Página/12
en Perú
Por Carlos Noriega
Desde Lima
Fracasadas
las negociaciones para lograr una candidatura única que se enfrente al presidente Alberto
Fujimori y sus ambiciones rereeleccionistas, con el nuevo año, y milenio, comenzaron a
surgir candidatos presidenciales desde todas las tiendas opositoras. Al final, cerrado
ayer el plazo de inscripciones, serán diez los candidatos que competirán con Fujimori en
las elecciones del nueve de abril. De ellos, el alcalde de Lima, Alberto Andrade, el ex
jefe de la seguridad social, Luis Castañeda Lossio, y en menor medida el economista
Alejandro Toledo, aparecen como los únicos con opción para derrotar a Fujimori.
Ellos apuestan a pasar a la segunda vuelta. Parecen haber asumido que lo harían en
segundo lugar, y el que resulte elegido espera concentrar en torno de sí el resto de la
votación opositora para evitar que Fujimori sume un tercer período gubernamental
consecutivo de cinco años. Fujimori, que tendrá a su ex esposa en la oposición (Susana
Higuchi, que integra la lista parlamentaria del Frente Independiente Moralizador),
encabeza las encuestas con un apoyo que fluctúa entre el 33 y el 45 por ciento, según
quién las haga. Andrade y Castañeda están empatados en el segundo lugar, con una
intención de voto que está entre el 15 y el 20 por ciento. En la búsqueda de hacer
realidad el sueño de la unidad, entre la Navidad y el Año Nuevo hubo un ir y venir de
emisarios, reuniones en hoteles y restaurantes, propuestas y contrapuestas. Al final, y
luego de que Toledo diera un paso al costado, todo fue en vano, porque Andrade y
Castañeda, entre quienes no existen diferencias programáticas ni ideológicas
significativas, no se pusieron de acuerdo en quién de los dos debía encabezar una
eventual lista unitaria. La mediación del ex secretario general de la ONU, Javier Pérez
de Cuéllar, no pudo cambiar las cosas. Entonces, las otras agrupaciones políticas
tuvieron que comenzar a buscar sus propios candidatos presidenciales. El resultado ha sido
la dispersión de la oposición y un sentimiento de frustración y pesimismo entre un
grueso sector de la población, que comienza a percibir como una fatalidad inevitable la
re-reelección de Fujimori. Aunque sus líderes pretenden justificar su fracaso unitario
argumentando que estratégicamente es mejor marchar separados en la primera vuelta para
unirse recién en la segunda, diversos analistas discrepan de esa visión y coinciden en
que el escenario electoral de un Fujimori sólido de un lado y una oposición dispersa y
dividida del otro favorece las aspiraciones re-reeleccionistas del presidente peruano y
advierten que éste podría ganar en primera vuelta. Las próximas encuestas dirán qué
tanto ha afectado a la oposición su incapacidad de unirse.Además de Fujimori, y de los
centroderechistas Andrade, Castañeda y Toledo, postulan a la presidencia el congresista
Máximo San Román por Unión por el Perú, el frente centrista formado en 1995 para
lanzar la candidatura presidencial de Pérez de Cuéllar; Abel Salinas por la
socialdemócrata Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) del ex presidente Alan
García (1985-90); el ex diputado Víctor Andrés García Belaúnde, del centroderechista
Acción Popular del ex presidente Fernando Belaúnde Terry (1963-68 y 1980-85); Federico
Salas, de la derechista alianza Avancemos, vinculada al Opus Dei; el santón religioso
Ezequiel Ataucusi, quien asegura ser el enviado de Dios en la tierra; Ciro Gálvez y Marco
Antonio Arrunátegui, de los recién formados Renacimiento Andino y Poder 2000,
respectivamente. Ninguno de estos candidatos parece tener opciones reales de llegar al
Palacio de Gobierno. Todo indica que la lucha electoral tendrá dos frentes: el primero,
la intención de Fujimori de ganar en primera vuelta y la lucha de laoposición por
impedirlo; y el segundo, la disputa entre Andrade y Castañeda .con un Toledo buscando
meterse por los palos- para alcanzar el segundo lugar y pasar al ballottage. Fujimori sabe
que debe ganar en primera vuelta. El síndrome Vargas Llosa los persigue como un fantasma.
En 1990 Fujimori, que había quedado segundo, se benefició de una coalición
antivargasllosista. Esta vez la historia podría repetirse con una gran diferencia: el
beneficiario de ayer sería la víctima de hoy. Eso espera la oposición. Para evitarlo,
Fujimori apostará todas sus cartas para ganar en primera vuelta. Y para eso tiene todo el
apoyo económico, logístico y represivo del aparato estatal y el respaldo de los medios
de comunicación, en especial la televisión, que margina, cuando no ataca vilmente, a sus
competidores. La oposición ya ha denunciado que esta realidad, además de la ilegal
candidatura de Fujimori para un tercer período, configura un escenario fraudulento. Pero
la tesis de boicotear el proceso electoral para no avalar lo que estiman es un fraude
inevitable a favor del presidente-candidato no prosperó. Y ahora están metidos en un
proceso electoral. El más irregular y turbio de los últimos cincuenta años.
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