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CUATRO ANDINISTAS MURIERON EN UNA CAIDA DE 500 METROS
Cuando la montaña no perdona

El grupo –tres estudiantes y un médico– eran parte de una expedición mayor, pero se separaron: eligieron el camino más difícil para llegar a la cima del Aconcagua y no llevaban guía. Alguien los vio caer y horas después aparecieron sus cuerpos.

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Germán Brena (de campera clara), uno de los andinistas muertos en el Aconcagua.
El grupo había elegido la difícil ruta del glaciar de Los Polacos.

t.gif (862 bytes)  A veces el Aconcagua perdona una imprudencia, pero nunca dos. Los cuatro andinistas que ayer encontraron la muerte en la ladera sumaron dos osadías: haber elegido el camino más difícil –una pared de hielo casi vertical– y no haber contado con un guía experimentado. Sus cuerpos, luego de una caída de más de 500 metros, fueron encontrados en la tarde de ayer. Formaban parte de una expedición de 11 miembros, la mayoría estudiantes de la Universidad del Comahue, en el sur del país; los otros siete sobrevivieron y llegaron a la cumbre.
El glaciar de Los Polacos es una vasta extensión de hielo que cubre la ladera sudeste del Aconcagua, desde los 6200 metros de altura hasta su misma cumbre, a 6967. Visto desde su base, se presenta como un inmenso tobogán de hielo. Los andinistas llaman “la canaleta” a ese zanjón cuya pendiente llega a los 75 grados. Por allí emprendieron el ascenso Gustavo Martín, de 25 años, neuquino, Germán Brena, de 21 años, de la misma provincia, Walter Sergio Toconás, de 21, mendocino, y el médico Daniel Mario Morales, de 47 años, procedente de La Pampa. Integraban una expedición de once miembros. Los otros siete habían preferido ascender por el sector norte del glaciar, mientras que los cuatro más arriesgados habían elegido “una ruta directísima hacia la cumbre, desde la base en Campo 2: es la que tiene más pendiente, la más rápida pero la más peligrosa”: así lo sintetizó para este diario el subcomisario Armando Párraga, jefe de la Patrulla de Rescate de Alta Montaña de la policía mendocina. Uno de los siete que se salvaron, llamado Tony Rodríguez, fue quien, a las 8 de la mañana, los vio caer, y avisó por radio. Los socorristas se movilizaron de inmediato, aunque desde el principio casi no tenían esperanzas. A primera hora de la tarde, Párraga había admitido ante este diario que las probabilidades de sobrevida eran “prácticamente nulas, pero no queremos hacerlo público por respeto a la esperanza de las familias. Yo caminé por ese glaciar en operaciones de rescate y a uno se le paran los pelos, el mínimo error cuesta la vida”. El ascenso por el glaciar requiere equipos especiales que incluyen anclajes, que se van clavando en el hielo, y grampones, puntas de acero fijadas en los botines de montaña. En este terreno, la cuerda de seguridad que ata a los andinistas puede fácilmente invertir su signo, y así sucedió en este caso, cuando el tropezón de uno arrastró a los otros tres. Más de 500 metros cayeron, deslizándose en una pendiente irregular de 75 grados, con formaciones de hielo y nieve endurecida. El glaciar Los Polacos –así llamado porque los primeros en hacer cumbre por esta ruta, en 1952, fueron de esa nacionalidad–, es lo que se denomina un “glaciar colgante”: su masa, incrementándose por las nevadas, se desliza hasta un punto donde, ya sin roca que lo sustente, se rompe sobre el abismo en grandes pedazos de hielo que caen 700 metros en vertical, para formar un “cono de deyección”. Si los andinistas hubieran caído por allí, como se pensó en un principio, hubiera sido imposible recuperar los cuerpos. En cambio, los cuatro encordados se deslizaron hasta detenerse a 150 metros del refugio Campo 2. Allí, a las cinco de la tarde, los encontró la patrulla de rescate comandada por el oficial Roberto Favaro, y corroboró su muerte. Para hoy en la mañana se prevé trasladar los cadáveres a la base de la montaña. Los otros siete integrantes del grupo, que continuaron el ascenso y lograron llegar a la cumbre, estaban en buenas condiciones de salud, y en el anochecer de ayer descendían hasta el refugio Plaza Argentina, a 4200 metros de altura, que cuenta con un médico. Párraga destacó que “muchas expediciones contratan guías de la zona, que saben cuándo se puede entrar y salir de cada lugar, pero ésta no contaba con ningún guía conocido, y ninguno de sus miembros era conocido como ‘habitual’ del Aconcagua”. Las condiciones meteorológicas no incidieron en la tragedia, ya que “eran las normales en la zona: hasta 15 grados sobrecero en la hora de más sol, y hasta 35 grados bajo cero cuando no hay sol”.

 

Números de una mala racha

El accidente del Aconcagua se agrega a la muerte de tres andinistas que escalaban el volcán Lanín, el 27 de diciembre, cuyos cuerpos fueron recuperados precisamente ayer. Además, hace 10 días, murió en el Aconcagua la andinista mexicana Justina Martínez Quirós, de 39 años: “Muy apurada por ‘hacer cerro’, sufrió edema pulmonar –explica Armando Párraga, jefe de la Patrulla de Rescate de Alta Montaña–; todavía no están los datos de la necropsia pero aparentemente tenía una afección cardíaca previa”. Otros varios andinistas debieron ser evacuados por edemas pulmonares y cerebrales, afecciones habitualmente causadas por subir demasiado rápido, sin dar tiempo a que el organismo se aclimate a la diferencia en la presión atmosférica determinada por la altura.De todos modos, la cantidad de víctimas de esta temporada no se aleja de los promedios históricos: en la temporada 1998-99 hubo en el Aconcagua cinco víctimas; en 1997-98, fueron nueve. Desde que empezó la estadística, en 1937, los muertos suman 97.Lo que se prohibió desde este año es el ascenso de menores de 14 años: “Es someter a los chicos a un riesgo muy alto. He podido ver cómo jóvenes de 14, pero también de 15 años, sufren agotamiento prematuro, se deshidratan muy rápidamente: si bien los chicos tienen mucho ‘resto’ físico, no están en condiciones de dosificar adecuadamente sus fuerzas”, destaca Párraga.

 

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