticadas, que requieren de
cerebros y de mano de obra muy calificada. Y de empresarios a los que se les prenda la
lamparita. |
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